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Viaje con permitidos (1): La lluvia desató la pasión
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Desde hace años, por herencia familiar pasamos los veranos en la costa atlántica, San Clemente, para más datos. Ese verano solo mi familia, yo solo los fines de semana, el resto en Buenos Aires para atender el trabajo, viajo los viernes y regreso la noche del domingo. Ese domingo el auto no encendía, el acumulador estaba descargado.

Imposible pensar en conseguir pasaje, la única forma, alguien que pueda llevarme. Mi esposa comentó el problema y el vecino le dijo que su esposa viajaba, pero lo haría recién en la mañana de lunes. A los pocos minutos volvió con la novedad de que, estaría bueno viajar antes, si tenía compañía, se animaba a viajar de noche, acordamos la partida tipo 9 pm.

Salimos con Ethel, la vecina, una mujer cuya edad rondaba los cuarenta y pocos, siempre me llamó la atención el porte dominante, arrogante y hasta autoritario, casada con un señor que no está en su mejor condición física, aparentaba ser holgadamente mayor que la señora.

Teníamos por delante un viaje de poco más de cuatro horas, lo cual da tiempo para la plática y saber un poco más de la vida de cada quien, sobre todo cuando una mujer siente que su compañero de viaje le está prestando la “oreja” y poniendo la mejor de sí para escuchar esas cosas que necesita dejar fluir, ahora tiene un “escuchador” dispuesto.

El tránsito suele complicarse en el regreso dominguero, y el mal tiempo se adelantó más de lo previsto, para cuando llegamos al segundo peaje arreciaba el viento, algunos árboles tumbados y hasta un cartel había bloqueado el paso por la ruta y obligado a desviarnos. No estábamos tan lejos del destino, le indiqué tomar un desvío por una ruta alternativa que conozco, la lluvia se había intensificado y para colmo de males el limpiaparabrisas comenzó a fallar. Bajamos para ver de repararlo, solo conseguimos mojarnos. Como la intensidad de la lluvia se había incrementado, seguir conduciendo en esas condiciones era bastante peligroso.

Precisamente conocía esa ruta por haber parado varias veces en alguno de los hoteles para parejas que existen, por ese motivo me animé a proponerle que podríamos parar y quedarnos en un hotel, al menos hasta que pare esa tormenta, que no tendría nada que temer, que solo sería para guarecernos del temporal. Estábamos detenidos en la banquina, la propuesta la descolocó, se quedó viéndome, pensando…

– Vamos, no tienes nada que temer, no soy un violador…

– Sé que no… es que… no sé…

– Córrete, conduciré yo! -se pasó al otro asiento.

Se le notaba que nunca había entrado a un hotel para parejas, todo era novedad, mientras pago, la observo con el rabillo del ojo, algo tensa, pero no asustada. En ese instante noté como se había producido el cambio de mujer dominante y autoritaria a moderada y contemplativa, ver como manejaba esa situación la había descolocado, sentía que había tomado el control de la situación, dominando la escena de los hechos, movida de su estado de confort estaba hasta más amable.

A esas horas el servicio de estos hoteles no es por turnos, sino “pernoctar” que por el mismo importe del turno te permiten quedarte hasta la diez am del día siguiente. Este un ámbito de servicio que manejo con habitualidad, sobre todo ahora que mi esposa está embarazada. Pedí unos tostados de jamón crudo y queso, las bebidas las teníamos en el frigobar, terminó por dejarse llevar en esta aventura.

– Woww, cuánto silencio! Ethel, solo quiero que te sientas cómoda, este lugar es para parejas, pero tranquila, que no pasara nada…

– Que no pasará nada, solo te faltó el clásico: “que no quieras que pase”… -solo sonrío.

Mientras aguardamos los emparedados, me perdí en la subyugante admiración de sus grandes y redondos pechos, las aréolas se traslucen en la tela mojada, los pezones erizados amenazan atravesar la tela. Podía notar que la atención dispensada a sus pechos le agrada, conoce el poder de sus opulencias.

– Epa! Te has perdido?

– Eh!, perdón, pero es que recién ahora me doy cuenta de… que tenía todo esto… Perdón si te ofendí.

– Para nada, los ojos siempre son solteros, me sentí halagada, es un mimo para una mujer, sobre todo yo, que me manejo con mando en un ambiente hombres, no tengo muchas oportunidades de sentirme atractiva, sobre todo a un hombre como vos, que puede tener mujeres más jovencitas.

– Puede ser, pero para mi gusto no hay como una mujer de…

– De…

– Bueno… como tú, con todo… eso…

El tuteo me salió natural, seguro de no ofenderla. En ese mismo instante sentí que había coronado el deseo que se me había instalado dentro del bóxer, dato que para nada pasó desapercibido a los ojos de Ethel.

– Quítate esa ropa mojada, una ducha y te envuelvo en la bata de baño. Digo…mientras dispongo los emparedados que trajo el servicio de cuarto.

La sugerencia tenía implícita la orden, comprendió, bajé la intensidad lumínica, la ducha está separada del resto tan solo por el cristal, de tal modo que puedo apreciar el cuerpo de la mujer surcado por el agua, erotiza y excita a mil. Solícito, me acerqué por la zona abierta, la bata abierta para contener el cuerpo húmedo.

La mujer mandona, autoritaria, se deja contener por un instante entre mis brazos, arrebujada en la esponjosa tela que absorbe el agua que se escurre por su piel, la indefensión que se rebela, la exuberancia salvaje de una domadora de voluntades sometida al abrazo joven que subyuga su sensibilidad de hembra, disfruta el abrigo de un cuerpo masculino que despierta esas sensaciones que nadie supo entender.

Ese simple acto, cálido y emotivo fue la piedra angular del cambio de actitud, la severidad a dejarse llevar por la situación que había creado.

Emparedados y cerveza, brindis, risas y otras cervezas van aceitando el camino hacia la risa fácil la complicidad de estar en un cuarto de hotel, solo una bata la separa de la tentación del macho joven.

Puedo entender que está en el lugar y momento justo para cazar a la hembra salvaje, la prudencia y la mesura es el disfrute del cazador y la satisfacción de la presa de ser cazada con dignidad, el trofeo será entregado con todos los honores al ganador, la fantasías se va gestando mientras se saborea el momento de la coronación al vencedor.

Mientras abría la segunda cerveza ella accionó el control remoto, encendió la tv, el canal porno mostraba imágenes explícitas y contundentes de un acto en pleno fragor, su primera reacción fue de sorpresa, quedó absorta mirando la acción, de pronto reparó que no está sola, la incomodidad de sentirse en compañía viendo esas escenas de sexo, no saber disimular la atracción que le producía y por estar en compañía de un hombre. Buscaba sin poder accionar el apagado o cambiar el canal.

– Tranquila, no pasa nada. Si quieres lo apago, pero acá es algo de rutina estos canales.

Estábamos recostados sobre la cabecera, pasé mi brazo sobre su hombro, se dejó estará contra mi hombro, atisbo de retirarse, una pequeña presión para que no, la convencieron de que era un lugar seguro, contenedor. Durante un buen ramo fuimos testigos de las acciones y evoluciones del trío en la pantalla, Ethel observa con atención, su cuerpo recibe el estímulo de la acción, inquieta, cómo hacer para no denotar su inexperiencia y la excitación que le producía la escena de sexo explícito.

El abrazo se hace más contenedor, se permite poner la cabeza sobre mi pecho, sin dejar de mirar la pantalla, sus piernas se mueven, el estímulo y la compañía están haciendo mella en su condición de mujer, pierde mucho de su actitud decidida, se deja apretar, no lucha, no se rebela, está entregada, el cazador espera el momento para dar el zarpazo final.

La pantalla sigue con la evolución de la pareja en su momento culminante, la respiración de ella se agita, está viviendo ese momento como su propia realidad, apreté su brazo para tenerla más tendida, contenida, mirándome, ojos abiertos, asombrada esperando lo inesperado…

Mi boca sobre sus labios, sin resistencia, las bocas se hicieron una, abrió los suyos, mi lengua jugo con la suya, esperar, insistir, aprende el juego de ser visitada y visitar la del hombre.

Un instante para tomar aire, su mano en mi nuca, para retenerme en su boca, aprende rápido, todo se hace con el frenesí de su primera vez, siente la dominación bucal, aprende a respirar en la boca del hombre, sentir la textura de la saliva ajena, la intimidad pasional del beso supera todas las prevenciones defensivas.

Busco la abertura de la bata, acaricio su piel sin soltar sus labios. Las caricias viajan por sus zonas erógenas, se pierden en el abrazo que atenaza ese cuerpo ávido de caricias, los gemidos se ahogan en mi boca, admite y consiente, se entrega, cierra los ojos se deja estar en el suplicio de la ternura, subordinada a mi voluntad.

Abierta la bata, la belleza rústica de la mujer de campo florece en el agasajo del hombre que la va a poseer, suelto sus labios para recorrer la geografía de su cuerpo latiendo ansiedad y premura por ser descubierto. Los besos en el cuello producen los primeros estremecimientos, los opulentos senos contenidos en mis manos, se dejan estrujar, el primer contacto con el pezón izquierdo la hizo salta con la fuerza de un shock eléctrico, el gemido surgió con la fuerza del efecto desconocido, sus manos tomando mi nuca quieren acallar el llamado del deseo que comienza a tomar vida dentro de su ser.

El asedio a los pechos y la succión de los pezones la ponen en el espacio sideral de las delicias desconocidas. Deslizo por su vientre, recorriendo la piel, poro a poro, hasta llegar al oasis de todos los deseos, aspiré ese aroma tan particular y excitante de la mujer en su máxima excitación. Mis dedos frotan el origen del aroma, embeben en la fuente de sus feromonas, todo es lujuria y voluptuoso deseo.

Beso el monte de venus poblado de vellos enrulados, reptando hasta atrapar el clítoris entre mis labios.

Lamidas, succión y mis dedos explorando la cueva de todos los placeres. Acosada, agitada por tantos estímulos eróticos, sus manos enredadas en mis cabellos, aprieta mi cara contra su sexo para ahogar los gemidos que la dominan.

La excitación la descontrola, los gemidos se estrangulan en su garganta, pudor para expresar esa pasión que adormece sus culpas que despiertan su lujuria. Estremece, sacude su cuerpo, quiebra la cintura, elevándose, cerrando sus fuertes muslos sobre mi cara, tensa los tendones, endurece los músculos y exhala profundo y agónico gemido, presagio inminente del orgasmo. Estalla con la fuerza de un ciclón, moviéndose, agitada por el tsunami interno, sensaciones inéditas en ese cuerpo carente de atenciones.

Se debatió como pez fuera del agua, boqueando, gimiendo y balbuceando incoherencias, incrustándome en su sexo, diciendo palabras que no pude entender. Momento pletórico de sensaciones, la dejó al borde del desmayo.

Permanecí entre sus piernas, sentía el ardor de la vagina, los aromas de hembra en la magia del orgasmo, anestesiada por esa sensación novedosa demora en procesar las sensaciones al cuerpo que ignora los placeres eróticos de la sexualidad.

Recobra la compostura, babeándose, llorosa, exaltada por la estridencia y las convulsiones del clímax. Me besa, su lengua agradece emocionada ese momento de intensidad, descubre sentir el placer en carne viva. Otra cerveza hace la pausa para que pueda procesar tantas emociones…

Sin mirarme, con pudor y necesidad de contar, comenzó a desgranar la confidencia atragantada, justificar sus actos, amortiguar su culpa:

“Esto es algo nuevo, inédito, desconocía que podía sentir algo así, recorrer un mundo de sensaciones que no pude controlar, me perdía, no sabía qué hacer. Mis padres me casaron a poco de cumplir los diecinueve, virgen y sin experiencias sexuales, él, alemán como mis padres, viudo, casi treinta años mayor que yo. Con él perdí la virginidad, sin gloria pero con mucho dolor, no fue una experiencia grata, me lo hizo sin excitarme, de un golpe. Antes de calentarme él ya había acabado. Las relaciones sexuales pocas y magras creo que por ser un eyaculador precoz, nunca experimenté un orgasmo, lo más cercano fueron algunas esporádicas masturbaciones a que recurría cuando el deseo atenazaba mi cuerpo. El trabajo administrando el campo fue el refugio donde gastar las energía que el sexo no pudo consumir, sobre todo ahora que la diabetes y otros achaques no le permite ni esa fugaz penetración”

La confesión tuvo el efecto liberador, la revelación alivió su conciencia, libre de expresar sus deseos sexuales reprimidos bajo el juramento de fidelidad conyugal, sintió el llamado del deseo latiendo en sus entrañas cuando comí su sexo.

No hacía falta mucho para llevarla al momento del deseo, mi mano se introdujo entre sus piernas, suave roce del clítoris la estremece y moja, más y más, hasta que pidió: – más rápido, más rápido!

Elevé sus rodillas, tomé de los muslos, tensos, se dejaron vencer para meterme entre sus piernas, abrir los labios de la vulva e introducir el miembro. Cerradito, juego con la cabeza, al intento de penetrar sentí la estrechez de la cueva, volví a empujar una y otra vez lento y cuidadoso hasta vencer esa resistencia, supuse por estrecha y por tanto tiempo sin uso.

Al tercer intento cedió al empuje de la verga, los músculos se relajaron, las piernas dejaron de tensar los músculos. Elevé un poco más sus nalgas metiendo mis rodillas debajo para facilitar el ángulo. La calentura nos invadió, volcado sobre su cuerpo penetraba despacio pero tan profundo como podía, comenzó a sacudirse, enlazando sus piernas en mi espalda, taloneando para azuzarme, abrazada a mi cuello para retenerme, y ofrecerme el pezón, quiere todo y al mismo tiempo.

La calentura pudo más que mi deseo de prolongar el metisaca, me gusta el coito de larga duración, la urgencia de la partenaire por llegar a otro orgasmo imponía condiciones. – Sí, sí, más más rápido, más profundo, más fuerte, más…

El “más” era un calificativo que acompañaba a cada pedido, la demasía era su necesidad, descubrir el sexo y el “exceso” era lo mismo.

La contundencia de sus orgasmos, dos, bien prolongados, minaron mi control por demorarme, sus ganas querían sentirme a pleno. – Estoy por llegar, no sé si….

– Si! sí! podes, sí! lo quiero dentro. Dale! Vení dentro, por favor!!!

El momento no podía ser mejor, todos los dioses estaban en mi favor, una hembra debutante en orgasmos, prodigándose para que fuera los dos a un tiempo, no podía menos que dejarme fluir dentro de su sexo. La eyaculación fue algo memorable, sentí el punzante latido en los riñones hasta el latido de la expulsión del semen, dilatando el conducto para dejarme ir dentro de Ethel. Un primer chorro, liberador, uno segundo y otros terminaron por vaciarme por completo dentro de esta mujer que se me había entregado en cuerpo y alma.

Luego de ese primer polvo, abrazados, nos dejamos vencer por el relax y el letargo que deviene luego de un juego sexual tan intenso y prolongado. Dejados en la tranquilidad de una calma relajante dormitamos arrullados por las delicias del sabor dulce del placer consumado.

El hábito campero de madrugar la despertó antes, cuando abrí los ojos sentí como si ellas estuviera cuidando el reposo del guerrero, la mirada tierna y el gesto risueño, verme abrir los ojos a la aventura de seguir juntos. Desperté “al palo” como nunca, ella lo había notado y admirado la rigidez del miembro enhiesto, apuntando a su mirada. – Cómo estamos hoy, eh!

– Será por tu grandísima culpa. Ahora… qué hacemos para bajarla?

– Pues será lo mismo que hicimos anoche, si es que me tienes ganas?

– Ganas? Sí! y muchas…

La magia del deseo volvió a despertar pasiones, ella dispuesta, yo con más ganas.

En los primeros escarceos de este segundo round de sexo y pasión comentó que un momento antes había visto en la porno de que se proyectaba, que el hombre hacía todas esas cosas que había escuchado pero nunca había visto así, tan explícito.

– Sabes… que ahora tengo una sensación de… no sé… como… una mezcla de curiosidad y desafío, como… de querer sentir lo que ella le hacía al hombre y él le hacía a ella…

– A ver si entendí bien… dices probar?

– Bueno… no sé algo así, tu eres el que sabe todo eso, yo solo me dejo… llevar donde me lleves.

– Seamos claros, desnúdate… en las fantasías, de lo otro ya veo y todo súper bien.

– Bueno, pero no me preguntes, lo digo de un tirón y listo, sí? –asentí. – Ella se la estaba chupando y el tipo se le corría dentro de la boca, en otra secuencia él le chupaba la conchita, como me lo hiciste y me volaste la cabeza, luego la puso a cuatro patas y le hizo sexo hasta que gritaba, le dio unas palmadas en la cola, la forzó abrirse los cachetes y… – Y…??? – Bueno… y se la metió por el culo… al principio se quejaba un poco pero el tipo seguía y seguía, hasta que le gustó…

– Te diste cuenta que no era tan difícil contarlo

– Te parece? Sí que lo fue, ni te imaginas cuanto tiempo estuve dando vueltas a esto en mi cabeza para decírtelo.

Por un instante quedó impactada por haberse manifestado tan abiertamente, espera mi respuesta, juego con su paciencia, se inquieta un poco, temblando, estudio cada uno de sus movimientos, disfruto sentirla tan vulnerable, inquieta, expectante, esperando la condena o la absolución…

Un beso, tierno, se hizo vehemente, pasional, fogoso, las lenguas danzando el ritual previo a la sesión de sexo a todo dar.

– Concedido, vos lo pedís, vos lo tenés, y te voy a hace sentir tus fantasías con la realidad en carne propia.

Un segundo beso de ella fue el preludio de montármela encima, empalada en la pija, dura y ansiosa como nunca.

De este modo comenzó el “mañanero”…

La intensidad de la historia vivida me impide escatimar detalles que hacen a la esencia del relato, por eso el resto del viaje será parte de la continuación, y como suele decirse en estos casos, “no se vayan que aún viene lo mejor”…

Estoy en [email protected] para… saber más de este testimonio te espero, mañana en la parte 2.

Nazareno Cruz

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