Patricia tamborileaba nerviosamente sus dedos en la superficie del rústico escritorio donde solía dejar su portátil cuando se hallaba en casa. Sus largas uñas, pulcramente pintadas, golpeaban rítmicamente la madera del viejo mueble mientras leía por quinta vez el correo que había recibido esa mañana de parte de alguien que se hacía llamar DarkMaster69. Menudo nombre tan mas ridículo. En circunstancias normales lo habría ignorado y puesto punto final a aquella broma de mal gusto. En circunstancias normales. Este correo no era producto de una circunstancia normal. Este correo tenía una imagen de una guapa mujer de mediana edad, cabello castaño y labios carnosos devorando un enorme miembro viril. Esa mujer era ella. Sin lugar a dudas. Lo sabía porque había estado allí en esa escena y había gozado cada centímetro de aquella carne caliente entrando y saliendo de su boca. La misma que posteriormente le había arrancado al menos un par de orgasmos escandalosos mientras la penetraba por su vagina en un metesaca delirante. Aunque la fotografía no lo alcanzaba a mostrar, había habido alguien mas en aquel insólito acto sexual; Giancarlo, si mal no recordaba, era uno y Roco a quien le comía el pene en esa foto. Lo que no entendía era como habia sido retratada en aquella escena endiabladamente sexual; eran sólo los tres y no recordaba haber llamado a una agencia de fotografia para ese momento. Alcanzaba a apreciar el contorno de la ventana de su departamento en Nueva York. Definitivamente alguien se había subido al sótano del edificio contiguo y se había dado un festín con ese trío improvisado.
Esa foto le daba sentido al contenido del correo que el Señor Masterdame-por-el-culo le había escrito. Estaba siendo chantajeada vilmente. Desconocía los motivos por los que aquel tipo se había tomado la molestia de volar hasta el otro lado del mundo para tomar esa foto comprometedora pero le llenaba de espanto la determinación de ese chiflado. Seguramente no dudaría en perjudicarla en su relación tambaleante en su matrimonio y al parecer tenía evidencia contundente para poder hacerlo, y tenía además la dirección de correo de su marido… joder… Qué lío.
Era apenas el segundo día de regreso a casa tras su último viaje, su esposo Ricardo se hallaba en el trabajo y su única hija, Cristina, en el Cole. Estaba sola en casa así que nerviosamente se despojó de su bata de baño para quedar gloriosamente desnuda frente al portátil.
Podía decirse que tenía un cuerpo de infarto. Aun cuando ya no era una jovencita, sus carnes eran turgentes y curvilíneas. Sus pechos se elevaban agitados, desafiando a la gravedad y su vientre plano terminaba en una ligera mata de vellos recortada en forma de triángulo del cual se asomaba curioso el pliegue de sus abultados labios vaginales. Se sabía hermosa y deseada y esa noción era parte del motivo por el cual se comportaba como una verdadera puta ese último par de años. Vivía en un constante estado de excitación que las esporádicas relaciones con Ricardo no lograban calmar.
Abrió por quinta vez el correo en su portátil y lo leyó de nuevo
Hola Patricia, ¿o debería más bien decir putricia? Este correo es para pedirte que me agregues como tu contacto en Messenger, me encontrarás como DarkMaster69. Quiero platicar contigo para que me convenzas de no mandar ésta y otras fotos que se encuentran en mi poder de tus aventurillas lejos de casa. El cómo llegaron a mi poder esas fotos es irrelevante. Lo importante para tí es que tienes hasta las 12 del mediodía del martes para aceptarme como tu contacto o tendré que enviar estas fotos a tu marido. ¿Se llama Ricardo verdad?
Me puedes confirmar si su correo es [email protected]?
Besitos en tu boquita mamadora. Espero que te hayas quitado la leche que te echó ese semental que te estabas devorando? Qué se siente ser tan puta? Espero que nuestra relación esté llena de aventuras que te van a excitar a tope. El pendejo de tu marido no tiene idea del pedazo de hembra que está desperdiciando.
Cuando te esté metiendo mi verga y gimas pidiendo más me lo vas a agradecer.
Por lo pronto agrégame que tenemos cositas qué platicar
Dark Master
Hasta ahí terminaba el texto del correo y después aparecía la foto comprometedora. Faltaban quince minutos para las doce y aún no sabía si haría lo que el tipo le estaba pidiendo / ordenando.
Un par de cosas eran ciertas, la foto era real, el correo electrónico de Ricardo era real también. Esa rara costumbre que tenía de cambiar su correo electrónico cada cumpleaños cambiando el número para que coincidiera con los años cumplidos. Aquello era una locura se sentía confundida, asustada, sorprendida y…
Caliente.
Sintió un golpe de excitación y la sensación de humedad en su entrepierna, no era por el agua del baño que acababa de tomar. Sin que ella lo quisiera, le había excitado la velada amenaza de que la iba a coger. Estaba zafada, no podía seguirle la corriente a un tipo que podría ser algún pervertido sexual, un asesino en serie, quizá. Era una locura, claro que si.
5 para las doce. Tenía sólo un momento para decidirse apenas. Frotó su entrepierna hinchada como pidiéndole consejo para tomar una decisión y su coñito le dio la única solución que le interesaba.
Su dedo toco ligeramente su clítoris y sintió como si de el surgiera una corriente eléctrica que atravesó su cuerpo, como si fuera el dedo de un hechicero haciendo magia.
“Acéptalo” decía su coñito. “ignóralo” decía su buen juicio desde el cuartito olvidado de los huéspedes indeseados en su cerebro.
Como una autómata, acceso a su cuenta de Messenger y tecleó DarkMaster69, una vez que encontró al usuario, le envió solicitud de amistad. El avatar era una foto de un tipo cubierto con un casco que bien podría haber sido Darth Vader pero no podía saber a ciencia cierta.
Sobresaltada, escuchó un ruido en su portátil, y apareció un mensaje en la pantalla
DarkMaster69 ha aceptado su solicitud de amistad.
“Guau, eso fue rápido” pensó para sí misma.
– Hola Patricia
– Hola…
– Puedes llamarme Dark o Master como prefieras
– ¿Y si te llamo hijo de puta?
– Si así lo prefieres pero ese nombre está muy largo y te vas a cansar de escribirlo o de gritarlo cuando te esté metiendo mi verga y te tenga a gatas en una sucia habitación de un motel de mierda
– ¿Qué es lo que quieres de mí? Estás enfermo.
– No lo estoy, Patricia. Créeme, no lo estoy para nada.
– ¿Qué es lo que quieres?
– Primero que nada que prendas tu cámara para que tengamos un video chat.
– Estás loco, no lo voy a hacer.
– Por qué?
– Por muchos motivos, no te conozco, estoy desnuda, sola en casa
– Estás desnuda? Seguramente estás excitada mientras tenemos esta conversación
– Para nada
– Muéstrate y yo te digo si te ves excitada o no.
– No lo haré. Estás loco.
– Está bien. Tú decides. No tenía la certeza de que fueras lo suficientemente valiente para intentar cosas nuevas y excitantes
– ¿Qué quieres decir con eso?
– Olvídalo. Fue un placer, Patricia. Tengo que decidir cuáles fotos le voy a mandar a Ricardo. Te parece bien esta?
Inmediatamente apareció una nueva foto con ella, Giancarlo y Roco enfrascados en un trío donde ella le chupaba con deleite la polla a uno de ellos mientras el otro, posiblemente Roco, le estaba dando de lo lindo por detrás.
– ¿De dónde has sacado esa foto?
– Eso no tiene importancia, lo que me gustaría saber es qué era lo que sentías mientras te cogían y te comías ese pedazo de verga.
– Eso no te concierne a ti.
– Tal vez le concierna a Ricardo. Tal vez y hasta te ofrezca participar en la orgía
– ¿por última vez qué es lo que quieres?
– Mandar las fotos a Ricardo.
– Por favor no lo hagas. No sabes el daño que provocarías
– No me dejas otra opción. Es fotos a Ricardo o video a Dark Master.
– Eres un cabrón.
– Me han dicho peores cosas, pero se nos está acabando el tiempo así que decide ahora.
Patricia tomó el ratón y apretó el botón de video llamada el cual inmediatamente fue aceptado. Frente a ella apareció solamente una pantalla gris con el nombre de ambos.
– No se ve nada. Escribió Patricia.
– Así quiero que sea por ahora, Yo te veo perfectamente. Qué ricas se ven esas tetas, y tienes los pezones en pie de guerra, sabía que estabas excitada
– No lo estoy, es solo que hace frío acá
– Muy bien, párate para que te vea de cuerpo completo,
– Oye, no soy tu perra
– Ahora si lo eres, putita. Acostúmbrate y hazme caso ya. Me estoy cansando de tus pendejadas
– Oye, así no me vas a tratar
– Te voy a tratar como yo quiera, perrita. Está claro? Párate ahora o cierro la puta conversación y no vuelves a saber de mí nunca más.
– Estas contento ahora? Gritó Parándose frente a la cámara de su portátil mostrando todo su cuerpo al desconocido. Sus líneas turgentes, su chochito abultado y ¿excitado? Sus senos parados y erguidos con los pezones endurecidos. A sus 40 años era muy bella y deseable aún.
– Asi está perfecto. – Dijo DarkMaster69 dejando escuchar su voz a través de la bocina del portátil. Era una voz distorsionada aunque ligeramente familiar, tal vez como si estuviera hablando a través de un pañuelo o algo así.
– Hasta cuando me vas a dejar en paz? – Dijo Patricia
– Hasta que me dé la gana, hasta que se me hinchen los huevos y se pongan púrpura, pinche puta? Te parece suficiente o quieres más?
– No. – Dijo apagadamente.
– Acaricia tus tetas con tus dedos, pellizca tus pezones con ellos.
– Pero…
– Anda! No te lo voy a repetir mas
Obedientemente esta vez, Patricia empezó a tocar sus senos torpemente al inicio, dejando que sus manos vagaran libres, tocando sus pezones. Aunque no lo quisiera admitir, cada vez que los tocaba sentía un estremecimiento que le recorría el cuerpo. Apretaba sus dientes para que no se escapara algún gemido que diera cuenta de su excitación.
– Cierra los ojos e imagina que son mis manos las que te acarician. – Dijo Darkmarster69
Ya sin ánimos de discutir, Patricia hizo lo que le ordenaba la voz y cerró los ojos. Siguió con la cadencia natural de las manos con los ojos cerrados
– Baja tu mano lentamente por tu vientre. Imagina que es mi mano la que te toca, la que te acaricia. Déjate llevar, sólo somos tú y yo.
La mano de Patricia bajó lentamente como se lo ordenaban. Sintió la textura y la tibieza de la piel de su vientre y, sin que mediara palabra alguna, siguió viajando hasta su bajo vientre, recorriendo la senda de su pubis recortado, y el delicado pliegue de sus labios vaginales. Sintió la humedad alojada ahí y se sorprendió del grado de excitación que sentía y cómo su cuerpo estaba reaccionando a ese estímulo. Arqueando levemente su cuerpo, dejó que un dedo resbalara delicadamente por el interior de su vagina, luego no fue suficiente y fueron dos hasta que sintió la presión suficiente para continuar con ese maravilloso estado de excitación. Con un rictus de satisfacción en su rostro, siguió recorriendo con sus dedos su mojado interior en un delicioso vaivén, de pronto, ya no existió miedo, ni sorpresa, ni inquietud alguna sino un deseo puramente animal de sacar esas ganas, ese orgasmo en ciernes que hacía ebullición desde el fondo de sus entrañas.
– Siente mis dedos recorrerte. – Escucho decir a Dark desde muy lejos, su voz ronca y distorsionada, la autoridad que emanaba de ella, le hizo calentarse más aún, deseaba complacerlo, devolverle el favor por ese momento erótico, en ese momento no importaba que fuera un hijo de puta que la estaba chantajeando.
– Ayy, que rico. – Se escuchó a si misma decir, como si la puta que llevaba dentro hubiera tomado el control. Hacía unos momentos, luchaba por ocultar sus emociones y ahora era una loba en celo.
– Acaricia tu clítoris con tus dedos, así. Uff qué buena estás puta.
– Mhhmhg. Si, soy tu puta. Cógeme cabrón, méteme la verga rico.
– Aún no, putita pero vas a hacer algo por mí que te va a encantar, sigue tocándote. No te vengas hasta que yo lo diga…
– Ah, estoy ardiendo, casi a punto de…
– Detente. No te vengas aún te dije, debes obedecerme.
– Está bien. – Dijo Patricia deteniendo el movimiento de sus dedos contra toda su voluntad. Jadeando quedamente, se quedó expectante de las indicaciones de su pretendido domador o lo que fuera.
– ¿Tienes algún problema doméstico que necesite repararse?
– ¿Cómo? – Contestó Patricia desconcertada. No sabía a qué iba todo aquello.
– Alguna fuga de gas o de agua, una lavadora ruidos…
– La llave del fregadero está goteando desde hace días, le dije a Ricardo que…
– ¿Tienes a un plomero de confianza?
– Si, Don Pedro es el que siempre nos ayuda.
– Llámalo. Tienes que lograr que te coja cuando venga
– ¿Qué? ¿Estás loco? Es un viejito de unos 60 años, es muy respetuoso y no creo siquiera que tenga vigor para… ya sabes
– ¿Crees que no se la va a parar?
– Pues… si, eso creo. Es absurdo esto que me estás pidiendo…
– Déjame lo absurdo a mí y tú haz lo que te digo.
– Está bien. Lo haré. – Dijo Patricia a regañadientes.
Tres horas después, se hallaba Patricia en su casa, sola todavía. Cristina le había llamado para avisarle que pasaría la tarde en casa de su amiga Pamela haciendo un proyecto de la escuela. Sonaba a un pretexto barato de parte de su hija para irse a pasar el rato con su amiga pero por el momento era ideal para el plan o lo que hubiera sido de DarkMaster. Llevaba puesto un ligero vestido rojo que le llevaba arriba de la rodilla, lo suficientemente corto para mostrar sus lindas piernas torneadas y macizas. Sus senos quedaban un poco expuestos por el escote de la prenda, y cualquier caballero se daría cuenta que ese par de tetas duras y grandes estaban hechas para grandes cosas y no precisamente para amamantar.
En la cocina, debajo del lavabo se hallaba Don Pedro trabajando afanosamente para desmontar la pieza defectuosa que tenía la fuga de agua.
Era un hombre rudimentario, ya con los años encima. Nada extraordinario, con una barriga prominente aunque no necesariamente se podría decir que estaba gordo. Tal vez en sus años mozos tendría un poco de atractivo, lo suficiente para conseguir mujer y casarse como lo evidenciaba el anillo que portaba en el dedo anular de la mano izquierda. Era callado y se limitaba a conversar lo suficiente en torno al problema de la tubería. Patricia jamás lo hubiera considerado como material sexual propiamente, pero…
En la esquina de la cocineta, apuntando hacia la mesa junto al lavabo se hallaba discretamente colocada la portátil de Patricia con su ojo electrónico listo para lo que pudiera suceder ahí. Detrás de él, en su propia computadora, se hallaba DarkMaster viendo lo que acontecía en ese momento, con su micrófono enmudecido.
Patricia tomó su teléfono celular y se posicionó justo fuera de la cocina, en un lugar estratégicamente cerca del plomero para que pudiera escuchar la falsa conversación si quisiera.
– Hola amiga. ¿Cómo has estado? – Dijo Patricia, contestando la supuesta llamada. – Me imagino que has de estar gozando de lo lindo, con ese semental que te llevaste a tu “viaje de negocios”. Quien como tú.
Pausa
– ¿Yo? Aquí aburriéndome de lo lindo en la casa. Mi marido va a llegar hasta dentro de 5 horas y me muero del aburrimiento. Mi hija se fue a casa de su amiga Pamela y llega hasta tarde también. Ya revisé las noticias, los mensajes y correos y hasta me animé a entrar a una de esas páginas pornográficas, jijijiji.
Pausa
– ¿Si verdad? ¿De dónde sacan esas pollas enormes? Se me hace agua la boca sólo de verlas y acá ni siquiera un consolador…
Pausa
– No, no estoy sola, está el plomero ayudándome con una fuga.
Pausa
– No, ¿Cómo crees?
Patricia volteó de reojo y notó que el plomero había dejado de trabajar en la llave para prestar atención a aquella conversación.
– Es un señor muy respetuoso. No inventes. Dime cuantas cogidas llevas entre ayer y hoy y con… ¿Rodrigo dijiste que se llamaba?
Pausa
– Guau, me pregunto de donde le ha de salir tanta energía para mantenerte contenta.
Pausa
– Ya quisiera yo… mira que me están dando ganas de…
Pausa
– No, iba a decir de robarte a Rodrigo o Renato o como se llame para que me arregle mis tuberías tapadas.
Pausa
– No, deja a Don Pedro en paz. Es mas, yo creo que ya ni siquiera se le ha de parar.
Nuevamente Patricia notó que Don Pedro seguía atento aquella conversación. Los dados estaban echados y no sabía a dónde los llevaría todo aquello. Tal vez a ningún lado pero seguía caliente como una perra en celo y ni siquiera se había podido satisfacer sola como hubiera querido.
– No, no lo he comprobado ni le he mirado el paquete, solo asumo que ya no ha de tener energía para, ya sabes…
Pausa
– Si, para eso, para coger. ¿Contenta?
Pausa
– No, no pienso averiguarlo. Es un señor inofensivo, deja de decir pavadas…
De pronto, Patricia sintió la presión de un dedo en su hombro. Volteo y vio a Don Pedro que la miraba con una mezcla de enojo y excitación.
– Señito, solo le quiero informar que está usted equivocada respecto a mi vigor…
Al decir esto volteó para mostrarle su entrepierna. El anciano se había abierto el pantalón y había bajado su ropa interior para mostrarle un pene grueso y erguido, resguardado por una gruesa mata de vellos que seguían el camino de su barriga abultada.
– Don Pedro, ¿Qué está usted pensando? Le pido por favor que se cubra y vuelva a trabajar
– No señito, usted está dudando de mi virilidad y le tengo que demostrar que está equivocada…
– Bien, le pido una disculpa. Estuvo mal lo que dije, pensé que no me escuchaba…
– Me vale verga si me pide disculpas o no. Ahora le toca esto – Dijo agarrándose el pene y empujándola contra el refrigerador.
– Por favor, no me lastime Don Pedro…
– No te voy a lastimar perrita, – Dijo mientras metía su mano dentro del vestido para tocarle su coñito. Cuando lo tocó, notó que no traía ropa interior y además estaba completamente húmeda. Con rudeza, metió su dedo dentro de ella y le arrancó un gemido que no supo si era de dolor o de placer. Probablemente ambos.
– Don Pedro, pare por favor. No tarda en llegar mi marido…
– No te preocupes, llega hasta dentro de 5 horas, no recuerdas?
Patricia sintió el acre olor del hombre apretándose a su cuerpo mientras seguía penetrándola con su grueso dedo sin dar marcha atrás. Casi sin darse cuenta, se acopló al ritmo del anciano empujando su pelvis hacia adelante para facilitar la penetración. Sentía sus jugos escurrir por entre la mano del hombre y en algún punto se dejó llevar por ese sentimiento de placer prohibido, apenas dándose cuenta de que estaba siendo violada por el anciano.
– Quítate el vestido. – Le ordenó Don Pedro, mientras la empujaba a la mesita que se hallaba al centro de la cocina. Como una autómata, la mujer se quitó el vestido por encima para evidenciar que debajo no traía ninguna otra prenda.
– Qué ricas tetas tienes aquí, putita. – Dijo el anciano mientras las estrujaba con sus callosas manos. Patricia sintió el pinchazo de un dolor extraño mientras el hombre jugaba con sus tetas, era como un dolor dulce, casi placentero. Era el último empujón que le faltaba para desear a aquel hombre rudo y simple desprovisto de todo encanto, dentro de ella.
– Agh, por favor. – Jadeó Patricia, ya sin convicción. – No me haga nada, no voy a decir nada si para ahora.
– Ya no puedo parar, perrita. Mira como me tienes. – Don Pedro se bajó el pantalón y le dejó el pene erguido y duro justo frente a ella. Sin mediar palabra, la mujer se arrodilló y se fue tragando aquel pedazo de carne poco a poco, succionándolo y llenándolo de saliva. Tenía un sabor acre, sucio y sus vellos púbicos grises rozaban sus labios cada que lo engullía. Acarició la el glande con su lengua y le dio una leve mordida y cuando sintió el arqueo y la convulsión del hombre, paró por un momento. No quería que se derramara todo ese semen en su boca. Al menos no por ahora.
– Ven perrita, recárgate en la mesa.
Patricia obedeció dócilmente, presentando su vagina húmeda frente al hombre, quien ni tardo ni perezoso, se arrodilló frente a ella y le empezó a hacer un sexo oral, desordenado, caliente. Su lengua entraba y salía rozando los labios, el pubis, el clítoris, en una acometida salvaje. Cada que la lengua atinaba a tocar el clítoris, ella se estremecía, sintiendo que estaba hirviendo en su interior. Estaba cachondísima y necesitaba sentir ese pedazo de verga dentro de ella. Lo ansiaba. Era demasiado intenso el deseo.
– Arghh, cógeme, por favor. – Dijo entre susurros.
– Súbete a la mesa, entonces.
Ella se subió a la mesa quedando a gatas con el coñito frente al hombre. Don Pedro se terminó de quitar la ropa y acomodando su verga frente a ella, la penetró dejando que la gruesa verga chocara contra el apetitoso coñito. Soltando un gruñido, se la siguió metiendo con un ritmo semilento, como quien sabe que tiene el control de la situación.
Patricia, por su parte, volteó a ver la cámara parpadeante de su portátil y recordó a DarkMaster, que seguramente la miraba al otro lado, calentándose con aquella escena. Tal vez se estuviera masturbando mientras veía como se la estaban cogiendo y sonrió una sonrisa maliciosa y cargada de deseo. Abrió su boca y dejó que su lengua recorriera sus labios mientras seguía viendo directamente a la cámara. Saberse observada la ponía aún más caliente. Como si fuera la protagonista de una peli porno con un único espectador.
El viejo resoplaba más fuerte, y sus jadeos eran más intensos. Estaba a punto de venirse pero ella tenía que lograr su orgasmo primero, estaba a punto, sólo faltaba el empujón final. Deteniéndose brevemente, se giró para quedar de frente al hombre y recostó su espalda sobre la mesa. El hombre se recostó encima de ella, aun jadeando y buscó la ruta directa a su entrepierna de nuevo.
Cuando la hubo penetrado de nueva cuenta, le besó los senos mordiendo sus pezones con la poca delicadeza de la que podía hacer acopio. Luego buscó su cuello y lo besó ávidamente dejando un rastro de humedad tras de sí, el olor del hombre, que en otras ocasiones le hubiera parecido desagradable, le excitaba. Estaba a merced de este sujeto, la estaba violando y ella indefensa, sintió un ramalazo de placer al darse cuenta de ello, gimió, abrió la boca y el tipo la besó dejando su lengua vagar por dentro de su boca. El orgasmo tan buscado por ella llegó de forma brutal, haciéndola temblar en los brazos del viejo que seguía penetrándola salvajemente.
Patricia cerró los ojos, solo disfrutando las oleadas de placer de aquel orgasmo interminable. Tenía los brazos alrededor de Don Pedro aprisionándolo para que no se le ocurriera salirse. Gritó, maldijo y pidió que se la siguiera cogiendo por un largo rato hasta que aquella intensa sensación se desvaneció. El anciano, estoicamente seguía en ese metesaca intenso sin mostrar huellas de cansancio.
– Ven, déjame ayudarte. – le dijo Patricia arrodillándose frente a él y engullendo la verga mojada por tantos jugos que ella misma había derramado.
– Mámamela, putita.
Patricia lamió aquella vieja verga como si se tratara de la primera vez, con entusiasmo. Quería retribuirle al viejo el enorme placer que le había provocado recién. Fue mojando todo el tronco, jugueteando con el pubis mojado mientras acariciaba sus huevos. Cada que los acariciaba, el hombre daba un pequeño brinquito.
Finalmente, Patricia le rodeo el tronco de la verga con su lengua y se metió esos huevos a la boca sintiendo ese mismo olor característico del anciano. Mientras hacía esto, puso su mano sobre el tronco de la verga empapado de su saliva y lo empezó a masturbar salvajemente.
Cuando sintió que Don Pedro empezó a temblar y a gemir con sonidos guturales, dejó de hacer aquello y apuntó la cabeza de su verga hacia sus senos. Como esperando la señal, el viejo hombre se vació sobre los pechos apetitosos, llenándolos de su blanco semen en varios disparos que salían con intensidad y se alojaban en ella. Era muchísimo semen y ella recogió una parte de él y lo metió a su boca. Deleitándose con su sabor. Jamás se cansaba de degustarlo.
– Uff, qué rico coges perrita, me has dejado vacío.
– Espero, Don Pedro, por el bien de ambos que esto no se sepa nunca. Será nuestro secreto y tal vez, si se porta bien algún día lo volvamos a repetir.
– Está bien. Así lo haré, no te preocupes, perrita.
– De aquí en adelante me llamo Patricia, vale?
– Vale.
– Ahora me voy a asear y usted a terminar ese trabajo que ya se lo he pagado con creces.
– ¿Entonces no me vas a pagar?
– Considera que soy tu puta y te pagué con una cogida, estamos?
– Está bien.
Dos horas más tarde, mientras Patricia esperaba tranquilamente a que llegara Cristina, parpadeó un mensaje en su portátil. Era Darkmaster69
– Estuviste grandiosa hoy. Estoy orgulloso de ti,
Patricia contestó escribiendo un texto por su parte,
– Gracias, fue muy excitante lo que hicimos. Saber que estabas ahí viéndome me puso a mil.
– Me parece que tu siguiente asignación va a ser aún más excitante para ti.
– ¿Qué quieres decir?
– Que tu siguiente reto, si decides aceptarlo, será el seducir a Pamela, la amiga de tu hija.
– ¿Qué? ¿Estás loco?
– Si, y tú también lo estás. Ya deberías de saberlo. ¿No crees?
Dark Knight