Gerardo había salido del curso de FP y recogiera a su hermana Lorena en la puerta del colegio de las Franciscanas. De camino a casa el cielo se encapotó y comenzó a llover. Se abrigaron debajo de un árbol. Les caían goterones encima. Lorena llevaba un traje gris puesto y al mojarse su blusa blanca y no llevar sostén, los pezones y las aureolas de sus generosas tetas se marcaban en la tela de seda, más que marcarse se veían como si no llevase nada puesto. Lorena, mirando para la entrepierna de su hermano, le dijo:
-¡Se te ha empinado!
-Con esas tetas se le empina a cualquiera.
-¡Soy tu hermana, Gerardo!
-Mi picha no lo sabe.
Lorena, se abrochó la chaqueta.
-¡Vaya sinvergüenza estas hecho!
Gerardo era un joven de 18 años, moreno, alto, delgado, agraciado físicamente, pero hasta ese día, muy tímido con las mujeres. Estudiaba fontanería en FP. Lorena era maestra en el colegio de monjas. Tenía 24 años y parecía una muñequita, era delgada, morena, de ojos negros, cabello largo y rizado y lo tenía todo muy, muy, pero que muy bien puesto.
Al llegar al piso donde vivían, Lorena, en la sala, se quitó la chaqueta y su hermano vio otra vez los pezones y las aureolas bajo la blusa. Gerardo, se volvió a empalmar. Lorena, que le había vuelto a mirar para la entrepierna, exclamó:
-¡¡Vaya muelle tienes ahí!!
-Es que tus tetas son preciosas.
-¡Que cara dura tienes!
-Cara dura la tuya. ¿Por qué me miraste para el paquete?
Lorena, se ofendió.
-Serás… ¡Aún voy a tener yo la culpa de tu erección!
-Las tetas no son mías.
Lorena, puso cara de pocos amigos.
-¡Tira para la habitación y quítate esa mojadura de encima!
Gerardo se fue a cambiar, Lorena hizo otro tanto. Después se prepararon la merienda, merendaron hablando de cosas de FP y del colegio de monjas y más tarde, con la calefacción a todo meter, se pusieron a mirar la televisión en bata de casa sentados en el mismo sofá, un sofá de tres plazas.
Gerardo, iba a intentar seducir a su hermana.
-¿Llevas braguitas puestas, Lorena?
Le respondió sin quitar la vista de la televisión.
-Mira la tele y no preguntes tonterías.
-Es que me pondría saber que no las llevas.
-Ver lo que has visto te ha cambiado. Nunca antes me habías mirado como mujer.
-Eso es lo que tú te crees.
-Prefiero no saber que quieres decir con eso.
-Sí, mejor será que no lo sepas.
-¡Y yo que llegué a pensar qué eras mariquita!
-¿Llevas?
-¿Lo que?
-Bragas. ¿Las llevas puestas?
-¡Qué pesado!
-¿Llevas?
-El que va a llevar eres un tú. ¡Vas llevar una bofetada que te va a quedar la cara a arder!
Gerardo, siguió a lo suyo.
-¿Y sujetador?
-¡Y dale! Te dije que no preguntases tonterías.
-No es una tontería. ¿Sabías que tus tetas son las más bonitas que he visto?
-¡Si tú no has visto unas tetas en tu vida! Le tienes pánico a las chicas.
-Que sea virgen no quiere decir que no mire tetas en internet.
-Seguro que miras algo más que tetas.
-Como muchos hombres y muchas mujeres. A mí me ilustra. ¿Puedo hacerte una pregunta muy íntima?
-No.
-¿Fantaseas, Lore?
-Te dije que no la hicieras.
-¿Lo haces?
-Tengo a mi marido para que me satisfaga.
-Luis lleva seis meses trabajando en Sevilla. Y seis meses…
-Déjalo ya.
-¿Fantaseas?
-¡O te callas o te quedas un mes sin postre!
Gerardo, se calló, pero dedujo que sí, que su hermana se masturbaba, de otra manera no le costaría trabajo ninguno decirle que no lo hacía.
Mientras miraban una película en el Paramount Chanel, Gerardo, no le quitaba el ojo de encima a su hermana, Lorena, lo sabía, pero despistada, cruzó las piernas y enseñó más de lo que debería. Al ver por el rabillo del ojo que su hermano estaba empalmado y que su picha se movía debajo de la bata, sin poder evitarlo, sintió un morbo como nunca antes había sentido, y su panocha se comenzó a mojar.
-¿En qué piensas, Gerardo?
-En meterme entre tus piernas.
Lorena, miró para sus piernas y vio que enseñaba demasiado, las descruzó, se tapó, y le dijo:
-Ya me estás cansando, Gerardo. Entre las piernas de una mujer te perderías.
-Sé cómo y cuándo lamer los labios de la vagina, cuando meter la lengua en ella y en el ojete, cuándo y cómo lamer y chupar el clítoris, y cuando y como follarle a una mujer el culo y el coño.
Las palabras de Gerardo hicieron que Lorena sintiera como la panocha le latía y se le mojaba más de lo que ya estaba. Nunca se la habían comido y el morbo iba aumentando. Lo disimuló.
-¿Eso lo aprendiste viendo porno?
-Sí, porno educativo.
-No me creo que esté hablando de estas cosas contigo.
-¿Por qué?
-¡Por qué soy tu hermana, cochinote!
-Si desear beber el jugo de la corrida de una hermana que está como un queso es ser un cochinote, lo soy.
-¡Lo que eres en un salido!
-Yo diría que soy un curioso. Me gustaría conocer el sabor de ese jugo espeso, ese jugo que parece moco y que echa la mujer cuando está caliente y cuando se corre.
-¡Lo tuyo ya es de psiquiátrico!
-¿Tu jugo es como moco, como baba, acuoso, o es más como leche?
-¡De atar, estás loco de atar!
-Eso también. Es otra de mis fantasías, que una mujer me ate y que abuse de mí.
-¡Qué estás loco, carajo, muy loco!
-Un loco que te comería enterita.
Lorena, le mandó un aviso.
-Mira, Gerardo, mientras no te levantes y te acerques a mí no va a pasar nada, pero como te acerques, esta misma noche coges tus cosas y te vas a vivir con papá y con Petra.
La amenaza surgió efecto. Gerardo no tragaba a su padre.
-No me acercaré…
Lorena, se levantó.
-¿A dónde vas, hermanita?
-¡A rascarla!
-Que lo disfrutes
-¡Payaso!
Gerardo vio que su hermana se dirigía al baño, y le dijo:
-Hasta sentada en la taza debes estar arrebatadora.
-¡Qué te den morcilla, pesado!
Lorena entró en el baño, cerró la puerta y le puso el cerrojo. Delante de un espejo en el que se reflejaba de cuerpo entero, se abrió la bata y se acarició las tetas con las dos manos. Tenía que masturbarse para quitarse el calentón y no sucumbir a la tentación de cometer un incesto con su hermano. Se quitó las bragas y con tres dedos de su mano derecha empezó a tocar la guitarra con el clítoris… Se miraba al espejo. Se acariciaba las tetas con la mano izquierda y de vez en cuando dejaba de tocar la guitarra de una sola cuerda y metía dos dedos dentro de su vagina para humedecerlos.
Estaba tan cachonda que no tardó en sentir que se iba a correr. Cogió las bragas, las olió, y las metió en la boca. Llevó el dedo medio de la mano izquierda a su panocha, lo humedeció y después se lo metió en el ano. Se metió dos dedos en la vagina, y se folló culo y panocha al tiempo que acariciaba el clítoris con la palma de la mano… Al ratito se corrió pensando que el dedo que tenía metido en el culo era la picha de su marido y los dos dedos que tenía metidos en la panocha eran la picha de su hermano… En el espejo se reflejó su cara extasiada con los ojos entornados. Temblando, se fue encogiendo con el placer que la sacudía. Las bragas dentro de su boca ahogaban sus gemidos. Al acabar de correrse, se sentó en el piso de baldosas. Sacó las bragas de la boca, y con la mano del dedo que tenía en el culo acariciando sus tetas y lamiendo como una perra el pequeño charco de jugo de su corrida que tenía en la palma de su mano, susurró:
-¡Dios mío, qué pedazo de corrida!
Se lavó la cara, las manos, el culo y la panocha. Se puso las bragas y la bata y volvió a la sala. Al verla, le dijo Gerardo:
-¡Qué cara de felicidad traes!
Volvía con la idea de cortarlo.
-Es la que se me queda después de cagar.
-¡Ahí va, qué bruta!
-¡A ver si así te callas de una vez por todas!
-¡Si supieras cuan hermosa te veo!
-Calla de una puñetera vez, cansino, que eres un cansino…
Más tarde, cenando en la mesa de la cocina, le preguntaba Gerardo a Lorena:
-¿Quieres mucho a Luis?
-Claro, es mi marido.
Gerardo, volvió a las andadas.
-¿Te comía el coño?
-¡Cómo te atreves a preguntarme semejante obscenidad!
-¿Si no fuera tu hermano dejarías que te lo comiese?
-No, ni me lo pensaría. A ver, Gerardo, has visto el contorno de unas tetas y unas piernas y te has vuelto loco. ¿No te das cuenta de que eres un inmaduro?
-Madúrame.
-Vas a piñón fijo.
-Voy. ¿Me dejas que te mire las piernas y las bragas por debajo de la mesa?
-¡Tú no estás bien de la cabeza! ¿Para qué quieres ver mis piernas y mis bragas?
-Para imaginar cosas cuando esté a solas en mi habitación.
-¡¿Y tienes cara a decirme que te vas a masturbar imaginando que me haces cosas?!
-Que te hago cosas y que me las haces.
-¿No te dará reparo fantasear con tu hermana?
-Lo que me dará es morbo.
-Hay millones de chicas más guapas que yo.
-A ninguna la quiero como a ti.
-Yo a ti también te quiero, pero es otra clase de cariño. ¿No te masturbarías ya pensando en mí?
-Mujer, mi habitación está al lado de la tuya, y cuando te corrías con Luis hacías mucho ruido. ¿Que, me dejas?
Lorena, se apiadó de su hermano, al fin y al cabo acababa de masturbarse pensando que la follaba.
-No sé qué hacer contigo. En el fondo me das pena. Mira, pero dos segundos.
Gerardo, se agachó y miro para las piernas.
Lorena, que tenía las piernas juntas, las abrió y apartó la bata para que su hermano viese sus piernas y sus bragas.
-¿Contento?
Mirando para el paraíso prohibido, Gerardo, le preguntó a su hermana:
-¿Me dejas darle un besito a tu panochita?
-¡Te doy un dedo y quieres comerme la panocha!
-Sólo besarla.
-Ni hablar.
-Verla.
-Menos.
-¿Y masajear tus pies?
Cerró las piernas.
-Se acabó. Ya te enseñé más de lo prudente.
-Abre otra vez las piernas que me toco y ya me corro.
Lorena, se levantó.
-Sal de ahí. ¡Recoge la mesa y lava los platos!
Gerardo, no rechistó, hizo lo que le dijo. Al acabar de fregar los platos fue a la sala, pero su hermana ya se había ido para cama. Miró un ratito la tele. Lorena no le salía de la cabeza.
Gerardo pasó por delante de la habitación de su hermana. La puerta estaba entreabierta y la luz encendida. Asomó la cabeza y vio que Lorena tenía un libro en la mano izquierda y la derecha la tenía tapada con las sábanas y la colcha. Le pareció que esa mano se movía a la altura de la panocha.
-¿Puedo pasar, Lore?
Lorena, se sobresaltó.
-¡No! Vete para tu habitación.
Gerardo, no le hizo caso, entró en la habitación y le preguntó:
-¿Qué lees?
-¡A ti que te importa! ¡¡Vete de mi habitación!!
Gerardo, se acercó a la cama. Lorena agachó el libro entre las sábanas. El joven, buscando el libro, le quitó la colcha y las sábanas de encima y vio que su hermana estaba desnuda.
-¡Hooostias! ¡¡Qué polvazo tienes!!
Lorena, se volvió a tapar, no sin que antes su hermano cogiese el libro y mirase su título.
-50 sombras de Grey. ¿Te estabas masturbando?
-¡Qué dices, chalado!
-Ese libro invita a que nos toquemos. Yo lo leí y…
-Ya me imagino lo que hiciste. Yo lo estoy leyendo porque me hablaron muy bien de él…
-Leyendo desnuda.
-Siempre duermo así. ¡Dame el libro y vete de mi habitación de una puñetera vez!
Gerardo la volvió a destapar. Le cogió la mano que tenía debajo de las sábanas -Lorena se volvió a tapar- y vio que tenía dos dedos mojados.
-¿Y esto qué es? -se los chupó- ¡Que rico! Tu jugo es como moco y sabe dulce. Nunca imaginé que el jugo de una mujer fuese tan delicioso.
Lorena, se puso cómo una fiera.
-¡¡Fuera de mi habitación, cerdo!!
-Cuando vuelva Luis y se lo cuente…
-¿Qué le vas a contar a mi marido?
-Que te pillé masturbándote y que probé tu jugo.
Lorena, se alarmó.
-¡¿Serías capaz?!
-¿Tú que crees?
-Yo ya no sé qué creer.
-Si te destapas y dejas que me haga una paja mirando para tus tetas y para tu panocha, seré como una tumba.
-¡Eres un chantajista!
-Yo diría que soy un oportunista.
Gerardo, puso el libro sobre la mesita de noche. Se abrió la bata, se quitó los calzoncillos, y la picha, tiesa como un palo, quedó mirando para Lorena con su único ojo. Al verla quedó asombrada, no por lo larga que era, que andaría en los 14 centímetros, se asombró por el grosor que tenía. Lorena, se destapó y le enseñó su cuerpo desnudo, Gerardo, le dijo:
-Eres la mujer más linda de este planeta.
La verdad es que estaba de vicio. Sus tetas eran grandes, redondas, firmes, con grandes aureolas rosadas y preciosos pezones. Sus piernas eran largas y moldeadas, y su panocha con su matita de pelo rizado, con sus labios mayores hinchados y los menores entreabiertos y mojados, era precioso.
Lorena, le dijo a su hermano:
-Cuando acabes limpia el piso y vete, farsante.
Gerardo estaba a un metro de su hermana, que veía los huevos colgando y como la mano derecha de su hermano hacía que la piel del glande se deslizase hacia delante y hacia atrás.
Pasado un rato, cuando ya el ojo de la polla lloraba, y Lorena había cerrado los ojos para no ver lo que hacía, Gerardo, le acarició el pezón y la aureola de la teta derecha con él, Lorena, le dijo:
-Me estás mojando la teta y eso no entraba en el trato.
-¿Te gusta?
-Me guste o no, no entraba en el trato.
Tocó el pezón y la aureola de la otra teta, -Lorena se quedó quieta- después de dejársela mojada con la aguadilla que echara la picha, le preguntó:
-¿Me la chupas un poquito?
-¡No! Acaba y vete.
-¿Me dejas que te coma yo a ti la panochita?
-¡No!
-¿Y las tetas? ¿Me dejas que te las coma un poquito?
-¡No!
-Unas chupaditas nada más.
-¡Qué no! ¡¿Cómo tengo que decírtelo?!
-Un par de besos, le doy un beso a cada teta y ya me corro.
-¡Si pudiera cogía una zapatilla y te ponía el culo negro!
Gerardo cogió una zapatilla debajo de la cama, y le dijo:
-¿Quieres que te dé como te daba Petra?
Petra era la madrastra de Lorena y de Gerardo.
-¡¿Cómo sabes tú eso?!
-Vivíamos en la misma casa y sé que os corrías juntas antes de casarte.
-Me imagino que querrás sacar rédito de lo que sabes.
Gerardo se quitó la bata, en pelotas, se sentó en el borde de la cama, y le dijo:
-Siéntate en mis rodillas.
-¡No!
-¿Quieres que le cuente lo de Petra a tu marido?
-¿No te da reparo ser tan cabrón?
-No, ninguno. El fin justifica los medios.
-Cínico.
Lorena, salió de cama y se echó sobre las rodillas de su hermano. Lo primero que sintió fue la polla mojada en su vientre. Después los golpes de las zapatillas en sus nalgas.
-¿Vas a dejar que te folle hasta que te corras cómo una perra?
-¡No!
-Dejarás.
-¡Loco!
Le volvió a dar con menos fuerza.
-¿Me dejarás que te coma la panochita?
-¡No!
-Cambiarás de opinión, es más, me pedirás por favor que te lo coma.
-¡Estás para que te encierren en un manicomio!
La azotó casi como si acariciara su culo.
-¿Me la vas a chupar?
-¡No!
-La chuparás y la saborearás.
-¡¿Pero tú quién te crees que eres, Casanova?!
Le volvió a dar con fuerza.
-Dime que me quieres y que tienes ganas de correrte
-¡Te odio, chalado!
-¿Tienes ganas de correrte?
-Sí, pero no contigo.
Le volvió a dar.
-¡Cabrón!
Le pasó dos dedos por el coño mojado, se los puso en los labios y le dijo:
-Saborea tu jugo.
-¡Sádico!
Al abrir la boca para hablar le metió los dedos en la boca. Lorena, hizo como si le dieran arcadas, y le dijo:
-¡Qué asco!
-Tramposa. Te gusta tanto como a mí.
Le metió dos dedos en el coño y después los chupó.
-¡Ummm! Me voy a hartar cuando te corras en mi boca.
-¡Eres un enfermo!
Volvió a darle con suavidad.
-¿Te gusta cómo te azoto?
-Siii. -se arrepintió al momento de lo que había dicho- ¡No! ¡¡Déjame volver para cama!!
La dejó ir.
-Vale, vuelve a cama, cariño.
Al estar en pie, le dijo:
-¡No soy tu cariño!
-Lo serás.
-¡Sueña!
Lorena, se volvió a echar sobre la cama. Gerardo, empalmado como un animal, se levantó y le dijo:
-Déjame darte un par de besitos en las tetas. Con dos besos ya me corro.
-Ni uno ni medio. Menéala.
-Tócate un poquito el chochito.
-¡Ni loca! Menéala.
Gerardo volvió a masturbarse.
-¡Qué pena que mi leche se vaya a derramar en el piso! Podría correrme entre tus tetas.
-¿Y dónde más, depravado?
-En tu boca, o en tu culo, o en tu coño.
-¡Asqueroso!
-No me llames asqueroso. Todos tenemos derecho a soñar, y ahora mismo tú eres mi sueño. Un sueño de mujer a la que ni siquiera puedo besar las tetas.
-Un sueño al que serías capaz de sacar a la luz sus vergüenzas, falso.
Gerardo, se quitó la careta.
-Debías saber que antes de descubrir tus secretos me pegaría un tiro. Te quiero demasiado. No te podría hacer daño.
Lorena, no se quitó la suya.
-Ya me lo has hecho, desvergonzado.
Gerardo, bajó la cabeza.
-Lo siento. ¡Es que te deseaba tanto!
-¡Cabronazo! Así que un sueño de mujer.
-Al que ni siquiera le pude besar las tetas.
Gerardo se estaba dando por vencido. Lorena no iba a dejar que lo hiciera. Ya estaba demasiado cachonda.
-¿Cuántos besos habías dicho que me querías dar?
-¿Dos besitos en cada teta?
-¿No era uno?
-Los que tú quieras.
-Vale, por dos, tres o cuatro besos en las tetas que no sea.
Gerardo le dio seis besos con lengua en cada teta.
-Esos no fueron besos. Me mamaste las tetas.
Gerardo, meneándola, le respondió:
-No, te las besé, mamar las mamo de otra manera.
Lorena, ya tenía la cara tan roja como el culo.
-¿Qué más necesitas para correrte?
-Comerte la panochita.
-Olvidado. Mi panocha es para mi marido.
-Que me la chupes.
-Baja el nivel.
-Con unos besitos más en las tetas…
-Dáselos.
Le mamó las tetas durante más de cinco minutos. Al acabar de mamarlas. Gerardo, le puso la polla en los labios a su hermana.
-Quita, cochino. -al abrir la boca se la metió dentro- Quiiiiza.
Lorena, dejó de hacerse la estrecha. Cogió la polla con una mano, y en vez de quitarla de la boca se la meneó, se la mamó y le acarició, lamió y chupó los huevos.
Unas mamadas más tarde…
Gerardo, destapó a su hermana y vio su panocha rodeada de una mata de vello negro y rizado. Se metió entre sus piernas. Sus labios mayores estaban hinchados. Pasó la lengua, plana, por los labios de la encharcada panocha.
-¡Uuuuy!
-¿Te va?
-Sí, sigue.
Gerardo, le lamió el periné y el ojete…
-¡Qué gusto!
Le folló la vagina con la punta de la lengua…
-¡Joder, joder, joder, joder!
-¿Quieres que te joda?
-Después, ahora cómemela. Quiero correrme en tu boca.
Le lamió el clítoris de abajo arriba, muy lentamente…
-¡Ah, ah, ah, aaay que me corro, cariño!
Gerardo, aceleró los movimientos de lengua.
-¡Aaaah! ¡¡¡Me corro!!!
Lorena, agarrando con las dos manos la cabeza de su hermano, comenzó a sacudirse. De su coño salió un pequeño torrente de jugo que Gerardo fue tragando mientras a ella se deshacía en gemidos.
Al acabar de correrse, Gerardo, le siguió lamiendo el coño hasta que Lorena soltó su último gemido de placer.
Con una sonrisa en los labios, le dijo Lorena a su hermano:
-¡En mi vida había tenido una corrida tan inmensa! ¿Te gustó beber de mí?
-Sí. Fue algo sublime.
Gerardo se puso encima de su hermana, la besó sin lengua. Lorena, le dijo:
-Quiero correrme otra vez.
Gerardo se quitó de encima.
-Date la vuelta, Lore.
Lorena, se dio la vuelta, Gerardo le separó las nalgas y le pasó la lengua por la panocha y el ojete.
-¡Oooh! ¡Qué guarrillo eres!
Le pasó la lengua desde el periné al ojete, le metió la punta de la lengua en el agujero y la movió alrededor.
-¡Oooh!
-¿Te gusta?
-Mucho, cariño, mucho.
Unos minutos después jugó con la punta de la polla en su ojete.
-¡Qué rico!
Le metió el glande.
-¡Puuuf!
-¿Te gusta?
-¡Me encanta! Métemela toda poquito a poco.
Gerardo se la metió a tope, y después le folló el culo suavemente, hasta que le dijo Lorena:
-Quítala un momentito. Quiero buscar yo el orgasmo.
Lorena, se puso a cuatro patas, metió dos dedos en el coño empapado y comenzó a masturbarse.
Gerardo, la cogió por las tetas, le metió el glande en el ano y se quedó quieto para que su hermana la metiese y la sacase como quisiera, suave, fuerte, lento, más aprisa…
Lorena llevaba mucho tiempo sin follar y unos minutos más tarde, le decía:
-¡Me voy a correr otra vez!
Gerardo vio como la panocha de su hermana empezó a soltar jugo y sintió como el ojete apretaba su picha. Cuando el placer la inundó, Lorena, se derrumbó sobre la cama, y entre dulces gemidos disfrutó de aquel largo y delicioso orgasmo. Nada más cesarle el placer, le dijo a su hermano:
-Quiero correrme de nuevo. Sácala del culo y métemela en el coño.
Gerardo había despertado un monstruo sexual. Quitó la polla del culo de su hermana. Lorena, se dio la vuelta. Le comió las maravillosas tetas un ratito, luego le puso su gorda picha en la entrada de la vagina y la fue metiendo lentamente, ya que a pesar de tener la panocha empapada, entraba casi tan justa como le había entrado en el culo…
Lorena, entre nuevos gemidos, le dijo:
-Tu polla es la octava maravilla del mundo. ¡Qué gustazo da sentirla dentro!
-La octava maravilla del mundo eres tú, Lore.
-Adulador.
Se dieron un largo beso con lengua. Fue el primero de una cadena durante el mete saca, cadena que se rompió, cuando dijo Gerardo:
-Me voy a correr.
Lorena también estaba a punto.
-Quiero que te corras dentro de mí.
-¿Seguro que puedo llenarte de leche?
Lorena, tomaba la píldora.
-Seguro.
Segundos más tarde, Gerardo, sintió como su hermana, levantando la pelvis y rugiendo como una pantera, le clavaba las uñas en la espalda y como la panocha apretaba su picha y la bañaba en jugo. Soltó una descarga que anegó el sexo de su hermana, Lorena, retorciéndose debajo de él, gemía como una loca de atar.
Al acabar, Lorena, le dijo a su hermano.
-Eres el amante perfecto.
-¿Te apetece correrte otra vez?
-¿Otra? Quiero correrme una docena de veces.
-Sube, cabálgame, y córrete las veces que quieras.
Una docena de veces no se corrió, pero cinco veces más, sí.
Quique.