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Una abrupta decisión
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Tiempo de lectura: 18 minutos

—Hermanito, creo que lo mejor es repartirnos a partes iguales, ¿no crees? —Le dijo Vladimir con una gran sonrisa, lo que fuera que había hablado con Santiago, pensó Alec, lo tenía del mejor humor que había visto en su vida—tú lleva a Bobby y a Amber, yo me encargo de Santi y de Claudia.

Los tres amigos de Santiago se miraron con la boca abierta y totalmente estupefactos, nadie llamaba Santi a Santiago si no quería ganarse un enemigo y muchos problemas, pero Santiago sonreía y no tuvo problema alguno en que Vladimir lo llamase así.

– Me parece bien -Alec no sabía el motivo del asombro de los demás, pero si algo no quería era otra decepción ese día-, cuando termines me llamas, así puedo ir a buscarte.

– Va a ser que no -esta vez le contestó Santiago-, Vlad no necesita que nadie lo busque -agregó con un pícaro guiño de ojo.

Esta vez fue Alec quien necesitó usar la mano para cerrarse la boca, porque nadie llamaba Vlad a su hermano, pero allí estaba él, sonriente como nunca y sin importarle el gesto cariñoso de Santiago. Salieron todos hacia donde estaban los autos y Alec pudo notar que cuando pensaron que nadie los veía porque todos se subían a los autos, Santiago acariciaba la mano de Vladimir y éste le correspondía con una sonrisa radiante. Finalmente, se subieron todos a los autos y salieron de allí.

*-*-*-*-*

Alec estaba tan sorprendido por lo que acababa de ver que se quedó congelado y no reaccionaba, por lo que Bobby tuvo que tirar de él para preguntarle si podía elegir el auto en que irían. Alec asintió sin dejar de pensar mientras Vladimir llevaba a Santiago y a Claudia al auto de su ‘amigo’ o lo que fuera y partieron de allí como si se conocieran de toda la vida, aunque Bobby, y también Vladimir, notaron que Claudia no dejaba de mirar en todas direcciones, como si buscara algo o quisiera memorizar todo el lugar.

Una vez solos, Bobby había pensado en irse en un sencillo Volkswagen Tipo 1 que había en una esquina y que era el auto que siempre había soñado tener, pero tuvieron que tirar entre los dos de Amber para separarla de un Audi R8 negro que miraba como si fuera el auto de sus sueños, que lo era. Al final Bobby pensó que sería un buen detalle complacer a su amiga y eligió ese auto.

Sin embargo, Bobby no podía evitar tener ese presentimiento que no volvería a tener una oportunidad igual de estar con Alec y decidió aprovechar, así que le tiró las llaves del auto a su amiga y tomó a Alec de la cintura y lo escondió detrás de una columna y le dio un beso como nunca antes, se entregó a él, dejó a un lado todos sus miedos y lo dio todo en ese beso, ya no le interesaba complacer a Alec, ni estar a la altura ni nada más que ser sincero por una vez, sólo quería dar un beso y vivirlo al máximo.

Amber no quería interrumpir, pero ella recordaba bien la promesa de Bobby de irse directo a casa y sabía que como se hiciera más tarde los problemas de su amigo serían terribles, así que aprovechó que le habían dado las llaves del auto de sus sueños, se subió, lo encendió y aceleró, a ver si ese par de tórtolos entendían.

Y por suerte entendieron. Se acercaron rápidamente al auto, que Amber tenía preparado para salir, pero cuando ella hizo amago de bajarse para que Alec condujera, él le hizo un gesto con la mano y se subió en el asiento del acompañante, lo que dejó a los otros dos de piedra, era evidente que quería que Amber condujera, pero, ¿y Bobby?

Alec se reía a carcajada limpia, sabía muy bien que era bastante inocente, Vladimir se lo recordaba cada que podía, pero era ridículo que esta vez ellos no hubieran entendido algo tan obvio. Cuando vio que ninguno entendió, tiró de Bobby y lo sentó sobre su regazo, cerró la puerta del Audi y ajustó el cinturón de seguridad para que los protegiera a los dos y ayudara a disimular que él estaba allí, en caso que algún policía quisiera echar un vistazo.

Ahora era Amber quien reía, debió haberlo visto venir. Finalmente se centró en el volante y condujo hasta su casa con casi más prudencia de la normal, no porque no supiera conducir, sino porque quería disfrutar al máximo la oportunidad, aunque si todo salía como estaba planeado, un auto de esos se perfilaba en su próxima lista de compra de caprichos.

“Vaya que has ligado bien esta vez, pequeño granuja”

Bobby quiso borrar ese mensaje, pero sabía que aunque lo hiciera no podría olvidarlo, es que Claudia tenía razón, esta vez había apuntado alto y lo había logrado, aunque todo había sido pura chiripa, pero eso no lo admitiría jamás. Al menos se las ingenió para que Alec no lo viera.

*-*-*-*-*

Mientras tanto, en algún punto de la ciudad, ese mismo punto donde vive la gente que tiene la plata con la que el resto de la ciudad sueña, Vladimir conducía el auto de Santiago camino a la casa de Claudia, pero en lugar de pasar de largo y dirigirse a algún otro vecindario, ella le indicó a Vladimir dirigirse directo a la entrada. Una vez llegaron, ella indicó algo a la cámara de vigilancia y a su lado se levantó un panel bien disimulado en el asfalto que resultó ser un lector de huellas digitales y después de un escaneo se oyó una confirmación: “bienvenida, señorita Dzhugashvili”.

Las alarmas internas y el instinto de preservación de Vladimir se pusieron en máxima alerta, no sabía por qué, pero no le daba buena espina que alguien tuviera el mismo apellido que Stalin, algo no le cuadraba. Santiago, que nunca había oído semejante apellido ni tenía idea de sus raíces históricas, soltó una risa reprimida, tal vez iba a hacer alguna broma ingeniosa, pero una mirada de advertencia de Vladimir lo congeló en el acto.

– ¿Segura que podemos entrar así como así en un lugar de estos? -Vladimir intentaba ser cortés, pero la verdad quería salir corriendo de allí.

– Sí, entra, no hay problema, queda registrado que vienes conmigo -intentó calmarlo Claudia.

Después de pensarlo un poco y de ver que no tendría sentido insinuarle a Claudia que caminara a su casa, Vladimir dirigió el auto por donde se le indicaba y dejó a Claudia, pero insistió en acompañarla al portal, sólo para que Santiago no lo oyera cuando le decía:

– Sé lo que pasó en la casa de mi hermano, sé que te pudo la curiosidad, también te diré algo: esa arma era mía, igual que los cuchillos, fue una prueba, mi hermano es muy descuidado, especialmente cuando alguien le gusta, yo necesitaba saber quién iba a meter sus narices donde no debía, así que -le puso las cosas en claro, sin alzar la voz ni parecer intimidatorio, sólo quería ser sincero, al final de cuentas, Alec es su hermano y lo cuidaría-, ten cuidado, yo sí te vigilaré, deja de ser indiscreta.

Claudia le asintió muy seria, escaneó su iris en la entrada de su casa y cerró la puerta antes que Vladimir pudiera pensar en entrar, pero él ya se había subido al auto de Santiago y había salido de esa zona residencial como si su vida dependiera de ello.

Santiago intentó que Vladimir le dijera algo, pero él no quiso decir nada hasta que estuvieron en el centro de la ciudad, dieron un par de vueltas y lo que fuera que lo preocupaba en el retrovisor hubiera desaparecido.

– Esa mujer me preocupa, Santi -le dijo sinceramente.

– Mira, Claudia puede llegar a ser una molestia, pero es buena persona, Vlad -Santiago no quería sospechar de ella, pero cada cosa que hacía le sembraba dudas, es más, todavía no estaba seguro de cuándo se habían hecho amigos.

– Bueno, hay algo que quiero que quede en claro, mucho más importante para mí que la Claudia esa -el rostro de Vladimir se mantenía serio, pero sus manos se habían relajado sobre el manubrio-. Es sobre que me digas Vlad -Santiago lo miró sorprendido, no creyó que lo molestara-, siempre detesté el diminutivo ‘oficial’ de mi nombre. Es Vova, ¡no te rías! -de hecho, Santiago seguía sin saber reaccionar, aunque no pensaba reírse de ninguna manera-. Cuando vivíamos en Rusia simplemente era por hacerme el malote, pero se lo prohibí incluso a Alec cuando empezamos a hablar en español, por los chistes fonéticos a los que se presta, así que tampoco pensó en llamarme nunca Vlad, pero… -se volvió hacia Santi, le guiñó el ojo y le tiró un beso-, pero viniendo de ti, no sólo es lindo, es que me derrite, pasé de ser ‘el que decide su camino’ que es lo que significa Vladimir a ser de verdad un bobito contigo… -estaban en una luz roja y Santiago aprovechó la situación para soltarse su cinturón y darle un pico.

– Ya que estamos -le dijo Santiago-, sabes muy bien quién soy y por qué hago lo que hago, eso lo dejaste claro, no olvido que estoy totalmente a tu merced -Vlad sonrió pero no dijo nada-, aun así… ¿cómo sabes dónde vivo? -Vlad había llegado sin ninguna indicación, se había estacionado y se estaba quitando el cinturón-. Olvídalo, mejor ni pregunto.

– Así me gusta -le dijo Vlad antes de darle un beso largo, lento, con todas las ganas que tenía de simplemente estar con este chico que él había planeado usar como un juguete, una diversión más, un pasatiempo sin consecuencias.

Santiago se bajó de su auto, que pensó que metería al garaje al día siguiente, era tarde y no tenía ganas de conducir, pero le sorprendió un poco que Vlad se bajara sin esperar invitación, aunque luego recordó que había sido un poco descarado al invitarlo a dormir con él y se dirigió a su casa sin siquiera volverlo a ver, no porque no quisiera, sino para mantener las apariencias con los vecinos.

Giró la llave para entrar a su casa y le sorprendió un poco ver que la alarma estaba activada, aunque supuso que sus padres estarían atrasados, nada fuera de lo común. Su suposición se vino abajo cuando vio una nota en la mesa, no necesitaba leerla, sabía lo que decía, lo que le interesaba era saber cuánto duraría.

– ¿Qué planeas hacer las próximas 3 semanas, Vlad? -Santiago se volvió hacia su invitado, pero este ya lo abrazaba de la cintura y le besaba el cuello.

– Primero, averiguaré si te gusta que te diga Santi y luego, no sé, seguir así, abrazándote, es lo mejor del mundo -Vlad dejó salir lo que tenía dentro.

– No es que me guste, es que me encanta, me fascina y me vuelve loco que sólo tú lo hagas -se giró y le dio un beso en condiciones a Vlad-, respecto al abrazo, me parece un plan genial.

*-*-*-*-*

– Bueno, bueno, lo que se entera uno -dijo un chico bien parecido, aunque algo flacucho, mediría 1,75 metros escasos, tenía el pelo de grandes rizos totalmente desordenados, su cara, aunque podría intuirse tierna, tenía un rictus de crueldad intimidante, pero lo que más temor despertaba eran sus ojos azules, que parecían lanzas dispuestas a destrozar su víctima.

– No tienes derecho a hablarme así, soy tu hermana mayor -quiso imponerse la chica que entraba a casa.

– Por un par de minutos, no me jodas, al menos veo que cumples tu palabra y te los has ido ganando, esto será divertido -una sádica sonrisa apareció en su boca y hasta su melliza se estremeció.

– Te lo dije: soy buena en lo que hago -dijo encogiéndose de hombros-, sólo espero que cumplas con mi parte del trato, V…

– Que sí, que sí, sabes que nunca falto a mis promesas -le dijo antes que pudiera decir su nombre, un nombre que detestaba profundamente, especialmente desde que “él” le había dado sentido, lo había llenado de cariño y hasta logró que sonara diferente, no, eso no se lo perdonaría, ni la cicatriz que le atravesaba la mejilla izquierda de arriba a abajo y que apenas lograba disimular con una incipiente, pero atractiva barba.

*-*-*-*-*

Ya en su casa, Bobby, que se libró de la bronca con que lo esperaban sus padres con algo rápido sobre tener cosas por hacer y que no lo comprendían lo suficiente. El beso de despedida con Alec había sido bueno y no pudo negar que el sentir su pene duro como piedra todo el trayecto de camino a casa de Amber le había subido la temperatura, pero había algunas cosas que necesitaba resolver antes que cualquier cosa.

Lo primero, tendría que decidir que haría con Claudia, no era una persona que le importara realmente, además, era demasiado observadora y horriblemente sincera, dos cosas que a él ni le convenían ni le agradaban. Ese mensaje era más que claro, ella se dio cuenta que a él sólo le interesaba desplumar a Alec, no iba a negar que ese maravilloso pene lo entretenía mucho, también debía admitirse a sí mismo que usar el ataque de hacía tres años como forma de controlar las hormonas de Alec había sido una gran idea, aunque la suerte lo había ayudado en dos ocasiones, la primera, obviamente, al encontrarse con Alec, la segunda, cuando llegaron a la carrera y los chicos le reprocharon el estar con Alec usando precisamente el ataque como argumento, eso había sido la guinda en el pastel y fue pura chiripa.

Aunque también estuvo todo a punto de irse al garete cuando se congeló en la entrada del primer apartamento al que lo llevó Alec o cada vez que no sabía qué hacer y que, por dicha, Alec tomó como tierna timidez. Y es que resulta muy fácil fingir ser alguien cuando se ha estudiado el personaje y se ha tenido tiempo para prepararse para lo que sea que pueda ocurrir, pero tener que improvisar e inventar sobre la marcha una forma de ser que le resulte agradable a alguien que no había estudiado previamente… no le resultó complicado, pero sí estaba muy nervioso. Por lo pronto, ya sabía lo que le gustaba a Alec y eso no lo preocupaba, sabía el personaje que tendría que representar, al menos hasta que se cansara de él… y de su dinero, principalmente.

Por otro lado, estaba el problemita de la Claudia, eso tendría que resolverlo pronto…

*-*-*-*-*

Habían pasado ya algunos días desde que había conocido a Alec, que era buen tipo, sí, y aunque le costara confiar en él, el que le provocaba miedo era su hermano Vladimir. Para su fortuna, no había vuelto a coincidir con él, ni con ninguno, sólo había ido al cine con Amber, pero Santiago dijo que tenía que cuidar la casa porque sus papás no estaban y Bobby no contestó su mensaje. Como fuera, no pensaba bajar la guardia. Ya empezaba a desconfiar hasta de los geranios que tenía en la ventana, pero tampoco podía dejar que ese par de tipos interfirieran en su vida, así que esa noche se preparó para dormir y, aprovechando el calor del verano, decidió dormir con la ventana abierta, no siempre se puede tener aire fresco y quería aprovechar.

Claudia dormía como una piedra cuando lo sintió: alguien la ataba fuertemente, ya tenía asegurados manos y pies, se despertó porque intentaba amordazarla y se estaba ahogando, aunque al parecer se dio cuenta, porque le inyectó algo que la volvió a sumir en la oscuridad de la inconsciencia y no volvió a saber de sí misma hasta que cayó de cara en el duro suelo de lo que a simple vista parecía ser una cabaña.

– Bueno, es hora de solucionar un problemita bastante molesto -aturdida como estaba, Claudia no lograba enfocar a su captor y todo lo que su cerebro le decía es que la figura y la voz deberían serle familiares.

Viendo que ella era incapaz de mucho por sí misma debido al narcótico que le había inyectado, su captor procedió a un sencillo y efectivo método para despabilarla: le vació un cubo de agua fría encima. Se alejó un poco y notó satisfecho que Claudia lo reconocía, sus ojos totalmente abiertos, las pupilas dilatadas y el que se quedara paralizada y dejara de forcejear eran señales más que claras.

La mordaza no dejaba hablar a Claudia, pero tampoco es que su mente estuviera mucho mejor en ese momento, el impacto de ver a quien creía su amigo con un arma en la derecha y una daga en la izquierda la superaba por mucho.

– Sí, sí, soy yo, ¿quién si no? -se burlaba de ella-, te has convertido en una gran indiscreta y eso no lo puedo permitir.

El hombre deslizó la daga por la garganta de la joven haciéndola estremecerse por el contacto del metal y la situación en general, aunque en el último momento giró su mano y cortó.

– ¿Cómo pudiste engañarnos a todos, Bobby? -dijo Claudia en cuanto la mordaza cortada cayó al suelo.

– En realidad, fue sencillo -Bobby se encogió de hombros-, tú y Amber querían ver un chico desprotegido que necesitaba quien lo cuidara. Alec y Vladimir, bueno, ellos sólo vieron lo que querían ver -vio que Claudia lo iba a interrumpir y se adelantó a ella-: en cuanto a Santiago, es el más sencillo de engañar aunque me conozca desde que éramos niños, está tan enamorado de mí que hará lo que sea para que todo cuadre en lo que él quiere ver de mí.

La risa de Bobby, del Bobby que Claudia estaba conociendo era lo peor que le había pasado en su vida, lo que ya era decir; se había acostumbrado a desconfiar y ahora se demostraba a sí misma que ni siquiera en un chico medio muerto que ayudó a juntar de la calle se podía confiar. “Demasiado tarde” se reprochó mentalmente.

– Bueno, y ahora, ¿qué haré contigo? -la pregunta de Bobby era retórica, a tal punto que miraba por una ventana y jugueteaba con la daga en su mano mientras hablaba-, eres bastante guapa, eso no se puede negar, pero no soy tan idiota para violarte y dejar rastros, no, ni hablar -ahora miraba a Claudia que volvía a estar totalmente aterrorizada y sin saber qué decir-, ¡oh, vamos! ¿En serio no te habías dado cuenta que Santiago tiene de heterosexual lo que un político de honesto? ¡Esto sí es un buen chiste!

Era claro que Claudia no estaba sorprendida por eso, es más, su cerebro ni siquiera detalló esa información. Sus sentidos buscaban forma de escapar y su mente buscaba idear una manera de alejar esa faceta de Bobby y traer de vuelta el chico tierno, risueño y casi tímido que había sido siempre. Necesitaba separar a su captor de su amigo, su instinto le decía que esa era la clave de su supervivencia. Tenía que obligarse a pensar que había una forma de salir de ese trance o no lo lograría. Bobby la vio debatirse, de hecho, se sentó a verla forcejear un rato. Cuando decidió que era aburrido, volvió a la ventana, que dejaba entrar la luz del amanecer.

– Lástima, el amanecer dice que se te acabó el tiempo. Verás -Bobby empezó a caminar de un lado al otro, como si quisiera tomar una decisión-, la cosa es que hoy tengo que ver a Alec y no quiero llegar tarde, lo que nos deja poco tiempo para la diversión, porque después que termine contigo tendré que deshacerme de la evidencia y eso siempre toma tiempo. Vale, te dejaré escoger: ¿arma o daga?

Si le estaba dando a entender que podría elegir cuál la mataría, pues no, no elegiría y lo haría hablar hasta que tuviera que irse y así haría tiempo, pero no conocía nada de este Bobby, Claudia no sabía qué podría hacer si no elegía.

– Antes de decidir, quisiera saber algo -era la única oportunidad que tenía y se aferraría a ella.

– No lo has entendido, ¿verdad? Esto está pasando porque te metes donde no te llaman -Bobby decidió que tenía tiempo para jugar un poco más con ella-: está bien, te seguiré el juego, pero sólo tienes derecho a una pregunta, elige con cuidado tus palabras.

Claudia estaba en un aprieto más serio de lo que pensaba, si sólo podía plantear una pregunta, tendría que ser algo que lo hiciera hablar largo y tendido, así que preguntó algo sencillo pero que realmente no lograba adivinar:

– ¿Cómo puedes pasar de ser un hombre lindo, tierno y cariñoso a ser… esto? -en parte la pregunta era sincera, pero tampoco era tan sencilla de responder.

– ¿De verdad quieres saber eso? -Claudia asintió pensando que lo haría hablar- dos palabras: actuación y manipulación. Listo, ahora podemos terminar.

Bobby dejó el arma a un lado y se puso a buscar algo en un maletín, en ese momento Claudia supo que todo había terminado. Pronto encontró lo que buscaba, una jeringuilla preparada que procedió a utilizar con Claudia.

– No te preocupes, sólo te paralizará, pero no dejarás de sentir ni perderás la consciencia -le dijo Bobby con una sonrisa como la que ella siempre le había visto, lo que hacía que todo fuera peor, ese era realmente Bobby-. No lo tomes personal, es sólo que no puedo permitir que alguien por pura curiosidad llegue a arruinarme la vida, además, es hacer justicia con alguien chismoso.

Entonces Claudia intentó decir algo en su defensa, prometer que no se metería donde no la llaman, pero no pudo articular palabra, lo que fuera que le había inyectado Bobby surtía efecto y estaba encerrada en su propio cuerpo. Bobby lo notó y tomó unas pinzas, le abrió la boca y las usó para tirar de su lengua, que cuando no dio más procedió a rebanar de un corte limpio con su daga.

Claudia quería poder gritar del dolor, era demasiado intenso para poderlo aguantar, además, ahora estaba en un serio aprieto, si no recibía atención médica pronto, moriría desangrada y, aunque lograse salvarse, no podría volver a hablar o comer si no le podían reimplantar la lengua. Bobby, por su parte, lo que hizo fue variar la posición de la lengua en las pinzas, buscó un depresor lingual y procedió, con total sangre fría y aplomo, a colocar la lengua de su amiga en su garganta, teniendo cuidado de no asfixiarla. Luego la roció con algo que olía a combustible y no sólo a ella, toda la cabaña también.

– Te diré lo único que no has preguntado: dónde estamos -le dijo Bobby con un gesto entre divertido y burlesco en la cara-, estamos en esa misma vieja cabaña donde perdiste tu virginidad hace años, exactamente el mismo lugar donde tu familia te buscará como primera opción. Ahora, con tu permiso, tengo cosas que hacer.

Bobby se dirigió a la puerta, pero antes de salir encendió un pequeño fuego que ya tenía preparado para hacer arder toda la cabaña lentamente y con un pequeño gesto de despedida se fue dejando la puerta abierta.

Claudia intentó hacer algo, pero la droga seguía activa y no lograba moverse, es cierto, es el primer lugar donde la buscarían, pero estaba en medio de la nada y no tendría opción de salir de allí en cuanto las llamas le bloquearan la puerta, que estaba abierta para garantizar que el fuego no se extinguiría. Entonces se dio cuenta del detalle de planeación de Bobby, todo en esa vieja cabaña era inflamable, pero tardaría tiempo en quemarse, el fuego allí duraría mucho, lo suficiente para matarla sin dudas, además, ella no estaba atada con cuerdas o esposas plásticas, eran cadenas con candado, de los hechos para resistir intentos de robo y hasta sopletes. No, si salía de allí, sería maniatada como estaba, pero no tendría opción mientras la droga la paralizara, su única esperanza era que su cuerpo reaccionara, eso si no la afectaba la pérdida de sangre, que ya sentía que se empezaba a acumular en su boca.

*-*-*-*-*

Amber había dormido bastante mal esa noche, ella era capaz de muchas cosas, pero había una cosa que no había logrado hacer: dejar de sentir. En cuanto al dolor y las emociones, las experimentaba como cualquier otra persona, aunque había logrado aprender a disimularlo al punto de parecer que nada ni nadie le importaba.

Sin embargo, ella todavía sentía dos emociones que la dominaban y a veces hasta la superaban: el cariño y el miedo. Cariño hacia a sus amigos, miedo a que se descubriera que no era tan sincera como debería, que no era más que una traidora, aunque técnicamente no era una traición, simplemente ella olvidó decirles que más que su amiga sería su perdición, todo gracias al estúpido de Valerius, que sea su mellizo no le daba permiso para obligarla a hacer ese tipo de cosas, pero él sabía muy bien cómo doblegarla y esta vez lo había logrado, aunque ella no podía ni imaginarse qué carajos podía querer Valerius de chicos normales como Bobby y Santiago, especialmente después de haber atacado a Bobby después de drogarlo, habían pasado ya tres años, pero ella todavía podía escuchar los gritos de Bobby en medio bosque mientras su hermano se divertía con él todo lo que quería para luego ella ayudarle a fabricar una escena donde fuera factible que ella lo había encontrado por casualidad al pasar por la carretera.

Y pensar que eso era de las cosas que menos culpa la hacían sentir de todo lo que cargaba en su conciencia gracias a su hermano. Decidió intentar dormir un poco, así que giró la almohada para colocarse sobre el lado fresco, cerró los ojos e intentó poner la mente en blanco.

*-*-*-*-*

Era curioso que ni su hermano ni su jefe lo estuvieran fastidiando ahora que quería que lo dejaran en paz, creía Vlad, generalmente tenía que apagar el teléfono e intentar usar transporte público, pero esta vez no, ni siquiera le habían intentado contactar, aunque él sabía muy bien que Alec no intentaría localizarlo a menos que Francisco lo obligara, así que la cosa era que realmente Francisco les estaba dando tiempo libre, lo que agradecía.

Y es que era innegable que estaba disfrutando ese hombre que había intimidado y que quería manipular a su antojo, ese mismo que podía desnudar cuando quisiera, besar sus sabrosos labios, aferrar su espalda con fuerza, seguir besando su cuello, jugar con su oreja, oírlo gemir en su oído al acariciar su torso… se estaba empezando a excitar, así que hizo lo que había pensado con Santi, que estaba a su lado mirando la tele. Santi reaccionó como era de esperarse y sus ojos azules, usualmente atractivos, hechizaban todavía más con la excitación que manifestaban… ¿o era algo más? Vlad decidió que eso podía esperar, en ese momento quería otra cosa.

Siguió acariciando el cuerpo de Santi, disfrutando de cada milímetro de su piel, simplemente disfrutándolo. Como era de esperarse, llegó a su pene y, cosa rara en él, Vlad se lo comió con toda la gana y excitación que sentía en ese momento, lo disfrutó como nunca, le sabía a hombre y eso le encantaba. Santi estaba en las nubes su único contacto sexual con hombres había sido el psicólogo que chantajeó para ello y ahora este hombre que lo quería de juguete, pero la verdad nunca la había pasado tan bien, su concentración en disfrutar era tanta que no detuvo a Vlad a tiempo y terminó en su boca, pero él no protestó, se bebió el semen como si fuera la mejor bebida del mundo.

Vlad se sentía satisfecho y se recostó para disfrutar lo que acaba de hacer: beberse el semen de un hombre, era la primera vez que decidía hacerlo y no se arrepentía. Tenía una erección más que evidente, especialmente porque sólo tenía un ajustado slip por vestimenta, lo que hacía que parte de su pene duro como piedra se saliese de la prenda y Santi pronto le besaba los labios y le hacía caricias que le provocaban una mayor excitación a su pene, pero antes de llegar a él estuvo jugando un rato con sus pezones y se entretuvo bastante con su tableta, le gustaba mucho la verga de Vlad, pero no sólo era sexo lo que sentía, aunque no quería pensarlo en ese momento.

Finalmente, se decidió a hacerle sexo oral y le arrancó el slip antes que Vlad pudiera protestar y se deleitaba en ese pene y esos huevos afeitados que le sabían tan bien. Pero no quería que Vlad terminara todavía, así que apresuró a subirse sobre él y sin aviso ni lubricación, a punta de excitación lo hizo entrar en su ano, que estaba más que preparado con el deseo y las ganas que tenía de fundirse con él. Sin embargo ninguno movió las caderas, sino que, en total sincronía, sus bocas se buscaron y se besaron largo rato, gozando del ser uno plenamente, sin tapujos ni apariencias, sólo ellos dos y los sentimientos que se negaban a aceptar. Cuando Santi empezó a sentirse cansado de esa posición, decidió moverse un poco y Vlad respondió también a sus movimientos hasta que pronto terminó dentro de él, entonces Santi se levantó y se acostó junto a él, recostó su cabeza en el pecho de Vlad y dejó que lo abrazara.

Vlad hizo todo en automático, porque no podía negarse que el beso que le dio Santi mientras hacían el amor le había revuelto todo en su interior, no podía creer que por el simple hecho de estudiar toda la vida de Santi para saber cómo manipularlo y lograr tener vigilado a Alec con sus nuevos amigos lo había llevado a perder la cabeza, él nunca se había enamorado así, no con la libertad que tenía con Santi. Se le había roto el corazón mil veces, pero había sido en silencio, sin poder decir lo que sentía y por eso quería cuidar a su hermano, ya con Valerius había pasado suficiente, él sabía lo feo que podría ponerse todo a futuro.

Pero resulta que este juguete estaba jugando con él, porque no sólo lo había enamorado, sino que se dejaba amar y eso era superior a él, nunca lo había experimentado, pero esa semana escasa había sido la mejor de su vida. Se le escapó un suspiro y ni siquiera se molestó en disimularlo.

Santi no podía creer su suerte, este hombre que no conocía de nada, pero que era exactamente su ideal de hombre se había fijado en él. Es cierto que lo primero que había hecho era golpearlo, luego lo amenazó… pero después cuidó de él, al llevarlo a casa de Alec, además, se aseguró que estuviera bien, hasta le llevó comida cuando a nadie más se le ocurrió y, cuando él se lo pidió, tuvieron el mejor sexo de su vida. Vale, su experiencia era más bien poca, pero sabía muy bien lo que era usar a alguien para divertirse y otra cosa era entregarse a la otra persona y eso era lo que había pasado cada vez que se desnudaban, Santi podía notarlo y también podía notar que lo que alguna vez había sentido por Bobby no era más que capricho, tal vez porque lo que quería de él era la confianza que se tenían, lo conocía desde siempre, no se burlaría de él, pero más allá de eso, ni siquiera lo veía atractivo, en cambio este hombre que lo abrazaba… no pudo, ni quiso reprimir un suspiro.

– Te amo.

*-*-*-*-*

Hacía una semana que Alec descubrió que su daga familiar no estaba y aunque estuvo tentado a llamar a su hermano Vladimir, el que él no diera señales de vida sólo podía significar que no quería que lo molestaran, así que lo dejaría estar. Además, ¿para qué querría su hermano su daga familiar si él tenía la suya propia? Era una especie de tradición familiar que el padre le debía dar a cada varón de la familia una daga, no tenía nada especial, ningún grabado ni arte ni incrustaciones, ni siquiera historia, era simplemente el gesto que el padre regalara a su hijo su primer arma y que fuese específicamente una daga, eso sí tenía historia, algo sobre un antepasado tan remoto que ni su padre podría recordar hace cuantas generaciones fue, que se salvó de la muerte en un aprieto feo por una daga que tenía.

Alec no sabía ya donde buscar, porque en ese apartamento además de él mismo, el único que tenía acceso era Vladimir y la única visita era Bobby, así que a menos que su hermano se llevara su daga por algún motivo que no llegaba a asimilar, alguien tenía que haber entrado a robar sin activar las alarmas. Es cierto que Alec mantenía su daga a la vista, en una urna como el arma de colección que era, sólo una vez la había usado y todavía tenía pesadillas con el rostro de Valerius, el hombre que amó tanto, con un tajo en la cara por su propia daga, pero era la única forma de detener esa tontería sin tener que matarlo.

Por lo pronto, iría con Bobby al cine y ya pensaría en lo demás después, no era bueno matarse pensando en cosas que no podía resolver.

Cuando regresaron del cine, Alec supo que las cosas estarían cuando menos curiosas, porque Vladimir estaba en el apartamento. Eso lo supo al entrar y notar que la alarma estaba desactivada. Lo que no se le habría ocurrido es que Vladimir no estuviera solo.

– Hola, hermano -Vladimir le sonrió mientras le ponía un whisky en la mano-, pasa. No me hagas mala cara -le dijo con una sonrisa que habría borrado cualquier duda que Alec hubiese tenido-, tú trajiste a Bobby primero.

– No me preocupa eso, Vladimir -le dijo Alec, feliz de ver a su hermano tan contento-, me sorprendió verte en casa, últimamente no te veo ni el pelo…

– Eso es mi culpa -dijo Santiago, con una cara llena de alegría también-, toma, Bobby, Coca-Cola para ti -le dijo mientras le ponía una bebida en la mano-, tranquilos, sólo tiene hielo, que aquí todos somos adultos responsables.

Los cuatro se rieron un rato y luego pensaron en comer, dado el buen ambiente, ninguno quería cocinar y optaron por pizzas. Alec se llevó aparte a Vladimir con el pretexto de buscar el menú de una pizzería cercana, pero realmente quería hablar con él:

– Hay algo muy feo que está pasando aquí, Vladimir… -empezó Alec.

– Vlad, si no te molesta, eres mi hermano -definitivamente, algo le pasaba a su hermano-, pero creo que mejor primero comemos con esos dos y los llevamos a sus casas, luego hablaremos todo lo que quieras, porque yo te tengo buenas noticias.

– De acuerdo, si te parece lo mejor, lo hacemos así, Vlad -el énfasis de Alec no era de burla, era de satisfacción por poder mostrarle a su hermano, aunque fuera con un sencillo diminutivo, que era importante para él.

Volvieron con Santiago y Bobby llevando el menú en la mano y, para sorpresa de todos, Bobby propuso ir a la pizzería, así no tendrían ni que limpiar, aceptaron y comieron fuera, luego cada uno llevó a su chico a su casa y se reencontraron en el apartamento que compartían.

Se sentaron a la mesilla de la cocina con un par de tragos y Vlad encendió un puro:

– ¿Qué es eso tan grave, Sasha? -Alec levantó la ceja sorprendido de escuchar el diminutivo que hacía mucho su hermano había dejado de usar-, ¿o prefieres Aleksandr?

– Claro que no, Vlad, sólo que no acostumbras ser tan simpático -Alec sería inocente, incluso distraído, pero no era nada tonto-, además, tú no eres de los que está con un hombre más de una noche y es la segunda vez que te veo con el amigo de Bobby, ¿puedo suponer que por ahí van tus buenas noticias?

– Ja, por fin empiezas a ver más allá de tus narices, hermanito. Sí, -suspiró- me enamoré de Santi… sólo lo quería para mantenerte vigilado, porque cuando te enamoras, pierdes la cabeza -la cara de Alec parecía un tomate, pero Vlad le hizo un gesto para que no se enojara-, pero resulta que el que perdió la cabeza fui yo -rio.

– Pues ya ves, yo estaba seguro que tarde o temprano te llegaría el momento de un amor de verdad y no tanta cosa que te ha pasado en la vida -Alec se levantó y antes que su hermano pudiera decir nada, lo abrazó como hacía años no lo hacía, era su hermano y lo amaba como a su vida, pero no se dejaba querer, ahora que le daba una oportunidad la aprovecharía. Sin embargo, Vlad se limitó a aferrarlo fuerte y disfrutar un rato el abrazo.

– Bueno, pero ¿qué era eso tan grave, Sasha? -le preguntó cuándo decidió que ya había tenido suficiente cariño fraternal por el momento.

– Cierto -el rostro de Alec pasó de una alegría casi eufórica a la seriedad absoluta, como siempre que hablaba de negocios-, mi daga familiar no está. La tuya sí está, de hecho, según lo que sé, no falta absolutamente nada más que eso.

– ¿Seguro? -Vlad se levantó inmediatamente y se dirigió a su habitación, revisó todo bien, luego regresó totalmente serio-, no falta nada, pero alguien usó la impresora 3D… para imprimir un arma.

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