Puta alergia. Siempre nos pasaba lo mismo, organizábamos algo y cuando llegaba el día… la alergia que nos daba fuerte. Este año habíamos hecho bastantes planes para la Feria de Sevilla, pero no la pudimos disfrutar, para nada, según nuestros planes. El polen de las gramíneas nos lo impidió de forma contundente. Pudimos ir un par de veces al Real de la Feria y no demasiado bien. Y era jodido porque Marta se había comprado hasta un vestido nuevo para ello.
Por eso, un par de semanas después, y viendo que parecía que la alergia se mostraba más controlada, decidimos ir a una feria de un pueblo cercano a Sevilla. Teníamos una pareja de amigos que vivían allí y decidimos quedar con ellos y darnos una vuelta, ya que otros años anteriores también habíamos ido. Ellos nos dijeron que perfecto, que quedáramos, si nos parecía bien, el viernes por la noche. Y así lo hicimos, tras, claro está, dejar el niño con la abuela.
Tengo que decir que Marta estaba preciosa. Era un traje de gitana blanco y rojo, que realzaba totalmente su figura. Se pegaba a su cuerpo, dibujando unas caderas de ensueño, al mismo tiempo que dejaba la espalda al aire y un escote que quitaba el sentido. Se recogió el pelo en un moño, lo acompañó todo con unos pendientes blancos y una rosa en el pelo.
Yo me puse un pantalón oscuro, una camisa blanca y una chaqueta azul.
Y nos fuimos para la feria.
Y como pasa en las ferias… a beber, comer y bailar. Tras dos horas en el recinto ferial estaba yo ya hasta arriba de comida y de bebida, porque mezclando cervezas y rebujito el panorama era de borrachera. Menos mal que, llegado el caso, ya habíamos acordado con nuestros amigos el quedarnos allí en su casa.
Marta y nuestra amiga estaban bailando en una caseta, mientras yo y el marido de ella estábamos sentados apurando un plato de jamón y una jarra de rebujito. Os admito que viendo el cuerpo de Marta en aquel traje me estaba poniendo a mil. Todas las mujeres están escandalosamente buenas con ese tipo de vestido, cierto. Pero Marta estaba aquella noche simplemente espectacular. Os admito, si, que miré más de un culo aquella noche, incluido el de nuestra amiga, pero el de Marta era hipnótico.
Se acercaron ellas a la mesa, y terminaron con nosotros lo que nos quedaba. Salimos a dar una vuelta. Era ya una hora que rozaba el momento en que el recinto empezaba a perder gente, y además hacía algo de fresco. Marta y yo lo aprovechamos para caminar abrazados, y yo, además, para darle un par de toques en el culo. Fueron bien recibidos. Se veía que Marta también estaba con ganas de terminar aquella noche de buena forma.
Tras esa vuelta por el recinto volvimos a la caseta de nuestros amigos. Algo más de bebida entre risas. Entre copa y copa se nos acercó otra pareja. Nuestros amigos nos los presentaron. Eran familiares de ellos. Les propusieron ir a otra caseta donde había otros familiares. Pero nos parecía que era pasarnos, así que Marta y yo les dijimos a nuestros amigos que no se preocuparan. Que fueran ellos y que luego quedábamos con los móviles.
Hicimos eso, y Marta y yo decidimos que daríamos un par de vueltas por el recinto viendo el ambiente y las atracciones, aunque temíamos que viendo la hora la cosa estuviera ya, tal como habíamos visto en nuestro paseo anterior, bastante apagada. Eso sí, Marta me pidió que la esperara. Antes de dar la vuelta iría al baño.
Yo la esperé en la puerta, ya solo. Al momento de estar allí me sonó el móvil. Sorprendido vi que era un mensaje de Marta. Al abrir el whatsapp vi que era una foto, y al descargarla un rayo me recorrió el cuerpo.
Marta se había hecho una foto sentado en el wc. La braguitas blancas que llevaba, con los bordes naranjas, en los tobillos, el traje recogido y su mano insinuando que se estaba masturbando.
El teléfono vibró de nuevo. Era un mensaje y otra foto. El mensaje sólo decía "¿Te ha gustado?" y la foto era una de ella reflejada en el espejo del baño y guiñando el ojo.
Mi polla se puso morcillona.
Al momento, salió ella del baño y se dirigió hacia mí con una sonrisa pícara en los labios. Llegó a mi altura y, sin perder la sonrisa, dijo: "vamos a dar esa vuelta".
Sobra si os digo que nos cogimos de la mano y fuimos en busca de un sitio oscuro. Tras cruzar un par de calles y salir del recinto ferial, llegamos a una especie de zona deportiva. Junto a ella encontramos un pequeño callejón oscuro. Entre risas nos metimos allí.
Marta no lo dudó: "follame". Sólo me dijo eso, antes de guiñarme un ojo, y girarse subiéndose el vestido. Yo me apreté con ella, la besé en el cuello y, a continuación, me agaché. Su culo, enmarcado por esas braguitas, quedó frente a mí. Sujeté las braguitas y se las bajé hasta las rodillas, al mismo tiempo que hacía que abriera un poco las piernas. Sentí como ella colocaba la frente apoyada en la pared, mientras seguía sujetándose el traje.
Me mojé un par de dedos con saliva y le toqué el coñito. Lo tenía hirviendo. Tenía un incipiente pelo que me acarició a su vez a mí. Sólo un par de toques después noté que estaba mojándose rápidamente. Se veía que el calentón lo traía ya de hace un tiempo. Apoyé mis manos en la parte posterior de sus muslos y empecé, con mi lengua, a saborear su sexo. Mi primer toque de lengua fue correspondido con un gemido, y cuando fui subiendo la velocidad de mi lengua conseguí, como respuesta, gemidos más constantes y fuertes. En esos momentos, mi polla estaba a punto de reventar dentro de los pantalones. Me alegró ver que, pese al alcohol ingerido, aquello iba a terminar bien.
Sentía su sabor recorrer cada rincón de mi boca. Le di un pequeño mordisco en la cara interna de uno de los muslos. Me incorporé y me bajé la bragueta, sacando el pene. Estaba durísimo y con el glande ya mojado. Sujetándomela le di un par de toques en la vagina y diciéndole al oído que estaba loco por ella, la penetré. Estaba tan mojada ella que mi polla casi se resbaló dentro de ella. La penetración fue acogida con un gemido y con un movimiento de ella hacia atrás, facilitando la propia penetración. Le sujeté con una mano el vestido, que ya se le iba soltando de las manos, y con la otra en su espalda, empecé a follarla.
La situación me tenía a mil. Follar en la calle siempre me ponía a mil. Pero no era algo que hiciéramos mucho, y encima, aquella situación en sí, era más que morbosa. Escuchaba gente pasar por la calle a unos metros de nosotros, veía la calle iluminarse con faros de coches… y allí estábamos Marta y yo, disfrutando como locos.
Que me gustara tanto la situación y que mi erección fuera tan bestial, hicieron que aquello no durara mucho. Para nuestra desgracia me corrí dentro de ella pasados unos minutos. Noté los chorreones de semen abrirse camino en mi polla hacia su cuerpo.
Se la saqué con cuidado. Ella se recolocó las braguitas y entre risas salimos del callejón al ver que no había nadie alrededor.
No habíamos llegado al recinto cuando recibimos un mensaje de nuestros amigos. Nos indicaban que habían estado buscándonos y que no nos veían. Y que si queríamos tomar algo más o que si nos batíamos en retirada. Les contesté diciendo que estábamos cansados y que habíamos bebido ya más de la cuenta y que si no les importaba… Quedamos en cinco minutos junto a la portada del recinto para irnos a su casa a dormir.
Todo pasó así y media hora después estábamos ya en la cama. Nuestros amigos tenían una habitación de invitados junto a la de ellos. Nos dejaron un par de pijamas y nos fuimos a la cama.
Yo estaba tremendamente cansado, pero no sé si por ser otra cama diferente a la mía, por la cantidad de alcohol o por la excitación de la follada que Marta y yo habíamos tenido, no podía dormir. Marta estaba igual. Así que nos quedamos allí, en la cama abrazados, hablando en voz bajita y riéndonos sobre lo que habíamos hecho aquella noche.
Estaba yo hablando cuando Marta colocó uno de sus dedos en mis labios e hizo que me callara. Con la otra mano se señaló el oído diciendo que escuchara.
Y entonces me di cuenta.
Se escuchaba que nuestros amigos se lo estaban pasando bien en la habitación de al lado. Se escuchaba la cama chirriar, gemidos, grititos, el sonido de piel contra piel…
Marta me miró con las pupilas dilatadas y una sonrisa en los labios.
-Esos dos se lo están pasando pipa –le dije
-Pues yo también quiero –dijo ella antes de lanzarse a besarme.
Antes de darme cuenta mis pantalones estaban en los tobillos y Marta me la comía.
-No creo que se ponga dura tras el polvazo de hoy y el alcohol, cariño.
Ella me miró, sonrió y volvió a recorrer mi polla y huevos con su lengua.
Creía que no, pero pasados cinco minutos mi polla estaba erecta.
-Nunca dudes de mí, chaval –me dijo sonriendo.
A continuación se desnudó completamente y se colocó sobre mí, metiéndose mi polla erecta.
Los sonidos de la habitación de al lado habían aumentado en fuerza. Y a ellos se les unieron los nuestros.
Marta empezó a cabalgarme con fuerza, haciendo que nuestra cama gimiera. Joder, como lo hacía. Siempre se ha movido genial en esa postura. Yo la miraba a la cara mientras la dejaba hacer. Solo le apretaba las tetas dejando mis dedos marcados en ellas. Y yo gemía, gemía fuerte. El sentir su culo contra mis muslos en cada movimiento de caderas que hacía me pone a mil. Joder, como me hace sentir. Y como se mueven sus tetas… una delicia. Ese movimiento de sus tetas es un baile que me hace soñar. Es hipnótico.
Le di una cachetada en el culo y cerré los ojos. Sentía los gemidos de Marta, los de nuestros amigos, las camas chirriar… ufffff. Sentí las manos de Marta arañarme el pecho, pero no me importó. Quería sentir sintiendo aquella forma de follarme.
-Vamos, cariño, vamos, ¿Te gusta esto eh? -me dijo, con la clara intención creí, de que yo la escuchara pero que también lo hicieran al otro lado de la pared.
-Quiero un chorreón dentro de mí. Quiero tu leche calentita en mi coño.
Marta no solía hablar así, pero se veía que el alcohol la había soltado.
Llevó una mano a mi cuello y me lo apretó mientras volvía a decir entre gemidos:
-Vamos, córrete. Quiero tu leche dentro de mí. Como me tienes… joder, que cachonda estoy.
Aceleró su movimiento, robándome un par de gemidos fuertes.
La agarré de las caderas cuando sentí que mi leche se abría paso. Joder. Tras la corrida de hacia unas horas ésta también fue importante. Mientras me corría la miraba a los ojos, y veía en ellos sólo cosas que me gustaban: morbo, lujuria, sexo, calor…
Entre risas nos volvimos a vestir. En la habitación de al lado no se escuchaba ya nada. Al poco nos quedamos dormidos abrazados.
Al día siguiente, en el desayuno, las miradas que nos lanzábamos los cuatro lo decían todo.
Vaya feria!