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Los gemidos de las lesbianas (Parte 2: Capítulo 1)
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Capítulo 1: Pelea, gemido y llanto.

Mi vida sigue igual que antes, solo que me las encuentro un poco más en la escalera; prácticamente solo nos saludamos pero, soy el único vecino que les dirige la palabra para algo más que insultarlas o quejarme. De hecho, llego tan cansado a casa; que no me molesta el perro, por lo que no me quejo. Es el único que interactúa conmigo todos los días, aunque sea a través de la puerta; cuando salgo llora, cuando entro me gruñe y cuando me ve al salir a pasear con ellas me saluda.

Desde lo de mi paja contra la pared, miro a la pared y sonrió cada vez que entro; pero no ha vuelto a pasar nada entre ellas o yo no las he escuchado al menos, descartando la opción de que fuera apropósito. Mi vida sigue igual en todos los aspectos, incluso he salido algún que otro fin de semana; pero no ha sido fructífero, mi intención era conocer a alguien o un ligue de una noche… pero ni una, ni otra.

Una noche llego cansado de trabajar, pero el perro de al lado está histérico; porque la pareja de chicas está gritando y peleándose de forma agresiva, mi primer impulso es llamar a la policía o llamar a su puerta y pedirles amablemente que hablen más calmadas o que al menos hablen las cosas. Pero luego lo pienso mejor ¿quién soy yo para meterme en su relación? A fin de cuentas todo lo que paso en mi imaginación, en las pajas posteriores a la "gran paja" quedo en mi imaginación y ni soy su pareja; ni soy su amigo con derecho, ni tampoco hemos hecho un trío. De hecho ya considero que me metí demasiado en su relación. Llega un momento en que la discusión cesa, me acuesto a dormir aprovechando el silencio; cuando estoy a punto de coger el sueño, escucho un pedazo de gemido que me hace abrir los ojos de par en par.

Salgo corriendo sin zapatos, me acerco nervioso; jadeante a la pared y tembloroso, mi miembro ya ha reaccionado a la situación que ya conoce y solo tengo que agarrarlo.

Los gemidos y golpes de la cama son mucho más fuertes que la otra vez, se nota que es un polvo de reconciliación; parece que ella está volviéndose loca y yo también siento que me voy a correr en cualquier momento, con tan sólo escucharla y tocarme… empiezo con la paja, justo cuando el polvo llega a su punto máximo; cierro los ojos rezando para aguantar lo justo y necesario para que ellas se corran, como si estuviera yo en medio con mi polla entre sus dos vaginas y la paja me la estuvieran haciendo las dos al refregarse.

Justo cuando me corro, ellas dos gimen viniéndose; cómo si me hubiera corrido y eso las hubiera puesto a mil, aguanto mi placer mordiendo mi lengua y me apoyo en la pared con cuidado de no rozar mi estropicio. Jadeando acarició la pared cómo si fuera una de ellas, entonces escucho los jadeos de una; la otra se levanta con fuerza, da unos cuantos golpes y yo miro mi puerta temoroso de que me hayan escuchado y me pidan explicaciones. Pero tras un portazo, los tacones llegan hasta el ascensor; y tras llamarlo, se monta y se marcha.

Los jadeos se vuelven llanto y, entonces lo entiendo; que idiota eh sido, he participado en su polvo de despedida. Acarició la pared, como si con eso pudiera consolarla; pero es inútil, su llanto es desconsolado. Un impulso me pide, que salga; llame a su puerta y le dé un abrazo, que la consuele… pero niego con mi cabeza, no soy nadie para ella; solo un vecino y no haría más que molestar, aunque ella para mi sea algo especial que no sé cómo nombrar.

Tras unos instantes voy a mi cama y lloro, lloro de pena por una relación que se rompe; de frustración por no poder hacer nada, y de vergüenza por no poder controlar mis sucios instintos.

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