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Mis mujeres: Dora y Laura (Parte 2)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Me desperté solo y desnudo en la cama, repase lo sucedido horas antes, había asumido lo ocurrido como un aprendiz dispuesto a recibir lecciones, me llevaron a parajes no por ello desconocidos pero nunca practicados, aquella sensualidad, aquella exuberancia del goce y el placer sexual sólo se pueden descubrir con la puesta en práctica, por ello asumí aquella noche plenamente mi sumisión al aprendizaje.

Antes de entrar en la cocina la observe desde la puerta, ahí estaba Laura de espaldas hablando por teléfono por la conversación deduje con su madre, descalza, vestida con una camiseta y unas mallas que vista por detrás le marcaba perfectamente las nalgas de su culito respingón, llevaba el pelo recogido en una cola. No se había percatado de mi presencia, pues se disponía a colocar tranquilamente cosas en el lavavajillas.

– Buenos días -como llegando en aquel momento.

– Buenos días -sobresaltándose pero sonriendo mientras se giraba.

– ¿Has dormido bien? -pregunto con cierta malicia en su cara.

– Más o menos… algo cansado pero satisfecho, por cierto no he encontrado mi ropa y para no salir desnudo me puse de la tuya que encontré en el vestidor.

– No te queda mal -llevaba puesto una camiseta y un pantalón de chándal.

Se me acerco por detrás y me acaricio el culo suavemente mientras tomándome por la cintura, acercándose a mi oído.

– Antes de que se me olvide siento todo lo sucedido anoche, quizás nos pasamos.

Baje la mirada y estremeciéndome suavemente – ah, sí… pues yo la verdad no lo siento.

A cambio de mi entusiasmo descarado recibí una colleja.

– Desde luego aprendes rápido.

– Siempre es interesante aprender cosas nuevas y más con profesoras como vosotras.

– Quieres almorzar, puedo preparar chocolate -apunto.

– Me gusta el chocolate, ¿dónde está mi prima?

– Ha salido de compras y peluquería, dijo que no la esperáramos y que nosotros a nuestro aire.

– Interesante eso de “nuestro aire“, sois muy buenas amigas, ¿no?

– Me considero bisexual, si quisiera no me importaría convivir con ella y tenerla de pareja, hace tiempo que se lo propuse estoy enamorada de ella.

– Buena pareja, por descontado.

– De verdad no te molesto lo de anoche…

– No, en absoluto, las fantasías sexuales pueden despertar en uno mismo deseos y disfrutarlo sin prejuicios, lo pase bien aunque mejor vosotras, era yo un neófito en la materia.

– Pero aprendes rápido, tu sumisión fue absoluta a nuestros caprichos -.

– Y me gustó, ¿sabes? me gustó de verdad, aunque tú disfrutaste más llevando el mando.

– Bueno ella también se lo pasó bien.

– Creo que te gusta someter a la gente, tenerlas a tu antojo, anoche llevabas…

– No te creas, sinceramente tengo que confesarte que prefiero en muchas ocasiones ser sumisa.

Mientras preparaba el chocolate, de espaldas a mí seguía hablando de someter y ser sumisa, me estaba excitando, de pronto no pude contenerme más, la atrape por detrás rodeándole las caderas con un brazo y con la otra mano cogiéndole por el pelo.

– Que haces imbécil, no le veo la puta gracia -dijo mientras trataba de zafarse.

– Tranquila, vamos a comprobar lo sumisa y obediente que dices te gusta ser, anoche ordenabas tú, que te parece que ahora sea yo ¿de acuerdo?

– Si… bueno tranquilo.

– Si, ¿qué? ¿Que se dice cuando obedece?

– Si, amo.

– Así me gusta, ¿estás de acuerdo?

– Si.

– Si, ¿qué?

– Si amo, seré obediente

– Espero no tener que emplear la fuerza, no está en mi cabeza hacerlo, además de sumisa que más puedes ser.

– Si amo , sere una perra obediente.

-Sácate las mallas -sin soltarle yo del pelo, obedeció, llevaba unas braguitas blancas diminutas, le palpe los muslos por delante y el culo, pasé las manos bajo la camiseta no llevaba sujetador le acaricie los pechos y apreté los pezones entre los dedos pulgar e índice, aprecié como se le ponían duros, aumenté la presión y fue entonces cuando lanzó unos suspiros que pasaron a un gemido cuando la presión aumentó.

– Perrita, tienes unas tetas preciosas, podría ahora morderte los pezones, pero quiero comprobar lo obediente que eres.

– Ponte en cuclillas, apóyate con una mano en el suelo y con la otra quiero que te acaricies por encima de la braga.

Como si le leyera la mente vi su vacilación, le respondí dándole una palmada en el culo.

– En cuclillas -le ordené de nuevo, se volvió para mirarme.

– Y ábrete bien de piernas -le dije mientras le daba otra palmada en el culo.

Pasaron unos segundos sin ningún movimiento, pero al final obedeció.

– Estate tranquila, vamos a disfrutar los dos, te lo aseguro.

Empezó a desnudarme, ella me miraba alzando la vista mientras se acariciaba siguiendo mis órdenes, me saque lentamente el pantalón del chándal no llevaba nada debajo.

-¡Dios! ¡Me pones tan caliente…! Mis dedos lo envolvieron, con el pulso acelerado el pene se me marcaba grande y duro lo acaricie perezosamente mirándola a los ojos en todo momento. El glande despuntaba en la abertura de la uretra, una tímida gota de esperma salía por la cabeza gruesa y encarnada de la polla, apreté exprimiéndola. Ella sonrió al ver mis maniobras y empezó a prodigarse con más intensidad las caricias siguiéndome con la mirada, el pene rígido, oscilando ante ella, me lo recorrí con una mano, arriba y abajo, parando en el capullo, frotando el frenillo, haciendo que el glande llorara gotas pre seminales que recogía tiernamente con el pulgar para luego extenderlas perezosamente por todo el tallo de la polla, la abarcaba entera con mis dedos, bajando y subiendo por ella.

De pronto pare de masturbarme, no quería terminar de aquella manera, le hice sacar la lengua y que me limpiara el glande, lo lamió, después se la metí en la boca entre sus labios subía y bajaba, entrando y saliendo, se estaba poniendo cada vez más dura, hasta que paré.

– Por ahora ya está bien de chupar… sígueme -con sumisión absoluta la acerque a la mesa de la cocina, le ordene subirse a ella y tumbarse boca arriba, con la cintura al borde de la mesa las nalgas y las piernas colgaban hacia el suelo, le subí la camiseta pasándola por detrás de la cabeza sin sacarle los brazos, de esta manera sin estar atada la tenía con los brazos inmovilizados.

– Ahora no quiero que te caigas -con el papel film transparente y la envolví desde bajo los pechos al ombligo pasando por debajo de la mesa, le puse un par de sillas algo separadas para colocar los pies, levantar las piernas y de paso tener los muslos abiertos. Estaba su cuerpo tendido sobre la mesa, tan solo con las bragas puestas.

– No vas hacerme daño

– Relájate y tranquila ya te lo dije antes, no está en mi mente hacértelo, seguro que disfrutaras.

– ¿Es imposible que de esta manera pueda disfrutar? -se quejó ella.

– ¿Después de lo de anoche? seguro que aguantaras todo, procura no chillar no es mi intención taparte la boca.

– Si amo, seré obediente.

– Vamos a desayunar primero, tienes hambre.

– Vale -asintiendo con la cabeza.

– Tanto el sexo como la comida son placeres para obtener una satisfacción plena cuando los realizas y las dos pueden provocar placer. Vosotras tenéis la boca y la vagina que se parecen, las dos tienen labios y sirven para introducir cuerpos externos que son saboreados y comidos -Me miraba expectante los ojos abiertos como platos y a la vez creo que sorprendida por mis palabras.

– Creo que te gusta mucho el chocolate -en mi inspección la noche anterior había visto cajas de bombones y chocolatinas.

– Si, amo

– Ves lamiéndolo y que no te caiga -le puse un bombón entre los labios sin introducírselo.

Sin mediar ni una palabra más, baje la mano por dentro de la braga y entré un dedo en la vagina que se hundió por completo sin esfuerzo. Lo saque y entré dos, con ellos la folle un rato, se estaba humedeciendo y al empezaba a gemir, sospeche que podría correrse y saque los dedos.

– Mi amo, con el gusto que me dabas, mmmm por favor…

– No perrita, todavía no puedes, ahora vamos a dar de comer a tu otra boquita -cogí otro bombón separé la tela de la braga y se lo introduje.

– Creo que aun cabe otro y procura que no salgan.

Derrame a continuación chocolate del cazo aún caliente por sus pechos, con un dedo recorrí hasta un pezón lo pellizque y se puso duro, baje la cabeza y empezó a lamerlo para después mordisquearlo, pasé al otro y repetí la operación.

– Tienes unas tetas preciosas, pero veo que está caliente como una perra en celo, derrotistas los bombones, ¿chorreas chocolate? -Había mojado las bragas y restos de chocolate sobresalían por entre la tela.

– Si, mi amo.

Saque unos bizcochos, uno se lo coloque por entre la braga y deje a que se empapase con la mezcla del chocolate y de sus jugos vaginales

– Sé que te va gustar -se lo acerque a su boca, giró la cara apartándose de lo que le ofrecía.

– Que delicada eres, no quieres comer, al fin y al cabo son sabores tuyos, tendré que castigarte.

Fui al encuentro de la que ella había calificado la noche anterior “la bolsa del sexo“ donde guardaba una serie de objetos , por cierto alguno de ellos usados la noche anterior, la había visto en el baño.

Saqué unas pinzas y le pinza los pezones, soltó un apagado “ayllu…”.

– ¿Quieres comer ahora?

– Si mi amo -obedeció, mientras empape otro bizcocho que comí yo, estaba delicioso.

Repetí la operación, esta vez no puso reparos, con unas tijeras corté la braga por el medio de sus piernas, sus líquidos mezclados con el resto de chocolate salían por la vulva y se deslizaba entre el canal de las nalgas untando también la zona del ano.

– Como veo que tienes el coñito caliente, es hora ya de calentar el otro agujero como se merece -unte los dedos con chocolate y empecé con uno, aunque presionaba las nalgas intentando ofrecer resistencia entró fácilmente y al poco probé con dos.

– U que caliente está la perrita, acabamos de empezar y ya entran dos dedos… -gemía con cada embestida de mi mano.

– Dime que estás pensando.

– En correrme, mmmm por favor, haz que me corra amo.

– No perrita, todavía no puedes, como lo hagas tendrás un nuevo castigo.

En mis manos ahora un plugo anal, empiezo entrándole el extremo pequeño y redondeado, lentamente mientras se ensancha la inserción. Jadeaba, todo huele a chocolate. Agachado, chupo los gruesos labios menores en mi boca. Ahí los mantengo, imprimiéndoles un leve vaivén con mínimos movimientos de la mandíbula, hurgo con la punta de la lengua sin abandonar el vaivén. Le inserto del todo el plugo. Chilla, solloza. Emite unos berridos apenas humanos.

– Ahhhh, dios! Para mi amo!!! Me corro, no poder evitarlo…

Me aparto y contemplo el espectáculo. Una baba elástica de color amarronado resbala por entre las nalgas.

– Con lo bien que lo estabas haciendo… Ahora te has ganado un castigo…

– Si, mi amo, no pude aguantarme…

Le coloco los pies en los respaldos y separo más las sillas de esta manera quedaban más levantadas las nalgas y abiertas las piernas, en mis manos sostengo la fusta.

– Prepárate, porque has sido una zorra mala, con cada azote quiero que cuentes y me des las gracias.

Y solté el primer azote, le da en las nalgas entre los muslos y el ano aun insertado. Uno… hasta diez.

– Gracias amo.

Obedeciendo a un impulso, le suelto los brazos. Contemplo sus maniobras, breves caricias tímidas al principio, pero pronto se embarca en una masturbación frenética. Le aparto las manos bruscamente y abro la vulva exponiendo el clítoris. Tiro de los labios en direcciones contrarias, con presión pareja y firme. El hueco pulsa, segrega, el clítoris hinchado es un tarro latiente y rojo. Se retuerce como si le aplicaran descargas eléctricas. Está a punto de volcar la mesa.

– Oh, oh,… ahhhh -soltó

– Follaje por favor, quiero sentirte dentro de mí.

– ¿Sentir qué?

– Tu… tu… polla, oh, por favor -gimió.

– Te gusta así -murmuré, se retorció cuando le conduje el consolador anal más profundamente dentro.

– Si, follaje por favor, quiero sentirte dentro de mí -grito después de un quejido, retorciéndose y meciendo sus caderas.

Paré y la forcé elevándola y apoyando más su trasero desnudo sobre el borde de la mesa mientras zambullía mi polla en su hendidura.

– Dios mío me matas ¡Oh, sí! ¡No pares! suplicaba mientras su cuerpo se llenaba de temblores y cerraba los ojos.

– Así me gusta verte zorra, follada por todos tus agujero.

– ¡Me matas! gritó lleno de ansiedad lujuriosa.

– Córrete, ahora si te puedes correr como la perra que eres, con el culo y el coño lleno…

– Tire de las pinzas de los pezones y corte el plástico que la envolvía, la incorporé sentándola sobre la mesa

Se desploma exhausta, transportada y sin darle tiempo a recuperarse. Los brazos relajados con las manos sobre los muslos.

Permanecí callado, sin dejar de mirarla, esperando a que ella respirase con más normalidad. Estaba claro que la cosa no iba a quedarse así.

– ¿Perdón? Supongo que estarás molesta por lo que acaba de suceder.

Suspiró – ¿por qué tengo que estarlo? aunque al principio tuve miedo de tus intenciones pero me ha gustado y he disfrutado. Y sin dejar de sonreír se inclinó hacia mí, manteniendo su expresión seductora, hasta rozar sus labios con los míos.

– Has estado, sencillamente, esplendido -murmuró ella contra mi boca, mientras me acariciaba superficialmente entre las piernas, todavía cayeron unas gotas de semen de la polla flácida que recogió con el dedo y se echó a la boca.

– ¿Quieres devolverme el favor? -inquirí junto a su oreja.

– Vas por buen camino, aprendes muy rápido -no te lo niego.

– He tenido una buena profesora que además es una perra bien guarra.

Me aparté un poco para que ella pudiera tener mejor acceso al inicio de una nueva erección

– Huma -se limitó a decir sin dejar de acarear.

Hizo una mueca, apartó la mano -vamos a ducharnos…

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