En mi época de estudiante era obligatorio un deporte, sobre todo si querías pasar de curso por nota, sin necesidad de examen final, y yo he sido un estudiante mediocre, pero no de todo yo era culpable, malos profesores, en la actualidad se les ve y lo que sale de colegios e institutos, y trigo aparte son las universidades.
Escogí piragüismo, remo. Equipos de dos y todos los fines de semana competiciones en un lago, y como es natural el lago estaba horizontal, pero yo decidí entrenar en el río, en el manzanares, y cuesta arriba, mi compa se quejaba, pero le dije que cerrara la boca, yo era el capitán de navío.
Llegó la primera competición y vencimos sin problemas, aclaro que era secreto donde entrenábamos, hay otro lugar, en el parque del retiro o embalses cerca de la sierra, los demás equipos reclamaron y la embarcación fue confiscada hasta su examen, y evidentemente nada encontraron, pidieron análisis de los tripulantes, cero, cero y cero en todo, y nosotros dos reímos, reímos y reímos hasta llorar y moquear. Pero uno de los investigadores se cabreó por nuestras risas y puso espías, y fue cuando averiguaron donde entrenábamos, los jueces sintieron vergüenza debido a la presión a que nos sometieron, había un apartado en las cláusulas de la competición, que dejaban carta blanca para entrenar y además se sabía dónde entrenábamos.
Y esto que termino de contar es táctica, es decir, la estrategia para vencer, te entrenas cuesta arriba y la competición es en llano. Y tiene que ver con el sexo, hablo de estrategia ya que la mente de una mujer no es igual a la de otra, y la experiencia me ha demostrado, que la puerta de entrada está en la cabeza, en el cerebro.
Y un sábado por la mañana, mientras nosotros dos sudábamos y maldiciendo al tiempo, hacía calor a pesar de ser enero, y el segundo oficial no me había dicho nada de unas fotografías, y la fotógrafa era su hermana, hay mucha gente haciendo fotos en el río manzanares, que además tiene sus misterios.
Cerca del medio día lo dejamos, cargamos con la embarcación y la llevamos a él lago, y cuando me despedía del segundo oficial me dijo que no, que estaba invitado a comer en su casa, me negué olía a tigre, dijo que en su casa había dos baños y los dos con duchas, argumenté la ropa, dijo que me la prestaba, y en ese momento llegó su hermana Silvia, era de media estatura, ni alta ni baja, medio rubia y se adornaba con pequeñas tetas, pero si detecté un detalle, su sujetador era de fina tela y cuando nuestras mejillas se rozaron sentí sus pequeños pezones endurecidos, aunque me corté un pelo debido al aroma que yo desprendía.
El baño era acogedor, además tenía una ventaja que Silvia utilizó y que no fui capaz de cogerlo hasta horas más tarde. Cuando dejó dos toallas enormes, señaló el muestrario de geles y demás productos para el pelo y cuerpo, me señaló el ancho alfeizar de la ventana, había un fino colchón tapado por dos toallas de playa, y me dijo.
– Ahí dejo que el sol abrace mi cuerpo desnudo.
– Supongo que sabrás que existen formas de acercar imágenes y con un simple 55/250 mm, puedes conseguir buenas fotografías.
– ¿Qué sabes de fotografías?, quizá me interese.
– ¿Qué es lo que quieres?
– Algo que rompa, tengo una web en la que desnudo mi alma, escribo lo que pienso y lo que siento, de esa forma me quito la basura residual que dejan los traumas psíquicos, incluso mis carencias. Tengo muchos seguidores y gano unas monedas.
Me dejó perplejo, me parecía una niña. Y leyó mi mente.
– Tengo 17 años, y dentro de tres meses y doce días seré una vieja.
– ¿Y esto a que viene? – Pregunté en mi defensa.
– Ventura habla y yo escucho aunque no lo parezca, y mis padres dijeron de conocerte cuando os dieron el trofeo.
Sorpresa, Ventura es el apellido.
– ¿Por qué?
– Pensaban en mí, a mis padres no les gustan mis amigos, todos beben y se emborrachan los fines de semana, puentes incluidos, yo me emborraché una sola vez ¿Y tú?
– No, nunca me emborraché, y apenas bebo alcohol, tengo que conducir y además es que no tengo esa afición, el alcohol es una especie de empuje que precisan algunos, lo que llaman soltarse el pelo. ¿Te buscan pareja?
– Algo así, ellos no se dan cuenta que la hija han concebido, es bajita, no tiene tetas y es peluda.
Su gesto cambió, y una arruga ocupó su frente, vi cierto complejo pero supe cual.
– Yo no te veo así.
Me miró largamente, pensaba.
– ¿Me harías una foto, con mi móvil?
– Sí, pero si nos pillan ¿Qué te pasaría?
– No creo que vengan, mi madre me ha aleccionado, por tanto ella verá bien que tarde en volver a la cocina.
– Pues no perdamos más tiempo – Sentencié.
Sacó de su bolsillo un Smartphone, conectó la cámara y me le entregó. Se quitó la ropa deprisa, mirándome con gesto decidido, tampoco asomó rubor alguno en sus mejillas y una vez que su ropa estuvo encima del balaustre de la ventana, separó las piernas ligeramente mirándome desafiante.
– ¿Qué ves? – Su tono era dominante, exigente.
– ¿Me puedo acercar, más? – Respondí despacio.
– Puedes.
Me acerqué despacio, y muy cerca de ella la imité, me quité la ropa. Su mirada no cambió ni su gesto. Desvió la mirada hacia la puerta.
– ¿No cierras la puerta?
– No, corramos ese riesgo.
Sus poros me dijeron algo.
– Hueles raro – Dijo empleando un tono conciliador.
– Y tú hueles a imán metálico – Respondí en su oído.
– No entiendo lo de metálico – Respondió tragando saliva.
– Para hacer esa fotografía, preciso de que nuestros cuerpos se acepten, piensa un poco, ¿tu desnuda el fotógrafo vestido?
– No comprendo.
– Tú sin escudos y yo con ellos alzados – ¿Lo entiendes ahora?
– Un poco.
– Armonía. Y la armonía precisa de entrega, y es cuando se forma equilibrio.
Mi cadera rozó la suya y le hablé al oído.
– Debes aceptarme, piensa que me gusta tu cuerpo, y mucho más ese campo de trigo que cubre el monte de venus.
Su respiración se aceleró.
– Cierra la puerta – Rogó.
– No, estamos construyendo tu fotografía.
– No comprendo – Casi gimió, soltando aire despacio.
– Cuando haga esa fotografía, después escribiré su historia, como fuimos edificándola.
Guardó silencio, sus ojos se cerraron.
– ¿Cómo me entrego a ti?
– Tan solo sumisión temporal, minutos, segundos.
– Dime que debo hacer y lo haré. He visto que te has levantado, sé que mi cuerpo ha sido reconocido y aceptado por el tuyo.
– Hoy nada, es tan solo una prueba de aproximación, la fotografía te la haré en mi casa, mi instinto me dice que esa fotografía precisa de oscuridad.
– ¿Tengo hacer algo a cambio?
– No, nada.
Ella se agachó y besando el prepucio me dijo.
– Amo, te obedeceré ciegamente – Tono de guasa.
– ¿Por qué?
– Amo, estoy mojada, empapada.- Tono de mojigata.
– ¿Deseas algo? – Pregunté cauteloso.
– Sí, pero no aquí, nadie me ha follado y lo que me has hecho sentir no se parece en nada a los moscones que intentaron todo y algunos casi a la fuerza.
– Esa fotografía no te obliga a nada, lo que necesitaba ya lo tengo, y es muy simple, que no hay rechazo.
– No, has sabido entrar en mi mente, y me ha gustado el planteamiento, ignoraba que las fotografías fueran dotadas por su autor de alma y tú lo haces. Y al entrar en mi mente nada te impedirá penetrar en mi cuerpo, y quiero saber la dimensión de cuando penetres mi cuerpo.
Y sentí como su mano derecha echaba hacia atrás el prepucio y como sus labios se cerraban en el glande, y despacio lo fue introduciendo en el interior de su boca.
Su lengua presionó y sentí como se apoyaba en su paladar y lentamente retrocedió, pero no lo sacó del todo. Sentí esa lejana sensación de que habíamos acortado distancias… muy deprisa.
– No sigas.
Ella le sacó del todo y me miró. La cogí del brazo poniéndola en pie y la llevé a la ventana, la senté de espaldas a la calle y separé sus piernas, de nuevo soltó aire.
– ¿Qué me vas hacer? – Titubeó.
– Probar tu sabor.
No era el motivo, mi mente se enfriaba deprisa debido a la puerta abierta, sin embargo la verdad de la verdad es que tenía mucho interés en sentir su himen, esa membrana adherida al anillo de la entrada vaginal.
Y la punta de la lengua, despacio recorrió el himen, y probé empujar, ella se movió lentamente y me dijo en formato de sentencia.
– ¡Oye tío!, así no, prefiero algo endurecido que llegue adentro del todo. Y te recuerdo, que si estamos debidamente excitadas, llega un momento que necesitamos tener algo dentro, sientes que esa excitación está a falta de la contrapartida y ambas cosas forman un conjunto de sensaciones, y es cuando…
La corté.
– ¿Cómo sabes eso, sin nunca te han penetrado?
– No seas lelo, pensaba que te darías cuenta, pero tu lengua no tiene experiencia. Por ese pequeño agujero que tiene el himen, cabe un dedo y consentí ese dedo para separar sus bordes un poquito, de esa forma de facilitas la entrada por tanto dolerá menos.
No dije nada, vaya gol que me había colado.
– Y por otro lado, fue una forma de clase de sexo femenina, ese dedo no era de un tío, fue de una machota, una compañera del instituto, ella me contó que ella misma se había desvirgado, y que ese placer no se le daba a ningún tío.
Seguí en silencio, yo tenía otra forma y desde luego el trauma nunca aparecía, ya que las utilizaba a ellas.
– ¿Has desvirgado a alguna? – Preguntó con cierto retintín.
– Sí, pero no como piensas, a una frígida a dos normales. Pero la mejor ya la habían desvirgado y se quejó, ya que el tipo era novato, parece que fue una chapuza increíble.
– Interesante de lo de la frígida, no se hacerme una idea de ese instante.