Ya hacía un mes, que Ana usaba a ‘Rafita,’ por lo menos dos veces al día, una por la mañana, que era cuando tenía más ganas de usarlo, especialmente recién despierta y otra por la noche, para quedarse relajada antes de dormir.
Ana quería aumentar su colección de juguetes eróticos, porque llevarse a Rafita en el bolso en un “alivio rápido” fuera de casa era muy difícil de realizar y de hacer por su tamaño. Ella necesitaba algo discreto y fácil de llevar consigo para esos casos.
El sábado de aquella semana, fue el día elegido porque Ana no tenía que trabajar para volver aquel Sex-Shop, donde entrara para comprar su ya querido Rafita.
Entró y Belén estaba atendiendo a una chica que le estaba guardando unas bolas chinas muy “cuquis” en una bolsa y la chica le pagó y se fue de la tienda con una sonrisa pícara mientras cerraba la puerta.
Ana se acercó al mostrador y saludó a Belén y le preguntó si tenían un consolador que cupiese en el bolso y que fuese discreto. Belén fue a una estantería y regresó al cabo de unos segundos con una pequeña barra de labios rosa y negra. Belén la destapó y en la base había un pequeño botón negro y lo apretó y la barra labial empezó a vibrar ligeramente y Ana le dijo a Belén que era justo lo que quería y lo pagó y lo llevó en el bolso.
Ana disfrutó del resto del fin de semana sin acordarse de su nueva barra labial para nada. El lunes, Ana se levantó para irse a trabajar, se duchó, se vistió, desayunó un café rápido y salió de su casa hacia el garaje y salió con su coche hacia la autopista hasta su trabajo.
Unos minutos más tarde, Ana entraba en la autopista y unos kilómetros después, Ana se encontró de cara con un atasco monumental, causado por el masivo número de trabajadores que van siempre a la misma hora rumbo a sus puestos laborales. Ana como era una mujer muy tranquila para esas situaciones apagó el motor de su coche y como era la última en el atasco y había unos obreros que pusieran una valla, pensó que sería para largo.
Como saliera de casa sin maquillar, Ana aprovechó, para maquillarse un poco, abrió su bolso y sacó su kit de maquillaje, el cual constaba de rímel, sombra de ojos, y barra labial. Primero se puso la sombra de ojos, después el rímel, y cuando fue a sacar la barra labial del bolso, sacó dos, y sonrió, porque sacó también, la barra labial que comprara hacia unos días en el Sex-Shop.
La dejó en el salpicadero y se empezó a maquillar y en unos 5 minutos ya estaba maquillada. Recogió los utensilios de maquillaje y cerró el bolso y lo posó en el asiento del copiloto. Ana miró por un instante hacia el salpicadero y observó por unos segundos la barra labial vibratoria, y la cogió, la destapó, la encendió y la colocó sobre su cuello.
La suave vibración que le producía aquella barra, le recordaba a lo que sentía cuando su masajista Manuela, cuan sus manos rozaban su piel y por eso decidió bautizarla como Manuela.
Cómo Ana se estaba empezando a relajar y el atasco tardaría en resolver decidió bajar a Manuela hasta el canalillo como llevaba un vestido de tirantes verde claro y con una falda de volantes. Ana se desabrochó los dos primeros botones del vestido y pasó lentamente la punta de Manuela por el centro de su pecho y la fue bajando lentamente.
A medida que bajaba, Ana fue desabrochando los botones de su vestido y con un roce cayó al suelo del coche y lo largo de Manuela lo puso entre sus labios vaginales y estimuló poco a poco a poco el clítoris. La fusión entre la vibración intermedia, la estimulación de los roces de la punta de Manuela y el morbo de ser vista desde otros coches le apasionaba a Ana y no tardó mucho en mojarse y tener un fuerte orgasmo, que era el primero dentro de su coche.
Cuando se recuperó de las convulsiones del orgasmo, Ana cogió un clínex del bolso y limpio a Manuela y el salpicadero de algunas gotas de fluido que fue lanzado por su vagina se volvió a poner el vestido y vio que los demás coche se empezaban a mover, guardó a Manuela en el bolso, y con una amplia sonrisa se fue a trabajar.
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Parte 3: El Bamboleo del Paseo
Ana entró entro en el sex-shop de Belén, Ana iba vestida con un vestido con faldón de color azul celeste ajustado de tirantes que dejaba ver los tirantes del sujetador negro que llevaba ese día, fue al mostrador y habló con Belén y ésta le entregó una pequeña cajita negra con un lazo morado y la acompañó a una pequeña habitación con una mesita y una silla y Belén la dejó a solas.
Ana dejó la cajita en la mesa y desató el lazo y lo dejó a un lado de la cajita, cogió con las yemas de sus dedos gordo y corazón la tapa y abrió la cajita que en su interior había tres bolas chinas pequeñas de color rosa claro unidad por un hilo blanco, que acababa con una pequeña argolla para facilitar su retirada.
Ana cogió las bolas entre sus manos y colocó la silla hasta donde había un gran espejo para mirarse. A continuación se sentó delante del espejo y subió el faldón de su vestido y la echó a un lado para ver la entrada de su vagina reflejada en el espejo. Acto seguido, dejó un momento las bolas encima de la mesa y lamió lentamente la palma y el largo de sus dedos índice y corazón y los llevó a su sexo para lubricarlo para que al meterse las bolas chinas no le doliese y cuando lo tenía lo suficiente lubricado cogió las bolas y se las introdujo lentamente en su interior.
Cuando terminó, Ana se recolocó el vestido y anduvo un poco por la habitación, con cada paso que daba las bolas se movían dentro de su sexo y le producían como si la penetraran lentamente y a la vez rápida y le gustaba y además notaba como se empapaban de su fluido. Cuando se acostumbró a tenerlas dentro salió de la habitación y se despidió de Belén y fue en dirección al paseo marítimo.
Ana intercalaba pasos lentos con rápidos y las sensaciones cambiaban cuando menos se lo esperaba. En el paseo marítimo, Ana veía gente paseando como ella, y le daba vergüenza andar por ahí con las bolas dentro de su coño aunque la gente no se daba cuenta de ello. Ana decidió regresar al sex-shop de Belén, cuando llegó, Belén ya estaba cerrando la tienda y Ana le propuso ir a su casa y ella aceptó.
Cuando llegaron a la casa, Belén le acarició el cuello muy despacio a Ana y ésta se puso contra la pared y las manos de Belén bajaron lentamente la cremallera del vestido de Ana y le besó la nuca siguiendo por la espalda hasta el inicio del culo.
Ana se dejaba hacer porque deseaba probar con una mujer y además aún tenía metidas las bolas chinas, que aumentaban su excitación al máximo. Belén volteó a Ana y la acabó de desnudar y ésta la guio hasta su sala de estar. Ana se dejó caer en el sofá mientras que Belén se arrodillaba y le abría las piernas.
Belén miró a los ojos a Ana y lubricó uno de sus dedos pulgares y seguidamente, le acaricio lentamente el clítoris de Ana y ésta no pudo evitar gemir desde lo más salvaje de su ser. Belén colocó la palma de su otra mano en el bajo vientre haciendo presión y tiró poco a poco de la argolla de las bolas chinas para sacarlas. En todo el proceso, Belén no deja de mirar la cara de Ana y cuando quitó la tercera, vieron que estaban totalmente empapadas del fluido vaginal de Ana.
Belén se metió una de las bolas chinas y la saboreó lentamente y ofreció otra bola a Ana, mientras le decía que bien sabes, y Ana se puso colorada.
Mientras, que Ana chupaba el líquido que rezumaba las bolas, Belén le hacía un cunnilingus a Ana, que ésta para ayudarla en el acceso le abría sus labios mayores y menores a la vez que la lengua de Belén recorría el sexo de Ana, sin parar de mirarla.
Belén estuvo así, más de media hora, hasta que el cuerpo de Ana se puso rígido y la espalda de Ana se empezó a arquearse y por fin Ana conseguía el primer orgasmo de la tarde, pero Belén no estaba satisfecha con ese simple y vulgar orgasmin de nada y sin previo aviso le metió dos dedos en el sexo de Ana y busco el Punto G y lo estimuló con sus dos yemas haciendo el gesto de ven, ven que aceleró hasta que otra vez el cuerpo de Ana se arqueó y esta vez sí que sí, el coño de Ana lanzó unos buenos chorros de fluido vaginal que empaparon la cara y el tronco de Belén, que la mayor parte del líquido goteaba hacia el suelo del salón de Belén y que en el instante de que iba a caer una gota de ese líquido de un pezón de Belén una de las yemas de ésta la recogió y se la chupó guiñándole un ojo a Ana y se la llevó a una pequeña habitación…