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Simplemente acepté un regalo de la vida
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Además de confesar este reciente evento de mi vida, también debo decir que me resulta difícil escribir pues me cuesta trabajo entrar en detalles y siempre hay una parte de mí que se inhibe, a pesar de escribir desde el anonimato. Tengo 52 años, 21 de casada, mi marido tiene 57 y tengo tres hijos, quienes ya no viven en la casa. Soy arquitecto de profesión, trabajo en una empresa de la construcción. El año pasado asistí a un congreso/seminario sobre los nuevos materiales de la construcción. Omito el lugar, sólo diré que fue en un hotel resort en el Caribe. Pocas veces había salido de viaje por cuestiones de trabajo. En este caso fue porque un ingeniero de la constructora no pudo asistir y yo ocupé su lugar, pues ya estaba reservado el lugar con anticipación.

Fueron tres noches y cuatro días. Fue una reunión de carácter internacional y bueno, conocí a un hombre de 43 años, atractivo, con el cual hice click casi de inicio. Me sorprendí ante mi misma con esta reacción. Nunca me había sucedido, pues a pesar de sus altas y bajas he tenido una relación llevadera con mi marido. (Una vida sin problemas económicos y en el terreno sexual satisfecha). Pero algo me sucedió… pues además del atractivo físico de este hombre me agrado cómo se me insinuó. Estoy en plena menopausia, con sofocos, con poco deseo sexual, reseca… ciertamente con mal genio en algunos momentos. Estando en ese lugar, es decir, con calor y humedad, se me agudizaron los sofocos desde que llegué al aeropuerto y todavía en el hotel, a pesar del aire acondicionado. Después de conocer a este hombre y charlar en los recesos de las sesiones, me dijo que lo recomendable para los sofocos era el sexo. Así de explícito fue su comentario. No me molestó, pues tenía algo de razón. Le dije, porque era la verdad, que ya no tenía intimidad tan frecuente con mi marido por obvias razones, la edad, la falta de deseo, etc. A lo que me respondió con una sonrisa que me cautivo, entre picara y seductora, diciéndome que todavía era una mujer atractiva y que no desperdiciara los momentos que nos regalaba la vida. Yo iba vestida con un vestido suelto, de la cintura para abajo, arriba un poco ajustado, pero un poco corto, arriba de la rodilla, lo que hacía que lucieran mis piernas y se visualizaran mis caderas. A pesar de mis más de 50 años me conservo bien, y como soy del norte del país, soy caderona y piernona, pero con poco busto. Conservadora y liberal según las circunstancias.

Me sentí muy bien con lo que me dijo y no sé, pero me empezó a gustar su compañía. Físicamente muy atractivo, alto, de espaldas anchas, hombros redondos, brazos fuertes y siempre dispuesto a escuchar, sin hablar mucho de él. Tal vez eso fue el motivo que me gustó de su personalidad. Llegó la cena, y la compartimos juntos. Después fuimos al bar, cerca de la playa. Todo muy bien. Hablábamos de nosotros, sólo de nosotros. Finalmente, ya de regreso a nuestros cuartos, me dijo si no quería pasar al suyo. Confieso que dudé, pensé en mi marido, en mis hijos, en mi matrimonio, pero también me emocionó lo desconocido, lo diferente.

No quiero entrar más en detalles, me ruborizo solo pensar en escribirlos, sólo diré que pasé las tres noches con este hombre, quien me llenó de gozo y placer. Me sentí revivir, y si al principio dudé y me costó trabajo, desconociéndome a mí misma, después acepté esa oportunidad que se me estaba dando y simplemente disfruté, sin pensar en nada ni en nadie, sólo en mí. A estas alturas de mi vida, porque no pensar en mí, reflexioné al respecto.

Finalmente, debo decir que tuvo razón aquel hombre, mis sofocos se redujeron y mi vagina ya no estuvo tan reseca. Fueron tres noches increíbles en que, y me da pena decirlo, me dio unas tremendas folladas (o cojidas como decimos en mi país), como no me las daba mi marido desde hacía mucho tiempo. Y esto es perfectamente entendible. Este hombre tenía por lo menos diez años menos que mi marido, por lo que no sé si tomó algo, pero en cada noche me habrá follado tres o cuatro veces. Además de que duraba lo suficiente, creo que esto fue la clave, pues mi marido, como toma un medicamento para la próstata, tiene algo que se llama eyaculación retrógrada y eyacula demasiado rápido, sin mucho placer por lo que me deja insatisfecha y si logro tener un orgasmo es de otra forma, con sus dedos o con sexo oral. Y con este hombre tuve varios orgasmos con su miembro dentro de mí, lo que ya tenía tiempo que no experimentaba, casi se me había olvidado…Pero también yo disfruté mucho a este hombre, no sólo él de mí; pues tenía un cuerpo bien formado y con sus músculos marcados todavía, con la piel bronceada y me da pena decirlo, pero con un miembro espectacular, el cual lo disfruté de muchas formas, acariciándolo, llevándomelo a la boca o sintiéndolo en mis nalgas cuando me abrazaba por detrás. Sentí que estaba a mi medida, pues como dije antes, soy caderona, todavía acinturada y este hombre me penetraba sin prisa y llenándome al mismo tiempo.

Nos despedimos, sin ningún acuerdo ni compromiso ni nada, era lo mejor, a la vida sólo hay que pedirle momentos, esa fue a la conclusión a la que llegué. Mi marido fue por mí al aeropuerto, lo vi con gusto, y debo confesarlo, no me sentí culpable, se me dio la oportunidad de gozar y lo hice. No entro más en detalles, me cuesta trabajo expresarme, pero siento que tuvo beneficios este affair, pues ahora ha mejorado un poco el sexo con mi marido, se despertó mi imaginación y reavivó mi sexualidad. Sólo me resta decir que a pesar de los 50 años, las mujeres seguimos con el deseo sexual, pero falta que se presente una situación específica para responder, de eso estoy convencida, sin embargo, la rutina y demás contribuye a dejar de lado esos deseo ocultos y bueno, yo tuve la oportunidad de que se presentarán, no todas lo tienen.

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