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Cartas homoeróticas (IV): De Janpaul a Mikel
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Mi querido Mikel,

Gran alegría me da recibir tus cartas, me hacen sentir como si estuvieras a mi lado. Y mi vida va cambiando gracias primero a la esperanza que tenía contigo y ahora tus cartas me animan y me aseguran que un día estaremos permanentemente juntos. Ahora bien, te lo vuelvo a decir, el verano próximo de España, durante las vacaciones de Fiestas Patrias te quiero ver aquí, te invito, sé que mamá Georgina desea que vengas, mis padres que vieron mi corazón desgarrado cuando tuve que separarme de ti también lo desean, así que solo falta que lo desees tú, hagas tu maleta, mejor no hagas maleta, vienes con un pantalón y una camiseta y zapatillas, todo puesto, lo demás está aquí, solo necesitas una pequeña mochila para condones, lubricante, o algún juguete que tengas, aunque aquí hay de todo eso. Tú y yo somos inseparables, mira la imagen que te mando, aunque es un montaje que he hecho, somos tú y yo unidos por esas esposas que me regalaste una navidad.

Ahora quiero recordar algunos de esos momentos que pasamos buenos de verdad en Lima. ¿Te acuerdas de aquel sauna que había en san Isidro?, no me acuerdo cómo se llama, allí íbamos algunas veces, pero entonces estábamos medio en la luna y nos conformábamos con vernos desnudos en las duchas y en el spa, siempre llevábamos toalla en las saunas, tanto húmeda como seca por si entraba alguien, pero cuando estábamos solos, bien que nos poníamos juntos y metíamos mano por debajo de la toalla. También tenía su morbo, eso de no ver y tocar y el temor de que entrara alguien y nos sorprendiera. Fuimos varias veces hasta que nos pareció insuficiente porque teníamos más libertad en nuestra propia casa.

Fue entonces cuando descubrimos que cerca del aeropuerto había un sauna muy especial que lo contratábamos por tres horas, claro que ese tiempo nos daba para hacer muchas guarradas. Primero, que podíamos estar desnudos del todo porque teníamos habitación con cama de descanso y sauna. Ahí encontramos mucha libertad. Llegábamos nos desnudábamos y de inmediato a mirarse y meter mano a nuestras pollas y agarrados de las nalgas nos metíamos al sauna. En media hora ya teníamos demasiado sauna y sudábamos considerablemente, pero ¡cómo nos gustaba abrazarnos húmedos de nuestro sudor!

Luego, la larga ducha para tocarnos, meter dedos con gel o lubricante, secarnos y meternos a la cama para follar, que era lo que más nos interesaba, porque tampoco había más cosas con qué entretenerse. Tú iniciabas siempre con besos. ¿Te acuerdas que discutimos una vez sobre quien de los dos era más maricón y acordamos que yo era el más más de los dos? Pero a la hora de la verdad, tú iniciabas con besos en mi pene, en mis ingles, en mis nalgas, en mi hoyito divinal, en mi boca, y ¡cómo me gustaba tu saliva! ¿Por qué será que de la persona que amas te gusta todo, la saliva, la orina, el semen y la mierda?

¡Cuántas veces nos besábamos y lamíamos nuestros hoyitos que apestaban a mierda hasta que aprendimos a lavarnos el ano y el intestino con lavativas! ¿Te acuerdas de aquella pera que compramos en un sexshop? Por qué será que a mí me da asco entrar a un baño que huela fuerte a heces o a orina y, sin embargo, me entretenía en tu culo y me parecía que estaba perfumado con colors of beneton porque me agradaba y pensaba que olía bien. No es que no distinguiera es que me gustaba tu olor de hombre, tu sudor, tus manos después de haber tocado tantas cosas y tu culo, el olor de tu culo me embriagaba y sé que seguirá embriagándome. Luego tomamos la costumbre de hacer esas largas lavativas, para que el culo no oliera y ya no era lo mismo.

Lo que a nosotros nos ocurría tenía mucho morbo, era lo más erótico. Por una parte a mí me gustaba oler tu culo y oler tu mierda cuando entrabas en el baño, tú me hacías lo mismo, que me acuerdo de aquella vez que me hiciste levantar de la taza del water y me obligaste a doblarme para que el culo estuviera a tu disposición. Yo sabía que a la entrada de mi culo, en mi hoyito siempre se pegaba mucha mierda que no saltaba al agua y tenía que consumir papel, pero quisiste oler tan de cerca que ensuciaste tu nariz y tus labios. Yo noté tú contacto y me dio vergüenza, me sentí mal, por eso te limpié con la lengua la suciedad de tu nariz, porque en tus labios ya no había nada porque te lo habías tragado tú. No es que nos gustara hacer estas cochinadas, pero nos gustaba olernos.

Un día decidimos que era más importante la higiene y nuestro bienestar, que no teníamos que sufrir porque nos hiciéramos cosas desagradables. Desde ese día usábamos perfumes para meter dentro del culo, por cierto que encontramos uno muy bajo en alcohol que no me acuerdo cómo se llamaba, y ya las cosas eran diferentes. Es cierto que aumentamos el aprecio por nosotros mismos. Esa costumbre de olernos la introdujiste tú, porque ya de adolescentes, cuando estábamos juntos en el salón de clase en aquellas carpetas dobles, si yo pedía permiso para ir a orinar, me decías: «no te laves», yo regresaba y tú disimuladamente me cogías la mano y te la acercabas a la nariz y cerrabas los ojos, entonces yo tomé la misma costumbre.

Ahora bien, lo que más me gustaba de verdad era cuando acababas un partido de futbol, que tú la sudabas gorda y yo salía a tu encuentro para abrazarte y oler tu sudor, ponía mi mano tapando la boca y lamía de tu cuello, la parte de detrás, el cogote, por donde bajaba el sudor de entre los cabellos. Eso tú no podías hacerlo conmigo porque yo no sudaba tanto, pero ese sudor tuyo, era como un refresco para mí. Todavía hoy lo haría porque lo recuerdo y lo añoro. Y es que sabía a ti, eras tú.

Fíjate, querido Mikel, cuántas cosas y detalles recuerdo. Todo es una sucesión desde pequeños hasta que nos hicimos mayores. Aquellos juegos infantiles donde solo pretendíamos tomarnos de la mano, luego cuando a escondidas, nos mostrábamos nuestros genitales, pues ya entonces no teníamos la intención de la casualidad, sino que todo era voluntario, pero desde que salimos del colegio e ingresamos a la universidad no nos frenamos ya en nada, pero nada comparable a nuestros pequeños viajes para emborracharnos en la habitación de un hotel y follar hasta cansarnos. De estas tenemos unas cuantas que poco a poco iremos recordando, porque cuando nos volvamos a reunir tenemos que seguir lo nuestro y superarnos incluso.

Dale saludos a tus papás. Los míos me han dicho que te salude y que te invite a viajar a Madrid. Yo te digo que no dejaremos pasar este año, porque hemos sufrido larga separación y de modo muy amargo. A mamá Georgina le das dos besos muy especiales de mi parte. Ha habido momentos que me ha parecido tenerla a mi lado dándome fuerza para seguir escribiéndote en el tiempo de la sequedad.

No soy quién para decirte que disfrutes en los días de fiesta. Ya está carca Halloween y lo que voy a decirte es una tontería, porque puedes hacer lo que quieras sin mi permiso, pero si alguna vez dudas de lo que vas a hacer, piensa que tienes mi permiso y no te preocupes. Todo igual que cuando estábamos juntos, que todo era nuestro y solo nosotros, pero ante los compromisos, naturalidad, luego nos lo contamos y lo disfrutamos los dos.

¿Te acuerdas de aquella piscina que vimos en casa de aquel amigo de mi papá, allá en Piura? Era la piscina con tres niveles, una parte que llegaba más o menos hasta el cuello, de repente unos escalones para entrar a esa parte que llamaban solarium porque el agua no cubría ni siquiera la pierna entera, pero por ahí entraba el agua y siempre se movía, y luego la que tenía rampa y un buen desnivel, hacía que la piscina tuviera forma de L. Mucho me gustaba cuando nos poníamos en el solarium porque nos veíamos mientras estábamos mojados. Ese hombre, el doctor Simons, nos decía cuando salíamos de la habitación: «antes de entrar en la piscina, quítense los bañadores, que la ropa ensucia y contamina el agua». El primer día yo pensaba que lo decía para mirarnos, pero nunca usaba la piscina, nunca entró a vernos, nunca se podía asomar a ninguna ventana, porque ninguna daba a la piscina. Nos permitió pasar una semana que vivíamos muy natural, porque casi todo el día desnudos en la piscina y Fabián, el empleado que nos traía toallas, llenaba la mesa del jardín de comida para que no entráramos en la casa.

Yo conté a mi padre cómo lo habíamos pasado en la residencia de su amigo, lo bien que lo hizo con nosotros, sobre todo en las noches cuando cenábamos con él y nos contaba las costumbres de Piura y su historia desde que llegaron los españoles, y le dije que me había parecido ridículo lo de los bañadores que contaminaban el agua. No sé si te comenté alguna vez lo que mi padre me contestó: que el doctor Simons era muy escrupuloso de la higiene y hacía las cosas para las personas, no para las ropas, ni zapatos ni otra cosa y que cada uno tiene sus manías y costumbres y él tenía de ese tipo un montón. Pues cada vez que tenía que ir a un banquete, por lujoso que fuera llevaba una especie de servilleta para pasarla por platos, cubiertos y copas. Ahora pienso que no le falta razón, porque de no ser así, seguro que nos hubiéramos masturbado dentro del agua de la piscina, sin embargo, cuando teníamos ganas nos íbamos a la caseta de baños que estaba algo aislada y rodeada de un seto elevado. ¡Qué bien me follaste allí, frente a la puerta en donde había un ancho y bajo el cielo azul de Piura!

Cuando tú y yo vivamos en nuestra casa, tendremos una piscina así, para bañarnos a gusto y con un baño similar y un laberinto para encontrarnos y escondernos y posibilitar el sexo por casualidad intencionada. Esto es una de esas fantasías que ojalá se pudiera cumplir.

Finalmente tengo que decirte que aquí en Madrid hace bastante frío en invierno y meterse desnudo en la cama, siempre se halla un tanto fría al comienzo. Por eso, antes de acostarme me pongo una camiseta que ya se calienta en al cuerpo, me acuesto con ella, sin trusa, y cuando a los 10 minutos está la cama caliente del calor corporal, sin salir de la cama, me quito la camiseta y empiezo a sentir las sensaciones de estar como me gusta, muy sensible todo; por el contrario, en verano, solo uso sábana de abajo y me acuesto como allá en Lima, desnudo y sin taparme. La empleada, una chica de Ecuador, bastante bien ella y no muy mayor, entró a limpiar un día que yo no tenía clase y no me había levantado y se llevó un buen susto. Cuando fue a decirle a mi madre, ella le dijo lo que ha dicho siempre a las empleadas: «si encuentras a mi hijo desnudo, no te preocupes, tú haz tu trabajo y si necesitas que se salga, se lo dices, que él siempre va desnudo por casa». Esa es la fama que me pone mi madre, pero a mí me divierte. Mi padre me dice que ya soy mayorcito para ir mostrando mi poronga. Lo dice siempre riéndose, sabedor de que no tengo remedio.

Ahora sí, ahora me despido de ti hasta la próxima y siempre te tengo en mis pensamientos.

Recibe un beso muy húmedo y lo pones donde prefieras.

Hasta pronto, guapo.

Quien te quiere en exclusiva, te desea lo mejor,

Janpaul

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