Cuando lo dejé con mi ex y todo el peso de la casa recayó sobre mis hombros, busqué una muchacha que viniera a limpiarme día sí y día no. Al principio no tenía claro de si buscarla joven o mayor, porque acabé un poco harto de mujeres por culpa de mi ex, lo que si tenía claro es que a un hombre no quería. Entre muchas propuestas, algunas con protestas de mi precio, muchas con interés por trabajar para mí, elegí tres y llamé a las tres un par de veces.
Pero no me lo cogieron, cuando iba a desistir me habló un muchacho por su novia, que estaba interesada y decidí probarla.
Al llegar nos presentamos: ella se llama Cintia y yo me llamo Pedro, la chica era una máquina de limpiar por lo que decidí mantenerla en su puesto, además de ser una belleza que me alegraba los días.
Rubia, ojos azules; labios gorditos y pronunciados, piel blanca. Al principio no podía hablar de su cuerpo, porque no se quitaba el chaquetón, pero poco a poco fue viniendo con menos ropa; y con ropa más ceñida o que mostraba más, llegando a gustarme bastante. El proceso fue así, de camisetas anchas y pantalones vaqueros, pasó a llevar mallas ceñidas y camisetas cortas pero anchas… Lo que me mostro en primer lugar, que tenía las nalgas respingonas, redondas, perfectas y en su sitio. Luego paso a una malla colombiana nada más, mostrándome que también tenía unos senos grandes, perfectos, redondos y en su sitio.
No sólo su forma de vestir fue cambiando, cada vez era más agradable, conversábamos más, y de más cosas. Me demostró que era la mujer perfecta, guapa, con cuerpazo, con corazón e inteligencia. Nuestros toques siempre habían sido con respeto, más casuales al acariciar a los perros los dos, un par de besos o un abrazo, en agradecimiento por un regalo. Se dejaba mirar normalmente, pero si la miraba demasiado o hablaba de un tema sexual se cortaba. Hasta que un día… vino con las mallas colombianas y nada debajo, se le notaba todo por detrás y no llevaba nada, por delante no sólo se le marcaban los pezones pidiendo guerra sino que, el chocho se le marcaba perfectamente.
Mientras limpiaba me estuvo haciendo posturitas, para que le mirara las partes sexuales. Al limpiar la mesa por poco lo hace con las tetas, al tender se inclinó para que pudiera verle las nalgas perfectamente y parte del chocho marcado, pero cuando hablaba con ella, casi me ponía el chocho en la cara.
Y como cada vez hablaba más conmigo e intentaba empezar donde estuviera yo, y al notar eso la seguía y charlaba con ella por toda la casa, así que estuvo una hora provocándome e incluso esta vez se quedó diez minutos más. Cuando íbamos de camino a la puerta, fui mirándole el culo que ella movía sensualmente, ella me pilló de reojo mirándola y no hizo, ni dijo nada. Cuando estábamos en la puerta hablando no paraba de mover su pierna sensualmente mostrándome su rajita, vio mis miradas disimuladas, entonces ella vio mi erección, y se fue con un poco de prisa para volver dentro de dos días.
Yo salí corriendo hacia el baño, me desabroche los pantalones, me baje los boxers y empecé a machacármela, con las imágenes mentales de todo lo que había hecho hoy… pero eso no era suficiente para correrme, por lo que comencé a imaginar otra escena distinta con ella, ella entraba a limpiarme la casa… pero al notar que estaba empalmado, me cogía de la mano y me hacía sentarme en el sofá, una vez allí sentado ella empezaba a hacerme sentadillas sobre la polla, dejándose caer un poco más cada vez.
Una vez puesto a mil, empieza a menear el culo de lado a lado, pero yo la agarro de las tetas y le empiezo a dar puntazos en el húmedo chocho, nada más pensar eso e imaginar como gemía… mi polla se convirtió en un cañón, por primera vez no cayó en el váter sino que impacto en la tapadera, con una potencia y cantidad fuera de lo normal.
Entonces es cuando me di cuenta, Cintia me tiene en sus manos. Si ella quiere seré suyo, pero solo si ella quiere porque tiene novio y yo haga lo que haga no pienso dar el primer paso.