Aunque no me apetecía nada, estaba lleno de datos y algo confuso, no entendí el haber follado con esta mujer y seguir sus deseos, ahora mantenía el penetrador dentro de su boca, parecía que lo paladeaba y era el momento de terminar, no es que despreciara su intención, pero la realidad es que ella desprendía agradecimiento algo impensable en el sexo.
Era de baja estatura y seguramente eso la tenía acomplejada, aunque estaba bien armada, dos pechos interesantes y además su constitución no era desagradable, nada de grasa, su monte de venus era una almohadilla atrayente y además el vello que le cubría estaba cuidado y en cuanto a su sabor, nada que objetar, y según aumentaba su excitación era suficiente causa para proporcionarla placer, ya que movía su cuerpo y su boca dejaba escapar lo que sentía, además lo pedía, por tanto la valoré positivamente, era una buena hembra y lo más importante era que sabía lo que quería y lo pedía.
Con delicadeza aparté su cabeza y el penetrador quedó fuera de su garganta, la tía se lo había metido hasta el fondo. Ella respiraba de forma acelerada.
– ¿Qué ocurre? – Protestó – ¿Hago algo mal?
– No, mi tiempo se ha terminado, y no es el momento de empezar de nuevo.
– ¿No te ha gustado? – Queja.
– No estaba en lo que estabas, pero si he visto la intención, no precisas de subir nota, me gusta todo lo que has hecho, eres una buena hembra que sabe lo que quiere, por tanto follaremos más veces.
– ¿Vamos a desperdiciar este proyecto de erección?
Queja en su tono, ya que mantenía su mano cerrada, y le agarraba con fuerza.
– Repito, el tiempo ha terminado.
– Estoy nuevamente muy receptiva. ¿No lo detectas?
Si, sé que precisas más de un polvo, pero tengo que hacer cosas y la tarde es corta.
– Tío, no te comprendo, ahora preciso otro polvo más tranquilo, es cuando le saboreo, y además tiene que ser más lento, mi deseo es mantenerte dentro de mí y poder sentirte con todo detalle.
– Ya, esto lo podemos repetir, pero otro día y en otro lugar, este sitio me desconcierta un poco.
– A mí me pone, ya que no has sido tosco, y aprecio tu delicadeza, no me has impuesto nada y me has follado según mi deseo.
– No insistas, por cierto preciso lavarme.
– Este almacén dispone de servicio, aunque no tiene bidet, pero si una pileta, sirve y dispone de agua caliente y por otro lado, hay un escondite donde guardamos algunos secretos para lavarnos la vulva, te servirá.
Me soltó con cierta desgana y nos adentramos en el almacén, en una de las esquinas había dos puertas, una de ellas era el servicio, cerró la puerta y encendió la luz, y si, era verdad, lavabo, inodoro y una pileta, podías ponerte de pie dentro y los grifos estaban altos, y si, servía, ella me señaló un estante, allí había esponjas y diferentes botellas de gel, y…
– Me gustaría que me lavaras.
Dijo agachada, en cuclillas, apuntándome con su vulva y se recostó en la pared y sus dedos separaron los labios de la vulva, un hilillo húmedo salía de la vagina.
No puse objeción alguna, me lavé las manos y escogí un gel por su color, todos servían para lo mismo, cuidado íntimo de la mujer, me puse un poco en la mano izquierda y con la derecha le pasé agua, después el gel que extendí desde el monte de venus hasta el ano.
Agua y de nuevo gel, pero….
– ¿Me puedes dar algún detalle de mí?
Detuve mis manos, su mirada era brillante, y su boca sujetaba un gemido, ya que respiración se estaba acelerando.
– Tu piel, ese punto de la unión de la cadera con la pierna, es una de la parte de más atractiva que dispones, además de tus hombros, si los dejaras a la vista, serían un potente imán para echarte un polvo.
Su respiración se había acelerado.
– Además de la postura que has adoptado, no la necesitabas, ya que la pileta es lo suficientemente grande y hay una pequeña banqueta de plástico, lugar para sentarte casi como en el bidet, intuyo que sabes que esa postura es de sumisión.
¿No me ves gorda? – Su tono me dijo que sujetaba un gemido debido al lugar donde estaban mis manos.
– No, lo más que puedo decir, rellenita, y eso permite donde agarrarte. Ponte de pie.
Obedeció, y puse mis manos en su cintura, las moví a la vez pasándolas por la cadera y la forma que tenían. Suspiró, mis manos se alejaron de su piel, sustituidos por los dedos. Gimió despacio.
Luego pasé la mano derecha extendida por su vientre y mis dedos se enredaron en el vello del monte de venus. De nuevo gimió con cierto amago de encoger el estómago.
– Qué pretendes, ¿encenderme más? – Digo sujetando otro gemido.
– Has preguntado y te estoy respondiendo.
– ¿No me infravaloras por mi estatura y edad? – Tono de reproche.
– No, y sin ánimo de darte coba o regalarte los oídos, tienes un talismán, un imán que hay que descubrir y que yo lo he hecho, recepción y no de un hotel, como acoges al macho en tu cuerpo, y más cosas importantes que aportas, esa entrega férrea, te abres para disfrutar del macho con todo su esplendor, sabes disfrutar de tu sexualidad sin falsedad, tal y como lo sientes.
– Me vas hacer llorar – Dijo con la voz un poco ronca.
– No te estoy regalando los oídos, es lo que siento y pienso, y sobre todo siento admiración y que sepas que te has ganado mi respeto.
– Me estás excitando, vuelvo a estar mojada.
Hizo una pausa, ella me miraba desde una posición superior, su vientre estaba a la altura de mi rostro y sus ojos brillaban, y ahora más, su mirada se había humedecido por mis palabras.
– Has preguntado y esta es mi respuesta.
– No lo esperaba, no sabes lo que dicen otros de mí, su intención ha sido humillarme por mi físico, en ti no he visto ningún atisbo de rechazo, de obligación para conseguir un fin. Se detectar la mentira y la adulación. Siempre me he fiado de ese flash primario, ese que me dice como es la persona que termino de conocer y la impresión que sentí de ti me dijo que tu amiga no había exagerado nada.
– Conozco a muchas tías buenas, pero carecen de todo, solo se ponen, y nada queda al final, sales de su vagina sin haber alcanzado algún valor, como dije, se ponen.
– Sé que no me dices todo, lo detecto, y me gustaría que lo dijeras, no me importa que sea negativo, pero sé que te guardas algo.
Su mirada seguía clavada en la mía, ese brillo húmedo parecía llegar al cerebro, y si, había una pregunta importante, por lo menos para mí, lo valoraba más que un polvo una serie de polvos, el abrazo.
Tragué saliva, no sabía que eso podía notarse.
– ¿Sabes abrazar?
Su boca se abrió, pero no escapó sonido alguno, una o que fue siendo modificado por un ensayo de sonrisa. Las finas arrugas de la comisura de sus labios me dijo que sonreía a menudo, no como otras que no disponían de ellas.
– Me gustaría que te explicaras, sé que no disponemos tiempo, e intuyo que ese abrazo requiere más cosas.
– Así es, y no se trata de prueba alguna, no valoro belleza, ni clase ni nada, tan solo es el abrazo.
Su cuerpo temblaba levemente y había juntado las piernas, entre sus pies se había formado un pequeño charco con bordes llenos de pequeñas burbujas, el gel.
– Escúchame, tiemblo de placer, siento un calor especial, muy parecido a ese que dijiste que era una subida de nivel, me llenas de calor, me llega desde el interior de la vagina, ese lugar donde te derramaste, que aún sigo sintiéndole, ese calor tuyo que me llenó de gozo.
– Sé de qué hablas, tú sabes de mujeres e intuyo que la prueba a la que nos sometes es de clase sublime, oculta, y no se encuentra en la parte donde se unen las piernas.
– Dudo que lo sepas.
– Vuelve a ese momento que bebí de tus axilas, que mi rostro quedó pegado a tu pecho, mi cabeza debajo de tu barbilla. Esos instantes fueron semejantes a una penetración, sentí casi lo mismo, aun estabas muy dentro de mí, respiraba tu transpiración, esa humedad que tu piel desprendía y era capaz de descifrar tu sentir, tu cuerpo me aceptaba y casi me hiciste llorar de gozo.
Guardé silencio, supuse que sufría.
– Sentí tu abrazo, nadie, nunca ningún hombre después de mal follarme me abrazaba, todo lo contrario, se apartaba, me había utilizado para meter y nada más, aunque hay mucha diferencia en todo.
– Ninguno tuvo un honor que te concedí debido a lo me contó tu amiga. Ellos me follaban envueltos en plástico, solo a ti te lo he concedido, mi instinto me lo dijo, tus evasivas fueron más claves que mostraron que mis juicios de valor eran acertados, y lo que me hace llorar es tu respeto hacia mí, me hace sentir algo desconocido que no he terminado de comprender.
– Debemos terminar de lavarnos.
Decidí cortar su sufrimiento, empecé a sentir cierto desasosiego.
– No he terminado, yo he sentido tus detalles, ese abrazo no era vulgar, me di cuenta que no se trataba de cubrir el expediente, tu mano cerrada en la parte alta del brazo, tenía una presión, la justa y estaba en armonía con la que hacía tu brazo pegándome a tu pecho, sentí algo desconocido de un hombre, sentí protección, y eso reforzó algo que guardo como un tesoro.
Estaba perdido, no entendía nada y tuve el temor de hablar, podía estropearlo todo. Era cierto que la abracé, pero lo hice con cuidado y sin pensarlo, fue involuntario, ninguna mujer aceptaba abrazos y además tampoco los sentía.
– El que calla otorga, y si no te lo digo reviento.
Hizo una pausa, respiraba muy deprisa y poniendo sus manos en mis hombros me dijo.
– Ni me echaste un polvo ni no me follaste, fue algo más hermoso, me hiciste el amor.
Me dejó sin palabras, sus ojos sonreían, y su mirada era brillante y profunda, y de entre sus labios húmedos escaba fina saliva transparente, sonrió llevando su mano a la boca.
– Mira, babeo, cuando escuchaba esa frase, mi mente se reía, el sexo y el amor no tienen que ver, cierto es que nunca me enamoré, el amor en si es una falsedad, casi siempre su base es el interés material, pero ese calor que sentí me dio que pensar, tu abrazo fue demasiado para mí.
– Por eso quería decírtelo ahora, me amaste despacio, sin prisas, incluso cedías a todos mis deseos, todo de forma delicada, sin brusquedad y también llamó mi atención que no tenías prisa. Todos se daban prisa en terminar, pensaba que les asqueaba, el fondo era mal follar, esa era la realidad y sé que hay gran cantidad de mujeres frustradas por esa causa.
No sabía que decir, vi que era utilizada sin ningún tipo de respeto y ella se había dado cuenta de que tan solo era un agujero donde meter, nada más.
– Mudo, no dices nada, aunque ya lo advertiste. He pensado que mereces una respuesta adecuada a tu pregunta. Y es que si sabré abrazarte, y no lo pensaré, dejaré en libertad a mi instinto de mujer, no, no, de hembra satisfecha y no puedo evitar el agradecimiento, por eso una parte de mí te mira con ternura y no puedo evitarlo.
Seguí callado, no tenía palabras y tampoco las encontraba, mi angustia fue creciendo, al descubrir a una mujer dañada en lo más íntimo de su ser, y que me desnudaba su alma.
– Descifro tu mirada – bajó la cabeza y mirando al suelo siguió hablando – Te he abierto mi alma, mi entrega es total y sé que lo sabes y de que hablo, comprendes sin que me extienda – Me miró de nuevo esbozando una pequeña sonrisa – Y sé que puedo decírtelo, te lo mereces, me has amado y nunca se me figuré que fuera así.
– No sigas, te estás haciendo daño – Dije casi de forma inaudible.
– No, estos momentos me llenan de felicidad, he descubierto algo desconocido, mi cuerpo ya no es el mismo. Jodido mudo, has tomado posesión de mi ser y no me abandona ese placer que has edificado, sigues dentro y puedo revivir esa sensación de abrirte paso lentamente muy adentro.
Aquello tenía que cortarlo de raíz, su mirada empezaba a dañarse. Me senté en el borde la pileta y la senté en mis piernas, mi brazo izquierdo hizo de respaldo en su espalda y ante su mirada confundida por mi silencio, tomé al asalto su boca.
Sus ojos se abrieron mostrando sorpresa, parpadeó varias veces cuando mi lengua se encontró con la suya, y los cerró, gimió aunque fue una mezcla de gemido-gruñido, ya que se apretó contra mi cuero y su brazo izquierdo se cerró en mi costado, le apresaba y su mano derecha se cerró en el penetrador, retiró el prepucio y sus dedos se cerraron en el glande, mantuvo la mano quieta, tan solo los dedos el presionaban.
No sé el tiempo que duró es beso, pero detecté movimiento en la puerta de entrada, una mujer uniformada, pensé en la guardiana, la miré por encima de la oreja y me hizo un gesto señalando su reloj, hizo un gesto con sus manos como de cambio, asentí levemente con la cabeza, ella sonrió y desapareció de la entrada.
Terminé es largo beso, ella jadeaba, tenía los ojos enrojecidos, había llorado pero hice que no me había dado cuenta, y ante mi sorpresa, lamió mis ojos, mi boca y…
– Sabes rematar la obra, me has esclavizado.
– No exageres.
– Era lo que me faltaba y eso refuerza lo que te dije antes. Y te he lamido por esa causa, eres mi amo.
– La guardiana ha señalado el reloj.
– Sí, es el cambio de turno, tenemos un poco de tiempo, nadie baja, lo dejan siempre arriba, la pereza de bajar y subir.
– De todos modos es tarde, podías soltarme, tiene que venir conmigo.
Sonrió por mis palabras.
– Pero antes permíteme que le rinda mi afecto al penetrador que tanto placer me ha proporcionado.
– No entiendo nada.
Se puso en pie arrodillándose, no le había soltado. Con la lengua le humedeció, probó a subir y bajar el prepucio, y volvió a descubrirle. Sus dientes se colocaron en la parte posterior como si fuera a morder, y lo que hizo fue que sintiera sus dientes, no me hizo daño, y tampoco comprendí que pretendía.
Después se sentó en mis piernas, procurando la penetración y juntó las piernas en torno a mi cintura, me miró largamente y sonriendo me dijo.
– Ese beso no le esperaba, comprendí solo parte y si noté su falta en mi interior, el beso hubiera sido completo si me hubieras penetrado tú, ahora me he penetrado yo misma.
– Soy torpe.
– No, sé que pasaba por tu cerebro. Sabes que te abrí mi alma y era la mejor forma de apartar mi angustia.
– Ya nos vestimos, pero necesitaba tenerte dentro, será mi recuerdo preferido.
Nos vestimos deprisa, no sabía si me había lavado o no, pero no importaba, y salimos del almacén, se acercó a la centinela tenía una sonrisa tonta en su boca, y habló deprisa con ella, luego salimos por la zona de los empleados, no había nadie en el control, todo estaba estudiado a la perfección, y en la calle nos miramos frente a frente.
– ¿Qué te ha dicho? – Pregunté intrigado por su sonrisa.
– Ha estado mirando desde el principio, y que ha saboreado lo que hacíamos. ¿Y ahora? ¿Qué será de mí? – Preguntó con una arruga en su frente.
– Sigue con tu vida. No soy importante.
– Has cambiado a mi cuerpo, me siento una mujer diferente y ha sido por tu forma de tratarme – sonrió abiertamente –, y de esa diferencia que desconocía, del follarme a amarme.
– Cada cosa requiere su tiempo y forma, físicamente ninguna mujer es igual, sin embargo la diferencia se encuentra en su cerebro.
No me escuchaba, intentaba cambiar el sentido de sus palabras sin conseguirlo.
– Necesito tu presencia, y que sepas que te he robado vida, te darás cuenta dentro de pocas horas, sentirás debilidad y no será por el pol.., por hacerme el amor.
– No importa, si es cierto, te noto cambiada, sobre todo en el tono de voz es diferente.
– Estoy satisfecha, sensación desconocida para mí y voy cambiar muchas cosas, las necesito, y no te voy a pedir el teléfono ni el correo, no quiero que te sientas presionado, me has amado y eso te sitúa en un lugar especial de mi mente y de mi cuerpo y de mi alma, por eso te quiero libre, y tampoco me quiero atar a ti, aunque me siento esclava, pero es de forma voluntaria, ese beso ha culminado algo impensable, y si te exijo una sola cosa, quiero ser tu amiga ¿Es posible? ¿Te queda sitio?
De nuevo me sobrecogió, no quise preguntarla cuantos amigos tenía, ni tampoco cuál era su vida los fines de semana, pero me demostró ser una mujer inteligente.
– Tengo algunos, sin embargo amigos amigos, no me quedan, se marcharon para siempre, son conocidos y es algo muy diferente.
– Yo, no tengo amigos, no me quedan, todos se fueron alejando sin saber la causa, quizá fuera mi trabajo, nos confunde con las sectas, fue cuando me demostraron que nunca lo fueron. En la sociedad tenemos un club social, tengo la compañía que deseo, estate tranquilo, tengo donde recurrir si preciso ayuda, pero no olvides que te debo un abrazo, es la única deuda que tienes conmigo, puede que juguemos a algo diferente, te cambio abrazos por tus besos, piénsalo y ese abrazo te le daré en mi terreno, y siempre estaré en deuda contigo, me has enseñado que es el amor.
– Seremos, seamos amigos.
– Siento tu cambio y tu aislamiento. Intercambiemos números.
Con el móvil en la mano se acercó a mí, me hizo una pequeña seña con su cadera y pasó los números, eso no se hacerlo con mi móvil, ella sí, en notas puso su dirección de correo y me miró fijamente.
– Esa dirección de correo es exclusiva para ti, el día que la abrí algo me dijo que la dejara aparcada, no sé el motivo y ahora comprendo al destino.
Miré la dirección de correo, me sorprendió totalmente. Pensé en los sinónimos, rampante.
– Es noche, he pensado modificar tus planes, vamos a ver a la jefa.
– No, dame tiempo.
– Estás equivocado, lo que ahora desprende tu cuerpo ella lo detectará, venteará a otra mujer y observa como buscará la forma de tener la cabeza cerca del pene, tendrá la seguridad de que recientemente te has tirado a una mujer y eso le dará que pensar.
– ¿Y en que es importante?
– Bajará el listón, ya que todo es una operación económica, algo a cambio de una buena cifra.
– No me conoce y desde luego sigo sin entender nada.
– En la naturaleza de nada sirve las carreras que tengas, ni la clase superior debido al dinero, no, lo que ella busca es natural, y hay personas que disponen de lo que ella busca, sin clase y sin cultura, habla de naturaleza del ser.
– Suponte que acepto ¿Cómo piensas que nos encontremos?
Me miró seria, pero luego su gesto se fue relajando y apareció una sonrisa.
– He pensado en un parque solitario, ella pasea y pasas por su lado, ella se insinúa, pero tú no la haces caso y ella sujeta tu brazo y te ofrece dinero, mucho dinero por tirártela.
– Tú te detienes y la miras, recelas de sus palabras y ella dice la cifra que te ofrece es a cambio de tu semen, pero no respondes nada, ella aumenta la cifra por si falla el primer polvo, piensa que pueda necesitar más.
– ¿De qué cifra hablas?
– Puede subir de 2.000€, y de mucho más si la embarazas pronto, ignoro esa prisa que tiene y quizá sea una herencia.
– No comprendo.
Respondí desconfiando ella sabe más de lo que dice.
– Parece que la familia, hablo de hace mucho tiempo, es de alto abolengo y su base está en la sucesión, y para eso se precisa descendencia. Muchas familias se han extinguido por la falta de herederos y este es su caso, y esto no debe saber que lo sabes.
– ¿Y no sirve cualquiera?, sospecho que me quiera atarme.
– No, hay un contrato muy a tu favor, no tendrás que volver a trabajar, sabe mover el capital y ese conocimiento le proporciona grandes dividendos, esa cantidad crecerá mes a mes de la misma forma que tu pene en su vagina, y aprovecho para recordarte que eso me has dicho antes le gustará, esa media erección y que crezca en su interior.
– De todos modos no veo adecuado lo que propones debido a su clase, en nuestro encuentro ella se muestre como una puta.
Sonrió abiertamente y respondió sin perder la sonrisa.
– No seas ingenuo, recuerdo cuando terminé mi época de estudiante, mis compañeras ya hacían planes para buscar marido y que fuera un tipo con dinero, para tener la vida asegurada, si te das cuenta no se aleja mucho de lo que estamos hablando.
Guardé silencio, tenía muchas dudas al respecto, pensé en las palabras de mi jefe, la peor gestión es la que no se hace.
– ¿Y cómo irá vestida?
– Esa respuesta la tiene el destino, ya que le daré detalles de cómo me has –hizo una pausa pensando- penetrado, esa palabra le gustará.
– ¿Y sirve como voy vestido?
– Si, y lo más importante es lo que desprendes, no olvides que ella es una hembra, eso es lo que debes pensar cuando se aproxime a ti, una hembra tan solo con un par de tetas, una vulva donde meter y si quieres más una boca donde también puedes meter.
– Demasiado vulgar para su clase.
– No tío no, ella sopesa su poder, no serás un objeto y estarás a su lado más de lo que piensas, y voy a darte otra pista que debes saber utilizar. Es una mujer solitaria debido a la estructura familiar, la educaron de esa forma, y tú debes conseguir que te necesite a su lado, por tanto sigue tu instinto, si se enterara de mi pensamiento hacia ti, recelaría de mí, y tengo muy claro que si todo sale bien, nunca más debemos vernos, pondría en peligro la situación de ambos.
– Pero sería un muñeco, no dispondría de mi tiempo.
– Eso debes pactarlo tú, así de las condiciones de tu cometido, piensa que ella tendrá sus planes, por tanto te querrá cerca para que la folles.
– ¿Qué opinas?, tú la conoces.
– Supongo que si pudiera manejarte lo haría libertad alguna, es normal, pero repito, plantea tu situación y páctala con detalle, eso también sumará puntos a tu favor.
– Y no te preocupes por mí, ella me ordenó que recabara información sexual, por tanto nada tenemos que esconder, la verdad ante todo.
– De acuerdo, tú mandas.
Y dejé en manos del destino mi futuro, aunque debo reconocer que nada más decir esas palabras, el desasosiego invadió mi cuerpo en su totalidad.
Se alejó de mí haciendo una llamada, habló y habló con el móvil, les llevó casi media hora, se volvió sonriendo.
– Hay un cambio en la forma de conoceros. Ella llegará al parque en su coche, se bajará de él simulando el pinchazo de un neumático, estará agachada mirando por encima de la rueda, y su postura dejará al descubierto sus muslos, llevará una falda corta, y cuando te acerques para ofrecerla ayuda, ella se girará, no llevará lencería alguna en su cuerpo.
– Está bien, mejor que simular a una puta.
– Hay más. Aunque no esté pinchada la rueda, deberás cambiarla y como es lógico te mancharás las manos, procura que la ropa también, excusa para ella para invitarte a su casa para que te laves y como es lógico tendrás que quitarte la ropa, será el comienzo.
– ¿Así de simple?
– Si, además durante el trayecto a su casa, te ofrecerá ese acuerdo basado en el cambio de la rueda, puede que te ofrezca algo que me hizo reír, ella se molestó un poco pero terminó riendo, terminaba de inventar algo novedoso.
– Pagarte el asunto de la rueda y además un contrato de mantenimiento de ella.
Volvió a reírse, y yo no salía de mi asombro.
– ¿Mantenimiento?, supongo que será del coche, aunque no soy mecánico.
– No tío no, un contrato de mantenimiento de ella, no solo en lo sexual. En general mantenerla satisfecha con el fin de procrear heredero dentro de una buena armonía, por tanto vete pensando en despedirte de tu trabajo, pacta una buena cantidad de dinero por eso, ya que durante ese trabajo no cotizarás, piensa en la jubilación, ella entenderá.
Su risa me dio que pensar, esa tía hilaba muy fino, el perfil que ella me había dado no se correspondía con su pensamiento, no era una heredera tonta.
– ¿Y esa forma de presentarse?
– Un capricho de jovencita, aunque puede que no sea así, es algo cambiante y a todos nos pasa.
– ¿Qué le has dicho de mí?, que deba saber.
– Que eres un tipo raro y que la sorprenderás muchas veces y que eres algo rústico comparado con su clase, dijo que tampoco estaba mal un cambio de aire en sus costumbres.
Bueno, las cartas están repartidas ¿Dónde está esa calle y hora del encuentro?
– Te llevaré, está en la calle Corazón de María con la calle Huelva, el aparcamiento es en batería y apenas tiene coches aparcados, sus bancos son limpiados todos los días y es una zona restringida, ella dejará la entrada abierta, allí te dejaré.
El trayecto fue en silencio, cada uno de nosotros sumidos en nuestros pensamientos, y ese desasosiego no desaparecía, sino todo lo contrario, aumentaba según llegábamos al parque.
Se detuvo en la esquina de la calle Huelva, me miró con su semblante cambiado.
– No olvides que te debo ese abrazo, y si puedes, no se lo pidas a la heredera, como tú la llamas. Déjamelo a mí, es nuestro.
No respondí, ya no le correspondía nada mío y era mejor dejarlo claro desde ahora, ya estaba sumido en esa compra de mi persona, ella se equivocó al provocar el encuentro y es el precio que iba a pagar.
– Leo tu pensamiento, y puede que estés en lo cierto, no debí llamarla, tú lo dijiste y no te hice caso, y debo pagar por ello, es mejor no tener nada pendiente entre nosotros, además te lo preguntará y sé que no te gusta mentir.
No respondí y me marché de su vida, aunque en aquellos momentos no lo sabía. Descendí del coche sin decir nada, todo lo había dicho ella. Se alejó haciendo patinar las ruedas traseras, estaba furiosa, supongo que con ella misma. Yo tenía dueña y no supo enfrentarse a la realidad.
El barrio le conocía, era tranquilo a pesar de estar la M-30 cerca con sus ruidos y polución, y una racha de viento me saludó, haciendo que se movieran levemente las ramas de los Álamos blancos y Falsas Acacias.
Entré en la calle Huelva, esa zona era privada, no vi coche alguno ocupado, y me senté en el banco cercano a la entrada. El aire levantó algunas hojas secas del asfalto, y la temperatura descendió levemente, intuí tormenta de otoño.
Y en ese momento un coche se detuvo en la entrada, la puerta metálica se abrió y parecía un BMW de color cereza entró despacio, apagó las luces y se acercó hasta llegar a mi altura, de nuevo otra racha de viento, detuvo el motor y me observó desde el interior, llevaba puestas gafas de sol, su siguiente movimiento fue encender la luz interior, se quitó las gafas oscuras y volvió a mirarme, no era guapa ni fea, normalita, apagó la luz y descendió del coche, llevaba una faldita corta, como las de las animadoras de baloncesto, deportivas y una blusa desabrochada, pude ver sus pechos sin problema alguno, y estaba bien armada, se mantenían rectos, desafiantes y terminados en dos puntas rígidas rodeadas de un halo casi de color negro, deduje que les daba color.
– Eres el elegido sin duda, tu examen me ha parecido como un flash, una señal vertical de radar de superficie ¿Eh?
Dijo mirándome muy tranquila.
– Si ¿Qué te pones en las areolas?
– Un tono atrayente, inocuo aunque los excites con la lengua o tu pija.
– No me parece adecuado, no es mi estilo.
Era algo ordinaria, lo de pija me decepcionó.
– Pues te equivocas, un tipo me consiguió un orgasmo cuando se restregaba en ellos y fue cuando se corrió en un pezón.
Me encogí de hombros, me pareció una vulgaridad.
– ¿Qué tienes pensado…, para mí?
– Preciso de un estudio, un trabajo de campo más bien.
– Explícate, no entiendo eso de trabajo de campo – Tono enfriado.
– Debo reconocer tu cuerpo milímetro a milímetro, y después estudiar una runa de conquista. Espero te sirva, no te diré más.
– ¿Runa? – Pregunta seca, estridente.
– Si, un signo que me oriente en tu cuerpo.
– Tío, no entiendo nada, empiezo a pensar que la exploradora se ha equivocado – Desdén en su tono.
– Pues yo lo tengo muy claro, es hora de despedirnos.
Y sin mediar palabra alguna, me dirigí a la salida de la calle privada, por el rabillo del ojo vi que cambiaba de postura, dudaba, miraba el móvil y a mí, habló por él y ya no vi más, cerré la puerta y salí a la calle, una racha de viento me saludó y a la vez el coche se detuvo a mi lado, abrió la puerta bloqueando mi paso, separando las rodillas se exhibió completamente.
– He empezado mal, me han reprendido acompañado de una amenaza, Hermética sin conocerte me ha ordenado que si no te llevo a su presencia, que no vuelva, que me pone en la calle con lo puesto y ya ves que llevo muy poco.
– ¿Quién es Hermética?
– La hembra que deberás montar y embarazar.
Seguía con su jerga.
– Me faltan datos, no me conoce.
– Te equivocas, ha hablado con la exploradora, según me ha dicho rebosa satisfacción, y para más detalle, me ha dicho que en su mirada hay algo que desconoce y eso que la conoce muy bien.
– ¿Y qué harás para que no me marche?
– Sé que el sexo está descartado, desprendes alejamiento, me eres hostil y eso hace que no me mires ni me folles aunque sea fríamente y sin motivos personales.
– Abrevia – Respondí procurando cierto tono de frescor cortante.
– Te puedo dar detalles de Hermética, te serán útiles en eso que me has dicho antes, y que por cierto no entendí nada, para follar no hace falta ser tan rebuscado.
– Me han dicho que es una mujer muy especial. Y cuando te vi me pareció que ese juicio de valor estaba equivocado. Y no esperaba otra exploradora, que es lo que eres.
– Sí, pero ella todo lo tiene como las demás mujeres. Y recuerda que ella siempre juega sobra seguro, por tanto algo debo informar, tienes que utilizarme ya que es el cometido que me ha encomendado.
– Puedo hacerte algo que desconoces.
– ¿Piensas metérmela aquí? – Duda en su tono.
– No seas torpe, es algo que no llamará la atención, aunque por aquí no pasa nadie, pero tiene su morbo.
Me miró pensativa y asintió con la cabeza.
Le dije que nos sentáramos en el banco que había pegado al jardín, el aligustre nos proporcionaría cierta sombra, aunque no pasaba nadie, solo entraba algún vehículo de tarde en tarde.
Sentados giré su cuerpo a la derecha, yo quedaba casi detrás, le quité la blusa, ella se removió mirándome por encima de su hombro, yo avancé mi cabeza hasta que mi barbilla quedó encima de su hombro, nuestras mejillas casi se rozaban.
– Ahora es cuando me retuerces el pescuezo.
Me hizo sonreír su tono.
– No torpe mujer llena de incultura, no hables y no me mires, solo siente.
Mi barba es de un día, lo justo, y mi barbilla rozó su hombro, muy cerca de su cuello, la réplica fue instantánea ya que ella se envaró y pude ver como sus pezones se endurecían y las areolas se hincharon levemente.
Mi roce continuó muy despacio, ella se removió de nuevo, cambié, esta vez fueron mis dientes los que se posaron en su hombro, muy cerca del cuello, solo rocé los dientes y ella gimió encogiéndose, su cabeza se pegó a la mía y se encogió para escapar de mis dientes, sin conseguirlo.
– ¡Joder!, suéltame.
La solté despacio, ella como respuesta respiró profundamente.
– ¿Te he hecho daño?
– No, aunque lo esperaba y me ha sorprendido. Estoy mojada.
Me separé de ella y me senté estirando las piernas.
– ¿Qué opinión te merece esos dos minutos? – Pregunté con sorna.
– Esperaba algo más burdo ¿Y me vas a dejar así?, un polvo me vendría bien.
Dijo sin mirarme, mantenía la misma postura que yo la puse.
– Eso que has sentido se encuentra muy lejos de lo que pides.
– Has empezado algo que me ha puesto en marcha, incluso ahora siento la necesidad de que me muerdas como antes, un escalofrío ha recorrido mi cuerpo, y ese daño que esperaba se ha dado la vuelta, quiero sentirlo de nuevo y que aprietes los dientes.
– Mereciste esa dosis.
– ¿Qué le has hecho a la exploradora?, Hermética me ha dejado intrigada.
– Nunca hablo de una mujer a otra mujer, y menos a ti, listilla.
– Al menos podías pajearme, los dedos no harán que te fatigues.
– No, por ahora te dejaré así y más adelante ya veremos, además te he regalado un informe muy diferente al de la exploradora que va delante de ti..
Silencio y se volvió girando la piernas en mi dirección.
– No me dejes así, no quiero pajearme delante de ti.
Había cambiado el tono, rogaba.
– ¿Para qué?
– Reconozco que nunca me habían hecho eso, y me he corrido de inmediato, solo conozco a los rápidos, no un tío como tú.
– No te has corrido, pienso que pudo haber sido la sombre de un orgasmo, quizá un reflejo.
– No tío, ese roce de tu barba ha abierto el dique y cuando tus dientes me han rozado, yo esperaba el mordisco y me hubiera mareado de gusto.
– Te daré otro dato para que no te eche a la calle.
Tenía las rodillas juntas en una posición ladeada, y mis manos separaron sus rodillas, adentrando mis manos en sus muslos, la respuesta fue un gemido y su cuerpo se estremeció.
Ella se dejó hacer mirando mis manos, que estas seguían separando sus piernas, su vulva quedó al descubierto. Mis manos con los dedos juntos recorrieron las ingles, ella tembló cerrando los ojos cuando mis dedos llegaron al monte de venus, se encogió levemente.
– ¿Qué le dirás a Hermética? – Pregunté en un tono suave.
– ¡No sé! ¡sigue no te pares! ¡Joder que gusto! – Exclamó.
Junté las dos manos y los introduje entre los dos labios de la vulva, de nuevo gimió separando más las piernas. Llegué hasta el perineo y mi dedo meñique se detuvo en el esfínter del ano, este se movía de adentro a afuera, tenía una especie de movimiento continuado, eso me dijo que estaba disfrutando.
Y ese dedo provocó algo parecido a un gruñido, de nuevo luz verde. Y con las dos manos juntas ascendí entre sus labios menores, su humedad me permitió llegar a su clítoris como es debido, y ambos dedos le rozaron por dos lados, estaba endurecido y su cuerpo respondió con un leve temblor.
Ella movió ficha empujando levemente, pero no hice caso y seguí con esa forma de excitación, mis dedos reconocieron un pequeño prepucio, pensé en un clítoris algo mayor de lo normal, y mi mano derecha recibió la orden de cogerle con dos dedos, algo así como hacen con mi penetrador, aunque ese prepucio era diminuto le moví de afuera a adentro, ella gimió elevando la pelvis, una señal inequívoca de que requería la penetración de forma inmediata. Su movimiento era de penetración, empujaba y retrocedía.
– ¡Tío métemela!, lo necesito, quiero sentirte dentro de mi vagina – Y empujó con más fuerza.
Y llegó el primer orgasmo, jadeó a la vez que tiraba de mis brazos para situarme entre sus piernas, pero no obedecí, yo estaba frío, eso era una forma de castigo sexual.
Y un segundo, ahogó un grito tapándose la boca y esta vez me cogió del pelo, de nuevo tiró de mí, pero la llegada del tercer orgasmo hizo que me soltara y pusiera sus dos manos a ambos lados de su cuerpo, se sujetaba en el banco, pataleó ligeramente y rogó.
– ¡Para! No puedo aguantar más.
Obedecí en parte, mis dedos se separaron y se adentraron siguiendo el fino y duro cordón que adentraba en su interior, en ese lugar el estímulo es más leve y ella de nuevo gruñó, mi intención era que eyaculara, pero no todas lo hacen y esta parecía ser una. Tuvo un estremecimiento más fuerte y su cuerpo se relajó tampoco supe que la ocurría, era una tía diferente en muchas cosas que la perjudicaban en ese sentido. No seguí.
Tenía los ojos cerrados y gemía débilmente, su cuerpo se estremecía de forma intermitente, esperé resultados. Abrió los ojos despacio, me miró de mala forma apretando los labios y se acercó hasta que nuestros rostros quedaron casi juntos.
– Le diré que se vaya desnudando, que vamos para su mansión y que voy malfollá. Sigue ¡Por favor métemela!, debí hacer caso a la exploradora.
– No, todo está cambiado y no soy un robot, el sexo exige sus condiciones. Sobre todo orden.
– Estás equivocado, ella todo lo cambia.
– No en este caso, dila que no habrá sexo, es la primera toma de contacto, ya quedaremos para firmar esas condiciones.
– No seas iluso, antes querrá tener datos sobre tu comportamiento, y saber que mercancía va a comprar, lo más seguro es que te pajee antes de separar las piernas.
– Entonces hay cambios, antes de vernos cara a cara, preciso de leer las condiciones de uso, desde que nos conozcamos hasta que ese polvo, y una vez que haya acuerdo entre ambos entonces le dejaré que pruebe lo que quiera.
– Dudo que acepte.
– Llama, la noche es corta.
Despatarrada en el banco hizo la llamada, se giró para que no escuchara la conversación y aproveché para oler y probar su fluido vaginal, no estaba mal, me dijo que estaba limpia. Se volvió mirándome arrugando el morro.
– Ha dicho que no, las condiciones las pone ella que es la que paga.
– ¿Has cortado la comunicación?
– No, espera y escucha lo que hablamos.
– Adiós, pero antes de marcharme, te aconsejo que te tomes el sexo con tranquilidad, sin prisas, disfruta despacio, tenéis esa suerte, y tu problema es no te dejas, estás cerrada por alguna causa, y el meter es la última fase del polvo, antes debes de recorrer un largo camino y cuando despiertes te darás cuenta de muchas cosas, y por cierto – Hice una pausa – Sabes bien, tus fluidos son perfectos y estoy seguro que puedes correrte más de lo que pienso, hablo en tu idioma.
Y de nuevo me alejé en busca de mi coche, algo más lejos escuché el ruido del motor de su coche al ponerle en marcha y de nuevo su puerta me cerró el paso.
– Me ha preguntado que me has hecho, la exploradora le ha dado mil detalles de lo que sintió, yo he hecho lo mismo y me he quejado de tu crueldad, ella soltó una risita diciendo que no tienes capacidad para dos polvos seguidos ¿es verdad?
– Es posible, no me gusta las carreras en el sexo, y dos seguidos es una carrera que no lleva a ninguna parte.
– Me dijo que lo pensará y que mañana tendrás su respuesta.
– Me parece correcto – me cortó.
– Pero antes de su respuesta, requiera una prueba, algo así como lo del mordisco, ese detalle de la barba le gustó, así como el que yo deseara que me mordieras de verdad.
Me di cuenta de que algo quería, no pensaba que le contara todo.
– Pero yo también quiero algo a cambio de proporcionarte ese contrato ventajoso, ya que ha empezado a ceder terreno.
– ¿Cómo lo sabes?
– Dos mujeres diferentes y dos planteamientos tuyos diferentes. Y pienso que se ha dado cuenta de otro detalle, te cuidas, yo no tengo la suficiente clase, como para desperdiciar semen.
– ¿Eso piensa ella?
– Hará algo parecido, es detallista como tú y seguro que ahora está haciendo un comparativo con los datos que tiene de sus dos exploradoras, y seguro que te llamará en cuanto saque sus propias conclusiones, que sepas que es algo retorcida en todos sus aspectos.
– ¿Sacarás algo de todo esto?
– De ella poco, pero si quiero sacar algo de ti ya que puedo ayudarte algo y es que me dejes como has dejado a la exploradora, no habla de sexo, habla de algo diferente y no pude sacarla mucho más, dijo que era secreto de mujer, y solo me dio un detalle que me dejó pasmada, dijo que aún te sentía dentro.
Pensé minimizar las cosas, pero no lo hice, me jugaba el futuro, estaba harto de mi trabajo y de mis jefes, en la balanza pesaban más sus dos pechos, o cuatro y que podían ser seis, más que mi trabajo.
– Natural, es una mujer solitaria, no tiene amigos.
– Yo tengo un problema, Asperger es lo que me diagnosticaron de pequeña y muchas cosas normales para mí son problemas complicados y graves.
– No sé qué enfermedad es esa
– Para que lo entiendas, estoy encerrada en mí mismo, y con problemas de comunicación, me confunden con una emo, pero lo cierto es que temo al mundo.
– ¿Y cómo trabajas para ella?
– Puso un anuncio buscando una chica muy, pero que muy reservada, su trabajo sería siempre secreto.
– No entiendo esto, envía a dos para lo mismo.
– Si, y tiene su lógica, te lo diré muy claro para que lo entiendas, una vieja solitaria normal y una joven encerrada en sí mismo, quiere comparar ambos resultados. Ambas sin sexo.
– ¿Quién te desfloró? – tiré a saco.
– Yo misma con los dedos, tenía miedo a tener miedo al sexo, si un tío me hubiera hecho daño en esos momentos, seguro que me olvidaría del sexo, otro trauma más. Y tú has sido un torturador, aunque con una diferencia, me ha gustado todo lo que me has hecho y… y no te digo nada más.