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Queriendo ser nalgueada
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Tiempo de lectura: 2 minutos

No podía aguantar más. Mi grado de excitación había llegado a un nivel importante y necesitaba descargarme de alguna forma. Luego de hablar con ellas de nalgadas y dominaciones, mi calentura tenía que culminar con una buena masturbación. Me relajo, dejo de lado mi ordenador y cierro mis ojos.

Sin darme cuenta comienzo a sentir unas manos que empiezan a manosear mi cuerpo. Pasan por mi cuello, mis pechos, mi pancita, mi cadera, mi pelo. Una de ellas me desprende el sostén y lo deja caer sin más. Allí siento que cuatro manos juguetean con mis pechos desnudos. Se notan por su suavidad que son de mujer y porque lo hacen mejor que los hombres.

Mis pezones se ponen bien duritos y es cuando siento un mordisco en uno de ellos. Sin meditarlo pego un grito de dolor aunque también de placer y escucho una voz que me sacude de mi estado de relajo.

–Aquí no hay que gritar perra, quieres que te castigue con unas nalgadas?

Allí fue cuando abrí los ojos y estaban ellas. Diana, la más experimentada y Caro manoseándome todo mi cuerpo y advirtiéndome lo que me iba a pasar.

Estaba todo en mi cabeza y en mi sueño erótico, pero mi cuerpo había dado cuenta de ello y estaba transpirado y húmedo. Mis pechos a punto de salirse del sostén y el cosquilleo típico en mi entrepierna. Voy hacia mi cama y me desnudo rápidamente. Con una mano me sostengo las tetas y con la derecha voy hacia mi coñito empapado y desde hace unos días, bien depiladito.

Empiezo con la faena y mi imaginación vuelve hacia ellas. Ahora una esta chupándome frenéticamente mi vagina y la otra sin dejarme respirar con su culote en mi cara señalándome todos sus riquísimos jugos, los cuales tomo como si fuera un precioso néctar. La lengua y los dedos de Diana me están haciendo gozar como loca, lanzo un pequeño gemido seguido de un leve grito. Su lengua dejo de chupar dejando un vacío en el cuerpo.

–ya te lo he dicho, nada de gemidos… ahora vas a saber cómo hay que tratar a las putas.

En verdad me sorprendieron esas palabras, pero a la vez me hacen sentirme más sucia y por consiguiente más cachonda. Fue entonces cuando me pusieron en cuatro patas y dejaron mi colita bien paradita. También me pusieron una venda en los ojos. Comienzo a sentir sus manos rodeándome todo el culo y mi vagina. Lo hacían muy suave y despacio hasta que de pronto siento el impacto de un cinturón en mi culito.

Una y otra vez sin ningún descanso, se escuchaba el ruido de mis nalgas con los golpes certeros y placenteros que me proporcionaban las chicas. Yo me mordía los labios para no gritar. Solo escuchaba los golpes y los cuchicheos de ellas que decían algo como "viste como disfruta la putita esta".

Eso me hizo poner más caliente, tanto que explote en un exquisito orgasmo cuando sentí unos deditos en mi clítoris. Mis pensamientos volvieron a la realidad y los dedos que sentía en mi conchita eran los míos. Estaban todos enchastrados de mis jugos. Por fin había saciado mi calentura.

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