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Los gemidos de las lesbianas
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Prólogo.

Desde que lo dejé con mi ex, mi vida está muy apática; no ligo ni a tiros y las tías que se me acercan o están locas o son unas aprovechadas y la verdad después de haber tenido dos locas en mi vida y una aprovechada, no tengo ganas de repetir la experiencia; ya he tenido suficiente, de eso.

Para cambiar mi vida del todo, he buscado trabajo fuera del hogar; así que me he ido a vivir solo a Estepona, a unos viejos edificios que están más "pacá" que "payá", pero que aún se mantienen en pie como yo. No los he elegido por eso en realidad, solo porque no me pillan lejos del trabajo y; porque se ajustan a mi bolsillo, aunque tengo un buen sueldo no me puedo confiar en España el trabajo no es algo fijo, después de todo. En la mudanza me ayudan mis padres, que están contentos en parte porque levanto el vuelo del nido; y en parte no, porque me echaran de menos.

La verdad es que yo dentro de mi apatía me apetece alejarme de todo y todos un tiempo o conocer más bien gente nueva, y por otro lado al sentirme más solo; solo me volveré más apático y eso, supuestamente es malo o eso al menos es lo que piensan José y David mis viejos amigos.

Al principio vivir solo se me hace duro, no se hacerme ni un huevo frito; acostumbrado a que papa y mama me lo hagan todo, me cuesta coger las riendas. Cuando llevo más o menos un mes, ya se sobrevivir por mi cuenta; aunque me he dado cuenta que en eso se ha convertido mi vida, trabajar y casa… casa y trabajar, no salgo de ahí; descansar se vuelve algo segundario y para colmo la gente de aquí, no parece estar muy interesada en conocer a un joven jornalero normal y corriente. Lo que más sufro es la sequía sexual y la falta de cariño, por eso estoy contemplando irme de putas; y comprarme un perro, aunque no soy muy de lo primero pero como siga así voy a reventar.

Una noche que llego de trabajar cansado y molido, pensando en que ahora tengo que cenar y ducharme; y caminando más que porque es automático y no por otra cosa, la muestra de cariño es el gruñido del perro de la puerta de al lado que por fortuna está cerrada. Aquí viven dos chicas que por los liberalismos de hoy en día, imagino serán pareja; los vecinos se la tienen jurada porque su perro ladra a horas intempestiva sobre todo los fines de semana que salen de fiesta; una es la típica lesbiana macho y la lesbiana hembra es la que al verla de pasada siempre pienso: "que lastima", tener algo tan bonito al lado y tan inalcanzable… es duro.

Entro en mi casa mi desértico y solitario hogar, cuando mis cansados brazos acertaron con las llaves de casa; y me quedo helado, unos gemidos me llegan desde la pared de mi derecha. Me quedo mirando la pared cómo si fuera a ver algo, pero entonces los gemidos se repiten; se me acelera el corazón, mi miembro viril reacciona y me quito los zapatos. Voy lo más silencioso que puedo por el pasillo, escuchando más y más gemidos; cada vez más altos y más fuertes, hasta que "boom" explota en un orgasmo. Justo cuando pego mi oído a la pared cómo un vil pervertido, haciendo de alcahueto en una relación de dos; pero es la primera vez en mi apatía que mi miembro resucita y cruzo los dedos, para que la sesión continúe.

Como si algo o alguien me hubiera oído, empieza con suaves jadeos; no sé si estoy en lo cierto o no, pero confío en que la que gima sea la lesbiana femenina. Con visible nerviosismo me quito el cinturón mientras tanto contengo la respiración y la dejo salir lentamente, no vaya a ser que me escuchen e interrumpa su sesión nocturna de amor; luego me quito el botón tampoco quiero tragar no vaya a ser que digan ¿que ha sido, eso? Y la fastidiemos.

Tras eso, mientras los jadeos empiezan con suaves gemidos; me bajo la cremallera del pantalón y al fin me la saco del bóxer, la agarro y la tengo como un mástil. Empiezo a movérmela al ritmo de los gemidos, que van en alza y mi paja sube a la misma velocidad; su cama empieza a golpear mi pared y la escucho arañar las sabanas, eso me pone muchísimo y tengo ganas de animarlas.

– sigue, dale duro; fóllatela. – pienso para mi, como si cualquier palabra pudiera delatarme al fin y al cabo; si yo las escucho a ellas, ellas también a mi.

Sus gemidos se convierten en gritos de placer, yo cierro los ojos para sentir más y centrarme en el oído junto a la imaginación; que es lo único de lo que me puedo guiar ahora, sus gritos cada vez son mayores y como si por arte de magia pasara… su último grito deja salir mi eyaculación, se me escapa un hmmm… lo he intentado silenciar para que no me escucharán, empiezan a hablar entre ellas y no logro escuchar lo que dicen; me separó de la pared con tremendo susto y temeroso de que llamen a mi puerta. Pero pasa un rato y no lo hacen, respiro tranquilo al darme cuenta que no pueden saber que las estoy espiando; ese "mmmh" pudo haber sido por miles de cosa eso es, me limpio el miembro me lo guardo y recojo este estropicio del suelo.

– vaya hombre, ahora me siento malamente; doy vergüenza ajena, masturbándome con el amor de dos chicas que nada quieren con hombres – pienso para mi. – si me vieran seguramente les daría hasta asco. Bueno no es culpa mía, que griten tanto; que las paredes sean de papel y que no ligue nada.

Mi cabeza era una guerra viva entre el angelito, el diablito y yo; no sé quién de los tres ganaría, pero como iba a mirarlas ahora cuando me las encontrara… seguramente, con otros ojos.

Aunque suene triste decirlo, este ha sido el mayor placer obtenido por autosatisfacción; en toda mi vida.

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