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De virgen a putón verbenero
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Tiempo de lectura: 4 minutos

De ser virgen a los 21 años, pasé a ser un putón verbenero, y eso no tendría nada de malo si no estuviera casada. Le empecé a meter los cuernos a Roberto con mi vecina Laura. A la muy puta, la follé con mi lengua y con mis dedos encima de la cocina de piedra, cocina que aún estaba calentita y con ceniza. Le quedara negra la espalda y el culo. La mujer, que tenía 36 años, llevaba 20 años casada y nunca se había corrido.

Recuerdo las palabras que me dijo mientras mi lengua lamía su clítoris y mis dedos follaban su coño.

-¡Ai Clariña! (¡Ay Clarita!) ¿Qué me fas, Clariña? (¿Qué me haces, Clarita?) ¡Ai que morro de justo, Clariña! (Ay que muero de gusto, Clarita)

-Llámame Loba Ardiente.

-¡¡Ay qué morro, Loba!! (¡¡Ay que muero, loba!!)

¡¡¡Mooooorro!!!) (¡¡¡Mueeero!!!)

Laura, se corrió. Tanto gusto sintió en su primer orgasmo que me puso perdida, y no fue de jugo, fue de orina, la mujer meó por mí con el gusto que sintió, aunque lo raro no fue que meara por mí, lo raro fue que se lo contara a su mejor amiga, y de mejor amiga en mejor amiga, de las treinta mujeres de la aldea que había en edad de follar, me follé a 16, y de los hombres, que son más de correr la voz, de 46, me follé 32. Al que recuerdo con más cariño es al señor Benito, un hombre de 63 años, al que yo pensé que no se le iba a levantar la gaita y acabó siendo el primero que me dio por culo. Os cuento. El hombre era viudo, alto, moreno y fuerte. Fui a su casa a coserle unas camisas y a remendarle un pantalón. Sentados en dos sillas en la cocina, y mientras le cosía una camisa, me preguntó:

-¿Es verdad que te follaste a media aldea?

-¿Quiere saberlo para hacerse una paja con la polla a media asta?

-Sí, es para hacerme una paja, pero a media asta, no. Pensando que te reviento el culo y con ella tiesa.

-Maricón.

-¡¿Qué me llamaste?!

-Maricón.

Vino a mi lado. Me cogió por la cintura. Se sentó en la silla donde estaba yo sentada. Me puso sobre sus rodillas. Me levantó el vestido. Me bajó las bragas. Se quitó una capatilla marrón que tenía el piso amarillo de goma. Me largó seis veces. Tres en cada nalga: "¡zaaaaas, zaaaaas, zaaaaas!"

-¿Que me llamaste, zorra?

-Maricón.

Me puso en pie. Me levantó la falda, y sin levantarse, me lamió el ojo del culo. Me encantó. Me incliné. Abrí las piernas y dejé mis dos tesoros a tiro para su lengua. Siguió lamiendo y follando con la punta de su lengua el ojo de mi culo. Sentí a la Loba Ardiente. Me quité el vestido, las bragas y el sujetador. Me puse en la misma posición en la que estaba antes. Me volvió a follar el ojete. No me tocaba el coño ni las tetas para nada, y eso que podía ver como de mi coño comenzaban a caer gotitas de flujo. Cogí la zapatilla en el piso, se la di y me eché sobre sus rodillas. Me volvió a dar. Después me agaché delante de señor Benito y le saqué la polla de su escondrijo. La tenía delgada, larga y empalmada. Se la mamé. Al rato me levanté y le puse el coño en la boca. Comió mi coño empapado. Ya me iba a correr cuando me dijo:

-Coge la manteca de la encimera y úntame la polla con ella.

Hice lo que me dijo. El metió dos dedos en la manteca. Quería darme por culo. Me di la vuelta. Me metió un dedo en el culo, luego dos y acabó follándome el culo con tres dedos. Me gustaba tanto, que le dije:

-¡Carallo, que bien lo hace, señor Benito! ¡¡Me voy a correr sin tocarme el coño!!

El viejo verde no iba dejar pasar la oportunidad de follar un culo virgen.

-Siéntate en mi polla y vete metiéndola en el culo como más te guste.

Puse mi ojete junto a la polla del señor Benito. Él me cogió las tetas con sus manos. Fui metiendo la cabeza de la polla, despacito. En el momento en que entró la cabeza supe que me iba a correr antes de tenerla toda dentro. El placer que estaba sintiendo era bestial. Antes que yo se corrió el señor Benito. Sentí su leche calentita dentro de mi culo. El viejo acarició mi clítoris y exploté. No sé si tuve un orgasmo anal, clitoriano o vaginal, o si tuve dos o tres al mismo tiempo, lo que sé es que sentí un gusto como nunca antes había sentido. Creo que me corrí durante más de 20 segundos.

Roberto, mi marido, tenía cuernos hasta debajo de los sobacos, y lo sabía, pero como había hecho un trío conmigo y con mi hermana Berta, a la que desvirgó, se jodía y callaba. Lo del trío pasó después de casarnos, de tener a mi primer hijo y en mi casa. Os vuelvo a contar. Ocurrió un mes después de tener a Javier, mi primer hijo. Roberto llegó a casa y encontró al bebé mamando una de mis tetas y a mi hermana Berta, sentada en una silla de la cocina, a mi lado, mamando de la otra. Berta, al ver a Roberto, dejó de mamar. La leche le salía por la comisura de los labios, cuando le dijo:

-No es lo que parece. Sólo quería saber cómo sabe la leche materna.

Yo no me corté. Ya le tenía tomada la medida a Roberto.

-¿Quieres hacer un trío conmigo y con mi hermana?

Su respuesta me iba a sorprender.

-Sabía que eras puta, pero nunca pensé que la cosa llegase a tanto.

-¡¿No quieres?!

-Claro que quiero, pero… ¿No me tendrás preparada alguna encerrona?

Otra vez me sorprendió. Como era un calzonazos creí que no pensaba, pero había dado en el clavo. Mi hermana Berta me había roto la cabeza para que le dejase tener un hijo con mi marido. Al final me había convencido. Lo de mamar mi hermana mi teta cuando él llegase estaba preparado.

-¿Te acojona follar con dos mujeres?

Roberto se acercó a mí. Mamó la teta que estaba mamando mi hermana. Con leche en la boca, besó a Berta. Mi hermana, al sentir la lengua de mi marido en la boca comenzó a gemir. Llevé al bebé a la cuna. Cuando volví a la cocina, Berta estaba desnuda, y Roberto, en cuclillas, le comía el coño. Les dije:

-Vamos para la habitación.

En la habitación nos desnudamos Roberto y yo. Mi hermana se puso boca arriba en la cama. Yo puse mi coño en su boca. Roberto le volvió a comer el coño a Berta. Apreté mis tetas. La leche iba bajando hasta mi coño. Mi hermana Berta lo lamía. Se deshacía en gemidos, ya que mi marido, otra cosa, no, pero comiendo coños era un fenómeno. Tuviera la mejor maestra.

Llevaba tres meses sin correrme, por el embarazo, y no aguanté nada. Sacudiéndome como una loca me corrí. La leche de mis tetas se mezcló con el jugo de mi corrida. Mi hermana la tragó, y casi se corre ella también.

Al acabar de correrme, le dije a mi hermana:

-Ponte a cuatro patas y tócate.

-Si me toco me corro.

-De eso se trata.

Berta se puso a cuatro patas y se tocó. Yo le mamé la polla a mi marido. Al rato, Berta, dijo:

-Yo ya estoy.

Roberto se arrodilló detrás de Berta. Cogí la polla de mi marido. Le metí un dedo en el culo, se la meneé y cuando empezó a correrse la puse en la entrada de la vagina de mi hermana. Roberto, descargó su semen y le fue llenando el coño. Mi hermana, a la que yo le frotaba el clítoris, comenzó a correrse. El cabronazo de mi marido se la clavó. Berta soltó un grito de dolor, pero dio por bueno el dolor que sintió. Había quedado preñada de una niña.

Tengo mucho más que contar, pero no sé si ya no estaré aburriendo.

Se agradecen los comentarios buenos y malos.

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