Me llamo Guadalupe, me dicen Lupita, tengo 22 años y estudio el último semestre de la Licenciatura en medicina en la UNAM, mido 1.59, soy bajita con una cintura muy pronunciada, delgada, con un culo que siempre me ha encantado y del que he gozado entregar a más de uno, tetas pequeñas pero muy firmes, mi cuerpo me encanta y en la Universidad no pasa desapercibido.
Un día, justo antes de la semana de exámenes, el maestro de traumatología, nos encargó un análisis a un caso práctico, mismo que debía hacerse en parejas, yo elegí un chico de nombre Ernesto, era "mi mejor amigo", pero solo cuando quería salir y no tenía dinero, o bien, cuando teníamos tarea, pues el siempre hacía todo y jamás me lo reprochaba. Era obvio, estaba enamorado de mí, yo le daba señales de que podía estar conmigo, pero no tenía intenciones de que eso pasara y menos porque yo tenía novio y además me estaba cogiendo a un compañero de clase de nombre Roberto.
Al paso del tiempo, la fecha para entregar el trabajo se acercaba y no habíamos avanzado en nada, el trabajo consistía en una explicación en video, de mínimo 20 minutos, donde debíamos desarrollar el caso práctico del paciente, en este supuesto, un accidente vial con un traumatismo toráxico. Ernesto me sorprendió al señalarme que ya tenía toda la información (no esperaba menos de mi esclavo personal), que solo debíamos hacer el video y tendríamos resuelto el trabajo. Ambos acordamos en que lo filmaríamos en mi casa, así que ese día al salir de la escuela, nos dirigimos en su carro hacía mi casa para ahí poder elaborar el trabajo.
Algo estaba raro ese día en su comportamiento, siempre me hacía pequeñas insinuaciones que yo eventualmente correspondía, sin embargo, las insinuaciones ese día eran muy notorias y además fuertes, pues me llego a señalar que con el pantalón de mezclilla que traía puesto "se me veía un culote", yo solo le dirigí una mirada de desagrado, pero no dije nada, pues necesitaba acreditar esa materia para poder titularme. Al llegar a mi casa, en la puerta estaba mi mamá y mi hermana Sofía, nos dijeron que iban a comprar la despensa y que regresaban en un par de horas, justo en ese momento, me volví hacia Ernesto y algo en su mirada me desagradó, no supe que era, pero su plan estaba saliendo perfecto.
Ya en mi casa, saque la cámara de mi habitación, habíamos acordado que grabaríamos en la sala, pero cuando llegue con el equipo de filmación Ernesto no estaba, pero de pronto sentí una fuerte nalgada justo en la parte derecha de mi culo, me dolió, me volví con todas las ganas del mundo de matar a mi "amigo", le di una cachetada, no esperaba lo que se vino después. Ernesto me la devolvió.
– ¿Quién te crees, pinche puta? – Me dijo Ernesto mientras me sacudía por los brazos.
Yo no sabía qué hacer, me tenía inmovilizada, Ernesto no tenía un cuerpo atlético, más bien, parecía que no tenía músculos y era solo huesos, nada, mas equivocada, me levantó y me azotó en el sillón de la sala. Intenté levantarme cuando volvió a darme una cachetada, esta vez fue más fuerte y comencé a llorar y a gritar por ayuda, aunque en el fondo, yo sabía que no había nadie en casa y no lo habría por algunas horas.
– Lupita, Lupita, Lupita. Vas a gritar pero por otra cosa. Espetó Ernesto.
Yo le dije cuántas groserías me sabía y él me beso, lo aparte y me dio un golpe en el estómago.
– No quiero lastimarte más, o coperas o te mato pinche puta. Ernesto dijo esto mientras sacaba una navaja de su bolsa del pantalón.
Me aterrorice. No supe que hacer y él lo noto, volvió a besarme, su lengua bailaba dentro de mi boca, y sus manos comenzaron a jugar con mi cabello. Una bajo por mi espalda lentamente. Algo andaba mal, sentí mi piel al erizarse con sus dedos y rogaba que él no lo hubiese notado, él se separó de mi boca y solo dijo "estas riquísima". Pasó a besar mi cuello, mi zona más erógena, por un momento cerré los ojos fuertemente y aún más los labios para evitar que un gemido se me escapara, me estaba empezando a gustar todo aquello, la situación de saberme suya, que él me estuviese dominando y además me tuviese amenazada hacía estragos en mi cabeza y obviamente en mi cuerpo que cada vez me pertenecía menos a mí y más a él.
– Erni, por favor, detente, te juro que no le diré a nadie, pero detente. Trate de decirle.
– Vas a ser mía, Lupita, sabes cuantas veces me he masturbado pensando en ti, en ese culo, en esos labios. Me preguntó.
De inmediato me hizo una seña que yo sabía lo que significaba. Ernesto quería que me quitara la blusa, solo puse mis manos cruzadas sobre mi pecho. Ernesto se enojó, se enfureció y rompió mi blusa, de pronto solo tenía pedazos de tela colgados y él se abalanzó a mis tetas, mi brasier sufrió la misma suerte que la blusa y también terminó en el suelo, roto. Fue muy brusco con mis pezones, me encantó, siempre me ha gustado que me lo hagan duro y difícil, yo ya estaba muy mojada, así que apreté un poco, como pude le pedí que parara, sin embargo, el metió su mano a mi pantalón y sus dedos rozaron mi puchita sobre mi tanga, sacó sus dedos empapados, solo se rio, ambos sabíamos en ese punto que yo estaba muy excitada.
– No esperaba menos, que delicia. Dijo Ernesto.
De pronto se sacó la verga, jamás, jamás creí que la tuviese así. Era muy delgada, pero larguísima, no dijo nada y me la metió en la boca, me gritaba que se la mamara y tomó la navaja, la puso en mi nuca y yo sentí el frio metal, eso hizo que me excitara aún más, comencé a mamar más y más y más, hasta que el decidió que era hora de penetrarme. Yo ya no estaba consciente de lo que hacía. No supe en qué momento mis pantalones estaban abajo y él se acomodaba sobre mí.
Abrí la boca, como tratando de alcanzar un poco el alma que se me alcanzaba. Ernesto me bombeaba durísimo. Me in saltaba de arriba a abajo y mi vagina estaba mojadísima, yo comencé a gemir porque sentí desde el fondo de mi ser como venía mi orgasmo. Llegaron unos tras otros. Él me puso de perrito y ahí sentí como soltaba toda su leche en mi vagina. Me la sacó y sin que me lo pidiese se lo limpié con una sonrisa en el rostro.
– Me violaste, le dije con su leche en mis labios.
-Te encantó me contestó.
Me trague su leche para responder. Desde ese día soy su puta personal cada vez que quiere usarme.