back to top
InicioGrandes RelatosCunnilingus a Melina, la pendeja

Cunnilingus a Melina, la pendeja
C

el

|

visitas

y

comentarios

Apoya a los autores/as con likes y comentarios. No cuestan nada.
Tiempo de lectura: 6 minutos

– ¿Es cierto lo que me contaron de tus habilidades y dotes? –me preguntó, pícaramente, Melina.

– No sé qué te contaron… -respondí con la mejor cara de boludo que pude. Sabía a qué se refería.

– Que la tenés grande… y que sabés como hacer explotar a una chica…

Una hora antes de este diálogo, había recibido la llamada telefónica de mi amigo Carlos:

– Beto, tenés que hacerme un favorcito… ¿Qué estás haciendo ahora?

– A punto de acostarme, estaba tonteando, mirando porno de pendejas. ¿Por qué? –respondí. Percibí su voz pastosa. Debía estar borracho.

– Pasa que me levanté a Melina; sabés de quien te hablo, la trolita hermosa, amiga de Sonia, tu ex.

– Bueno, felicitaciones; ¿pero qué necesitás?

– Es que ella está punto caramelo, pero no tengo plata para ir al telo… ¿Me prestás el dormitorio vacío? –lanzó Carlos.

– ¡Ah..!, ¡querés culear en mi casa mientras yo aplaudo! ¡Al menos trae una amiguita de ella! –sostuve.

– Es que las amigas la dejaron sola, no puede volver a su casa, y quiere coger… Pero es tan puta que tal vez se prende en un trío…

– ¡Ja ja ja! ¡Primera vez que sale con vos y se va a prender en orgia! ¡Dejá de fantasear! Está bien, venite, pero quedás en deuda…

Pendeja preciosa

Al rato escuché el auto de Carlos y luego el timbre. El apenas se sostenía en pie.

– Beto, ustedes ya se conocen, así que no necesito presentarte a Melina –balbuceó.

Ella me besó en la mejilla izquierda. Al sentir su tibio aliento, el contacto de sus labios, el dulce aroma de su piel, me excitó.

Melina tiene 23 años, pero parece de dieciocho. Contribuye a esto su bonito rostro aniñado y la expresión cándida. Luego, con un metro sesenta y cinco de altura, la esbeltez y sensualidad de su cuerpo despierta la lujuria. Proporcionadamente delgada, sus pechos medianos y firmes, los cuales nunca cubre con corpiños, parecen más grandes debido a la fina cintura, la cual continúa en armoniosa cadera y una colita dura y redondita. Sus piernas largas completan una figura excitante.

Todo esto se advertía debido al provocativo modo en que llegó vestida: calzada en sandalias de más de cinco centímetros, sólo tenía puesto un pantaloncito cortísimo, el cual mostraba buena parte de sus nalgas, y una ajustada blusa semitransparente.

– Amigo, vos no te preocupés por nosotros; andá a dormir tranquilo. –dijo Carlos, evidentemente apurado por disfrutar con tremendo bomboncito.

– Sí, claro, es lo que iba a hacer. Nos vemos Melina. –sostuve.

Amigo dormido

Al entrar a mi dormitorio, con la verga erecta, pensé en masturbarme en honor de Melina. Pero me sentí ridículo si disfrutaba a solas mientras al lado, pared de por medio, culeaban un amigo y una pendeja hermosa. Apagué la luz y me acosté.

El sueño me iba ganando cuando sentí que alguien entraba al baño. “Seguro que es Melina, lavándose la conchita… ¡Yo se la lavaría con mi lengua!”, pensé. La imagen volvió a calentarme, me toqué la poronga y regresaron las ganas de pajearme. Iba a comenzar a movérmela cuando escuché abrirse sigilosamente la puerta de cuarto.

Pese a la oscuridad, advertí la silueta de Melina. Y a continuación, su voz.

– Beto, ¿estás durmiendo?

Dudé si responderle o hacerme el dormido. Afortunadamente, triunfó la curiosidad de saber que quería.

– Casi… pero pasá Melina, prendé la luz, la llave está al lado; ¿Qué necesitás? –contesté, mientras me senté en la cama.

– No, nada… Disculpame, pasa que Carlos se tiró en la cama y quedó dormido al toque… ¿Puedo charlar con vos hasta que me de sueño?

Ella, descalza, tenía encima una remera y un pantalón de gimnasia.

– ¡Ja ja ja! ¿Se durmió? ¡Qué tarado! ¡Eso no se le hace a una mujer! Pero también, ¡con el pedo que tenía! Dale, no hay drama, charlemos. Pero pará, voy a buscar algo para tomar. Vos sentate en la cama, yo me traigo una silla. –propuse.

– ¿Qué tenés para tomar?

– Agua, gaseosa, cerveza, vino tinto, tequila… ¿Qué preferís?

– Y, si me acompañas, tomemos un poco de tequila, con hielo…

En la cocina, mientras ponía en una bandeja dos vasos, la botella, hielo y papas fritas, intenté adivinar las intenciones de Melina. “Si Carlos se durmió, tal vez ella se quedó con las ganas de coger, y se las quiere quitar conmigo…Pero no, soy un fantasioso; más de quince años le llevo de diferencia… Sólo quiere matar el tiempo”.

Al regresar al dormitorio, la pendeja esta sobre la cama, de rodillas.

Charla caliente

Perdí la noción del tiempo, sólo sé que ambos tomamos tres vasos de tequila. La charla fue animada, hasta que Melina me preguntó:

– ¿La extrañás a Sonia? Es una lástima que hayan cortado.

– La verdad, la recuerdo bien, pero no la extraño.

– De lo que si estoy seguro, es que no se separaron por el sexo. Entre mujeres nos damos cuenta, y a mi amiga se la veía que en eso estaba feliz…

– Si, acertaste, en eso andábamos muuuy bien… -aseguré, mientras llené nuestros vasos.

– ¿Es cierto lo que me contaron de tus habilidades y dotes? –me preguntó, pícaramente, Melina.

– No sé qué te contaron… -respondí con la mejor cara de boludo que pude. Sabía a qué se refería.

– Que la tenés grande… y que sabés como hacer explotar a una chica…

– ¡Bueno!, ¡no es de hombre andar contando lo que uno hace en la cama!

– Entonces, sos el primer hombre que no lo hace. ¡Todos los que estuvieron conmigo, y los que no, contaron lo que hice y lo que no, también!

Bajé la mirada. La charla se deslizaba a zonas calientes y estaba confundido. Sabía que Melina era trola, pero también calientapija. “Se divierte haciendo que los tipos se pajeen por ella”, me contó Sonia. Y no quería que mostrarme como pajero.

Para romper el clima, dije:

– Voy a buscar hielo, ya vuelvo.

– No demorés…

Caminando hacia el dormitorio, antes de entrar, propuse:

– Melina, ponete cómoda, acostate, dormí en mi cama; yo voy a dormir al sillón…

Lo que vi me dejó con la boca abierta: la pendeja continuaba arrodillada sobre la cama, pero se había quitado el pantaloncito. ¡Y estaba mostrando su preciosa conchita!

“¿Vos sos tonto?”

Sin pronunciar palabra, la miré de arriba abajo, puse tres cubos de hielo en su vaso y lo llené de tequila.

– Ya me puse cómoda, pero no para dormir… – expresó Melina con voz seductora.

Tomó el vaso y bebió un buen trago. Mordiéndose los labios me clavó su mirada sexy.

– ¿Qué pasa? ¿Qué pensás? ¿No te gusta lo que ves, no te gusto? –preguntó.

Sonreí. Apuré la mitad de mi vaso, me arrodillé al borde la cama, a centímetros de su entrepierna. Y dije:

– Melina, ¡sos hermosa! Claro que me gustás…; pero llegaste con mi amigo, y me parece mal…

– ¡Sos un caballero!, ¡redulce! ¡Hay pocos hombres como vos! Aunque tengo que aclarar varios puntos. Primero, fue Carlos el que se durmió borracho, dejándome sola; segundo, yo no soy su novia, no hay nada entre nosotros, ni tampoco habrá, y eso se lo aclaré desde el primer momento que acepté un trago y salimos a bailar…

– ¡Esperá, pará ahí! Decís que no hay nada entre ustedes pero llegás con él a mi casa y te metés en la pieza… Si entras a un dormitorio con un tipo no es para discutir filosofía…

Melina se rio, encantadoramente, bebió de su vaso, y sostuvo:

– Si, pero que coja con algún hombre no significa que tenga algún compromiso. Sólo es sexo… Hace tiempo que Carlos me quiere coger, y hoy, cuando lo vi borrachito, le di calce porque tenía otra idea en la cabeza…

– ¿Entonces ya habías calculado que él no iba a hacer nada? ¿Cuál era tu idea?

– Decime, ¿por qué llegamos a tu casa?

– Carlos me habló por teléfono, dijo que no tenía plata para ir a un telo, y me pidió un dormitorio para estar con vos…

– ¡Jajaja…! ¡Yo le dije que te diga eso! Le expliqué que no quería ir a un telo, y le propuse que te pida a vos un lugar en tu casa…

– No entiendo, ¿por qué en mi casa?

– Beto, ¿sos tonto? ¡Para estar con vos! –exclamó tras lo cual se inclinó y me besó en la boca.

Lengua y dedos

¡Fue un beso espectacular! Sus delgados labios, húmedos y calientes, apretaron los míos, e inmediatamente su lengua carnosa rodeó la mía, recorrió todo el interior, succionó y envió aliento y saliva. Al mismo tiempo, sus suaves manos apretaron las sienes, tras lo cual su lengua dejó mi boca y jugó en el interior de mis orejas.

– Entonces, ¿querés conocer como hago acabar a las chicas? –le pregunté entre gemidos.

– ¡Para eso estoy acá! Tomá, comela… -sostuvo, mientras se estiró en la cama mostrándome su cuerpo espectacular y la plenitud de la vulva.

Me encantan las conchas, labios vaginales, clítoris. Desde adolescente aprendí a lamerlas, besarlas, chuparlas, dedearlas, comerlas. Tragar los jugos. Las disfruto y logro que las mujeres disfruten. Como mucho, en quince minutos las hago tener orgasmos.

Me esmeraría con Melina.

Descendí con mi boca hasta los dedos sus pies y los lamí. Empezó a gemir. Subí lentamente por sus piernas, me detuve en los exquisitos muslos, y de allí salté hacia el ombligo, mientras mis manos se apoderaron de las tetas.

Al notar que los pezones estaban como piedras, ascendí y alternativamente los comí y chupé.

– ¡Hijo de puta!, ¡sos un genio!, ya me hiciste mojar! –exclamó.

Mi mano izquierda bajó hasta la vagina, encontrándola enchastrada y caliente. Es lo que esperaba. Fui allí, lamiendo los sabrosos labios vaginales, metiéndomelos dentro de mi boca, metiendo y sacando mi lengua, degustando los abundantes juguitos. La pendeja se retorció, chilló, puteó.

Al rozar su clítoris, duro, palpitante, Melina lanzó un grito agudo. Me separé un momento y dije:

– ¿Querés que siga?

– ¡Si!, ¡es hermoso lo que me hacés!

– Entonces, decime que sos mi putita, mi perrita, que soy el dueño de tu papo… -reclamé.

– ¡Seguí macho mío!; soy tu perra, puta, esta concha de trola es tuya!

Regresé a su botón, hundo mi cara, lamo en todas direcciones, mientras levanto su cadera y meto dos dedos en el culito, también mojado. Ella gritó retorciéndose de placer.

Mi boca se abrió, abarcando toda su vulva, y mi lengua jugó en círculos en los ardientes labios vaginales, hasta que la metí dentro del agujero. Y explotó.

Agitada, desbocada, Melina comenzó a gozar sucesivos orgasmos. Alcancé a contarle seis, pues la profusión de sus jugos de hembrita empezaron a atragantarme.

Me aparté un momento. Las pausas son necesarias. Agitada, bajaste tus dedos a la concha. Entonces regresé. Mi cara, lengua, dedos acariciaron en círculos su vagina y clítoris. Apretó mi cabeza con sus sabrosas piernas y nuevamente quedé inundado con sus acabadas.

Su cara de placer era un poema.

Quiere más

Minutos después, me levanté, dándole la espalda a Melina, y bebí el tequila aguado.

– A ver, date vuelta; quiero mirarte… -pidió la pendeja.

Acaté su pedido, y le pregunté:

– ¿Te sacaste las dudas que tenías?

– ¡Del mejor modo!; pero vos no acabaste…

– Acabo cuando yo decido…

– ¿Querés que te la coma y acabar en mi boca?

– Enseguida, ahora no… Lo que quiero es mirarte desnuda, moviéndote delante de mí…

– Es lo menos que puedo hacer por vos…

Poco después, Melina expresó:

– Sonia me contó que cuando la hacías acabar comiéndole su concha, te pedía que le clavés la pija en el culo. Y que seguía acabando…

– ¿También querés por atrás?

– ¡Deseo ese pedazote en mi orto! Pero llename de leche…

CONTINÚA…

Compartir relato
Autor

Comparte y síguenos en redes

Populares

Novedades

Comentarios

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Los comentarios que contengan palabras que puedan ofender a otros, serán eliminados automáticamente.
También serán eliminados los comentarios con datos personales: enlaces a páginas o sitios web, correos electrónicos, números de teléfono, WhatsApp, direcciones, etc. Este tipo de datos puede ser utilizado para perjudicar a terceros.