Parte I
Lunes a las 11 de la mañana fue el entierro de mamá. A mis casi 19 años y una penosa enfermedad de mamá internada cuatro meses en el hospital no me había aún acostumbrado a tener que valerme por mí mismo. Hasta el día de la crisis más aguda de mamá, cuando llamamos a la ambulancia, mientras esperábamos me invitó a cambiarme de camisa diciéndome cuál y qué parte del ropero estaba.
Ese lunes del entierro estaba sin consuelo, no pude hablar con nadie porque solo lloraba. La misa en el tanatorio fue breve con corta homilía, aunque muy sentida, previamente mi padre que había avisado a don Silvio, un cura amigo suyo me llamó para confesarnos y poder comulgar, él lo hizo primero y yo después, pero yo solo lloraba y no podía decir nada. El cura muy amablemente me dijo que diría una lista de pecados y yo dijera con la cabeza sí o no. Así fue, pero a todo dije que sí, porque parecía haber cometido todos los pecados del mundo; alguna vez el cura extrañado de mi respuesta repetía con pregunta como aquella de “¿Has tenido relaciones sexuales con alguna chica?”. Las dos veces incliné la cabeza, porque en esas circunstancias me pareció mejor contestar afirmativamente y que no preguntara con chicos, que eso sí lo había hecho. Solo es cuestión de una letra.
Martes fue un sinvivir de nerviosismo, vino mi tía para recoger toda la ropa de mamá. Ella la quería quemar, pero había ropa muy bonita y le dije que la diera a alguien, previamente, como no pude dormir, y mi padre se fue a dormir a otra habitación, pasé para recoger y guardarme algunas cosas, pantys, brasier, leggins, ligas y sujetadores y dos preciosas pelucas, escogí lo que más me gustaba para mí, porque a veces me apetecí ponerme lencería femenina, además que a mi madre se le habían quedado muchas cosas sin estrenar y prácticamente éramos iguales, ella tenía poco pecho y yo tengo buenas caderas y un culo como el de ella. Me hice con todos los legisladores por estrenar que todavía sigo usando en casa y bajo la ropa. Bueno, en definitiva, gracias a mi tía pasé el martes ocupado con algo que me gusta.
El miércoles vinieron dos amigos, gemelos ellos para llevarme a su casa a comer y entretenerme, así que salí temprano y regresé muy tarde, saludé a mi papá con un beso y él me abrazo y no me soltaba. Me dio un poco de pena y luego miedo, porque me había dicho tantas veces que me parecía del todo a mi madre, que pensé lo peor. Me fui a dormir porque estaba muy cansado.
El jueves en la tarde tuvo lugar el funeral en la Iglesia de la parroquia para que pudieran asistir los amigos de mis padres que no se habían enterado. El cura se portó bien pero largo y tedioso su sermón, pero supongo que sus intenciones eran buenas pero yo aún no estaba para sermones. Hubo algo que me molestó mucho es cuando en el pésame muchas personas le decían a mi padre: “Tú hijo es igual que Amelita” y alguno se atrevió a decirme: “Eres igual que tú madre, pareces que ella está viva”. Acabé del funeral con diarrea, si se muere mi padre antes que yo no le voy a hacer funeral, porque entonces igual me parezco a mi padre.
El sábado en la noche fue el día más amargo. Tras un viernes sin hacer nada y una mañana de sábado tocando el violón, estaba desesperado y no sabía qué hacer. Vino mi padre, preparé para los dos pizza, dos copas y una botella de vino que vacié en el escanciado para tomarla entera. Cenamos, nos zampamos la botella, pasamos a la sala y conversamos mi padre y yo con un vaso de whisky cada uno. Mi padre me dijo que solo le quedaba yo en su vida, que yo era su amor, que yo era su ilusión, que tenía ganas que acabara mi carrera —que acababa de comenzar—, para que nos dedicáramos los dos a sus negocios. Ante tanto cariño me puse a su lado, le di un beso y me besó como siempre en la boca, pera esta vez metió lengua y yo también. Cuando se dio cuenta, se disculpó y yo le dije: “Papá solo nos tenemos uno al otro y, mientras no te busques una mujer, sabes que te entiendo todo”. Mi padre solo hizo un gesto con la mano de poca importancia cuando le hablé de “buscarse una mujer”.
Acabamos el whisky, es decir, la botella y nos fuimos a dormir. Creo que me quité mi ropa y me tumbé sobre la cama dormido u, como es habitual, desnudo. No sé a qué hora me desperté y mi padre estaba tumbado, totalmente desnudo a mi lado. Estaba despierto y mirándome. Lo miré y le dije: “Me parezco a mamá”. Me contesta: “Eres igualito, excepto en esto”, tomando con su mano mis genitales. Yo añadí: “Y en esto”, señalando mis pechos”. Seguimos hablando y mi papá iba tocando mi cuerpo con sus manos, unas veces porque se refería a algo y otras más porque me hablaba del mismo modo que a mamá, la tocaba mucho.
Me levanté, me puse una tanga de lencería transparente de mi madre. Miraba a mi padre y él miraba al techo esperando mi regreso, me calcé unas medias con ligas y me puse un sujetador con relleno. Sobre la cabeza una peluca y me acerqué a mi padre. Se sorprendió gratamente y me llenó de besos por todas partes. Me puse a hacer movimientos eróticos lentos y mi padre se acercó a mí, me besó por todas partes y acariciaba mis artificiales pechos por encima del sujetador, poco a poco lo desarmó y el sujetador cayó al suelo, comenzó a morderme mis tetillas, me daba gran placer y mi polla se erigió hasta salirse del tanga en dirección al ombligo. Mi padre restregó su polla sobre la y ya notaba la humedad del líquido preseminal de mi padre mezclándose con el mío. Empujé a mi padre en plan puta sobre la cama, y levanté la pierna derecha sentando el pie sobre la cama, mi padre entendió que debía quitarme la liga y bajarme la media, iba a hacerlo con las manos y le pedí que trabajara con la boca. Me sacó la liga y se la puso de collar a través de la cabeza. Hice la misma operación con la otra pierna y le costó más, pero lo consiguió. Cuando iba a sacarme el tanga le puse mi pie en la boca y me senté sobre la cama, me chupó cada dedo y luego hizo lo mismo con el otro pie, me eché encima de mi padre y me comí su polla hasta dejarla bien húmeda y preparada. Me tumbé en la cama, levanté los pies y le di mi agujero anal a mi padre, que dijo:
— Lubrico?
— ¡Echa, echa y atraviésame si es que me amas!
Mi padre inició una lenta y cuidadosa penetración y le dije:
— ¡No me seas maricón, puto de mierda y tira p’a dentro de una puta vez!
Mi padre me hizo caso y entró, vaya que sí entró, eché un grito que inició en el culo pasó al estómago y salió como bufido de satanás. Mi padre se quedó quieto, abrí los ojos, le sonreí y le dije cariñosamente:
— Hala, cabronazo, tras la estocada acaba la faena.
E inició un largo mete y saca que vi las estrellas y luego la gloria.
— Eso es follar, lo demás son mariconadas —exclamé agradecido.
Luego ya vino la dejada, que no fue necesario que avisara porque no notaba, me llenó, me llenó a tope y me llegó el momento, los chorros fueron a la ara de mi padre los primeros y el resto lo compartimos, me puse en la boca una dedada y la comí. Mi padre se quedó mirando y con un poco de reparo, probó y le gustó la vida de su hijo. Esa noche dormimos juntos en mi cuarto, los demás días iba yo a la habitación de mi padre para consolarnos, pero ahí busqué los cosméticos de mi madre poco a poco aprendí a presentarme ante mi padre como mi madre, aunque creo que más sexy, porque era más recatada que las monjas ursulinas. Así pasamos cuatro meses a lo largo de los cuales acerté a reconstruir el hombre y él me ayudó a mí. Le he dicho muchas veces que se busque una mujer, pienso que ya lo está haciendo, pero no me ha dicho nada.
Parte II
Conforme iba transcurriendo el tiempo, se iba normalizando nuestra situación en casa. Mi padre me preguntó si algún amigo o amiga o su madre necesitaban trabajo y le indiqué que en el vecindario quizá alguien lo necesitara, pero no quiso que nadie del vecindario entrara en casa, porque lo que quería es servicio doméstico y no deseaba ir de boca en boca. Sugerí a mi padre que hablara con su amigo el cura que oficio el entierro de mi madre porque “ellos siempre saben de personas que necesitan trabajo y son de fiar”. Le pareció bien y en una semana se nos presentó una señora simpática, aseada y sabia en lo suyo. Comenzamos a comer más veces en casa y mejor. Se dedicó a hacer las compras, la limpieza y la cocina, era media mamá lo que teníamos, empecé a tomarle cariño. Si le avisaba podía traer algún amigo a casa, se esmeraba y no se quejó nunca, así en María Teresa, humilde, sencilla y servicial.
Hoy mi padre está casado, la mujer de mi padre está muy contenta con María Teresa y así puede seguir con su tienda de moda “fashion for life”. Me he hecho cariñoso con Laura, así se llama la mujer de mi padre. Mi silogismo es el siguiente: mi padre necesita una mujer para ser feliz, si mi padre es feliz, yo seré feliz, luego mi padre ha hecho bien en volverse a casar”, eso me obliga a hacer feliz a Laura. Aunque me dirijo a ella como Laura y no como mamá, que a mi edad sería ridículo, la trato y considero como la señora de la casa, para mí no es una intrusa como algunos me insinúan, sino una muy buena amiga, pues sólo tiene ocho años más que yo, ¡cuántas cosas me ha preguntado que podría hacer para complacer a mi padre! entre Laura y María Teresa, mi padre y yo somos muy felices y nos encontramos muy bien.
Ahora es el tiempo de arreglarme yo, eso pensé cuando mi padre y Laura me anunciaron el casamiento. La boda se iba a realizar en una pequeña capilla de un lugar no muy lejano de Madrid, ejercería el cura amigo de mi padre, don Silvio, y yo iba a ser el padrino, junto con una hermana de Laura. Como padrino e hijo del novio tenía muchos privilegios, uno de esos es que podía invitar a algunos amigos si quería, invité a mi amigo especial, Jesús Manuel, a quien presenté como mi mejor amigo. Mi padre imaginó algo más, pero no dijo nada. Aunque todavía no habíamos hablado de mi orientación sexual, le había dado a entender descaradamente todo. Pero cuando le dije que vendría Jesús Manuel le dije:
— Ya hablaremos más adelante y quisiera hacerlo a la vez con Laura.
— Pero no le dirás nada de lo que hicimos nosotros…
— Eso fue una etapa de nuestra vida, era el modo de ir haciendo desaparecer el dolor que teníamos y nos ayudó a superarnos, de una manera estaba presente, pero era tu hijo y para mí eras mi padre que necesitaba una mujer; no estoy arrepentido, tal como te veía llegué a pensar en que te suicidabas…
— ¿Te creerás que yo pensaba lo mismo de ti?
— Fue un momento difícil para los dos, yo te quiero, papá, pero no pensaba quedarme contigo, solo quería entretenerte y animarte a buscar mujer: lo hemos conseguido, ahora me toca a mí con mi amigo, un día os lo traigo y hablamos, lo escucharás y sé que te gustará mi elección.
— ¿Qué pensará Laura?
— Laura es inteligente y buena chica, ella se ha casado contigo no conmigo y somos buenos amigos, estoy seguro que Laura y tú llegaréis a ser buenos amigos suyos también.
— Dime cómo es, qué ves en él, qué le ilusiona.
— Te aseguro que cuando hables con él verás todo eso y más; te encandilarás con él y entonces te darás cuenta que no tienes un hijo solo sino dos, y serás feliz.
La fiesta de matrimonio de mi padre con Laura fue bonita por discreta, éramos poca gente. Los padres y hermanos de Laura, su hermana Lucía fue la madrina porque le hacía ilusión, gracias a ello yo fui el padrino, de lo contrario hubiese sido mi tía, que estuvo en la boda. Estuvieron unos tíos de Laura, hermanos de su padre y una hermana de su madre, mis dos tías con sus esposos y la tía viuda de toda la vida. No hubo primos míos, los hermanos de la novia invitaron algunos amigos para que la boda fuese alegre y yo invité a Jesús Manuel. Yo presentaba a Jesús Manuel como mi mejor amigo, pero cuando le preguntaban a él, decía que era “el amigo de Julio”, decía verdad porque los demás no eran amigos sino conocidos. Lo que quedaba claro es que el asunto mío con él era mi secreto, no el suyo, no es que lo pregonaba, pero no mentía, no sabe mentir. A la hora del vals, yo tenía que sacar a la novia y su hermana Lucía sacaba a mi padre, es decir, que bailamos cruzados los padrinos con los novios, y antes del vals del emperador, entregamos a los novios y yo bailé con la madrina, junto con los novios, luego bailaron los novios y a continuación nos pedíamos bailes. Los hermanos de la novia tentaron a Jesús Manuel para que me incitara a un baile, pero no cayó en la trampa; pero Carlota, una de las hermanas de Laura me sacó a bailar y cuando estábamos en pista me colocó ante Jesús Manuel y todos corearon que bailáramos. Lo hicimos, bailamos vals clásico y lo hicimos muy elegante, porque ambos sabemos bailar vals y tango. Cuando acabó la canción arrancaron en un aplauso tremendo. Yo estaba avergonzado, pero Jesús Manuel me besó en la boca y extendió la lengua, ni pude ni supe parar aquello y no sabía dónde esconderme, me senté junto a mi padre como buscando refugio y él me pasó la mano por los hombros y me acercó a su cara y me dio un beso en la boca con lengua. Se levantó Laura, vino a mi sitio, me quiso besar y tuve que ponerme de pie y me dio un beso en la boca y extendió la lengua invitándome a proseguir, fue el beso más largo y todos aplaudieron. Toda mi vida estaré agradecido a Laura por su naturalidad y por aumentarla. Ahora la quiero como mi mejor amiga y cuando tengo algún problema entre mi padre, Laura y Jesús Manuel lo disuelven.
El asunto fue que presenté a Jesús Manuel para conversar con mi padre y con Laura, no tardé mucho tiempo, un par de semanas después del beso, porque declaradas las cosas hay que formalizar el asunto. La verdad es que, cuando se fue José Manuel, mi padre y Laura me dijeron que era un chico agradable, inteligente, respetuoso, sincero y fiel. Eso me satisfizo y después de ir a mi habitación y desnudarme hice un videochat con José Manuel, le conté la impresión recibida por Laura y por mi padre y él se desnudó, nos pajeamos por videochat y nos despedimos hasta el día siguiente. Yo me fui a dormir y me dormí feliz.
Al día siguiente nos encontramos JoséManuel y yo para decidir el día en nos presentaríamos como novios, es decir, nuestro compromiso, porque no pensábamos hacer boda, entonces había que quedar con los familiares y amigos, así aun a riesgo de que hubiera alguien que no le pareciera bien lo nuestro. Lo acordamos para la primavera entrante, así dejaríamos pasar la Navidad. El problema es que no disponíamos de suficiente dinero para hacer vida juntos, ya que éramos estudiantes. Cuando hablé estos asuntos con mi padre, solo me dijo:
— Voy a pensarlo y ya te diré.
Pasaron unas dos semanas y un día que estábamos los cuatro en casa cenando, mi padre dice:
— ¿De verdad deseáis formalizar lo vuestro en la primavera?
— En espesamos, dijo Jesús Manuel, pero…
— Laura y yo hemos pensado —decía mi padre abrazado al cuello de Laura— regalaros la vivienda y mientras seáis estudiantes todas las demás necesidades materiales.
No sabíamos que decir, fue mi padre quien explicó cómo seque se vendía una casa vecina en nuestra urbanización y que él lata visto, tiene piscina y le hizo ilusión que fuera nuestra, que al día siguiente podríamos ir a verla para que él formalizara la compra de nuestro regalo.
Laura tomó la iniciativa y nos dijo:
— Durante el mes de julio tu padre y yo hemos pensado hacer un viaje y dar vacaciones a las cuatro personas de la tienda, pero os necesitaríamos a los dos en la tienda, por supuesto que vais a cobrar vuestros honorarios legalmente, peores que si nos vamos no quiero dejar la tienda con los empleados, por eso tomarán todos las vacaciones, pero una semana antes podéis ver qué se hace allí, aprender y haceros cargo de la tienda todo el mes, si os parece…
Nos miramos uno al otro sin tiempo de pensar más y dijimos que sí de inmediato y añadí:
— Lo haríamos incluso sin cobrar.
— Pero es mejor cobrar e iros de viaje en agosto —dijo Laura—, porque tenéis que hacer un viaje de luna de miel, ¿no?
Nos volvimos a mirarnos y nos pareció una idea interesantísima.
Al día siguiente estuvimos viendo la casa, vimos cómo estaba, lo que había que reformar y mi padre se hizo cargo de todo. Como todas las casas eran unifamiliares cada una tenía un nombre y nosotros encargamos dos letreros en madera con las letras grabadas a fuego; en uno decía “Villa Laura” y en el otro “Laura House”. Mi padre escogió los dos, Laura eligió para nosotros en inglés, y mi padre cambió “La Magdalena”, que es como se llamaba la nuestra, por “Villa Laura”. Laura, modesta como era, dijo que era demasiado dos casas dedicados a ella y le dije:
— Eres la única mujer que tenemos ahora en nuestra familia, estamos cobijados o amparados en ti, es nuestro modo de que sientas cuánto te queremos.
Laura se puso a llorar de la emoción, mi padre la abrazó y noté y supe cuánto de verdad la amaba. Me abracé a Jesús Manuel y nos besamos, esta vez voluntariamente del todo, sin atropellos delante de mi padre y de Laura, ellos se besaron también.
Al poco tiempo, comenzaron las obras de habilitación de la casa, mi padre me pidió que en mis horas libres me pasara por allí para que de alguna manera vieran los albañiles que no estábamos ausentes y no se prolongaran las obras indefinidamente. Jesús Manuel se apuntó con sus horas libres y casi conseguimos que uno o el otro estuviéramos cubriendo todo el día. Fue cuando Jesús Manuel venía más por mi casa y también ayudó a arreglar el jardín a gusto de Laura. Me complació que se llevara bien con la mujer de mi padre.
Por fin las obras acabaron y todo estaba preparado, habíamos cenado en casa con Laura y con mi padre y decidimos los dos ir a pasar la noche en “Laura House”. Fue la primera vez en que dormimos juntos, la primera vez en que deliberadamente estuvimos desnudos uno frente al otro, nos examinamos y nos tocamos, entramos en deseo y la pasión nos pudo. Y quisimos follar, yo deseaba ser poseído por Jesús Manuel, de modo que se lo pedí. No teníamos ni lubricante ni preservativos, la saliva y la voluntad hicieron el resto. No me metí en la cama, dejé que me abrazara y Jesús Manuel con toda su fuerza me levantó, me arrimó a una pared y me penetro. Dolió, me gustó, lo probé, lo saboreé, lo degusté, lo caté, me agradó, me complugo, me deleitó, me satisfizo, me interesó, me cautivó, me privó, me quedé anhelando, lo deseé, me apeteció, lo ambicioné y, lo que es más importante, mi pirró, en efecto, me quedé pirrado por Jesús Manuel.
Lo bueno para mí fueron las tornas, de gusto y placer me caí al suelo todo extendido y con una erección de espanto. Jesús Manuel, antes de que yo acabara conmigo mismo, se sentó mirándome con si pícara sonrisa a la cara y se metió mi polla en su culo hasta descansar sobre mi pubis. Luego comenzó a moverse en círculos y luego en vertical metiendo profundamente y sacando mi polla a medias de su culo hasta que me corrí. Ni tuve tiempo de avisar. De ahí a la ducha y de la ducha a la cama. Dormimos muy abrazados y confirmamos que éramos el uno para el otro.
Al día siguiente contamos a mi padre lo que nos había pasado y nos dijo:
— De una u otra manera casi todos hemos hecho una de las nuestras antes de comprometernos, es como probar si funcionará, pero no os olvidéis de los lubricantes. Haceos vuestros análisis si es que pensáis que no vais a usar profilácticos.
Nos dio un nombre y dirección, era un médico amigo suyo. Hoy sabemos que no necesitamos condones para nuestras relaciones íntimas y no estamos necesitando a nadie más en nuestra vida íntima. Sabemos complacernos del todo y somos felices. Nuestra unión ha sido motivo de alegría para muchos y un escándalo asqueroso para unos pocos. No vinieron a nuestra celebración. Solo es un problema de ellos que no nos atañe.