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La reina Catalina es una puta
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Francia — Año 1390

El rey Felipe de Francia se encontraba en una campaña militar al norte de Francia, por lo que el mando del reino había sido tomado por su bella esposa Catalina.

El personal del castillo había comenzado sus trabajos desde muy temprano como todos los días, Catalina se encontraba cepillando su cabello sentada frente al enorme espejo de su habitación, los sirvientes habían encendido todas las chimeneas del castillo, por lo que ahora la temperatura era agradable.

De pronto alguien toco la puerta de su habitación

—Adelante!

Catalina se perfumaba con su colonia especialmente fabricada como regalo de los artesanos del reino, la puerta se abrió y Enrique entro en la habitación con una enorme sonrisa en su rostro, el había sido el general de la antigua campaña militar con la cual habían logrado derrotar los enemigos que amenazaban el poder del reino en el norte del país, era un hombre de confianza para el rey Felipe y por ello había ordenado acompañar a Catalina durante su ausencia.

Catalina al verlo sonrió también, Enrique la beso en la mejilla y continuó por su cuello.

—Te extrañe tanto. Dijo Enrique.

—También te eche de menos.

—Que tienes para mi esta noche? Preguntó Catalina con una sonrisa.

—Traje a los hombres más rudos de mi ejército, llegaron hace dos días de la batalla y hace meses que no tocan una mujer.

—Mmmm perfecto, hazlos pasar.

Catalina le ordenó a Enrique mientras ella se desnudaba a los pies de su enorme cama.

Enrique con una seña indico a los hombres que esperaban afuera de la habitación que entraran.

Eran cuatro soldados, héroes en batalla y la reina en persona les daría su premio, por su entrega en batalla defendiendo a Francia.

Todos eran altos y de musculatura desarrollada, tenía una mirada de rudeza y no le temían a nada, se colocaron en fila junto a la cama en donde Catalina los esperaba ansiosa.

—A partir de ahora, se encuentran bajo las ordenes de nuestra reina Catalina, deberán cumplir sus órdenes ciegamente al igual que lo hicieron en el campo de batalla.

Enrique salió de la habitación y dejo en manos de la reina a sus soldados.

—Ustedes me pertenecen, ustedes son mis servidores, por lo tanto quiero que se quiten la ropa, porque deseo chuparles la verga a cada uno de ustedes.

Inmediatamente Catalina quedo rodeada de cuatro vergas duras, a centímetros de su rostro delicado y de sus pequeños y ansiosos labios.

No espero más y comenzó a lamer por turnos esas pijas de buen tamaño que tanto deseaba.

Aquella situación la hacía sentir poderosa y eso era solo el comienzo.

Su lengua húmeda se movía sobre los hinchados glandes de los hombres, dejando un rastro de saliva sobre ellos.

Catalina alternaba entre lamidas y gargantas profundas, escupía una verga y la chupaba con dedicación, se tragaba una verga hasta el fondo y lamia los testículos de otro hombre.

Cuando se acercaba el momento de eyacular para alguno de ellos, la mujer les sujetaba la pija con fuerza, clavando sus esculpidas uñas y mirando a el soldado a los ojos.

—Ni se te ocurra infeliz! Le ordeno a uno de ellos.

El hombre tuvo que pensar en otra cosa para no correrse y obedecer, no podía expulsar ni una gota de semen o la reina se enfadaría y mucho, aunque para aquellos hombres era difícil, porque Catalina la chupaba muy bien.

Catalina no les dio el gusto de correrse y les ordeno a dos de ellos recostarse en la cama junto a ella, ahora tenía a un hombre a cada lado, mientras los otros observaban la escena.

Catalina acerco su rostro a uno de sus musculosos servidores, de barba larga y brazos enormes, para escupir dentro de su boca.

—Tragatelo! Le ordeno.

—Tragate mi saliva! Le dio un cachetazo al soldado, que resonó en toda la habitación.

Tomo su pija dura y comenzó a masturbarlo con rapidez, mientras le ordeno al otro hombre que se encontraba detrás de ella que la penetrara.

Sin esperar más, el héroe de guerra colocó su pene en la entrada de la vagina de Catalina y se la hundió rápidamente, para comenzar con el mete saca violento.

—Asiiii ¡Así me gusta… muy bien mi amor, azótame el culo! Vamos!

—Chasss! Sonó la mano del soldado sobre el culo de Catalina, —De nuevo! Azótame! Vamos! —Chasss

—Date la vuelta le ordeno al hombre que se encontraba frente a ella, dame el culo…

Se escupió el dedo índice y comenzó a metérselo en el culo al soldado, la uña lo lastimaba pero se mordió el labio tratando de aguantar, mientras que el otro continuaba dándole duro a la delgada mujer.

Acto seguido Catalina les hizo una seña a los otros servidores que se encontraba de pie mirando la escena, para que se unieran.

La mujer los guio para que la penetraran de a dos, ella montada de espaldas sobre uno que le clavaba el culo, mientras que el otro le metía la pija por delante.

—Ahh, así… así… me encanta…

Catalina sentía como aquellos hombres la inundaban de placer, podía sentir el calor de esos dos miembros duros entrando y saliendo de su cuerpo delicado haciendo que se empapara con sus fluidos íntimos.

Le ordeno a otro que le pusiera la pija en la boca para llenar sus agujeros de placer por completo.

Se encontraba siendo penetrada por dos hombres a la vez, mientras se la chupaba a un tercero.

Su imagen se reflejó en el enorme espejo de su habitación, se vio a ella misma en esa situación y le resulto una imagen totalmente erótica.

Después de unos minutos de estar en esa posición, Catalina se colocó a cuatro patas sobre la cama y los soldados comenzaron a turnarse para metérsela por su vagina húmeda y con destellos visibles de flujo que lubricaban su intimidad, después de darle duro por algunos minutos, el hombre de turno sacaba su verga dura del interior de Catalina, y otro ocupaba su lugar.

—Ahh así, así, más fuerte, más fuerte!

Catalina tuvo un orgasmo que la hizo ver las estrellas, mientras uno de los hombres no paraba de meterle la pija con furia.

Los demás soldados se masturbaban observando la escena, hasta que todos pasaron por el cuerpo de la reina y ahora estaban listo para el final.

Catalina bajo de la cama y se arrodillo en el piso de madera, mientras los soldados la rodearon con sus pijas a punto de reventar y comenzaron a eyacular sobre el rostro de la joven mujer de treinta años, aquellos chorros de semen caliente aterrizaron sobre su nariz, boca y hasta en su pelo, bañándole la cara por completo, y apenas si podía ver o respirar.

—Que rica leche mis amores! Me encanta!

Relamió la leche que tenía sobre sus labios y desparramó lo que sobraba por toda su cara, después les ordenó a los hombres abandonar la habitación.

Catalina creía que el semen caliente de aquellos soldados le ayudaba a conservar su piel suave y más joven, por lo que repetía aquellos encuentros varias veces al mes, en ausencia de su esposo

Nicole Bieber

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