Tras ese primer encuentro con Paula hubo una serie de días de esos tontos en que nos veíamos en los entrenamientos… y apenas cruzábamos palabra. Yo sabía que ella se daba cuenta de mis miradas a su culo y al resto de su cuerpo, pero no reaccionaba.
Pero tanto ella como yo sabíamos que la cosa ya no tenía marcha atrás y que el hecho de que se lo hubiera medio comido en el coche aquella mañana de domingo era el pistoletazo de salida para más encuentros.
El primero de ellos sucedió de forma accidental, pero fue memorable.
Mi hijo llegó a casa un día, lo había acompañada la madre al entrenamiento, diciendo que la semana siguiente iban al cine con el equipo. Mi mujer me explicó la cosa algo mejor: los habían invitado al cine de Alcalá de Guadaira e iban a ir todos juntos a ver una película infantil que en esos días hacía furor. El entrenador había solicitado que algunos padres y madres los acompañaran porque controlar a esa manada de pequeños debía ser jodido.
Yo podía ir de acompañante así que mi mujer se encargó de “apuntarme”. La tarde del cine llegó, recogí con el coche a otro padre con su niño y los cuatro nos fuimos a la entrada del CC Los Alcores, que es donde habíamos quedado.
Fueron apareciendo padres, madres y niños. En total seriamos unos 14 niños y 8 adultos. No estaba mal el promedio. Pero con desilusión comprobé que no estaba el niño de Paula, ni su marido ni ella misma.
Cuando nos dirigimos hacia las taquillas, donde el entrenador tenía que recoger los pases, me llevé la agradable sorpresa de que Paula esperaba allí al lado junto a su hijo. Por lo visto no había leído bien el mensaje de quedada y se había ido hacia allá directamente desde el parking subterráneo. Yo la miraba con ganas.
Vestía unas deportivas Adidas blancas, una falda vaquera amplia que le llegaba por las rodillas, una camiseta blanca y una cazadora roja.
Cuando recogimos las entradas el entrenador nos dijo que no era necesario que todos y todas entráramos en la misma película, que él creía que con 4 adultos se apañaba la cosa. Hubo cuatro voluntarios rápidamente, así que los otros cuatro podíamos ir a la sala que quisiéramos con los pases que teníamos. Con agrado vi que dentro de los cuatro estábamos Paula y yo.
El grupo de los niños y los cuatro adultos que iban con ellos entraron porque se acercaba la hora de inicio de su peli. Le tuve que comprar a mi hijo unas palomitas y un refresco que me costaron casi un ojo de la cara. Joder con los precios.
Y allí nos quedamos los cuatro adultos restantes, mirando la cartelera para ver qué película ver. Realmente al ser una tarde de un día entresemana el cine estaba medio vacío, al igual que el centro comercial en sí.
Al final decidimos que viendo las horas de inicio de las otras pelis era jodido ver alguna. Nos decantamos por tomar un café en una cafetería que hay a la entrada del centro comercial. Es la típica cafetería de Café de Indias con grandes tazas y pasteles. Nos fuimos para allá, yo mirando de vez en cuando el culo de Paula. Cuando llegamos nos sentamos y pedimos. Yo pedí un café con canela. Y empezamos a hablar de temas sin mucho sentido.
Al rato uno de los padres dijo que aprovecharía el estar allí para ir a mirar una cosa al MediaMarkt, una tienda de electrónica cercana. El otro padre dijo que le acompañaría. Así que quedábamos Paula y yo que nos miramos sin decir nada.
Pagamos los cafés y ellos se fueron para el MediaMarkt, mientras Paula y yo empezábamos un paseo en silencio por los pasillos casi desiertos del centro comercial. Las palabras que nos cruzamos fueron pocas y sobre cosas sin importancia. El recuerdo de lo que hicimos en su coche estaba latente, pero parecía algo prohibido. Me contó un poco de su vida, de lo que había estudiado y tal y de donde había estado trabajando. Lo cierto es que no conocía esa información pese a las veces que nos habíamos visto últimamente. Yo por mi parte lo comenté casi lo mismo. Estaba siendo una situación jodida, la verdad.
Nos paramos ante un escaparate de una tienda de telefonía y yo aproveché para mirar la hora en el móvil. Faltaba una eternidad para que la peli de los críos terminara.
A continuación Paula me dijo que iría al baño y yo, por mi parte, le dije que también iría. Los baños estaban al final de un pasillo que se abría en un lateral. Azulejos azules guiaban hasta dos puertas, una para hombres y otra para mujeres, frente a frente. Si decir nada más entré en el mío. Olía al típico olor de wc público, una mezcla de lejía con otros productos. Al entrar había cuatro lavabos juntos, con grandes espejos. Justo enfrente de los espejos estaban los baños. Me dirigí al último de los baños, con excepción del especial para sillas de ruedas que ocupaba el final del todo, y eché una meada. Luego me lavé las manos. Estaba solo en el baño. Me sequé y salí.
Parecía que Paula todavía estaba dentro así que me eché en la pared y saqué el móvil para esperarla. Pasaron unos cuatro minutos hasta que la puerta del baño de mujeres se abrió y ella salió.
No sé qué se me pasó por la cabeza pero lo hice rápidamente.
Guardé el móvil en el bolsillo, me acerqué a Paula, la cogí de la mano y tiré de ella para meterla en el baño de hombres. Ella protestó y tiró para soltarse, pero la levedad de su resistencia me hacía ver que aquello le ponía y le hacía recordar viejos tiempos. La llevé al baño de minusválidos que, como decía ocupaba el final del baño, y cerré la puerta.
La agarré de la cintura y empujándola contra la pared empecé a besarla. Metí mi lengua entre sus encías y la parte posterior de sus labios y fui lentamente recorriendo su boca. El olor fresco de su pelo me recordaba al domingo en la parte en posterior de su coche.
Me aparté algo de ella y con una sonrisa le dije que teníamos algo pendiente del otro día. Ella me dijo, con una sonrisa, que estaba loco. Y le dije que loco por follarla. Y volví a besarla, esta vez apretándole el culo con fuerza. Me gustaba la firmeza de ese culo, que se sentía perfectamente a través de la falda. Aunque no tardé mucho en meter las manos por debajo y tocarlo directamente, sólo protegida su piel por unas braguitas. Notaba la saliva resbalar por nuestras bocas y eso me hacía desearla todavía más.
En ese momento alguien entró en el baño silbando. Dejé de besar a Paula y me llevé un dedo a la boca diciendo que no hiciera ruido. Ella se tapó con ambas manos la boca. Escuchamos un chorro de meado y luego un grifo. Tras un rato, que pareció eterno, se escuchó la puerta y el silbido se perdió.
– Estamos haciendo una locura. Joder. Nos van a pillar y a montar un escándalo. Paso de estas historias –dijo Paula poniéndose bien la falda y abriendo el cerrojo de la puerta.
Coloqué mi mano sobre la suya, empujando de nuevo el cerrojo a la posición de cerrado. Al hacerlo me apreté mucho a su cuerpo para que pudiera sentir mi polla erecta por el deseo. Y empecé a comerle la oreja al mismo tiempo que le decía “lo deseas, te conozco. Lo deseas”.
La hice girar y la llevé a la pared contraria de la puerta. Allí la aprisioné entre la pared y mi cuerpo. Ella gemía levemente. Metí una mano por debajo de la camiseta hasta sus pechos. Los tenía duros, con unos pezones ya de punta totalmente. Volví a recorrer su cuello con mi lengua, dándole pequeños mordiscos. Ella movía algo el culo, haciendo que los refregones con mi polla empezaran a mojarme la ropa interior.
La giré y le subí la camiseta. Tiré del sujetador hacia arriba haciendo que ambas tetas escaparan de la prenda. Apreté una con una mano y la otra teta me la llevé a la boca. El contacto de mi lengua hizo que Paula gimiera y se estremeciera. Era mía. Estaba, pese a sus reticencias iniciales, dejándose hacer de todo. Le mordí la teta dejándole una marca de mis dientes y ella protestó, pero no dejé que lo hiciera mucho. La hice girar de nuevo y la lleve hasta el inodoro. Puso sus manos contra la cisterna, arqueando la espalda y dejando las piernas separadas. Me desabroché el cinturón, y llevé mis pantalones y ropa interior a mis tobillos. Mi polla erecta, con gotas de líquido preseminal ya goteando esperaba ya allí. Paula me dijo, estando en aquella posición, que prefería comérmela en vez de follar. Mi respuesta fue subirle la falda, y retirarle a un lado las braguitas. Ella no dijo nada más así que yo tenía claro que sí quería follar. Es más, separó las piernas un poco más, lo que me dejaba claro que quería tener mi polla dentro.
Ver entrar mi polla en su cuerpo, sentirla dentro, me subió la temperatura varios grados. Empezar a escuchar sus gemidos rítmicos, empezar a ver como arqueaba su cuerpo…t odavía más. Me quedé ensimismado viendo como mi polla entraba y salía de aquel cuerpo que tanto deseaba. Ella empezó a empujar también, haciendo que las penetraciones fueran profundas y duras. Sus gemidos se intensificaban, así que con una mano le tapé la boca. Sabía que así, dándole duro, sintiendo ese culo contra mi cuerpo, sintiendo su lengua contra mis dedos yo no duraría mucho. Pero ansiaba sentir mi leche derramándose dentro de ella, así que apreté todavía más en mis movimientos.
Sentía que mi leche se me escapaba ya, y quise aguantar. Pero fue en vano porque aunque yo me detuve, Paula movió todo su cuerpo y mi polla no aguantó más: descargué dentro de ella unos buenos chorreones de semen. Justo en ese momento, entraba alguien más en el baño. Fue morboso saber que alguien estaba allí, a poca distancia de mi, mientras mi leche llenaba todo el coñito de Paula. Ambos íbamos recuperando la respiración normal, escuchando al extraño a pocos metros. Cuando se fue saqué mi polla, chorreando de ella, y ella se reincorporó. Nos limpiamos y nos vestimos entre sonrisas.
Salí yo primero, eché un vistazo tanto dentro como al pasillo, y al no ver nadie ella salió y se metió en el de mujeres para arreglarse el desaguisado que habíamos hecho en su pelo y en su maquillaje.
Mientras la esperaba apoyado en la pared, me daba cuenta con satisfacción que aquello iba a significar el inicio de una aventura con una ex en toda regla.