Otro relato que cuento en primera persona sin ser el protagonista.
Agosto de 2018. Once de la noche. En una ciudad de Galicia.
-…Aquí me siento como si fuese una estrella.
Quien me hablaba en la sala de estar, y sentada a mi lado en un sofá de cuatro plazas, era mi sobrina nieta Estrella, que había venido a pasar unos días en mi casa junto a la playa.
-Es que lo eres.
-Sí, pero sólo de nombre.
Estrella, estaba descalza y tenía un pinta uñas en sus manos. Tenía puesto un short marrón y un top blanco bajo el que no llevaba sujetador ya que se le marcaban en él los grandes pezones de sus tetas. En la cena (jabalí con patatas asadas y pimientos de Padrón) habíamos dado cuenta de una botella de Rioja Alta 890 Gran Reserva del 2004. La muchacha estaba contentilla, cuando me dijo:
-¿Me pintas las uñas de los pies, tío Enrique.
-¿Tienes la espalda dañada?
-Sí, una caída jugando al hockey. No es que no pueda yo, es por no empeorar la lesión.
-¿No será el vino el que te hace inventarte una lesión?
Se lanzó sin paracaídas.
-El vino, las ganas de estar con un maduro… ¿Acaso importa?
-Soy tu tío abuelo. No quisiera abusar de ti.
-¿No será que tienes miedo a no dar la talla?
Si dejaba pasar aquella oportunidad era para pegarme un tiro, le dije:
-Dame el pintauñas y echa un pie hacia aquí.
Mi sobrina nieta se llamaba Estrella, tenía diecinueve años y era más larga que un día de mayo. Sus piernas delgadas, eran interminables. Sus tetas eran grandes y puntiagudas, sus ojos eran azules como el mar y su cabello lo llevaba cortado al 1, lo que resaltaba sus labios carnosos y sus ojazos.
Se estiró en el sofá y puso un pie justo encima de mi polla. Empecé por el dedo meñique. Al acabar de pintarle la uña con el esmalte rojo, me dijo:
-Sóplale para que seque.
Mi polla empezó a engordar. Estrella, me dijo:
-Está despertando el bicho.
Sonreí, y le contesté:
-Está.
Al acabar de pintar las uñas del pie izquierdo ya tenía la polla dura. Estrella lo sabía y movía el talón sobre ella para sentirla latir.
-Dame un masaje en el pie antes de pintar las uñas del otro.
Le di cuerda.
-¿Otra lesión?
Ya no se cortaba.
-No, por puro placer.
Masajeando sus dedos, la planta y el tobillo del pie, vi que había cerrado los ojos y que los pezones de sus tetas estaban tiesos bajo el top. Me moría por comerle las tetas, pero no quise dar un paso en falso. Quería que marcase ella los tiempos. Le pinté las uñas del otro pie, y cuando se lo masajeé, me dijo:
-Chúpame los dedos.
Le chupé el dedo gordo, del pie izquierdo y después le pregunté:
-¿Así?
Arqueó la espalda, gimió, y su voz se hizo suspiro:
-Síííí.
Le chupé, masajeé y lamí cada dedo, las plantas y los tobillos de sus pies…, mientras le preguntaba:
-¿Tienes novio?
-Novia.
-¿Eres bisexual?
-Sí, soy bisexual. Hace calor aquí. Me voy a quitar el top.
-¿Eres consciente de que te voy a poner a arder el coño y el culo, Estrella?
-Desde el momento en que puse mi pie sobre tu gorda polla. ¿Con cuántas mujeres te acostaste, tío?
Mi respuesta fue la clásica.
-Con menos de las que pude y con más de las que debía.
-¿Con cuáles no debiste acostarte?
-Con las mujeres de mis amigos. ¿No te ibas a quitar el top?
Estrella se quitó el top (lo tiró al piso) y vi sus puntiagudas tetas, con sus grandes areolas marrones y sus pezones tiesos, me preguntó:
-¿Nunca te enamoraste?
-Estuve enamorado de tu abuela, pero ella se enamoró de mi hermano Juan.
-Dicen que me parezco mucho a ella cuando era joven.
-Es verdad, sólo que ella tenía una melena que le llegaba a la cintura.
Estrella ya empezaba a echar por fuera.
-¡Joder, tío! Se me está empapando el coño con las mamadas y las lamidas a mis pies.
-Me alegro.
-¿Cuánto tiempo hace que no te corres?
-Dos días.
-¿Con cuántos orgasmos te quedas satisfecho?
-Por lo regular con uno.
-Yo con tres. ¿Me la comes un poquito?
-Si te apetece…
-Me apetece.
Me puse de lado y acaricié sus duras tetas. Se quitó el short y el tanga empapado de jugo. Su chocho era pequeñito, estaba mojado y totalmente depilado. Jugué con mi dedo medio en su ojete. Le pasé la lengua por los pezones y las areolas, las chupé. Mamé tetas, lamí y chupé pezones, un minuto, dos, cinco, seis… Ya mi dedo estaba dentro de su culo y ella gemía cuando bajé lamiendo y besando su vientre. Le metí la lengua en el ombligo, se lo besé, le quité el dedo del culo. La cogí por las nalgas y lamí desde el ojete al clítoris, con la lentitud de un caracol… Al tiempo que iba subiendo le metí la punta de la lengua en el ojete y después en la vagina, para llegar al clítoris, lamerlo de abajo arriba y luego chuparlo. Lo hice durante largo rato. Cuando su pelvis ya buscaba mi lengua para llegar al orgasmo, le pregunté:
-¿Quieres correrte así o prefieres que te la meta en el coño?
-Así, quiero correrme así. Vuelve a meter el dedo en mi culo.
Volví a acariciar su ojete. Mojé el dedo con los jugos de su coño y le metí la punta del dedo gordo. Con la puntita de la lengua le di pequeñas y lentas lamidas a su clítoris, erecto y fuera del capuchón. Estrella movía la pelvis acelerando las lamidas. Sus gemidos eran escandalosamente sensuales. Me dijo:
-Me voy a correr, tío.
Apreté mi lengua contra el clítoris. Estrella movió la pelvis con rápidos movimientos. Metí todo el chochito en la boca y mi lengua en su vagina. Al comenzar a correrse, (se le abría y se le cerraba el ojete) mi dedo pulgar se fue enterrando en su culo…
-¡¡¡Me corro!!!
Retorciéndose de placer, y con todo mi dedo gordo dentro de su culo, me la dio. Bebí hasta la última gota.
Se quedó con los ojos cerrados, los pezones de punta y los muslos mojados de su jugo. Era la mujer 10.
Al abrir los ojos, y estando ya echado a su lado, me dijo:
-Sabes cómo satisfacer a una mujer.
-Son muchos años comiendo coños.
-¿Te gustó comer el mío?
– Sí, no había comido nunca uno tan fresco.
-¿Por qué nunca te casaste?
-No me gustó como bailaban las mujeres que conocí.
-Hablando de bailar. ¿Pon música?
-¡¿Qué?!
-Qué pongas una canción en el móvil.
-¡¿Quieres bailar?!
-Muchas fueron las veces que fantaseé con que me follaban y me corría bailando un agarrado.
-¿Alguna canción en particular?
-Nothing compares to you.
Bailamos con mi polla tiesa entre sus piernas (era más alta que yo) y sus duras tetas pegadas a mi cuerpo. Besándonos, noté como los labios de su chochito iba encharcando mi polla. Sus besos eran tan frescos que me iba a correr entre sus piernas como un adolescente en su primera vez. Se me iba a adelantar. Metió la polla con una mano en su estrecho chochito, cerró las piernas y movió su culo de adelante hacia atrás, de atrás hacia adelante, alrededor y frotó su clítoris contra mi vientre, todo rítmicamente, hasta que comenzó a temblar. Me besó con pasión y disfrutó de un orgasmo largo e intenso. Se acabó la canción al mismo tiempo que se acabó de correr ella.
Nos sentamos en el sofá. Estrella, se echó hacia atrás, estiró las piernas, que tenían el interior de sus muslos mojados de jugo, y me dijo:
-Tardas una eternidad en correrte.
-¿No será qué tú eres de orgasmo fácil?
-La verdad es que sí lo soy. Hasta siete en media hora.
-¿Siete, qué?
-Siete orgasmos en media hora.
-¿No habías dicho tres?
-Con Begoña.
-¿Es una buena amante?
-Sí, es como los peces de la canción: Beben y beben y vuelven a beber…, sólo que ella bebe en mi río.
-¿Y con quién te corriste siete veces?
-Con mis dedos.
-Debe ser hermoso ver cómo te masturbas y te corres.
-¿Quieres verme?
-Sí.
-Y yo a ti. Quiero ver cómo sale la leche de tu polla. ¿Nos masturbamos mirando el uno para el otro?
Yo quería volver a clavársela, pero tiempo habría.
-Masturbamos.
Se arrodilló delante de mí. Yo hice lo mismo. Puse la canción de nuevo, canción que cantaba una chica que era casi clavada a Estrella. Dejé el móvil entre los dos y comencé a masturbarme mirando como ella se frotaba el clítoris con tres dedos, como se follaba el coño con dos y como acariciaba sus tetas y sus pezones con la otra mano, mientras me miraba a los ojos y para la polla. A los diez minutos, o así, cuando ya la canción acabara y solo se oían sus gemidos, no pude aguantar más… Un chorro de leche fue a parar a su frente, el segundo le entró en la boca. Gimiendo, se lo trago. Estaba cachondísima. El tercero fue de nuevo a su boca y se lo volvió a tragar. A los pocos segundos, Estrella, comenzó a correrse, se encogió y su boca tropezó con mi polla, la metió dentro y la mamó con una fuerza impresionante.
Con la última mamada y su último gemido, se fue incorporando. Se echó de nuevo a lo largo del sofá. Le pregunté:
-¿Ya habías hecho esto antes?
-Sí, pero con chicas.
Estrella volvió a incorporarse. Pensó que ya no iba a dar más de mí, y quiso hacerme un favor.
-Me voy para cama. Con tres orgasmos ya estoy servida.
-Pensé que íbamos a pasar más tiempo follando.
-¡¿Aguantarás?!
-Tres o cuatro horas más. ¿Has tenido algún orgasmo anal?
-Nunca, y nunca es mucho tiempo.
La noche fue larga.
Se agradecen los comentarios buenos y malos.
Quique.