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La historia de Ángel, solo era un muchacho (11)
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Tiempo de lectura: 11 minutos

La tarde había resultado todo un éxito y yo había superado las expectativas que tenían depositadas en mi, podía leérselo en las caras. Tanto Eduardo como Pablo estaban muy satisfechos, creo que Eduardo más que Pablo.

Después de la gran y profesional follada que me había dado Yasín, Pablo se ocupo de lavarme y acompañarme al aseo para que expulsara la gran cantidad de semen que tenía dentro.

-Lo has hecho todo muy bien, creo que ya estas preparado y puedes empezar a recibir a los socios principales. -sabía lo que sus palabras implicaban.

Tenía que empezar a trabajar en lo mío, que no era precisamente el estudio, eso únicamente era accesorio. Ese recado de Eduardo lo supe captar inmediatamente, apoyé la cabeza en su hombro y miré a Pablo que viajaba enfrente de nosotros, él también me observaba y desvió su mirada para intentar ver la noche a través de los cristales ahumados.

Era un poco tarde y solo se veían las luces del parque encendidas, la casa estaba en silencio y cada uno marchamos a nuestra habitación. Me sentía cansado y me desnudé para meterme entre las sábanas.

No esperaba la visita de Pablo, no había pronunciado una palabra durante todo el trayecto de vuelta y pensé que se encontraba cansado como yo o molesto por algo que no conocía.

Se tumbó a mi lado sin hablarme y me estaba quedando dormido cuando escuché su voz.

-¿Como te encuentras? -me di la vuelta para mirarle de frente, una luz tenue estaba encendida en la mesilla a su lado y no podía verle la cara, solo el perfil de la cabeza.

-Bien pero el culito me escuece. -entonces se levantó y arrodillado en la cama…

-Quiero verlo, en casa de don Manuel no observé nada extraño. -me bajé el pantaloncito y me coloqué para que pudiera verme el ano. Encendió la lámpara del techo y me abrió las nalgas.

-Solo es una pequeña irritación superficial, no creo que tengas algo por dentro, tu culito es muy flexible y no tiene fisuras apreciables, has soportado muy bien la verga de Yasín. -en ese momento pensé que no había sido solamente la polla de Yasín la que tuve en el culo, fueron otras dos más y no eran precisamente enanas.

Pablo se inclinó y me besó el ano, para mi resultaba imposible comprenderle, de repente no me hablaba y al rato se desvivía por atenderme.

-Espera un momento voy a por una crema que sirve para esto. -volvió en un minuto y me untó aquella pomada delicadamente con los dedos, acariciándome la entrada del culo y metió uno en el recto, enseguida sentí el alivió. Apagó la luz y volvimos a la misma posición.

-Lo de Yasín fue tremendo. -le escuchaba murmurar muy quedo.

-Sí.

-Creí que no podrías soportarlo, tu culito no está usado como el de don Manuel.

-Me dijiste que también se había cogido a Oriol.

-Es verdad, pero tu me preocupabas.

-¿Pablo?

-¿Que?

-Nada. -lo que deseaba saber no podía preguntárselo, sabía que le molestaría, ¿por qué se preocupaba por mi, si al final yo era un objeto adquirido por y para la organización?

-Lo de Yasín te ha gustado.

-No ha estado mal, sabe lo que se hace. -no quería molestarle diciéndole que había estado exquisito y que me había encantado la tremenda y lujuriosa verga del negrito.

-Entonces te ha gustado… -esa fue su conclusión afirmando.

No escuchó mi respuesta, no era necesario decirla, ni hubo más preguntas. Me abrazó y coloqué la cabeza en su pecho hasta que el sueño me venció.

Hasta el jueves siguiente no se me calmó el escozor que sentía en el culo, Pablo continuó aplicándome la crema todas las noches pero antes me besaba el ano una y otra vez. Llegue a pensar que lo más importante de mi cuerpo para él era mi culo.

Todo lo demás de mi día a día se estaba convirtiendo en monotonía, había avanzado en mi aprendizaje para conducir, Damian me dejaba que fuera solo conduciendo el coche por los caminos del parque.

Ana María anunció que la comida que preparaba para su familia y de la que Pablo me había hablado, se convertiría en una fiesta con más público, pero todos ellos de la familia o amigos muy próximos.

Quería hacerla antes de que la piscina exterior se cerrara así como el pabellón de verano. Había hablado con los del mantenimiento y vendrían para podar los árboles y dejarlo todo dispuesto para pasar los meses fríos.

En todo el tiempo que llevaba en aquella casa, más de un mes, no había visto que alguien utilizara esa piscina, salvo ella para tomar el sol, y además ya comenzaba a hacer algo de frío a las tardes, anochecía antes y pronto cambiarían la hora para ahorrar energía.

Llegó el viernes, y a la tarde, un enjambre de personas trabajaban en el pabellón de verano, colocando luces, adornándolo y preparando las mesas con manteles, enfundando las sillas de blanco.

Ana lo dirigía todo y yo, desde la galería de sus habitaciones, miraba a aquella hermosa mujer caminando entre los operaros, como un general dirigiendo la batalla definitiva que ganaría la guerra. Era increíblemente hermosa, al mismo nivel de su vacua frivolidad, un adorno más en la casa de Eduardo.

Volví a mi habitación, esta tarde no había tenido la clase de conducir, Damián, como todo el personal de la casa, estaba para atender las ordenes de la señora Ana, no tenía suficiente con el personal de la agencia organizadora del evento.

Abrí el armario para admirar, una vez mas, el traje de fiesta que Ana había comprado para mi, un pantalón ceñido azul celeste, chaqueta corta del mismo color a juego, camisa de seda blanca, corbata estrecha negra lo mismo que los zapatos y el cinturón. Mañana tenía cita, para ella y para mi, en el salón de belleza, principalmente porque quería que llevara otro peinado acorde con aquel traje.

Pablo aún no había llegado, su retraso me molestaba por el lugar donde ahora se encontraba, la noche anterior escuché como le decía a Eduardo que iría a la casa de don Manuel directamente desde la universidad y que volvería para la cena.

Me molestaba saber que se prostituía con aquel hombre, pero yo no era la persona adecuada para juzgarle, y no tenía derecho alguno para hacerlo, pero era inevitable sentirme así.

No sabía que más hacer para entretenerme, no tenía tiempo para ir a la piscina ni me apetecía pasear por el parque con tanta gente allí aunque ya estaban recogiendo para marcharse.

Las imágenes pasaban, sucediéndose ininterrumpidamente, por la pantalla de ordenador de Oriol. Abrí por enésima vez mi correo y busqué el mail que me envió Álvaro con su fotografía, y no recordaba ya el tiempo que hacía.

-¡Álvaro!, mi Álvaro!, me enamoró con sus cartas sin conocerle en persona, sus largas cartas llenas de historias y sus vivencias, su trato amable y comprensivo para entenderme y consolarme, elevando mi autoestima.

Si antes era difícil que llegáramos a encontrarnos, ahora resultaba totalmente imposible. Soy creyente y rogaba fervientemente que sucediera el milagro, pero también me conformaba con mi destino ahora más incierto que en el pasado.

Me resignaba aceptando las adversidades que llegaban a mi vida, según Pablo había chicos que tenían peor suerte que la mía, entonces no había motivos para quejarme y tenía que continuar hacia adelante.

Miré otra vez su imagen, la de aquel muchacho castaño, con gafas de sol, metido en la piscina y al que solamente se le veían los hombros y los brazos apoyados en el borde. -¡Adiós Álvaro! Nunca nos encontraremos pero te amaré toda mi vida.-

El correo con mi respuesta estaba también, y fechado unos días más tarde, me sonroje recordando las fotos que le envié, desnudo y mostrándole el culo, abriéndome las nalgas como él me quería ver, con el hoyito moreno y el ano centrado al fondo. ¡Qué atrevido fui! Me arrepentí al instante de pulsar el botón de envío, y no podía vivir intentando adivinar lo que él pudiera pensar.

Mi pesar se diluyó cuando leí su respuesta, le había encantado y mi culito le parecía un prodigio, deseaba tenerlo para acariciarlo, y muchas cosas más que mi culo le sugerían mirándolo.

Ahora sonreía divertido por nuestras tonterías de muchachos que se desean tener. Él se considera mayor y solo tiene veintinueve años, nueve más que yo, pero la edad que no era importante si nos amábamos le decía yo.

Abandoné la mesa al notar que estaba llorando y me fui al baño a lavarme la cara.

Habíamos empezado a cenar cuando llegó Pablo, estábamos en el comedor principal, a Ana le había dado tiempo para prepararse y resplandecía excitada por la actividad desarrollada este día y viviendo lo que llegaría el siguiente. Entró en el comedor y fue a darle un beso a Ana sentándose a su lado.

-He llamado a Alberto para que venga a la cena, ¿qué os parece? -hablaba para todos y solo miraba girando la cabeza hacia Pablo, pero la respuesta llegó de Eduardo.

-Has hecho lo correcto, para nadie es un secreto que hacen vida en común los tres. David y Oriol te lo agradecerán, aunque puedan hacer lo que quieran les pareceré bien tu reconocimiento de lo que sienten.

Pablo habló muy poco durante la cena, le veía preocupado y me imaginaba mil cosas que podían haber sucedido en la mansión de don Manuel, por supuesto que no eran ninguna buena.

No pude esperar a que nos encontráramos en mi habitación, se estaba convirtiendo en habitual que durmiéramos en la misma cama, y hoy especialmente necesitaba estar con él, saber el motivo de su cara preocupada, también porque mi culito estaba sano y le necesitaba, era una sensación extraña que cuando pensaba en él y habían pasado unos días sin tenerle, mi culito pedía a gritos su verga lo mismo que mis labios sus besos y mi cuerpo sus abrazos.

Llegué a su habitación y estaba recogiendo los papeles que tenía en el escritorio, haciendo dos montoncitos con ellos y colocó una bola de cristal sobre cada uno para que no se movieran. Era muy cuidadoso y ordenado con algunas de sus cosas, para otras un desastre, no le importaba dejar los calcetines o sus interiores tirados.

-¿Te interrumpo algo importante? -me apoyé sobre sus hombros pasando las manos por su pecho.

-Estaba terminando de recoger, mañana cuando me levante seguiré mientras Ana y tu vais a la peluquería. -me incliné para dejar mis labios sobre su pelo oliendo tu dulce aroma.

-Te espero en la cama y termina pronto. -le dejé y me fui a la cama tendiéndome sin cubrirme y observándole.

Comenzó a quitarse la ropa y se puso la de dormir sin quitarse el slip, clara señal de que no tenía ganas de mi, o que estaba muy preocupado y no pensaba en el sexo, seguramente lo habría hecho con don Manuel y sentí un pinchazo de celos. Se tendió a mi lado.

-Cúbrete yo comienzo a sentir frío. -nos metimos debajo de la sábana y el edredón y le abracé enredando mis piernas en las suyas, sintiendo en la piel el duro vello que le cubría.

-Cuéntame lo que te pasa, ¿te ha molestado don Manuel?, ¿no ha quedado contento contigo? -se puso a reír y se dio la vuelta para encararme y me abrazó besándome la cara.

-No es por lo que supones, no siempre voy a darle por el culo, eres un pequeño celoso y eso te pasa por quererme, te digo siempre que eso no es bueno para chicos como tu, tienes que hacerte fuere y ser duro para vivir en este ambiente.

-Pues dime el motivo de tu preocupación y así me quedo tranquilo.

-Escúchame pequeño, ya te he dicho que don Manuel no es tan malo como tu crees. Es un hombre riquísimo y poderoso, quizá su único defecto, si se puede llamar así, es que le gustan las vergas y si es enorme mejor, y eso no es tan malo, ¿no crees? -claro que a mi también me gustaban, no podía decir nada negativo sobre ello.

-Cuando la organización criminal te secuestró, te ofrecieron en el mercado y especialmente a don Manuel, suyo era el dinero que te salvó de tus secuestradores y luego te dejó para que Eduardo te educara.

-Es cierto que no lo hacen simplemente por bondad, no son mecenas que inviertan en rescatar chicos secuestrados, pero dentro de lo malo es lo mejor que te ha podido suceder.

-Tu le perteneces a él, no eres de Eduardo y principalmente, cuando llegue el momento, será don Manuel quien decida quien será tu dueño. Siempre me he llevado bien con él y ahora necesito que esté contento conmigo. -se detuvo un momento dudando antes de seguir.

-Si tuviera que follarle todos los días para influir y poder ayudarte, lo haría sin dudarlo, si te tiene que entregar a alguno de los miembros de la organización que sea a uno bueno. -sentía que se me encogía el corazón, eso significada que Pablo, de alguna manera me quería, pero no me lo quería confesar.

-¡Oh! Pablo, lo siento, pero tengo celos, no se el motivo y se que no tengo que ser así. -si que conocía el motivo de mis celos, le quería aunque no se lo pudiera decir, y tampoco él lo deseaba saber, para protegerse y protegerme. Le abracé desesperado, sabiendo que algún día tendríamos que vivir separados.

-Mi visita de hoy a don Manuel era por otro motivo, ha venido a visitarle su sobrino, es médico en el hospital donde tenían a mi tía y quería hablar con él, se desplaza del hospital y visita a menudo a mi tía.

-Sus padres tienen su hacienda vecina a la de los abuelos de Oriol y Erico. Es un gran tipo, un estupendo médico y un magnífico amigo, aunque sea mayor que nosotros siempre ha estado a nuestro lado. -le escuchaba hablar de aquel hombre con tremenda admiración, como si le idolatrara.

-¿Tú tía cómo va? -le sentí que temblaba.

-Según él será cuestión de días, sufre tremendos dolores, y si no hay solución le he pedido que haga algo que acabe con su padecimiento.

Permanecimos en silencio unos minutos, y quizá para animarme, comenzó a hablarme de la fiesta del sábado.

-Creo que Ana te ha comprado un bonito traje para presentarte mañana en sociedad, conocerás nueva gente, a los padres de David, a Oriol y al grupo más selecto de gente allegada a su familia. -le besé los labios con timidez, esperando no molestarle.

-Me conformo con que tu estés a mi lado. -respondió a mi beso mordiéndome el labio inferior.

-Ángel, eres precioso, enamorarás a todo el mundo, te van a querer y desearte.

-Estará también Oriol y no me parezco a él.

-No, tu eres diferente, pero tan bello y deseable como él, se que te va a gustar, las fotos no le revelan fielmente como es, solo enseñan el físico y en persona gana un montón, y tu le vas a cautivar, seguro. Además tu tienes la ventaja de ser una novedad, a él estamos acostumbrados a verle. -me sentía orgulloso por lo que me decía, me comparaba a Oriol o me ponía por encima.

-¿De verdad piensas así?

-¿Acaso lo dudas? Eres tan bello y deseable que no hay un hombre que no desee ser tu dueño y que le pertenezcas, además de por tu belleza, resultas muy erótico, voluptuoso y tan carnal que excitas al deseo y al pecado. -aplastó mis labios y abrí la boca para que su lengua me penetrara.

-¡Ohh! Pablo, mi Pablo. -le besaba apasionadamente y me empujé contra el para hacerle notar mi necesidad, aplastando mi virilidad sobre su pierna, a la vez sentía su potencia prisionera tras las telas del pantalón de dormir y el slip.

Fui con mi mano hasta el bulto caliente de su entrepierna y temblando la pasé por toda la longitud de la verga hasta llegar al glande, la humedad mojaba las telas en ese punto. Pablo me deseaba y lo mostraba metiendo las manos por la cintura de mi pantalón para apretarme las nalgas.

-Quítate la ropa Pablo, quiero sentirte la piel caliente pegada a la mía.

-Si hago eso no voy a poderme contener y tu culito no esta bien. -su risita me retumbó en el oido.

-Quiero verga Pablo, la tuya, por mi culito no te preocupes, desea que lo penetres, que tu verga lo visite otra vez.

-Me calienta como hablas bebe. -empujaba un dedo dentro de mi culo y me mordía la oreja respirando fuerte. Comencé a empujarle la ropa para liberarle la polla de su encierro.

-Ya, ya me la quito yo precioso, es que no puedo parar de comerte. -me costó dos segundos deslizar mis pantalones y quedar totalmente desnudo y él fue más rápido que yo.

Entrelacé nuestras piernas y nuestros penes entraron en contacto.

-Qué caliente lo tienes. -sentía el calor de su verga más fuerte que el de la mía, su potente erección que sobrepasaba mi polla haciéndome cosquillas con el húmedo glande encima de mi ombligo. Bajó un poquito el cuerpo y la punta se enredó metiéndose en él. La aplasté con mi mano y me hizo gracia sentirle como apretaba.

-¿Quieres metérmela por ahí? -Pablo río suavemente.

-Si se pudiera no me importaría, te haría agujeros por todo el cuerpo para probarte de mil maneras, estar como sea dentro de tu delicioso cuerpo, pero como no se puede me conformo para hoy con esté. -empujó un dedo y me penetró el ano.

-¡Ahh! ¡Ahh! ¡Ahh! Pablo.

-¿Te he hecho daño?

-Es delicioso, mételo más. -tiré el culito hacia atrás para que se abriera y facilitarle la labor, llegaba con alguna dificultad y busqué la manera de que siguiera preparándome el culito para recibirle la verga.

-Déjame que suba sobre ti, será mejor y así te la mamo. -se colocó mirando hacia arriba y me subí sobre él abriendo las piernas arrodillado, dejando al alcance de sus manos y la boca mis genitales y mi culo, sentía las cosquillas de los pelos de su pecho en mi vientre, y le lamí el abdomen antes de comenzar a degustar el palo que emergía del bosque de pelos de su pubis.

Pablo se había metido mi pene en la boca y tiraba de mis caderas hacía arriba, indicándome que deseaba que se la follara, lo fui haciendo lentamente, entrando profundamente en su boca hasta que sentía sus labios besando la base de mi polla. La notaba muy caliente y suave, sobre todo cuando llegaba al fondo haciéndole tope; él no me la mamaba, solo la dejaba abierta para que yo me aprovechara de la situación privilegiada que me permitía.

A la vez jugaba con los dedos en la entrada de mi ano y metiéndolos despacio los abría dilatándomelo, todo eso añadido al placer de sentirle la rica verga en mis labios, me trastornaba los sentidos llenándome de placeres. Cogí sus peludos testículos en mi mano y los llevé hacia abajo, para admirar en su totalidad le hermosa verga que me comía y que deseaba traspasara lo que sus dedos acariciaban sin cesar.

Estuvimos unos minutos dándonos mutuo placer, excitándonos cada vez más hasta que fue inaguantable seguir, la verga se le endurecía hasta pensar que iba a eyacular en cualquier momento, entonces me elevó sacándose mi pene.

-Ya vale, no aguanto mucho más. -nos besamos las bocas, mezclando el sabor que nuestras vergas había dejado impregnado en ellas.

-Pequeño, estas tan rico que voy a correrme enseguida.

-Quiero mirarte mientras te vas en mi culo Pablo, verte la cara mientras me llenas de leche. -y me tumbé colocando mis piernas sobre el pecho, dejándole mi culo dispuesto para que entrara en él.

Cogió un cojín y lo colocó bajo mis caderas elevándome el culo, sabía que la follada iba a ser muy profunda, en esa posición y con el culo elevado iba a penetrarme hasta el fondo. Me apartó un poco las piernas y miró mi ano, estaba palpitando con vida propia haciendo llamadas a su polla.

-Es precioso, tu ano es increíble. -que bien me hacia sentir con sus elogios, empujé para que se me abriera y cerrara, había conseguido dominarle hasta cierto punto, logrando que mis esfínteres obedecieran mis deseos.

Pablo no puedo resistir la atracción de ese punto de su máximo interés y se inclinó para colocar sus labios sobre mi ano y besarlo, se estaba convirtiendo en una de sus manías, un fetiche compulsivo que no podía esquivar, pero no quería que continuara lamiéndome el ano o lograría que me corriera antes de tener la verga dentro.

-¡Por favor, dame la verga, métela en mi culo! -resultaba un suplicio esperar a que se posicionara, y sentí una profunda paz cuando su polla apretaba en mi culo deseosa de ocupar el lugar que le tenía reservado.

-Pablo, ¡por fin, Ahhh! -estaba dentro de mi, en el fondo de mi vientre, y sentía a la vez que sus mordidas en mi cuello, la punta de su polla empujando salvaje abriéndose camino en el recto.

-Mi Angel, estás riquísimo. -Pablo movía su cuerpo para que la verga entrara sin miramientos, como si fuera un salvaje poseído de lujuria. Me follaba inmisericorde, y sin contemplación alguna me follaba profundo y fuertemenet.

-Así, Pablo que rico siento, sí, sí , si…, dame, dame duro. -se elevaba apoyado en las manos y se dejaba caer de golpe, enterrándome su dura verga sin piedad como le pedía..

Llevaba minutos follándome de esa forma brutal y lujuriosa, casi inhumana haciéndome sentir el cielo, o el infierno, pero no importaba, solo era reseñable su cara de placentero delirio, y la mueca desesperada en sus labios esperando la brutal y perseguida descarga del macho al preñar a su hembra.

-Pablo, ¡Ayyyy! ¡Ayyyy! ¡Ayyyy! Pablo, me corro vida mía. -terminé de hablar y mi huevos explotaron lanzando al aire el semen que esperaba impaciente el toque final de su verga rozando deliciosamente mi ano.

Fueron varios latigazos de espesa leche los que salieron de mi verga embarrándose en mi pecho, y después de temblar con angustia, me quedé estático, esperando el momento en que el macho preñara mi cuerpo llenándome de germinante semen.

-Ángel, Ángel. -susurraba una y otra ves en mi oido mientras su verga se vaciaba en el fondo de mi recto.

Seguira…

 

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