Recuerdo aquel 13 de diciembre de 2013, fiesta de cumpleaños de un amigo, sin muchos deseos de ir pero terminó siendo una buena noche.
Recuerdo que comenzamos la fiesta con cóctel de bienvenida, pasada la noche comenzamos a beber algo más fuerte y entramos en ánimos en la fiesta que se prolongó hasta las 3am.
Me sentí algo ebria y no me sentía segura de ir a casa sola, así que mi amiga Manuela debió tomar mi teléfono y llamar a aquel ex que seguía siendo una sombra en mi vida. Coincidentemente él también estaba en una reunión con amigos cerca al lugar donde yo me encontraba.
Y si, pasadas las 3am llegó por mí al lugar, con el claro propósito de llevarme a casa, pero a casa de él no a la mía.
—Quiero que me lleves, a mí casa —le dije.
—A dónde quieras —me respondió.
Yo vestía de blanco, estaba radiante según él que parecía estar maravillado de verme a esa hora y ebria. Sabía que era débil porque el sexo siempre nos deleitaba.
En efecto, llegamos a su apartamento, me quité los tacones en el ascensor para no perder el equilibrio, ya en su casa estaba a merced de aquel hombre que llevaba presente en mi vida 11 años.
Comenzó a besarme, a despojarme poco a poco de la ropa, me tendió en su cama y comenzó a besar mi cuerpo, a hacerme disfrutar con el sexo oral que él mismo me enseñó a practicar. Recuerdo vagamente que me hacía el amor y se deleitaba penetrándome, lo que no recuerdo es que llegó dentro de mí, de eso me enteré recientemente, me quedé dormida y desperté horas después desnuda a su lado, entre sus sábanas, y obviamente comenzamos el día haciendo el amor de nuevo ya un poco más lúcida.
No sé cuántas veces en tantos años de atracción y cercanía tuvimos sexo, pero esa, sin duda, fue una de las mejores noches juntos.