Las técnicas y estrategias para levantar minas (conquistar mujeres) son tantas como tipos que buscan carne nueva. La mía es buscar en el hipermercado, ahí he conseguido la mejor carne.
Elijo los primeros días de la semana, de mañana que es el momento del día que las esposas utilizan para hacer sus compras, el mismo motivo por el cual los hoteles para parejas de infieles son mayoría en el turno de mañana.
Tomo el changuito (carrito de compras) y comienzo a recorrer las góndolas donde se exhiben los elementos de limpieza, en especial jabón en polvo, esa es mi técnica de “levante” donde siempre pasan las señoras. Tan pronto visualizo a una dama que me agrada, me arrimo buscando y tratando de decidir cuál es el mejor jabón en polvo para lavarropas, hago que busco la información impresa en el envase, tomo uno y otro y otro más, con el rabillo del ojos controlo si me está mirando, suele suceder que viéndome con la indecisión propia de un neófito del tema sonríen y vienen en mi ayuda. Si no se acercan, soy yo quien la mira pidiendo su ayuda en tan complicad elección.
Ese es el primer paso para entablar conversación, luego la mayor parte de la posibilidad de éxito depende de conseguir su atención, seducirla endulzando su oído con el don de la palabra que quiere escuchar, el resto solo de ella. Siempre la misma táctica y ciertamente he tenido buenas chances y ganador bastante, obviamente voy cambiando de coto de caza, ja!
Como muestra basta contar un caso, en esta oportunidad voy a relatar como conquisté a Luly. La estrategia fue acercarme a la góndola de los jabones para lavarropas, acercándome en forma displicente, como despistado, perdido entre tantas opciones que no podía dar con el necesario…
– Perdón, podrías ayudarme a buscar jabón para lavarropas? -cara de confundido.
– Qué lavarropas tiene? -sin mucha dedicación.
– Uno… que lava…, qué sé yo… un lavarropas… no son todos iguales?
– Estos hombres… y no te dicen para cuál? -observa, sin creer demasiado.
– Quién? vivo solo, mi hermana me dijo algo como… ni recuerdo, ahora no sé…
Me muestro vulnerable, recién entonces comienza mirarme y préstame algo de atención
– A ver… a ver…
Curiosa toma el envase que tengo en la mano, fingiendo torpeza tomo la suya como por equivocación, sentir el contacto de la piel tiene el sentido de un acercamiento subliminal, no se molesta, solo me mira, retirarla, solo la mirada hace las veces de puente invisible.
En ese instante se produce el acercamiento, el pedido de consejos de cómo usarlo es su lado solidario para enseñarle a un hombre que debe afrontar esa instancia en soledad, ella mordió el anzuelo y se tragó la carnada, ahora solo era cuestión de recoger la línea y sacarla del agua.
– No sé cómo agradecerte…
– No tiene nada que agradecer, cualquiera lo hubiera ayudado igual.
– No, por favor, me haces (tuteo) sentir muy mal si no puedo agradecerte. Acepta que te invite a tomar un café, aquí mismo en la cafetería que hay en este mismo lugar…
La insistencia no le dejó resquicio, o no quiso, para rechazar la invitación a compartir la negra infusión. Como solo tenía un producto me coloqué en la fila de “los cinco productos” ella demoró un poco más para abonar sus compras, tan pronto llegó fui a la barra por dos expresos.
– Y las compras?
– Ah, las llevé al estacionamiento, las dejé en el auto.
El primer paso estaba dado, venir era la muestra de que tenía disponibilidad para perder algo de tiempo, de pronto es como si se abriera el cofre de los deseos, alineados los planetas, de tal modo que antes de terminarnos el café la charla había entrado en los carriles de la situación familiar. Que estaba recientemente separado por la infidelidad de mi pareja, este antecedente es algo que siempre da rédito, pero solo así muy por encima, lo importante es escucharla, prestarle la oreja para que sea ella quien aporte los puntos débiles para encontrar el flanco por donde avanzarla.
Ella, diez años de casada, dos hijos, hasta las 2 pm en la escuela, un marido ocupado de su negocio, dejando las obligaciones conyugales en un segundo plano, casi era más importante ir al fútbol y compartir algunas infidelidades acompañado de sus amigos que dedicarle más tiempo a ella. Decía, con resignación, que cada día estaba más en el rol de esposa que de su mujer, entendía y comprendía las sutilezas de nombrar los roles, el eufemismo hablaba por sí solo de la poca atención dispensada a la mujer. Ahora sentía que este desliz era devolverle un poco de su propia medicina.
Me había servido en bandeja el flanco débil de la relación, la falta de atención y satisfacción era su parte vulnerable, el lugar donde lanzar el ataque y de un solo intento para no darle espacio a pensarlo, que ese argumento fuera la excusa propiciatoria de la infidelidad que estaba a punto de permitirse.
Era el ahora o nunca, dejé el importe debajo de los platillos, sin decir nada la tomé de la mano y salimos del local, llegamos al estacionamiento, hice como que pensaba qué hacer, pero lo tenía todo “fríamente calculado”.
– Vamos en el mío, no sería bueno que te vean… yo te regreso luego a buscar el tuyo.
No dijo nada, solo se dejó llevar, subió al mío, antes de abandonar el estacionamiento se había
Cubierto la cabeza con un pañuelo y anteojos oscuros, un clásico de la infiel va al hotel con su amante. Tomé del vaso de whisky un trozo de hielo entre mis dedos, rodeo y foto el pezón, erizado por efecto del frío dio un salto de calidad en la excitación, los gemidos florecen con la pasión.
Quedó tocándose los pechos, las piernas cruzadas esconden la raja, totalmente depilada, con pequeños labios, carnosos y abultados, que la hacían parecer más juvenil.
Se dejó besar y correspondió con la misma pasión, de pronto sentía que podía sentirse la mejor amante, generosa en la entrega y extrovertida en la manifestación, quiere y está dispuesta a todo, y cuando dijo TODO, lo decía con mayúsculas.
Comenzamos un fragoroso toqueteo, compulsiva y ardorosa, excede la medida de una relación ocasional, no es necesario un ser tan experto para sentir que esta mujer busca vengar la desidia marital y la falta de atenciones. Dispuesta a todo, materia dispuesta para ser parte de un aquelarre del sexo. El primer orgasmo fue a pura mano y lengua, chiquito y mezquino en exteriorizar sus emociones.
La voy llevando despacio para que pueda soltarse, trabajando en su conchita, lengua y dedos activos, buscando el tesoro oculto, sacarle ese orgasmo descarado y liberador.
– Vamos mujer, quiero sentirte viva. Deja salir esa hembra oculta…
Sentía el temblor febril de sus besos, lenguas activas, voy al asedio de sus pechos, lamiendo y chupando como un poseído
– Sí, sí, me gusta. Por favor no me dejes marcas. Haz lo que quieras de mí pero por favor no me dejes marcas que se vean.
La prevención era por mi tendencia a morder, le gusta y lo disfruta pero no quiere tener que explicar lo obvio. Los besos y lamidas se repiten y multiplican, la llevo a mi carne inflamada y excitada, impulso a mamar. Saltó de una tímida lamida a una chupada urgente y desmedida, llevándome hasta el fondo de su boca, la retengo hasta bien apretada, retoma su intensa chupada de pija.
Se entregó plena a esa mamada compulsiva, el entusiasmo supera todas las expectativas, responde a los movimientos de la verga. Pierde la timidez, no se oculta, abrió los ojos, necesita sentir el efecto de su mamona, adhiero a su leal entrega, para no sorprenderla aviso que estoy próximo
– Me gustaría venirme en tu boca, lo necesito, lo necesitas.
La mirada dice todo, retoma la forma compulsiva de mamar, la tomo de los cabellos y nos ponemos a tono con los instantes finales, febriles y agitadas convulsiones de la pija, late y larga el chorro de semen, siento el ardor propio de la eyección, fluir abrupto en el fondo de su boca, contengo para evitar se retire, los siguientes no llevan sorpresa, solo más caudal del fluido.
Los últimos estertores de mi eyaculación son contenidos con la mano cerrada sobre el miembro, sosteniendo el glande dentro de la boca. Suelta al prisionero, el semen sin tragar se le escapa por la comisura del labio, lo retiene con el dedo. Liberada de los pudores, abre la boca para mostrar bien cerca el contenido lácteo de mi acabada, le sonrío, traga en dos movimientos, sonríe.
Siente el pudor propio de hacer algo inédito, oculta el rostro en mi pecho, busca contención y comprensión.
Un cigarrillo marca la pausa, el momento de reflexión y confesión. Que no siente culpa por hacer y dejarse hacer, siente su derecho a disfrutar, siente en mí el contenedor de sus emociones, está necesitada de una alegría. Se mira en mis ojos
– No lo hice tan bien como esperabas, primera vez que trago. No fue desagradable, me gustó. Quiero mejorarlo, me vas a dejar hacértelo otra vez?
El pudor de sus palabras refleja la voluntad de agradar, responder con pasión a la oportunidad de sentirse deseada.
Le brindé la oportunidad de revelarse como una mujer apasionada, me la coloqué encima, que fuera artífice de su propio goce, que llevara las riendas de poder ser ella misma. Cuando le das a una mujer el rol de manejar su propio goce es algo que agradecerá por siempre, ella disfruta la generosa oferta, monta, hace todo explícito, mostrar y mostrarse en el disfrute, sobre todo compartir esta su primera experiencia de infidelidad.
La dejo manejar, disfruto mucho ser cogido por una mujer, excitarla a mil y demorarme cuanto quiera. El pulgar dentro de la conchita, la palma frotando el clítoris suman erotismo a sus movimientos del coito. Disfruta mucho del masaje de sus tetas mientras cabalga con la vehemencia de una mujer que intenta ganar el Derby de las infieles, ganarse un lugar en mi reconocimiento.
El orgasmo llegó fácil, con la naturalidad, el goce pleno del pecado de lujuria, ahora podía sentirlo a pleno, despojarse de la esposa que por serlo estaba siendo mutilada en el disfrute, recuperar la risa después de ese estallido interno era parte de recuperar su integridad como hembra.
Con los últimos latidos del segundo, la cambie, de bruces sobre la cama, elevando su vientre con la oportuna almohada, comencé a darle desde atrás, era mi turno, el momento de la dominación, de someterla y hacerle sentir el fragor del hombre en su estado más puro de calentura. Los envíos ligeramente bruscos hasta el fondo, la estremecen, disfruta ser vapuleada por la calentura de un macho que disfruta horadar sus entrañas, ocasional nalgada aporta erotismo al acto sexual.
Mi mano por debajo aprieta la suya, sobre el clítoris, me lanzo con vehemencia disfrutando el placer de penetrarla con la furia propia del hombre que le quiere hacer sentir la dominación y sometida al control total. Otra ocasional nalgada, y tomada fuertemente de los cabellos emprendo el camino sin retorno de cabalgarla controlada rudeza sin dejarla marcada.
El orgasmo de Lily se hizo escuchar con la fuerza sonora de una hembra que aprende a soltarse, liberarse, ser artífice de su propio placer. Le aviso de la inminencia del mío, urge que me apure, que llegar juntos sería hermoso. En pleno orgasmo, vocifera que necesita mi leche, que sea dentro, y ya mismo.
Escucho sus pedidos como algo lejano, estoy concentrado en apurarlo, en llegar junto con ella, premura, intensidad y crispación son sinónimos de la necesidad perentoria de arribar juntos a la misma meta. El golpe furibundo de pija, marca el momento del desahogo, de lanzar el chorro vital de energía contenida, sentir como esa parte de mí se derrama dentro del recinto sagrado de la creación de vida. En ese momento supremo resoplé como una bestia irritada, el desahogo de haber hecho el esfuerzo de esta eyaculación que libera toda la energía contenida.
Podría decirse que gritamos juntos el triunfal arribo a la estación de la alegría. Reímos y nos agradecimos este momento único de feliz encuentro.
Quedamos silenciosos, viendo en el techo la imagen espejada de una pareja desnuda recuperando el aliento y la cordura.
El timbre del teléfono nos vuelve al mundo real, el encargado avisa que ha finalizado el turno. Es tiempo de volver al punto de encuentro. Vestimos en silencio, se limpia el semen que se le había escurrido, el resto lo contiene con un pañuelo y se pone la bombacha.
– Quiero llevarlo dentro, que me acompañe al menos hasta llegar a mi casa, necesito sentirte dentro…
– Si quieres puede haber…
– Si quiero, sí quiero que haya otra vez.
Le pasé mi número, me agendó, prometió llamarme para acordar un nuevo encuentro. Sé que en el próximo estaré más suelta, quiero… necesito esa próxima vez, necesito ser infiel contigo…
La regresé al estacionamiento del hipermercado, nos despedimos, quedé un momento pensando en todo lo sucedido. A punto de abandonar el estacionamiento recibí el whatsapp de Lily, diciendo lo bien que lo había pasado y “esto recién comienza, quiero que me conozcas mejor…”
Esta fue una de esas aventuras o no tanto de esos momentos donde el erotismo y el amor tienen límites difusos, con ella no sé dónde termina uno y comienza el otro, o tal vez sean uno solo?
Sé bien que has sido infiel, cómo fue? [email protected].
Latino Infiel