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Un clavo saca a otro clavo
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Realmente no recuerdo todos los detalles como Pamela y yo terminamos platicando bien entrada la noche. Toda la gente se había despedido a eso de las nueve de un día domingo y ese día yo me había tomado más de los tres whiskys que regularmente es mi medida regular en cualquier evento.

Pamela era un chica muy hermosa que rondaba los 21 o 23 años y quien si no estaba casada legalmente, tenía un par de años viviendo con su novio… aunque en este caso, era el novio quien llegó a vivir con ella, pues mi hermana le rentaba un apartamento a Pamela y quien también trabajaba para la compañía de bienes raíces de mi hermana. Y es debido a este acercamiento, especialmente con mi hermana, es como me llega la nota que su novio le ha puesto el cuerno a la hermosa Pamela y ella en esos días anda con esos altibajos emocionales.

Pamela era una chica esbelta, de uno de los más hermosos rostros que he conocido; sus medidas deberían ser las apropiadas para tener la oportunidad de ingresar fácilmente al modelaje y con eso quiero decir que sus pechos también eran o están en la medida de una copa B. Su cabello era largo y lacio y le cubría la mayor parte de su espalda y tenía unas piernas espectaculares, torneadas y alargadas. Aquel día nos hizo babear a más de alguno cuando salió del baño cerca de la piscina vistiendo un traje de baño de dos piezas y con un color azul marino que le daba un bello contraste a su piel morena clara.

Pamela es de esas chicas que en cualquier lugar, ya sea vestida o desnuda te van a llamar la atención, pero lo que me gustaba más de esta chica era su sonrisa coqueta, su hablar con un léxico muy sugestivo, meloso. Tenía unos incisos perlados que mostraba coquetamente cuando sonreía y mi fantasía con ella era imaginar mi glande atrapado en ellos. Como sabía que estaba comprometida, pues nunca antes había hecho un intento de insinuarle nada, pero este día parecía que ella era la que estaba interesada en conocer a los hombres a través de la experiencia que quizá yo proyectaba a mis 43 años.

– ¿Qué es lo que en realidad los hombres buscan en una mujer? ¿Por qué es tan difícil para un hombre ser fiel? –eran algunas de sus preguntas.

De aquella manera recuerdo comenzó la plática, pero poco a poco comenzó invadiendo de una manera subliminal mi intimidad. Me dio el cumplido de lo guapo y elegante que le parecía y según ella, debería tener la experiencia de haberme llevado a muchas mujeres a la cama. En eso no se equivocaba Pamela, había tenido la suerte de haber tenido muchas experiencias de alcoba con varias mujeres y aunque no me lo reprochaba pues ella misma me exoneraba de infiel, puesto no era casado, ella indagaba el porqué la necesidad de los hombres con estar con varias mujeres.

– ¡Creo que eso se llama “conquista”! -le dije.

Le di mi teoría usando todo el conocimiento psicológico, biológico y antropológico que tenía para defenderla, pero Pamela, al igual que yo ya habíamos rebasado la medida de alcohol que podíamos fácilmente controlar y supe que ella se había pasado cuando sus preguntas eran más sexualmente abiertas, sin ningún tabú.

– Tony, todas las mujeres tenemos lo mismo. ¿Cuál es la diferencia entre una vagina y la otra?

– Pam, en general todas tienen lo mismo, pero realmente no todas son iguales. Quizá ese sea una de las curiosidades del porque de la conquista. Sabes, la parte genital de una mujer “x”, es diferente a la mujer “y”. La hechura de sus labios, el tamaño y forma de su clítoris, la manera de cómo cuida de su aspecto, la manera de cómo mueve esa pelvis al tener sexo, la forma como jadea o gime. Nosotros los hombres queremos conquistar siempre ese algo diferente.

Hablamos de aquello por un largo rato y no sé si la demás gente nos escuchó la plática, pero al pasar la noche, solo escuché la despedida de mi hermana que se iba a su habitación y me pidió que no dejará ir a Pamela en aquellas condiciones. Dejamos de tomar alcohol y comíamos algunas saladitas acompañadas de jugo de toronja. Pamela me pregunto tanto en relación a como yo miraba el sexo e incluso quiso averiguar a quienes de la compañía de mi hermana me había llevado a la cama, pues por aquellos días el rumor de que Melodi y una chica de nombre María, ambas colombianas y ambas casadas, eran las que de vez en cuando se deslizaban en mi cama. Pamela fue directa al preguntarlo:

– Tony, ¿quién coge mejor, Melodi o María? ¿Quién de las dos le gusta más, quién lo hace más rico?

– Pamela, puedo compartir muchas cosas contigo acerca de mis experiencias, pero a mis pláticas no les agrego nunca un nombre.

– ¡Disculpe mi indiscreción! ¡Perdón!

– ¡No hay cuidado Pamela! En eso si me considero todo un caballero.

– Tony, usted dice que un hombre mira a una mujer y si le gusta, comienza a imaginar cómo esa mujer funciona en la cama, como se vería sin ropa alguna. Tony, puedo hacerle una pregunta?

– Dime.

– Mientras estuvo casado con su esposa, ¿alguna vez le fue infiel?

– Dos veces… la primera a los dos años de casados y la segunda, después de ocho años más o menos.

– ¡Ya no me siento tan mal! Su mujer era una mujer tan bella, que si usted se lo hizo a ella, a cualquier mujer le puede pasar.

– Es que no creo que tu novio haya tenido otra relación porque tú no seas bella, o porque no te quiera: lo hizo por curiosidad, por esa adrenalina de la conquista. Ahora, ¿te puedo hacer yo una pregunta?

– Dígame.

– Tú has sido infiel antes o has tenido la tentación de hacerlo.

– Se la voy a contestar, pero antes quiero que me conteste la mía primero, solo quiero escuchar su respuesta para tener el valor de contestarle con honestidad.

– Entonces, pregunta…

– ¿Le parezco una mujer bonita a usted? Y si le parezco una mujer bonita, ¿ha imaginado como me veré desnuda y como hago el amor? – me hace sonreír su pregunta.

– ¡Bueno! Sería difícil negar que eres una chica muy bella. Tú sabes bien que atraes miradas y hoy esta tarde, viéndote con tu traje de baño, créeme que a muchos nos hiciste fantasear. Pamela, tenlo por seguro, tu novio no te traicionó porque no eras bella, lo hizo por curiosear otros horizontes.

– ¿Y según usted, como me miro desnuda, como gimo, como hago el amor?

– ¡Bueno Pamela, eso está solo en mi imaginación! Pero bien, ahora contesta mi pregunta.

– ¡No nunca le he sido infiel a nadie físicamente!

– ¡Pero!

– Sí, pero creo que todos somos infieles con nuestro pensamiento. Creo que todos fantaseamos.

– ¡Te das cuenta! De esa fantasía a la realidad es la misma distancia entre el amor al odio. Puede suceder en cualquier momento.

– Sí, me doy cuenta… Sabe Tony, ¿quién es esa fantasía?

– Si Pamela, si me tienes confianza, dímelo.

– Si, le tengo confianza, pero me siento muy nerviosa… ¡esa fantasía es usted!

La tomé de las manos y pude sentir que temblaba de miedo. La besé por largo tiempo en la boca y la estuve mimando como a una niña. Realmente parecía una niña entre mis brazos y me encantaba saborear su piel, su perfume de Chanel se mezclaba con la feromonas y no me cansaba de besarla y acariciar con mis manos su espalda y piernas. Llevaba un vestido ajustado a su cuerpo esbelto. No hablamos mucho desde ese momento, pero a los minutos yo le hice una pregunta:

– ¿Tú has imaginado como yo hago el amor?

– Sí, me lo he imaginado, y tengo miedo vivirlo.

– ¡Miedo! ¿Por qué miedo?

– Usted dijo que de la fantasía a la realidad solo es un pequeño paso… pues ese paso, le tengo pavor.

– Si tienes mucho miedo y crees que tendrás un fuerte sentimiento de culpa, estas a ese paso también de evitarlo.

– ¡Por favor Tony! Quiero evitarlo… no me haga más preguntas. ¡Quiero que me haga su mujer!

La levanté completamente entre mis brazos y realmente su cuerpo temblaba. Subí con ella por las gradas hasta llegar a mi habitación. En ese proceso miré ese lindo rostro que siempre me gustó, pero que nunca pensé tener esta posibilidad. Pamela es una chica muy linda, y me di gusto saboreando todo su cuerpo completo. La posé en la cama, removí sus zapatos de vestir, se tuvo que sentar para poder desabrochar su vestido y poder descubrir sus pequeños y sólidos pechos. Le removí su vestido completamente y su brasier, solo dejándola con un bikini color azul marino, su pulsera de mano y una cadena de oro en su cuello. No tenía ningún tatuaje y su piel y su cuerpo, uno de los más perfectos que he gozado. No sé por cuánto tiempo saboreé su cuerpo, que cuando llegué a su entrepierna, podía ver que sus jugos vaginales habían invadido completamente aquel bikini azul marino. Se lo removí delicadamente y Pamela estaba para hacer una erupción final que tuve que ser breve con besar su clítoris y pasar un par de veces mi lengua en aquella húmeda y caliente rajadura. Me desvestí ante ella, y le permití apreciar por unos segundos mi pene completamente erecto y también brillante de mis fluidos pre seminal. Ella me asistió con abrir sus piernas, donde es una delicia ver esa rajadura completamente afeitada, fresca, con unos labios rosados y un clítoris brillante que pulsa como si fuese el temple del cerebro. Me acomodo y le acerco mi glande y este se introduce lentamente, mientras veo esa mirada delirante de esta linda chica.

Tomamos esa posición del misionero y mi verga está completamente hundida en la vagina de esta bella mujer. No son movimientos agresivos, pues Pamela me lo indica con sus besos, le gusta este ritmo, me lo dice mientras me mira, nos volvemos a besar donde por minutos saboreamos nuestras lenguas, y aunque lento, se escucha ese chasquido cuando mi verga entra y sale de su preciosa abertura. Quizá han pasado unos siete minutos y Pamela al mismo ritmo choca contra mi pelvis de una manera más violenta, jadea, respira profusamente, lo veo en sus ojos, abre la boca y se muerde sugestivamente sus labios… le invade un orgasmo.

No dejo de pompear su conchita y por un par de minutos ella ha sentido como mi verga erecta y bien solida le ha acompañado por lo largo de su orgasmo y cuando el efecto glorioso de esa sensación se ha calmado, pues he dejado de sentir las contracciones de su vagina y lo erizo de su piel ha desaparecido, me lo dice al oído con esa voz melosa y sugestiva de su léxico:

– ¡Quiero sentir que te vengas adentro de mí! ¡Quiero verte disfrutando de mi chonchito!

Realmente no me tomó mucho tiempo explotar con una tremenda eyaculación adentro de las paredes bien estrechas de la vagina de esta linda niña. Tres minutos más de pompearla y ver ese lindo rostro ante mí, y me mandó al paraíso. Ella al verme en ese estado sacudió su pelvis eufóricamente, me tomó de los glúteos y me los acariciaba con sus uñas, enviándome un placer súper exquisito. Ambos estábamos tan calientes, que tuvimos que cambiar las cobijas de mi cama, pues todo aquel placer había hecho una mancha espectacular.

Nos fuimos a darnos un baño juntos, para luego pasar al yacusi que regularmente está con agua caliente y donde nos reponíamos en breve para seguir con el placer oral. Fue ahí donde Pamela elogió con su voz melosa mi miembro, que aunque en este momento no tan erecto, pero que Pamela lo describía como el más grande que había experimentado en ese momento en su vida. Recuerdo que así, algo flácido mi miembro, se lo llevó a su pequeña boca, donde solamente lograba insertarse mi glande. Obviamente en minutos me lo puso erecto y el segundo round de esta experiencia llegó en el yacusi. Se sentó sobre mis piernas frente a mí y esta vez, ella fue la que dirigió mi verga a encontrar ese hueco tan rico y jugoso de Pamela. Esta chica es de esas chicas de sexo delicado, de sexo erótico. No necesita de tanta violencia o poder para alcanzar su orgasmo, es más, cuando le daba ritmo más fuertes a mis estocadas, ella me lo bajaba, ya sea besándome o no siendo muy participativa. El sexo de Pamela es de tacto, de roce delicado y descubrí que era una combinación de chupar sus pezones, mientras ella sentada sobre mis piernas y con mi verga hundida en su rajadura que disfrutaba y era como le llegaban sus orgasmos. En este segundo round, ella en su estilo alcanzo dos orgasmos seguidos mientras no pausé de chuparle sus pezones. Una vez ella alcanzaba su meta, se disponía a darme placer a mí. Se volteó siempre sentada sobre mis rodillas, dirigió mi pene a su rico orificio y me dejó que disfrutara viendo sus ricas nalgas, el ojete de su ano que se movían en un compás de movimientos sutiles, que me llevaron a correrme a los pocos minutos. Es que ver es rico culo y sentir lo caliente de su vagina y sus contracciones, es como estar verdaderamente en el paraíso.

Creo que la posición de perrito fue el cierre de broche de oro, pues ya para este momento deje que Pamela llevara el ritmo. Ella no es de las que habla mucho, pero es de esas chicas que te transmiten su placer a los decibeles de gemidos casi en silencio y que se elevan cuando alcanzan un orgasmo. En aquella posición de perrito, le tomó a Pamela unos doce minutos en alcanzar el orgasmo y no sé si se debió a mi atrevimiento de explorar y frotar delicadamente su ano mientras mi verga entraba y salía de su rica panocha. Se corrió y fue quizá el momento que mis embestidas fueron las más violentas, y aun así me tomó otros cinco minutos para poder acabar de nuevo en su rica concha. A las dos de la mañana, le había metido 3 polvos y ella creo que se había corrido unas cuatro veces.

Un tanto agotado por la faena de la noche, aunada con el movimiento de todo el día por la fiesta que mi hermana había dado y que yo le asisto en todo, pues estaba ya a punto de relajarme en el sueño, y nos quedábamos desnudos junto a Pamela abrazados. En el correr de un par de minutos escucho a Pamela decir:

– Tony, ¿de veras te gusto mucho, como dices que te gusto?

– Pamela, ¡tú me encantas!

– ¿Qué es lo que más te gusta de mí? ¡No me vayas a decir que mis ojos! -y ella se ríe.

– ¡Pamela, la verdad que me gustas toda!

– ¿Dime algo en particular?

– ¡Me gustan tus pechos, tus piernas, lo que tienes en medio de tus piernas!

– ¿Mi trasero no te gustó?

– ¡Claro que me gusto, me encantó!

– ¿Por qué no me lo pediste?

– ¡Porque tenía miedo incomodarte!

– ¿Lo quieres?

– ¡Me gustaría probarlo!

– Tony, es tuyo… quiero que me lo cojas así tan rico como me has cogido.

Y así de lado mi verga se fue poniendo erecta, y a los minutos había segregado mucho fluido y poco a poco mi glande fue invadiendo el culo de esta linda niña. Sé que le dolió, pues me lo decía sus quejidos, pero siempre insistía que no se la sacara. Con los minutos comencé a pompearle el culo, mientras con mi mano le masturbaba su conchita, específicamente su clítoris. En minutos encontró otro orgasmo y en minutos después le dejaba ir el cuarto y último polvo de la faena. Nuevamente a bañarnos y nuevamente a acomodarnos para esta vez dormir. Y de repente:

– ¿Tony, te fuiste rico?

– ¡Estuvo delicioso! ¿Nunca imaginé que te gustara el sexo anal?

– ¡Es que no lo sabía! Es primera vez que lo hago y teniendo esta oportunidad hoy contigo, me figuré que podrías ser el primero.

– ¿Tu novio nunca te lo pidió?

– Si… pero nunca se lo di… pensé entregárselo en un día especial… ¡mira que tonta!… ¡Mejor no hablemos de él!

– ¿Y hoy es un día especial?

– Si, mis amigas se encargarán en hacerle saber a mí ex que fui tu mujer y que fue a ti a quien le entregué la virginidad de mi trasero. – y se escuchó una leve risa.

Sé que las mujeres al igual que los hombres hablan de sus intimidades entre sí, y la verdad que estas mujeres de la compañía de mi hermana se conocen y me conocen. Sé que hasta algunas que nunca han estado conmigo en la cama dicen haberlo estado, quizá para sentirse parte y ser aceptadas en grupo. Aquella noche me dormí con una sonrisa a la expresión de Pamela:

– Sabes Tony, ese dicho que dice: Un clavo saca otro clavo.

– Si… lo he escuchado.

– Bueno, mis amigas se encargaran de contarle a mi ex, que tú me sacaste ese clavo y me clavaste el tuyo.

[email protected].

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