Era viernes y llegaba del trabajo, ese día no había hecho planes, más que preparar la cena para mí y para mi hijo Alfredo, pero en cuanto entre a la casa, me llego un fuerte olor a cigarrillo, se me hizo algo extraño, porque Alfredo solo fuma cuando bebe, deje mis cosas sobre la mesa y subí a su recamara, la puerta estaba entre abierta, así que lentamente la abrí y vi a mi hijo sentado frente a su ordenador, viendo algunas fotos, pero sostenía una botella de ron en su mano, me acerque a él y me di cuenta que estaba algo ebrio y molesto, le pregunte que le sucedía y solo me contesto que era Rebeca, le pregunte que pasaba con ella y me contesto que la había visto con otro chico, así que en ese momento hice lo que toda madre amorosa debe de hacer, animarlo, tome una silla y me senté a su lado y trate de calmarlo, diciéndole que seguramente vendría otra chica mejor que ella, pero él no quería otra chica, y era obvio, a sus 18 años, no entendía razones, le dio otro sorbo a la botella y yo comencé a pensar que tenía que calmarlo como siempre lo había hecho, ofreciéndome a él, me levante del banco y me desabroche unos botones de la blusa, le pedí la botella y después le di unos tragos bastante largos y sin decirle más, me senté en sus piernas, de principio se puso algo necio, pero sujete su rostro con ambas manos y comencé a besarlo, mientras le decía que se calmara, que yo me iba a encargar de animarlo, tome una de sus manos y la puse sobre mi pecho y le dije que comenzara a acariciarme, su mano se comenzó a mover en círculos, de manera lenta, mientras que yo no dejaba de besarlo, poco a poco fue cediendo y comenzó a acariciarme más y más rápido, mientras me decía,
– siempre me animas Cristina.
– claro hijo.
Su mano comenzó a frotar mis pechos, pero ya de una forma más atrevida, y lentamente fue bajando su rostro hasta alcanzar mi cuello y yo claro, deje que lo hiciera, sentía su tibio aliento recorrer mi cuello, sus labios me daban ligeros mordiscos, que ocasionaban que la piel se me enchinara, y de un momento a otro se detuvo y me dijo.
– te puedo pedir algo?
– lo que quieras hijo,
– sabes, Rebeca me dejaba besarle los pechos, podrías…
No deje que terminara de pedírmelo, cuando ya le estaba respondiendo que sí, desabroche mi blusa y me la quite, después desabroche mi sostén, dejando libres mis pechos.
– vamos hijo, son tuyos.
Alfredo se quedó contemplándome unos instantes y después se abalanzo sobre de mí y comenzó a besarme, su boca saltaba por mis pechos, sentía como su lengua lamía mis pezones y en ocasiones los succionaba, causándome un poco de dolor, pero no le dije nada y deje que continuara, en momentos parecía desesperado, y había comenzado a bajar sus manos hasta ponerlas sobre mis muslos, apretándomelos con la misma fuerza con la que su boca succionaba mis pezones y de pronto se detuvo, se apartó un poco de mí y me dijo.
– sabes, cuando iba a ver a Rebeca…
No lo deje terminar y solo le dije.
– sé muy bien lo que deseas, no me digas más.
Me levante de sus piernas, me arremangue la falda y me fui hacia su cama, me recosté boca arriba y separe mis piernas.
– ven hijo, se lo que Rebeca y tu hacían, puedes hacerlo conmigo también.
Alfredo se quedó unos instantes en silencio observándome, supongo que estaba algo atontado por el alcohol que había bebido, pero después de unos instantes, camino hacia mí, tomo mis piernas y las apoyo sobre sus hombros y comenzó a acariciármelas de forma rápida y brusca, se veía que estaba algo desesperado, su respiración era bastante agitada y sus manos recorrían mis pantorrillas hasta llegar a mis muslos, mientras me las besaba.
– tranquilo hijo.
Pero Alfredo no me hizo caso y después de unos minutos de estarme tocando así, se quedó quieto y vi que centro su mirada entre mis piernas, después sujeto mi pantaleta con ambas manos y de un tirón me la saco por completo.
– tranquilo hijo…!
Pero Alfredo ya no me hacía caso, rápidamente se desabrocho el pantalón dejando salir su verga, que ya para esas alturas, estaba bastante erecta y comenzó a acomodarse entre mis piernas, mientras que yo solo le decía,
– despacio Alfredo… me lastimas…
Una vez que estuvo listo, de un empujón me penetro, la dureza de su miembro me hizo lanzar un grito, pero Alfredo ni siquiera se inmuto al escucharme y comenzó a mover su pelvis más y más rápido, yo solo trate de acomodarme y deje que me siguiera penetrando de esa manera, su miembro estaba casi hirviendo, sentía como palpitaba dentro de mi cada vez que lo tenía dentro, se movía con una ímpetu, que muy pocos de mis amigos tienen, sus manos volaron hacia mis pechos y comenzaron a acariciarlos fuertemente, no podía negarle nada, era mi hijo y me sentía con la responsabilidad de complacerlo y consolarlo, su verga se iba haciendo más y más dura conforme pasaban los minutos, hasta que de pronto se quedó quieto unos instantes, introdujo su verga lo más que pudo en mí y comenzó a gemir, rápidamente comencé a sentir como su caliente semen inundaba mi vagina y su miembro alcanzo una dureza tremenda, después se quedó quieto y rápidamente se salió y rodo a un lado mío, cerré mis piernas y le pregunte que si le había gustado.
– claro Cristina, me hacía falta, no sé qué hubiera hecho sin ti.
Reí un poco y me levante, me acomode la falda y le dije.
– voy a hacer la cena, te espero abajo.
Él solo respondió que sí, que en un momento bajaba, Salí de su cuarto y ya cuando estaba en la cocina, sentí como su semen comenzaba a escurrir por mi entrepierna, comencé a limpiarlo con mi dedo y después lo lleve a mi boca, sin duda el semen de mi hijo, era el mejor que había probado.
Continuara…