A mi amante le digo ‘nene’ aunque es como veinte años mayor que yo, porque la primera vez que me mamó las tetas sentí que tenía en mis brazos a un niño y lo acuné diciéndole ‘mama, nene, mama, mi niño’. Otra característica de nuestra relación es que desde la primera vez me sacaba fotos cada vez que hacíamos el amor. Esto está en el relato titulado ‘Las fotografías’ y en los comentarios está la dirección donde pueden acceder a algunas ellas.
Lo que a mí me mantuvo infiel por un par de años (de la primera época) fue que mi marido no me quiere chupar la panocha y a mi amante sí le gusta.
Busquen mis relatos en mi perfil para que se enteren cómo fue.
El asunto es que ya llevaba un buen tiempo que tuvimos que dejar de vernos y quedé obsesionada con las mamadas que me daba mi amante y no aguanté más. Cuando se dio la oportunidad de que mi marido saldría una semana a trabajar fuera, le pedí a mi amante que nos viéramos, que lo necesitaba y él de inmediato aceptó.
¡Claro que también sacamos fotos en esta ocasión! Yo le saqué cuatro al nene de cuerpo completo, como casting. En la toma del lado izquierdo se le ve la verga firme y estirada, en la del lado derecho un poco decaída. En la de frente los huevos cuelgan lindísimo, sí, es muy huevón, tan huevón que no me caben los dos en la boca. Los de mi marido sí. Yo creo que el nene tiene otra mujer, además de su actual esposa, u otras, porque ahora mi marido me da más leche.
La noche anterior al día en que mi marido se fue, lo ordeñé todo lo que pude, incluso en la mañana anterior le había hecho una paja con mis tetas. En la mañana, muy temprano, le di una exprimida tremenda con la boca. Apenas llegaron sus compañeros de cuadrilla por él, me vestí y salí rumbo al departamento de mi amante.
Al llegar, me abrió la puerta, asomando sólo la cara para que nadie pudiera verlo ya que me esperaba ¡completamente encuerado! Al entrar, lo besé con el sabor que me dejó la verga de mi marido y sus manos me quitaron la ropa, casi arrancándola: su lengua reconoció el sabor del beso, aún blanco, mientras su lengua recorría la mía, las encías y el interior de mis mejillas probando el néctar que traía. Al terminar el beso, también quedé encuerada. Le di las tetas con crema que limpió muy bien, siguió con mis axilas (tres noches y dos días sin bañarme) y sus dedos se metían en mi vagina. Él es muy efusivo. Me lamió la espalda y las nalgas. Me tiró en la cama y lamió mis pies, empezó por las palmas haciéndome muchas cosquillas.
Chupó mis dedos uno a uno. Su lengua siguió subiendo hasta las verijas donde se entretuvo saboreando lo que en esas tres noches me había escurrido. Siguieron mis vellos, los cuales, antes pringosos el "pegamento" que me había puesto mi marido, ahora quedaban limpiecitos. Por último, su trabajo lingual se concentró en mi panocha. Yo sentía que me iba a descoyuntar de tanto que me abría las piernas, pero no me dolía ya que la lengua hacía que me adormilara en el Paraíso. No sé cuántos orgasmos tuve, pero fueron muchos porque ya no tenía fuerzas para apretarle la cabeza contra mi panocha.
El gusto de chuparme la panocha con el semen de mi marido, le recuerda al sabor de su exesposa, quien cogía mucho y su olor era fuerte por tanto semen que recolectaba de él y de otros dos amantes que tenía; ella pretendía humillarlo al llegar cogida y chorreando el semen, ya que lo calentaba a besos, se desnudaban y ella se ponía a cabalgarlo un poco para que el pito quedara bien lustroso de atole; en ese punto se desmontaba y pasaban a un 69 donde ella saboreaba otra vez el sabor del amante en la verga y mi amante se tragaba el producto de las horas de amor que había disfrutado ella fuera de casa.
El resultado fue que el nene se aficionó a esa droga tan deliciosa que es el semen mezclado con jugos de su puta esposa (la proporción, según estima era de una venida del corneador por ocho o diez de su ex). Así que, ¿por qué no iba a probar mi panocha con la leche que me daban? Lo mismo pasó con los besos, pues el que ella le daba al llegar a casa tenía mucho sabor a su amante pues ella al despedirse le mamaba la verga para dejársela limpia.
Desde que me recibió en la puerta, traía la verga paradísima pues se la había estado acariciando mientras me esperaba. Así que cuando llegué yo, él ya tenía muchas cosas en la mente sobre qué hacer con "esta hermosa puta nalgona" como me dice cuando está calentísimo. Además, como mi sabor y mi olor a pura leche y sudor acumulados por el amor de tres noches y no sé cuántas horas de día que me dio mi esposo… ¡le supieron riquísimo! ¡Me mamó hasta el culo!, y yo sólo gritaba y lo arañaba del placer que me provocaba.
Después de que me vine, literalmente, a chorros por tanta lengua que me dio, mea dejó descansar un poco. Me tiró boca abajo y se subió en mí para sentir mis nalgas. Me abrió las piernas y empezó a limarme con su palo hasta que grité pidiendo tregua después de un par de orgasmos más. Dormí un poco mientras él contaba los vellos de su pubis, olía mis axilas otra vez y me despertó porque le urgía descargar lo que traía en sus huevos. Me puse ahora boca arriba y, de armas al hombro, me penetró. Me flexionaba cada vez más y yo le pedía que me la metiera más adentro.
En esos casos, como bien saben todas las mujeres calientes, nosotras mandamos y ellos nos complacen…
En cuanto le pedí que se viniera, él lo hizo descargando su fuego que sentía hasta el útero y le regalé una sonrisa cuando sentí sus chorros. Bajé las piernas y él, sin sacármela se acostó sobre mí para descansar, y dormimos los dos. Ahí no acabó el asunto, apenas llevábamos dos horas de amor.
Dormimos abrazados un rato. Él se paró al baño y cuando regresó puso su cabeza en su panza y comenzó a oler mi panocha. Seguramente mi olor le recordaba al de la puta de su ex que lo excitaba mucho. Mientras aspiraba el aroma de mujer cogida por varios días se acarició la verga y los huevos. Se la empezó a jalar y el calor del aliento y las aspiraciones en mis pelos, así como el chasquido del prepucio, me despertaron.
Me calenté de inmediato con la escena que veía y me puse a mamar y huevos y jalar verga. "Yo lo hago, nene", le dije al acomodarme y me metí todo el pene en la boca, el cual le creció hasta salírseme una gran parte de la boca. Mamaba sin dejar de jalarle el tronco y el escroto, eventualmente le acariciaba y mamaba sus bolas que seguramente producían esperma a marchas forzadas para que a a mí no me faltara cuando se lo exigiera.
Una vez que lo tuve con la verga erecta, me senté sobre ella y me puse a cabalgar gritando "¡Qué verga tan rica!" "Quiero sentir calientito adentro, nene, vente mucho", repetía mientras me movía de adelante para atrás y viceversa y él se vino con abundancia. "¡Ah, qué rico, nene, lléname la panocha con tu leche!" seguía gritando y él continuaba vaciándose. Le gustaba el movimiento de mis nalgas y ver cómo me saltaban las tetas. "Así, mi Nena puta chichona", me gritaba, acordándose de su ex, a quien él se refería como "mi Nena chichona" que sí estaba chichona y era muy puta.
Al verlo poseído, yo saltaba más sobre él para que mis tetas se sacudieran. Abrió un poco las piernas para que mis nalgas no le apachurraran tanto los huevos, sólo lo suficiente para sentirme cabalgar en ellos. Con las de nalgas delgadas de su ex lo hacía al revés: las cerraba para que se los apretaran más. Me vine yo también desde su primer chorro y lancé un grito "¡Ay, qué rica verga!", dejándome caer sobre él al sentir el tercero de los chorros. Me lamió el pabellón de la oreja que le quedó cerca mientras descansábamos. Su pene comenzó a achicarse, pero mi perrito, que ya aprendí a usar y que mi marido también disfruta, le exprimía hasta la última gota de semen. Volvimos a quedar dormidos otro rato.
Cuando me resbalé hacia la cama, quedé boca abajo y su cara se fue a mis nalgas, las besó y las lamió. Abrió mis piernas y su lengua fue a mi culo, luego bajó a la pepa y lamió mis jugos revueltos con su leche. Me limpió hasta donde pudo. Me volteó boca arriba y su boca hizo fiesta con mis pelos, me chupó los labios y el clítoris. Todo lo sentía, aunque parecía estar desmayada o paralizada, pues no podía reaccionar a sus caricias. Eso no le preocupó, se dio un hartazgo con mi cuerpo.
Su boca fue a mi ombligo, metió en él la lengua mientras me apretaba las chiches y me jalaba los pezones. Yo me dejaba hacer sin responderle, como si estuviera sin sentido. Durmió un poco con su cara en mi panza. En tanto que yo, con los ojos cerrados y sin poder moverme, estaba impresionada, porque, además de lo desguanzada que me encontraba, fue que, aunque él no quisiera, recordaba a su ex cuando me cogía, y seguramente pasará lo mismo al cogerse a otras, aunque no seamos flacas ni chichonas como ella…
Después de descansar un buen rato, me repuse pues estaba sin tono muscular, sólo sentía la lengua y los labios de mi amante por todo el cuerpo; cuando me chupó atrás, le ayudé un poquito abriéndome las nalgas para que me metiera la lengua por el culo, ¡yo sentía divino! Otra cosa que me encanta es cuando me chupa las axilas, se pone frenético mamándolas cuando huelo a sudor, así como se pone a chuparme las tetas con la crema de mi marido y me las deja limpiecitas…
Todo eso le tocó esta vez, pues tuve tiempo de prepararme el fin de semana. Mi marido me tuvo encamada llenándome toda de leche. Las tetas tuvieron una buena venida cubana que extendí por todo el pecho y también en las axilas llenas de sudor por nuestro ejercicio. Mi marido se merecía una calurosa y prolongada despedida, y el nene una rica bienvenida con su amante bien venida y llena de leche del burro para bañarme en ella. (Leche de burro o de buey, que es de mi marido, a quien lo amo mucho por burro y lo hago buey por la lengua que él no quiere usar en mí y tengo que buscar en otra parte.)
Bueno, continúo. Al reponerme de mi estado "cuasi cataléptico", tuve presente que ya debería ir a hacer la comida para mis hijos, los grandes no tienen problema, pero sí el más chiquito. Así que me quise despedir de esa boca y esa lengua por la que he seguido siendo infiel. Tomé a mi amante como si fuera un objeto de placer, lo acosté boca arriba recargando su cabeza en la almohada y me hinqué con las rodillas al lado de su cabeza. Me agarré fuerte de la cabecera de la cama y empecé a pasearle la panocha por la cara.
De por sí yo traía mucha humedad de las cogidas que nos dimos, pero al restregar mi clítoris sobre su nariz empecé a soltar jugos que le dejaban una pátina viscosa en la cara. Me hice una buena paja con esa fricción de la nariz, la boca y la lengua, su cara quedó llena de mis venidas; cuando ya no pude más me solté y caí de espaldas sobre su cuerpo, subí las piernas a la cabecera de la cama y volví a sentir un rico letargo, sentía adormecimiento de la cintura para abajo y el nene seguía bebiendo mis excreciones de amor. Ahí sí hubiera quedado bien una foto con las cejas revueltas, su boca golosa abrevando de mi felicidad y la cara mojada de mi amor…
Cuando me repuse nos metimos a bañar, nos enjabonamos muy bien con caricias y tallándonos con nuestros respectivos estropajos de pelos. Me cargó en el chorro de la regadera, bien empalada para que me enjuagara y, otra vez la recordó cuando me cargó ("de cartoncito de cerveza", dice mi marido) y me movió para hacerme venir, gritando "¡Así me cogía yo a esa puta hermosa en el baño desde la primera vez que fuimos al hotel!" y me dio un rico beso propiciando que me viniera. Nos secamos uno al otro, y así me vistió y lo vestí. Me llevó a mi casa (bueno, me dejó a media cuadra de ella).
Con trabajos llegué a mi casa y, afortunadamente mi hija había empezado a hacer la comida, así que me fui a descansar y me despertaron para que comiera. ¡Qué cogida tan linda tuve!, lo malo es que mis hijos pensaron que me sentía mal, pero no me creyeron que me sentía muy bien…