No sé el tiempo que ha transcurrido, tampoco que me ha ocurrido, y no recuerdo nada. He despertado de una forma extraña, es como el que vive una vida y se cambia a otra, pero si se quién soy e intento no modificar nada, que nadie se dé cuenta de mi alteración y siento que una mano se posa en mi hombro derecho, giro la cabeza en su dirección y descubro un rostro de mujer desconocido para mí, me preparo para afrontar el problema, acerca su rostro a mi oreja y me habla en voz muy baja, tengo alguien a mi izquierda y empiezo a escuchar ruido ambiental, donde hay mucha gente, ruido de vasos, risas, y me centro en esa presencia cercana, y ahora el sentido de la vista vuelve, estaba en la más profunda oscuridad, he leído mucho sobre esto que me ocurre, se denomina tránsito, y es como la muerte, ese tránsito es un salto apoyado en la muerte, dicen que es muy arriesgada esa forma de huida y eso me da que pensar ¿de qué huyo?
Esta madrugada lo lograste, me siento despistada, fuera de juego, no controlo nada de mí y he pedido el día libre, he mentido en la causa, pero es que el orgasmo no termina, queda un residuo que no me deja pensar, parece que sigues ahí dentro, aun te siento ¿Qué me has hecho?
– ¿Quién eres?
Aventuré medio sonriendo, intenté el gesto bromista ya que no recordaba nada, y pensaba en el salto.
– Deja ese juego, me aseguraste que mi frigidez desaparecería de inmediato y eso se ha cumplido. Pero lo que me aterra es como lo conseguiste.
Seguí empleando el mismo tono ausente y de guasa. Intentaba recordar pero sin conseguirlo, el salto nunca deja puentes.
– Ahora todo ha cambiado, no será como cuando eras virgen, y lo bueno es que tendrás orgasmos diferentes, debes aprender a controlar… te –Dije con cierto tonillo.
– No seas cretino, me dijiste que el primer paso era entrar en frío, es decir, me metiste el penetrador en seco. Y a pesar del fuerte dolor que sentí, tú afirmaste que la cura estaba en ese proceso, el orgasmo tiene dos vertientes, placer y dolor, y yo tenía la réplica del orgasmo en frío, como si fuera las réplicas de un terremoto, ese residuo que se pierde lentamente mientras se aleja.
– No me has hablado de tus pezones.
– Como piedras, así permanecen desde entonces, y si me roza algo siento cierto gustillo que termina en una ligera molestia, como si los hubieran usado de mala forma.
– ¿Qué recuerdas?
– Lo tengo difuso por qué flotaba, me untaste algo en los pezones y luego sentí que algo los rozaba, no me parecieron tus dedos, no sé.
– Fueron tus manos, te lo ordené yo.
– ¡No me jodas! ¿Tan fuera de juego estaba?
– Si, y no estabas fuera de juego, decías de aguantarme dentro el máximo tiempo posible, por si era la única vez que lo conseguías.
Silencio por su parte, aproveché para remachar la obra. Sus recuerdos me iban a proporcionar más clientas y mucho dinero.
– Y supongo que no recordarás la misión que tienes que cumplir hoy.
Titubeo, iba a decir algo y callaba.
– No lo recuerdo – Dijo con cautela.
– ¿Recuerdas el palmeral?
– ¿Te refieres a la zona rocosa?
– Exacto, sabes que son calas pequeñas, allí debes exhibirte, además mostrar una postura descarada, y mostrar la vulva elevando la pelvis, como si quisieras provocar la penetración de primer desconocido que pasara.
– No recuerdo nada, y no lo comprendo.
– ¿Qué has sentido cuando te lo he recordado?
Respiró hondo rozándome la oreja con sus labios.
– Un extraño gusto en el vientre, y que se va transformando en lo contrario, en desagradable.
– Es normal, pero tú misma puedes elegir la dosis de dar a los ojos de los tíos que pasen por el palmeral.
– No entiendo.
– Puedes tomar el sol desnuda, pero con anzuelo – Me reí por dentro por la idea.
– No comprendo lo del anzuelo – Respondió con duda.
– Te acuestas boca arriba en la toalla, encoges las piernas y las separas un poco, y que tu vulva llame la atención debido a que allí mismo te pones un tampón y procura que cuelgue un cordoncito, además que sea de color.
– ¡Joder tío!, que retorcido eres.
– Te equivocas, y yo te aconsejo que lo hagas cuando lo precises, es decir, que se vea que entre los labios mayores hay cierto fluido escarlata, a muchos les podrá a cien.
– No lo sabía ¿Cómo lo sabes?
– No es nuevo para mí, todas mostraban el mismo reparo, pero luego cambiaban de opinión, y algunas me dijeron que les gustaba ver el penetrador con su sangre.
– ¿Qué tienes que hacer hoy?
– Cuando termine de desayunar volver a la habitación, tengo que trabajar, muchos datos que investigar, en la central esperan mis informes.
– ¿hablarás de mi caso?
– No, tu caso sigue abierto, necesito saber que experimentas cuando hagas lo que te he dicho, exhibir tu vulva y sobre todo ese sentido contradictorio, es decir, placer por lo que muestras y desasosiego por si alguno se pasa de rosca.
– ¿Qué hago si alguno se me insinúa?
– Pon listón, despista un poco su velocidad de penetración.
– No comprendo eso de listón.
– Simple, el tamaño como ejemplo o si es caballo de carreras, si solo va a meter y nada más, y puedes utilizar otro sistema, es una forma de conocerle, pajearle allí mientras mira tú vulva, de esa forma puede evaluar si el tipo está limpio, ya que nada de paraguas.
– ¡Tío! No salgo de mi asombro ¿Dónde aprendiste todo esto?
– Absurda tu pregunta, es sencillo, una mujer. No existe otra forma.
– Dime algo de ella.
– Mujer de cierta edad, nunca se lo pregunté, pero podía estar entre los 50 y 60, se mantenía en forma, la veía correr en una senda que iba paralela al río, era principios de verano, yo estaba pescando en un recodo del río, donde altos juncos me ocultaban de la mirada de las truchas.
Ella pasaba por detrás de mí despacio, iba haciendo ejercicios de estiramientos y se detuvo cerca de un árbol que se acostaba hacia tierra alejándose del agua, allí tenía su bolsa, se desnudó completamente metiéndose en el agua, nadó un poco ya que el río cubría algo más de tres metros y salió del agua despacio, por el rabillo del ojo vi que me miraba, yo a mi bola.
Y ella movió ficha en mi dirección, se recostó en el tronco, su espalda quedó en paralelo con la tierra y sus piernas colgaron a ambos lados del tronco, su vulva enviaba señales en mi dirección, me señalaba.
– ¿Qué hiciste?
Responder a su llamada, recogí el sedal despacio, debía dejar que su mente trabajara, tenía la cabeza ladeada y me veía perfectamente. Y una vez guardada cogí la cámara fotografía y me dirigí hacia ella, ella no se movió, más tarde supe que sabía todo lo que iba a ocurrir, debió de pensar que pasaba hambre.
Y le dije de hacer algunas fotografías, sin embargo me puso el precio, si pasaba la prueba sería toda suya, podría hacerla todas las fotografías que quisiera.
– ¿Qué prueba era?
– Yo era joven, no tenía los veinte, y quizá eso a ella si le ponía, coger a un novato, un principiante. Sin embargo yo temblaba de pensarlo, y ella remachó más los clavos, me dijo que deseaba una penetración lenta y descansar dentro, ella quería sentirle quieto en su interior, estaba en contra de los caballos de carreras.
Ella sonrió divertida.
Y sin modificar la postura que tenía, tomó posesión de mi penetrador, es evidente que creció a toda velocidad y tuve que pensar en problema que tenía que afrontar el lunes, alejando el pensamiento del sentir de su mano.
Cambió de postura y me olisqueó la entrepierna, así como echó atrás el prepucio examinándole y de nuevo olisqueó, debí de pasar la prueba ya que sonrió.
Y acostándose en la manta que tenía, me dijo que la penetrara muy despacio, y que si me corría no me preocupara, que la mañana era joven.
Ella ya estaba humedecida, ya que entré despacio y sin problemas y cuando llegué al fondo me detuve, ella con sus manos me atrajo más y sin dejar de mirarnos me dijo que muy bien, y que ahora era el momento de sentir el semen en el fondo de su vagina.
Yo no quise moverme, sentía cierto gustillo y eso no quería que terminara, yo tenía poca experiencia, ya que solo follaba con amigas, nunca pagué dinero por sexo, me asustan las enfermedades y ante mi sorpresa, ella movía las paredes de su vagina, permanecía inmóvil, pero yo sentía como pajeaba con la vagina, algo increíble y que yo ignoraba, y por mi respiración ella supo que yo llegaba a mi fin y se lo dije entre jadeos, ella se ralentizó debido a que le gustaba lo que me estaba produciendo y exploté, ella dejó estimularme y me apretó más contra su cuerpo.
Me dijo que sentía mis latidos al eyacular y luego llevó una de sus manos junto al penetrador, salí semen al exterior y otra sorpresa, lo olisqueó también, sonrió diciendo que olía a hierba, ella ignoraba que yo era un abusón de la escarola, un día si otro también, comía ensaladas de escarola, tomate y pimiento asado incluso en invierno.
Iba a retirarme de su interior, pero ella negó con la cabeza, dijo que le gustaba sentir como el penetrador se recogía, como iba disminuyendo de tamaño, y sonriente me dijo que había que ejercitarle, y cuando salió cogiéndole en su mano dijo que ella sabía cómo hacerlo, pero lo importante no era el largo, no, el ancho le gustaba más.
Se puso en pie y el semen la escurría por la parte interna de sus piernas separadas, dijo que esa sensación le ponía a cien, sentir como dejaba el rastro húmedo y la suave brisa le enfriaba y terminó metiendo en el agua, dijo que iba a alimentar a las truchas.
Ella estaba alojada en un hostal del pequeño pueblo, y después de comer me preguntó si tenía algún rechazo por su edad, yo no dije nada, era evidente, pero el asunto no iba por ahí, quería que la mordiera el clítoris y no sabía cómo decírmelo.
Lo de morderle era una forma de expresión, y se acostó cruzada en la cama, yo arrodillado en alfombra entre sus piernas y me dijo que le separa las piernas, que eso le excitaba, ella opuso un poco de resistencia, pero yo empleé más fuerza y una vez separadas fue simple, no era la primera vez, pero si el tamaño del clítoris, era enorme nunca había visto ese tamaño, le dije que podía pajearla si quería, y esa vez la sorprendida fue ella, era un pequeño penetrador, disponía de prepucio y un glande acorde con el tamaño y además debía de ser de casi dos centímetros y sin esperar su respuesta, le mojé con la boca y luego empleé dos dedos, humedecer y el movimiento adecuado, su mano cogió mi pelo para controlar mi cabeza, gimió de inmediato, y me dijo que mordiera, no le hice caso alguno, quería saber si el clítoris eyaculaba algún fluido, pero no, el clítoris no dispone de uretra, y gritó apretando mi cabeza contra su vulva, me apartó y tirando del pelo me gritó que había llegado el momento de galopar, de meter.
Y si, tenía prisa, aunque yo procuraba pensar en otras cosas, como por ejemplo sus reacciones, y claro yo exploté en menos de cinco minutos, y fue descendiendo su movimiento de empuje, hasta que se detuvo del todo, resopló y me miró sonriente, y me dijo.
– Ha sido un buen polvo, hacía tiempo que no me follaban así y me ha encantado el entreacto, esa diminuta pajita, y me ha gustado como la humedecías mientras movías tus dedos.
Por lo que me cuentas, hay más. Me refiero a que no se trata de tumbarte en la cama y separar las piernas.
Así es, el sexo es infinito, todo depende de cada uno de nosotros, tengo una vecina, está casada pero él tiene dos problemas, el alcohol y el juego, poco sexo y la vecina un día me mandó a un recado, el puente fue mi madre, digo puente ya que iba al mercado y me dijo que aprovechara y le hiciera el favor, yo era joven, y lo único que conocía era las pajas de las chicas del colegio, había una que iba a ser sexóloga, y anotaba todas nuestras reacciones, pero nada de meter, y la vecina me preguntó si no me importaría hacerla más recados, yo me encogí de hombros, me daba igual y una tarde noche, cuando le subí una bolsa de patatas de diez kilos me hizo el primer pago.
Me dijo que esperara un poco y segundos después apareció desnuda, cuando tuvo el penetrador entre sus dedos yo exploté. Yo tenía cierto ataque de nervios, y ella dijo que tan solo era cuestión de tiempo, prácticas y todo iría como es debido y dos meses después la tía se pasó, sin decirme nada le metió en su boca, y exploté de inmediato, pero ella no hizo nada, me miraba divertida moviendo su lengua, supuse que sabía lo que hacía.