Al amanecer, la piscina se veía maravillosa. Rectangular, con una hermosa iluminación interna y un diseño colorido de azulejos al fondo. Era inevitable un chapuzón.
Me había levantado de la cama hace unos momentos, aunque los pesados brazos de Salomón, quien aún dormía, buscaban retenerme. Todavía desnuda me acerqué a la ventana, y desde ahí contemplé ese pasaje matutino.
Rápidamente me puse mi bikini negro (lo llevaba conmigo, por si Salomón quería que lo usara), tomé una bata y salí con el entusiasmo de una niña pequeña. Al llegar, dejé la bata a un lado y sumergí mi pie derecho despacio, para medir lo fría que estaba el agua.
Estaba helada, pero eso no me iba a detener.
Salté, y caí en un lago de hielo. Era maravilloso contemplar aquel cielo de la mañana mientras jugaba en el agua.
Minutos después, llegó Salomón. Usaba una bata oscura y traía un celular en su mano derecha.
—Buenos días, mi amor. ¿Cómo amaneciste? —preguntó.
—Cansada pero feliz. Gracias a ti.
—¿Cómo puede una chica tan joven saber tanto sobre sexo?
—Me gusta aprender —respondí, y le di la espalda, para que contemplara un trasero de primera categoría una vez más. Ese espectáculo tuvo efecto: de inmediato se quitó la bata, y así, completamente desnudo, se arrojó a la piscina, buscando repetir las locuras que hicimos en la noche.
Con sus manos sujetó mi abdomen, para luego subir a mis pechos. Los acariciaba con sus ásperas manos de una forma tan deliciosa que yo misma terminé pegándome más a su cuerpo. Sentí perfectamente su pene durísimo, y me sentí orgullosa de haberlo logrado tan fácilmente. Aun así, meneé las caderas para recordarle lo mucho que eso me gustaba.
—¿Ya lo has hecho en una piscina, nena?
—No. Y me muero por hacerlo.
—Pues hoy es tu día de suerte —respondió, mientras me bajaba la parte inferior del bikini e insertaba su miembro erecto donde podía, con una actitud casi salvaje. La sensación era novedosa, pero no era lo que yo quería. Así que di la vuelta y lo besé en la boca, con más pasión de la que había mostrado durante la noche, y brinqué hacia él, para que tomara mis muslos e hiciera lo que tenía que hacer.
Y lo hizo, con todas sus fuerzas.
Me penetró, y la sensación de su pene entrando en mí junto con cierta cantidad de agua fue algo incomparable. Lancé un pequeño grito de dolor y clavé mis uñas en sus hombros cuando una explosión había empezado a nublar mis sentidos. La tranquila mañana que nos rodeaba empezaba a parecerse a un bacanal desenfrenado en mi mente.
—¡Qué golosa eres, niña!
—Así es, me lo quiero comer todo.
Me fue llevando hacia atrás hasta que llegamos al borde de la piscina, y aferrándose con las manos, me dejó aprisionada y a su completa merced. Fue entonces que inició a invadir mi intimidad con su miembro, aumentando la velocidad de las penetraciones y haciéndome quejar de forma cada vez más ruidosa. Su salvaje pasión me llevó al desenfreno, y todo lo que podía hacer entonces era apretar más su cuerpo con mis piernas, para que no se detuviera… Para no dejarlo ir.
Esta vez fue rápido. Creo que lo impetuoso y lo atrevido de nuestra locación nos excitó demasiado y nos hizo terminar de forma súbita y explosiva, con un fuerte orgasmo y muchos besos. Un fuerte quejido de mi parte le hizo ver lo mucho que disfruté ser cogida por él en la piscina.
Tras un rato relajándonos, él me tomó en sus brazos y me sacó del agua como a una princesa. No sólo es una fiera insaciable… Salomón también es muy dulce.
Él se vistió y yo me quedé sólo con el bikini negro. Entonces él ordenó a la servidumbre que nos preparara el desayuno frente a la piscina, ésa en la acabábamos de tener ese momento sexual tan intenso.
Mientras comíamos, Salomón me dijo en voz baja:
—¿Estás segura de querer salir con Tomás, o con Elio? En verdad desearía que ya fueras mi novia oficial.
—Amor… Debo cumplir la promesa que hice. A pesar de que has sido adorable y exquisito no puedo dar marcha atrás.
Fue notorio como se entristeció al escuchar mi respuesta. Eso me motivó a hablar.
—Pero creo que aunque esté con ellos dos, mi corazón prácticamente ya es tuyo. Has sido intenso, exquisito conmigo… Y eso quiero en mi vida.
—¡No vayas entonces! —exclamó de forma súbita y tomando mis manos. —Sé que tanto Tomás como Elio pueden ser agresivos con las jovencitas… Ellos me lo han dicho.
—Eso lo sé. Pero debo hacerlo. No puedo darte más explicaciones por ahora, pero mi amor, y mi cuerpo, lo tienes garantizado tras todo esto.
Salomón aceptó de mala gana, y tras vestirme, llevarme a casa en su limusina, y despedirme con un largo beso, fui a mi cama y me tumbé un largo rato.
Iba a necesitar energías para satisfacer a Tomás esa misma noche.
(Continuará)