Dos meses atrás una chica joven ocupó la vivienda con local comercial ubicada casi al frente de mi casa. La nueva vecina atrajo mi interés de inmediato. Delgada, casi metro setenta de altura, morocha, lindos rasgos, muy sensual.
A las dos semanas, tras algunas reformas en el local, apareció un atractivo cartel que decía: “Cositas ricas…”. Y debajo, en letras chicas: “Lencería, ropa íntima femenina y más…”. En un rincón, visible, la dirección Facebook e Instagram.
Quedé sorprendido por el éxito del negocio. Pese a que abría sus puertas a las 18, hasta la medianoche, de miércoles a sábado, siempre estaba lleno de gente, incluso de otros barrios.
Intrigado, le pregunté a una vecina y amiga si había entrado al local y que se vendía para atraer tanta clientela.
– Estoy asombrado que haya tanta demanda de bombachas… -comenté, en tono de broma.
– ¡Por supuesto que conozco! Soy clienta. Pero te equivocás. Bombachas no he visto… – dijo Sandra, riéndose con cierto misterio.
– Pero el cartel dice lencería…
– Lencería es muchísimo más… Hay desde tangas a vestidos sexys; disfraces eróticos, y un montón de cosas para que la excitación y el placer de mujeres, trans, lesbianas, parejas…
– ¿Qué incluyen “un montón de cosas”? –consulté curioso.
– Juguetes sexuales, de todas las clases y tamaños, para todos los gustos y necesidades: consoladores; vibradores, estimuladores anales, fundas para dedos, cremas y lubricantes, anillos, plumas, simuladores de sexo oral, esposas, bolas chinas… – enumeró. Y agregó – me contaron que llegó un nuevo simulador de sexo oral, ultra realista, con diez lenguas y tres velocidades. Dicen que en cinco minutos te hace ver las estrellas…
Clases prácticas
– ¿Todo eso buscan las mujeres? Porque veo que entran pendejas y viejas, aunque también vi algunos hombres. ¿Desde cuándo hay tanta hambre sexual en señoras y señoritas?
– ¡Desde siempre estúpido! – Exclamó casi indignada Sandra- Las que tienen pareja masculina o femenina buscan cositas para tener mejor sexo, y las solas, para disfrutar aunque no tengan a nadie al lado…
– ¡Ahora entiendo el porqué de las ojeras de la vieja gorda del almacén! ¡Debe darse duro con un consolador!
– Vas entendiendo… Además, las veteranas o las pendejas que no saben cómo se usan, aprenden ahí dentro…
– ¿Cómo que aprenden ahí dentro? ¿Qué, hay clases prácticas? – consulté riéndome.
– Y más o menos… Además de las explicaciones de Brenda, tiene tres ayudantas: una jovencita como ella, otra madura y una trans. Hay tres cuartos reservados, y ellas muestran cómo se usan los juguetitos…
– ¿Se masturban delante de las clientas? – pregunté incrédulo.
– Si…
– Por lo que me contás, el éxito de Brenda se debe a que es una mujer que sabe que le gusta a las mujeres.
– ¡Ja ja ja! ¡Y encima ella no es hembra biológica! ¡Es trans!
Horario especial
Además de aumentar mi curiosidad, quedé excitado al conocer lo que había en el negocio, y mucho más al enterarme de que la bonita Brenda era transexual. Decidí encontrar un modo discreto de conocerla.
Entonces caí en la cuenta de hacer contacto mediante Facebook. Usé el perfil secreto que tenía y pedí su amistad. A los diez minutos ella aceptó. De inmediato le conté que deseaba lencería erótica y algún juguete para regalar a una amiga, pero que no me atrevía a entrar a su negocio, por lo que le consulté si existía algún horario reservado para ser atendido. Brenda respondió que sí, de una a tres de la noche, pero, compre o no, debía abonar 20 dólares por la atención.
– ¿Puede ser hoy?
– Si, a las dos.
A esa hora toqué el portero electrónico con visor del negocio y vivienda de Brenda.
– Ah, sí; empujá la puerta y esperame en el salón, ya voy… – sostuvo ella, por el aparato.
Seguí las indicaciones e ingresé a una habitación de cuatro por cinco metros, tenuemente iluminada con luz rojiza, con aroma a sándalo, en la cual se escuchaba apenas un bolero. Cuando mi vista se adaptó a la semioscuridad, observé vitrinas, estantes y mesitas con multitud de productos eróticos y sexuales. Luego me pareció oír gemidos y risitas. Tímidamente, caminé hacía tres puertas, una al lado de las otras, cerradas por cortinas rojas. A mitad de camino me detuve, avergonzado como un adolescente. En esos cuartos estaban disfrutando de sexo.
– ¡Hola vecino!, ¡bienvenido!; es un placer que conozcas mi humilde rinconcito… – saludó una dulce y cálida voz femenina con cierta tonalidad grave.
Al darme vuelta para responder quedé sin palabras. Sobre altos tacos aguja, con medias negras de encaje hasta la mitad de largas piernas, una espectacular mujer en body avanzó sensualmente hasta mí.
– Soy Brenda. Disculpame por recibirte vestida de este modo, pero le mostraba a las clientas los nuevos modelos que llegaron. Si te hago sentir incomodo, decime y voy a cambiarme… – expresó.
– ¡No, no, para nada!, ¡quedate así! – logré decir.
– Gracias, sos un caballero… Vení, sentate; yo estaba tomando Fernet con coca, ¿querés?
– Bueno, me gusta…
– Ya vuelvo
Al darme la espalda, ondulando la cadera, admiré una cola maravillosa.
“Te muestro”
Al regresar, Brenda se sentó a mi lado y me preguntó:
– Contame, ¿qué buscas y como es la persona a la que querés darle un regalito?
Entonces recordé que le había dicho por la red mi interés de regalar lencería y un juguete sexual a una amiga.
– En realidad no sé muy bien, es la primera vez que conozco todo esto; se me ocurrió que tal vez a ella le gustarían las cosas que vos tenés…
– Bueno, es ella, una mujer, tienen relaciones íntimas y quieren explorar los secretos de la sexualidad… Esta mujer, ¿qué edad tiene?, ¿cómo es físicamente?
– Es jovencita, más o menos de tu edad, y su cuerpo es muy parecido al tuyo – improvisé.
– ¿Mi edad? ¿Cuerpo como el mío? ¡Me encanta! Yo pienso que lo mejor que le puede pasar a una chica de veintitantos como yo es conocer a un hombre maduro, mínimo veinte años de diferencia. Y si están juntos, vos debés ser un muy buen amante… ¿Ella tiene onda salvaje o inocente?
– Más bien inocente…
– ¡Ya sé que les va a gustar! Esperame que traigo el conjuntito…
– Estem… Disculpá, yo no soy bueno viendo lencería suelta…
Brenda, seria, clavó su mirada en la mía, escrutándome. Tras interminables segundos, sonrió y me preguntó:
– Voy a confiar en vos. Y te confirmo: lo que se escucha detrás de las cortinas son mujeres y trans disfrutando sexo; con lencería, consoladores, estimuladores, que les alquilo. Hay mujeres mayores solas, casadas, y pendejas que no pueden en sus casas. Acá les enseñamos y mostramos como tener mucho placer… Yo tengo este body porque una clienta me pidió ver como se usa… Vos querés verme con la lencería que te ofrecí. Vení, seguime, te muestro…
Más linda que una concha
Fui tras Brenda. Ella recogió de un estante una caja y, tras entrar a un dormitorio, me señaló un sillón frente a una cama de dos plazas y luego fue hasta un baño contiguo al cuarto.
– Este es el conjuntito. Si tu amiga es como yo, así le va a quedar, igual que a mi… ¿Te gusta?- sostuvo la chica al salir del baño.
– A vos te queda precioso, pero lo que pasa es que vos sos preciosa…
– ¡Ay!, ¡gracias! Lo bueno de este corpiño es que levanta las tetas y a la vez se corre fácil para dejarlas salir… – explicó, al tiempo que se arrodilló sobre la cama.
– ¡Nena!, ¡son hermosas tus tetas!
– Capaz que como las de tu amiga, pero estoy segura que ella no tiene lo que yo tengo…
– ¿Qué tenés vos de diferente? – pregunté, excitadísimo.
– ¡Esto! – exclamó, mientras dejó salir una pija morena.
Confieso, se me hizo agua la boca. Delante de mí tenía a una bonita pendeja, esbelta, tetona, y con verga… Pensé que la combinación era más linda que si hubiera una concha.
– ¿Te gusta?
– ¡Me encanta!
– ¿Y esto?
De inmediato se acostó en la cama, alzó las sabrosas piernas, y mostró un agujero convocante.
– ¡Ay papi! ¡Me recalentaste! Te dije que me gustan los maduros, yo también quiero ser tu nena… Mirame el culito…
Placer único
Brenda se acercó para besarme. Su lengua cálida y húmeda penetró hasta mi garganta en un beso largo, caliente, húmedo, apasionado. Luego comenzó a bajar sus manos acariciándome, bajó los pantalones, mordisqueando la polla erecta detrás del bóxer. Delicadamente me lo sacó y con mi pene a la altura de su boca comenzó a lamerlo en toda su extensión.
El glande, el tronco, las bolas, todo recorrió con sus labios y lengua hasta que finalmente se tragó la pija y empezó a mamarla.
Bruscamente se detuvo. Y juntó su verga con la mía. Todo mi cuerpo se estremeció. ¡El placer fue único!
– ¡Me encanta tu pija y como me tocás!; ¿Así cogés con tus amigas?
– Sólo cuando son nenas bien putas…
– ¿Y yo soy bien putita para vos?
– Ahora si…
– ¿Sólo ahora? ¡Papi, quiero ser tu nena putita todos los días!
– Para ser trolita hay que hacer más que ponerse lencería y mamar verga…
– ¡Entonces cogeme, dame pija, hundímela en el culo…! ¡Vas a ver lo que hace mi orto con tu chota!
Acaricié sus preciosas nalgas, recogí con mis manos los jugos de su verga, los metí en su agujerito y empecé a penetrarla lentamente.
– ¡Que rico, gordo pedazo tenés papi! – exclamó, con la cara inundada de lujuria mientras abrió sus piernas.
Y, faltando la mitad de mis dieciocho centímetros, entré totalmente en Brenda.
Su culo estrecho y húmedo absorbió mi polla, la succionó, las paredes de su ano caliente se abrieron y cerraron en la pija, apretándola y soltándola, haciendo bufar y gritar, mientras ella me puteaba y se babeaba.
– ¡Putita mía!, ¡Voy a acabar!, ¿Te la saco? – balbuceé.
– ¡No!, ¡llename de tu leche! ¡Yo también voy a acabar!
La pija de Brenda, palpitante, se agitaba al ritmo de la cogida. Se la agarré y moví, mientras estallé dentro suyo, al mismo tiempo que ella largó sus lechazos, enchastrando mis manos y su vientre.
Dejé mi polla adentro, dejando que mi semen saliese del culito. Lo junté en mi diestra, reuní con su acabada, le abrí los labios y deposité en su lengua. Y la besé, mezclando nuestros jugos en las bocas.