Después de estudiar toda la mañana y parte de la tarde sentía el cuerpo sin vida, descolorido y tenso. Necesitaba calor y lo único que me lo podía ofrecer por el momento, era un buen baño.
Mientras la bañera se llenaba, eché un poco de esencia de lilas al agua, encendí unas velas y las repartí por el baño.
Fue meter la pierna, notar el calor abrasante e inmediatamente mi cuerpo se empezó a relajar. ¡Dios! Realmente quemaba. Pero mi cuerpo se adaptaría enseguida.
Me tumbé, apoyé la cabeza y lentamente me fui escurriendo al fondo de la bañera hasta introducir por completo la cabeza. Me quedé ahí por unos segundos intentado liberar la mente y aunque el calor del agua era relajante, no terminaba de quitarme el estrés. Saqué la cabeza y aún con los ojos cerrados dejé vagar la mente.
Sin proponérmelo, acudió a mi mente él. Metro ochenta de puro musculo, cabello negro, piel tostada, ojos brillantes y una cara que engaña. Pues aunque parezca dulce, le gusta duro.
Me entró un escalofrío. Recordé el día que habíamos pasado de compras. ¡Uf! ¡Vaya día! Lo que parecía que iba a ser una tarde de lo más tranquila se convirtió en algo que jamás olvidaré. Paseamos por varias tiendas pero nada nos terminaba de llamar la atención. Apenas llevábamos un par de bolsas cada uno. Vi en un escaparate un conjunto de ropa interior que me llamó bastante la atención y pasamos a mirar.
Él no paraba de mirar la lencería cuidadosamente. Observando cada detalle de cada prenda. Yo por el contrario estaba hablando con la dependienta sobre el conjunto que había visto cuando al poco rato su mano pasó por mi cintura y me mostró un par de conjuntos.
– Pruébatelos.
Lo dijo de una forma tan firme y autoritaria que parecía una orden. Pero sólo hacía falta fijarse en cómo se elevaba la comisura de su labio superior para entender qué era lo que realmente quería.
Mi cuerpo empezó a entrar aún más en calor y mi mano, sigilosa e impaciente fue bajando hasta el centro de mi placer. Me abrí un poco y la dejé hacer.
Me fui hacia el probador y él me siguió.
Esperó paciente a que me probara el primero. Era un poco soso para mi gusto pero en cuanto salí para que me viera él pareció maravillado. Me di una vuelta para él y por su sonrisa, estaba claro que le gustaba lo que veía. Me acerqué a él y le besé. Fue un beso abierto a varias opciones que él podía tomar o dejar. Y por ahora, parecía dejarlo pasar así que me metí de nuevo al probador y me puse el segundo. Éste, era otra cosa. Me pareció más sexy aunque su corte fuera más clásico. Era verde botella y su tejido, de raso era tan suave que el vello se puso de punta al ponérmelo.
Salí y le mostré cómo me quedaba aquella maravilla. Parecía que él opinaba lo mismo que yo sobre este conjunto. O al menos, eso decía su cara. De nuevo, me acerqué a él, le besé con pasión pero él no pareció inmutarse demasiado. Así que, un poco decepcionada por no conseguir lo que esperaba, volví al probador.
Me volví a mirar en el espejo durante 30 segundos aproximadamente. No entendía por qué el conjunto no había hecho su magia. Lo veía perfecto. Y mientras seguía cavilando sobre el asunto, una mano se deslizó hasta mi espalda y me la acarició lentamente.
Terminó de meterse en el probador conmigo y posó sus manos en mis caderas desnudas. Acercó su boca a mi oído y susurró:
– Estás realmente sexy. No he podido aguantar la tentación. Pero estabas tardando mucho en salir y… – exhaló en mi oído mientras su mano derecha se acercaba a mi lugar secreto. Yo no apartaba la mirada del espejo y veía cada movimiento que realizaba.- Quiero follarte ahora.
Tras esa última frase. Se pegó más a mí y noté cada músculo de su cuerpo contra el mío. No pude más que estremecerme. Su mano derecha se coló por debajo de mis braguitas de raso. Con su mano izquierda sujetaba mi barbilla con fuerza mientras nos besábamos apasionadamente y rápidamente consiguió su objetivo. En un momento, estaba húmeda y hambrienta.
Sin demora, se desabrochó el pantalón, se bajó los pantalones y los calzoncillos a la vez y en suspiro me encontraba sin bragas y con el cuerpo inclinado hacia delante. Al segundo me embistió con tal arrebato que no pude contener el gemido por la sorpresa y el placer. Sus embestidas eran rápidas, fuertes y rítmicas. No cesaba. Tuve que apoyar mis manos en el espejo para tener un poco más de equilibrio.
Era realmente excitante. La idea de estar, en un lugar público, en un probador, delante de un espejo mirando cómo me follaba, viendo su cara de placer era más de lo que podía aguantar, así me fui. Me corrí. Pero él no, aún seguía. Pero por sus embestidas quedaba claro que no le quedaba mucho. Esto era un polvo rápido.
Así que aceleró, aceleró hasta que una última embestida lo dejó quieto, sudando y exhausto. Salió de mí, se subió los calzoncillos y los pantalones y salió de ahí no sin antes decirme:
– Llévate el verde. Lo quiero ver con más calma.
Recuerdo tener que sentarme un momento antes de salir del probador porque cada vez que me miraba en el espejo me daba la sensación de que mi cara delataba lo que acababa de pasar. Era la primera vez que me lo montaba en un lugar público y esperaba que no fuera la última.
Yo también quería ver el conjunto con más calma.
Salimos de la tienda dados de la mano y con una mirada cómplice.
Y yo ahora en mi bañera al recordarlo no había podido evitar tocarme. Había sido una de las experiencias más excitantes de mi vida. Mi respiración se aceleró, mi estómago se contrajo y finalmente me corrí.
No veía el momento de volver a verle e ir de nuevo a mirar ropa interior.