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El dulce placer de la esclavitud y la sumisión (Parte 1)
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Me llamo Paulina, tengo 19 años, uno setenta y cinco de altura, cabello negro más o menos lacio, y con unos pechos amplios; soy de tetas algo voluminosas (medidas: 93- 60- 92). En clase se me considera una chica decente y, en el sentido literal de la palabra, y lo era, antes de irme con las amigas primero eran los estudios.

Eso era antes de que llegara Sonia, una chica más alta que yo y de cabello rubio algo. Siempre vestía con ropas muy ceñidas que se le ajustaban como una segunda piel y mostraba, de forma evidente, la ropa interior que llevaba, si alguna vez la usaba. La primera vez que me “enfrenté” con ella fue en una clase de gimnasia. Yo era, y aún lo soy, muy tímida y normalmente no me cambiaba con el resto de las chicas sino que me buscaba un lugar apartado, y aunque de forma disimulada las observaba y “admiraba”, aunque yo no me consideraba en aquella época homosexual ni bisexual. Bueno aquel día yo estaba en mi rincón como de costumbre cuando se me acercó ella.

—¿Te importa si me cambio contigo?, me preguntó, mientras yo, como hipnotizada, la miraba de arriba abajo.

—Claro que no, dije reaccionando al darme cuenta que ella ya había notado mi ensimismamiento.

Allí estaba ella a pocos centímetros de mí desnudándose y mostrándome su esplendoroso cuerpo, que cuando lo veía en clase me lo quería comer entero. A partir de aquel día, tanto ella como yo, buscábamos la ocasión de poder estar juntas. Empezamos a realizar trabajos para los profesores en equipo pero siempre venían algunos aguafiestas que buscaban poder montar a mi amiga.

Solamente al final de curso mientras preparábamos los exámenes finales, ella me pidió estudiar conmigo, gustosa accedí, al principio en mi casa, pero la continua presencia de mi tía y madrina no me aventuraba a tener una relación con ella, así que un sábado me pidió que yo fuese a su casa ya que su madre se había ido fuera por unos días, yo loca de contento me arreglé como nunca lo había hecho. Me presenté en casa de mi amiga con muchos nervios, sentía que iba a poder estar con mi amiga de una forma más íntima pero nunca imaginé que fuera como me ocurrió. Al principio nos pusimos a estudiar, ella me preguntaba sus dudas y yo procuraba resolvérselas de la mejor forma posible, cuando ya de madrugada, y cansadas, me dijo de salir a tomar una refresco lo que le acepté, creí que era en un bar cercano a su casa.

—Así no puedes ir. Tendrás que ir como yo diga, me dijo de forma autoritaria.

Yo no dije nada solamente asentí levemente con mi cabeza, mientras la seguía. Fuimos directas hasta un dormitorio amplio, que sería el de sus padres y de una cómoda sacó ropa interior de color negro, un tanga, un liguero y unas medias. No hizo falta que me dijera nada allí mismo me desnudé, mientras me ponía la ropa interior Sonia abandonó el dormitorio y la esperé durante unos minutos, cuando regresó venía vestida íntegramente de negro, una camiseta, sin mangas, muy ceñida que marcaban sus voluptuosos volúmenes, y un pantalón muy ajustado que parecía que era una segunda piel y como colofón unos zapatos de tacón de aguja.

En sus manos llevaba unos shorts y una camiseta de tirantes junto con unas botas de media caña. Cuando terminé de ponerme la ropa que me había dejado mi amiga, me sentía oprimida por todos los lados, y, sin embargo, me gustaba. Nos fuimos a un bar, lejos de la zona de la movida, en las afueras de mi ciudad, de chicas. No había ningún hombre ni siquiera homosexuales, era de y para las mujeres, nos colocamos en la barra, alrededor de nosotras solamente mujeres y niñas que se besaban con ardor y/o exploraban los rincones más recónditos del cuerpo femenino, entretanto Sonia pidió por las dos, cuando la vi se estaba besando ardorosamente con la camarera, nunca me he sentido homosexual ni “propietaria” de nadie pero en aquel momento me entró un ataque de celos, “quien era aquella niñata para robarme el cuerpo que tanto deseaba”, pensaba para mí.

Sonia se dio cuenta de lo que pasaba por mi cabeza y sin decir nada me pegó contra su cuerpo, sus labios se fundieron con los míos y su lengua experta enseñaba a la mía como debía comportarse con “una invitada”, sus pechos aplastaban a los míos, mientras que una de sus rodillas me acariciaba la entrepierna, y sus manos, en mi culo, querían que me introdujera en su cuerpo, sus labios, como ardientes ventosas, recorrían mi cuello mientras los míos próximos a sus orejas solo acertaban a mostrar los gemidos de mi excitación.

—… por favor necesito sentirme tuya… deseo que me poseas totalmente…, acerté a decirle.

Sonia me cogió de la mano que tenía libre, la otra sujetaba el cubata y me llevó hacia una parte del local que yo no había visto, allí me introdujo en una pequeña habitación, allí una pequeña mesa y dos taburetes, cerró la puerta detrás de mí se sentó en uno de los taburetes y vi cómo se quitaba los zapatos los apoyaba en el suelo. Yo ya no era dueña de mis actos, me tumbé a sus pies y con suma delicadeza los cogí y los puse sobre mis senos, mientras miraba la cara de sorpresa que tenía Sonia, no se esperaba aquel gesto mío.

—Quiero que me uses, necesito sentirme tuya, le supliqué.

—¿Harás lo que te diga?, me dijo en un susurro.

—Haré lo que me pidas, me convertiré en lo que tú quieras hacer de mí, pero no me dejes por favor… le rogué.

A partir de aquella noche, comenzó a salir una parte de mi que ni yo misma conocía. Sonia, repuesta, eso creía, de su sorpresa por mi actitud, comenzó un juego que me excitó sobremanera, lo inició introduciéndome uno de sus zapatos en mi boca, mientras sus pies comenzaron a masajear mis pechos, para ocultar mis gemidos comencé a lamer el zapato que me había colocado en la boca.

Lamí los zapatos y los pies de Sonia, casi sin darme cuenta me convertí en su juguete, yo era un objeto que no podía competir con ella, jamás me había sentido de esa forma, Sonia había logrado calentarme solo con mirarme y cuando me abrazó me hizo suya. Había logrado hacer de mi un torbellino de sensaciones y sentimientos muy contradictorios, estaba dispuesta a renunciar a mi misma para ser parte de ella, y por otro lado estaba dispuesta a venderme para mantenerla, utilizar mi cuerpo para que ella no tuviera que preocuparse por nada.

Cuando entramos en su casa nos besamos nuevamente con pasión, con delicadeza llevó mis manos hasta mi espalda impidiéndome que la tocase, después me dejó sola en el salón de su casa, durante largo rato no me moví para nada, ni siquiera quité las manos de mi espalda, nerviosa por saber que nueva experiencia sexual me encontraría y que haría conmigo. Se presentó al rato y cuando la vi comencé a desnudarme, quedándome solamente con el tanga, el liguero y las medias, Sonia se me acercó y me esposó las manos a la espalda, para a continuación bajarme el tanga hasta medio muslo, entonces se sacó una especie de collar de cuentas, y una a una me las fue introduciendo en mi chumino, hasta que me las “tragué” todas, seguidamente hizo lo mismo en mi culo y me subió el tanga.

—Por favor no te quites eso mientras yo no te lo pida, si no haces caso me veré obligada a castigarte de forma cruel, y no quiero hacerte daño… me dijo dulcemente.

Asentí con decisión, “¿quién era yo para oponerme a sus deseos?”, Seguidamente me introdujo una pelota en mi boca y la anudó en la nuca, a continuación ciñó sobre mi cuello un collar del cual pendía una cadena y del salón de su casa me llevó hasta su dormitorio, allí nuestros libros descansaban sobre la mesa puso un cojín en el suelo, me tumbé en el mismo y dejó caer mi cabeza sobre el cojín, en ese momento me quitó la pelota de la boca.

—Quiero que te quedes ahí, me gusta sentir tus pechos bajo mis pies y que tus labios recorran toda la planta de los mismos. Necesito que seas mi alfombra particular…, me decía cuando la interrumpí.

—Adoro tus pies, y el sentirte caminar por mi cuerpo haces que me eleve al séptimo cielo, te amo tanto que mi vida sin ti no tiene sentido, haz de mi lo que quieras pero no me dejes sola…, y sin proponérmelo comencé a sollozar.

Sonia me miró de una forma extraña, en aquel momento una lágrima furtiva recorría mi rostro, se arrodilló y me secó la lágrima y con dulzura me miraba.

—No sé cómo lo haré, pero serás mi esclava. Mi madre me ayudará, y este verano te vendrás conmigo a la casa de mi abuela, allí hay de todo para domarte y te transformes en la esclava perfecta y yo seré tu Ama…, me dijo y al terminar me besó con pasión

—Mi Ama, quiero que aceptes a esta humilde esclava… le dije.

Sonia se había incorporado antes de que yo terminara de decirle mi ofrecimiento se sentó en su cama y sus pies los apoyó sobre mis pechos y comenzó a masajearlos, comencé a gemir al sentir la opresión que su cuerpo ejercía sobre el mío, durante unos minutos continuó con el masaje de mis senos, hasta que se acostó, previamente se desnudó y me permitió volver a disfrutar de la belleza del cuerpo de mi amiga y propietaria Sonia.

—Buenas noches esclava, me dijo.

—Buenas noches mi Ama, le respondí yo.

Cuando se apagó la luz y la oscuridad ocupó aquella habitación, por mi cabeza pasaban miles de imágenes, sensaciones y sentimientos diversos y contradictorios. “¿Para qué necesitaba domarme?, ¿no veía el esfuerzo que hacía para ser suya? Sin embargo, deseaba que caminase sobre mi cuerpo desnudo con esos zapatos de tacón de aguja para que me marcase, que yo era de su propiedad”, con esas ideas me dormí. No sé qué hora era cuando me dormí, para mi demasiado tarde, porque cuando sonó el despertador e intenté incorporarme me di cuenta de que el cansancio me tenía derrotada, pero aquél despareció nada más sentir como los pies de mi “propietaria” y amiga se dejaban caer sobre mis pechos, haciéndome recordar lo ocurrido durante la noche, y Sonia comenzó a masajearme los pechos con sus pies, provocándome nuevos gemidos de placer.

Poco después me ayudó a incorporarme y me llevó hasta el cuarto de baño y junto a la ducha me tumbó nuevamente, ya me imaginaba para que me quería allí, antes de introducirse en la ducha me volvió a colocar la pelota de goma en mi boca, y comenzó a ducharse, sobre mi cuerpo caía salpicaduras de agua que provenían de su cuerpo, tan deseado por mi. Terminó su ducha y cuando salió de la bañera se dejó caer sobre mi y comenzó a secarse, terminada la operación, solamente se puso unas medias y unos zapatos de tacón de aguja y enseguida me incorporó y me desnudó. Me introdujo en la bañera y me comenzó a bañar, sus manos se entretuvieron en mis partes más íntimas y sensibles, sexualmente hablando. Me pellizcaba los pezones, retorciéndolos hasta niveles que me eran increíbles, por el dolor que me causaba y por las vueltas que le daba a cada uno de mis pezones por no hablar de mis labios vaginales quienes fueron torturados de forma cruel y placentera para mí, después de haberme duchado me llevó nuevamente hasta el dormitorio, que así lo creía yo, de su madre.

Allí puso juntas dos banquetas entre la cama y el armario, a mi me colocó sobre las banquetas de tal forma que mis pechos se quedaron colgando libremente y mis manos se agarraron a ciertos pomos, a una altura extraña, que había en el armario, cuando oigo un clic metálico y veo con estupor que mis dos muñecas están ceñidas por un aro metálico que me une a los pomos del armario, la miro con estupefacción por lo que me ha hecho y está haciéndome. Estoy inmovilizada y totalmente a su merced, por mi vientre me introduce un grueso cojín que hace que eleve mi pelvis dejándola como punta de algo que no comprendo, sobre mi cuello ciñe, nuevamente, una correa de la que pende una cadena que une con una de las banquetas, obligándome a mantener la cabeza elevada y sin posibilidad de girar. Me coloca una venda en mis ojos y ya no puedo ver nada, solamente la sensación de tensión de todos mis músculos.

Me dejó sola durante varios minutos, en aquella postura tan incómoda y tensa, los brazos y las piernas mostraban los primeros signos de cansancio, las primeras babas se escapaban por las comisuras de mis labios, cuando llegó ella. No podía verla porque la venda de mis ojos lo impedía, pero si sentí su presencia cuando unió mis pezones con mis labios vaginales por medio de pinzas, unidas entre sí. El dolor se presentó de forma súbita e imprevista, no podía pensar solamente sentir cuando de pronto un fuerte golpe sobre mis nalgas me hizo reaccionar. Mi amiga me estaba azotando, sin saber el motivo que le impulsó a tomar semejante decisión, pero fui benévola con ella, si yo era de su propiedad y le apetecía golpearme, estaba en su derecho a hacerlo, aunque aquello no me gustase. Pero lo más sorprendente me ocurrió cuando apenas llevaba ya dos o tres golpes en mi culo cuando, en pocos segundos, comencé a notar que el placer me iba invadiendo, durante los minutos que duró el azote me vinieron dos o tres orgasmos como nunca los había tenido, ni siquiera cuando me masturbaba en la soledad de mi habitación había logrado disfrutar tanto.

Después de ser azotada, sentía que mi culo ardía y Sonia comenzó a pasarme la mano suavemente, en su mano había algo frío que de forma gradual iba calmándome el dolor. Poco después me liberó y me ayudó a incorporarme y sobre la cama había otras prendas íntimas de color negro, prácticamente igual que la noche anterior salvo que ahora había un corsé que me ceñía totalmente mi torso, haciéndome difícil incluso la respiración, pero no me quejé a mi amiga. Poco después, se presentó con unos zapatos de tacón de aguja increíbles, serían unos quince o más centímetros de tacón, jamás había usado un tacón como aquel.

—Camina, me dijo dulcemente.

—Sí… MI AMA, le contesté.

Sonia no dijo nada, solamente me sonrió, y comencé a dar mis primeros pasos con esos zapatos. La verdad que esos primeros pasos eran horripilantes, apenas mantenía el equilibrio y varias veces estuvo cerca de mi para que no me cayese, cuando ya llevaba casi dos horas dando paseos por aquella habitación y mis pasos ya no eran tan torpes me sacó del dormitorio y me ordenó que me moviera por toda la casa y para evitar cualquier indicación o palabra por mi parte me volvió a colocar la pelota de goma en mi boca, y me hizo seguir caminando hasta el mediodía. Cuando llegó la hora de la comida, yo creí que nos íbamos a sentar juntas para comer pero Sonia tenía otras ideas con respecto hacia mí. Me encerró en su dormitorio, me retiró la pelota de la boca y me mantuvo a cuatro patas, cuando al rato regresó con dos bol para perros, uno con comida y otro con agua.

—Mientras estés en mi casa, este será tu plato favorito. ¡Así que come!, me dijo autoritariamente.

No quise racionalizar nada, quería dejarme llevar por el instinto y disfrutar del momento que estaba viviendo con la humillación de la que estaba siendo objeto, intuí que Sonia no querría que usase las manos por lo que acerqué mi rostro hasta el plato y mi boca comenzó a devorar el arroz que me había preparado y a beber el agua que me había traído.

AMA, su e… PERRA, quiere que le ciña su collar de animal, le dije agachando mi cabeza.

No vi la cara de Sonia, a quien sentía como parte suya, pero la oí salir no muy deprisa. A los pocos minutos regresó y ciñó sobre mi cuello la correa, aunque me costaba respirar por la opresión del corsé, Sonia fue muy exigente al colocarme la correa de cuero sobre mi cuello.

—Mientras yo no te lo pida esta será tu postura ante mí, aquí en mi casa, y fuera de ella será como hasta ahora, nadie tiene que saber lo que eres. Cuando vengas a mi casa, sea cual sea el motivo, te desnudarás nada más cruzar la puerta sin que te importe quien esté aquí… me decía entre autoritaria y dulce.

Entretanto yo me acerqué a sus pies y comencé a besar sus pies y a lamer sus zapatos, no sabía lo que me ocurría, deseaba mostrarle mi sometimiento a sus caprichos, me sentía suya y anhelaba ser humillada por mi amiga. Que digo amiga, yo era de su propiedad y ella podría hacer conmigo lo que quisiera y yo tengo que aceptarlo para algo soy su esclava y “su alfombra”.

Si desean que continúe, escribir a mi correo [email protected].

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