El viaje de novios los hicimos al caribe, a un hotel con muchas estrellas y en primera línea de playa, pero la noche de bodas debido ya al avanzado estado de gestación, la cosa quedó en unos simples besitos pues no queríamos desgraciar a la criatura. Así que yo que seguía con mi obsesión, de poner cuernos a diestro y siniestro pues me ponía a cien el follarme a la mujer de otro. No quería chicas guapas ni espectaculares rubias, sencillamente follar lo que era de otro y, luego mirarlo por encima del hombro pensando en el tamaño de sus cuernos.
No tardé en encontrar a una mujer ya entrada en años. Erika dijo llamarse, venezolana ella, de cuarenta y muchos años. Era ese tipo de mujer que se dice que quien tuvo retuvo, y sin ser una belleza espectacular siempre hacía volver la cabeza a los hombres. Me dijo que estaba allí acompañando a su marido en un viaje de negocios el cual no le hacía ni caso. Solo pensaba en perseguir jovencitas y pasaba olímpicamente de ella. No deje escapar la oportunidad y después de unas copas y un poco de charla la acompañe hasta una caseta de las que se utilizan para cambiarse de traje de baño, bastante espaciosa y con unos bancos bastante cómodos en el centro.
Allí me senté y ella me bajo el pantalón de las bermudas. Yo como siempre estaba trepado a tope, con esa mezcla de deseo y morbo de coger lo que era de otro. Aún tenía la falda azul puesta. Mi boca se cebo en su pezón derecho. Sus tetas eran grandes, muy grandes. Sentir aquello en mi boca nublaba mi mente, no hubiese parado nunca si ella no me hubiese dejado entrever que quería que bajase mas por su cuerpo. La gire y la puse boca abajo, baje la cremallera de su falda y se la quite. La dejé en pelotas y ante mi quedó aquel hermoso culo, culo que ese día seria mío. No pude evitar manosearlo mientras ella se movía lascivamente pidiéndome caña. Mi mano paso hacia su coño, acariciaba su depilada mata de pelo en un suave ir y venir. Notaba como se iba poniendo húmeda, cada vez movía mas su caderas, se estaba poniendo caliente, y yo necesitaba meter mi polla en su cueva.
Al bajar a su entrepierna, noté un gusto que me hizo notar que no había sido el primero en probar aquel coño ese día. La miré y se lo dije hasta que ella me contestó:
– Estoy dispuesta a con dos hombres por cada mujer que el cabrón de mi marido se cepille.
Paro de moverse, se volvió, su lengua ascendía rozándome la piel del pecho, llego hasta mi oreja y me susurro…
– Móntame, quiero que seas mi jinete particular. Mi culo te llama.
Acto seguido, se puso a cuatro patas, culo en pompa, aquella imagen era impresionante ese gran culo delante de mi polla. Podía ver su clítoris húmedo y caliente y, su pelo púbico delicadamente depilado y al fondo sus grandes tetas apuntando al centro de la tierra. Encorvó un poco la espalda, mostrando aún más su abertura, agarre mi polla como un torero dispuesto a entrar a matar. La situé justo delante, pase mis dedos por sus labios mayores y con su flujo impregne mi espada. Poco a poco la iba metiendo, ella levanto su cabeza, la estrechez hacia que fuese con cuidado, lo que sentía era una mezcla de placer, gusto y poder.
Cada vez se la metía mas rápidamente mientras la agarraba por las caderas. Mi respiración se alteraba, ella jadeaba y yo seguía metiéndosela cada vez mas bruscamente. Era mía, yo era quien mandaba, a ella le gustaba, una de sus manos estaba en su clítoris, frotándolo repetidamente. Mi polla entraba y salía cada vez mas rápido. Ella gritaba, yo notaba como el primer chorro de semen iba por mi polla, intentaba retenerlo, haciéndolo mas duradero y disfrutar mas del placer que aquel culo me proporcionaba. Ella se retorcía de placer, yo estaba a punto ya, iba a explotar.
Al momento saqué mi espada y el semen encontró la salida, me corrí encima de ella…
Se dio la vuelta y cogió mi polla y se la introdujo otra vez en la boca, su calidez y suavidad contrastaba con la estrechez de su culo, el placer que sentía con mi polla en su boca era inmenso, mis manos estaban acariciando sus labios internos, rosados, calientes y mojados.
Así estuvimos casi todos los días. Recuerdo que en nuestra segunda cita en la caseta, ella me confeso que era una amante de la penetración anal pero que su marido lo consideraba asqueroso. Al momento ella se engolosinaba con mi gruesa verga que chupaba con una pasión desbordada. Fue cuando besé sus nalgas redondas que ella me pidió, me suplicó que la penetrara en su ano.
No me lo pensé dos veces, después de todo, el ver su rico culo invitándole a que lo destrozara con mi herramienta, era una de sus más deseadas fantasías. Entonces, empecé a lamer el área donde habría de trabajar. Me humedecí un dedo con saliva y lo introduje en el culo de Erika lentamente. Ella gemía cada vez que mi dedo penetraba más y más su interior. Con su mano ella acariciaba su clítoris y ante tal estimulación no tardó mucho en tener un orgasmo formidable. Tan pronto como ella se recobró de su orgasmo, tomé mi picha, escupí sobre su cabeza y lo guie al precioso orificio que estaba a punto de ser penetrado.
Sin vaselina ni mas preámbulos se la metí de un sopetón hasta los huevos, pero ella ni abrió los labios, solo tembló de placer y pidió mas, así que yo continúe cada vez mas violentamente mientras mi mano llegaba hasta su coño, haciéndole una monumental paja. Nuestros gemidos se confundían con el ruido de nuestros cuerpos al chocar. Más y más rápido, con más y más fuerza… hasta que el final llegó, exploté en su interior. Mi semen inundó sus intestinos.
Así estuvimos casi todos los días de mi luna de miel, hasta que volvimos a casa y aunque los cuernos con la venezolana fueron mas grandes que los de las demás, tampoco aquello me permitió sentirme realizado.
De regreso a casa yo seguí con mi obsesión, follando a diestro y siniestro, de forma cada vez mas atrevida y desconsiderada. Llegado el momento, mi mujer dio a luz a un niño precioso al que pusimos mi nombre. Después de eso mi mujer muy caliente por el largo periodo que había pasado sin mantener relaciones, me pedía hacer el amor casi a diario, pidiéndome que folláramos como en aquella noche en la que la deje embarazada. A mi la verdad ya no excitaba ella, y de hecho tampoco las múltiples conquistas que realizaba fuera del matrimonio, que cada día me dejaban peor sabor de boca y no me dejaban contento como al principio.
Recuerdo especialmente una cena de negocios. Nos encontramos una tal Carolina y yo para una cita de negocios. Durante la cena muy animada y con vino de por medio se dio cuenta que la miraba con harto deseo. Sin perder tiempo ella tomó una servilleta y la colocó bajo mi copa, mientras salía en dirección al baño. Titubeé unos segundos y leí la nota en la servilleta: “SÍGUEME AL BAÑO, NO TE ARREPENTIRÁS”.
Dudé unos instantes pero al fin me decidí y la seguí. Cuando llegué a la puerta me abrió haciéndome entrar en un sanitario. Mientras cerraba la puerta aproveché para levantarle la falda deliciosa que traía puesta y me dediqué a morderle las nalgas con frenesí, al tiempo que tomaba con mis dos manos su sexo ardiente.
Rápidamente la doblé hacia la puerta y con su culo doblado chupeteé el agujero de su ano, mientras jadeaba de placer. Carolina lucía desesperada por tomar mi verga y mis bolas. Luego de chuparme la verga y tenerla lista ella con sus manos, se abrió el agujero de su culo y de un certero movimiento se ensartó mi enhiesta verga causándome un tremendo placer que no podía disimular.
Mientras tanto busco sus deliciosos pezones y le coloco uno en la boca mientras saboreé el otro. Ensarté mis dedos en su vulva y ataqué su clítoris. En ese momento entró una chica al baño y nos oyó gemir a ambos. Abrió la puertezuela y nos miró extrañada. Alcanzando a ver la deliciosa vulva de Carolina. Inmediatamente entró a nuestro lugar y se inclinó besando el clítoris de ella causándole un gran orgasmo.
Luego abrió su blusa y le colocó sus tetas (grandes y oscuras como sandias negras) y Carolina se las chupó como si fuera un dulce. A poco le aviso a Carolina que estoy a punto de lanzar mi leche, entonces ella la saca de su culo y ambas se inclinan ahora y me chupan la verga, aprovechando para besarse y besarme las bolas.
Lancé tal cantidad de leche que luego tuvieron ambas que limpiarse la cara pues estaban bañadas de semen.
Un par de años después los negocios iban de maravilla. Nos mudamos de nuestro piso a una villa en las afueras enorme, y la empresa iba tan bien que casi funcionaba sola. Mi socio y yo solo íbamos a hacer alguna gestión de vez en cuando. Mi mujer me dijo que era demasiada casa para ella sola así que quería contratar un matrimonio para le ayudara en las faenas ella y él hiciera de mayordomo, jardinero, chofer y todo el resto de tareas. Los elegidos fueron un matrimonio de color (negros para no irnos con tonterías) muy jóvenes, muy eficientes y muy baratos pues provenían de un país con problemas políticos y ellos por tener estudios no eran muy bien vistos así que tuvieron que emigrar.
Laura la negrita en cuestión no tenía desperdicio, tenía 2 melones enormes, una cintura de avispa y un culo que me llevaba por la calle de la amargura. Clot el negrata en cuestión media casi dos metros y aunque pecaba un poco de barrigón se notaba muy fuerte al estilo de un deportista que hubiera dejado de cuidarse.
Mi obsesión me llevo a perseguir a Laura, noche y día, haciéndole regalos, y metiéndole mano cuando y donde podía. Así, un día en el que mi mujer se llevó al negro como chofer, yo lleve a la negrita hasta el pequeño bungalow junto a la piscina donde vivían.
Allí ella que sabía bien a lo que íbamos, se me acercó y me desnudó. Me levante y sitúe detrás, ella no dijo nada. Lentamente aplique un suave masaje en sus hombros que poco a poco fue descendiendo por su espalda, me percate que era una sensación que ella aceptaba de muy buena gana, ya que poco a poco fue distendiendo sus músculos y se acomodó en la silla. Cuando vi aquello comencé un suave besuqueo por su cuello y los lóbulos de las orejas. Poco a poco empezó a respirar de una forma que me indicaba que iba por buen camino, mis manos pasaron de su espalda a sus costados y poco a poco, siempre por encima del vestido acaricie sus enormes melones, notando ya una creciente erección en sus pezones, de repente una mano subió por mis muslos hasta agarrar mi herramienta. Salvajemente la tiré en su sofá y me interne en su entrepierna, notando una humedad que denotaba el estado de excitación al que estaba llegando. Paré de chupar al comprobar que aparte del aroma a negra que emanaba aquel chumino, otro olor y sabor me perturbaba. Después de interrogarla al respecto, ella me lo aclaró:
– Perdóneme señorito, pero es que esta misma mañana mi hombre se empeñó en pincharme el higo, justo antes de salir con la señora. Y como luego me llamó usted, no he tenido tiempo ni de lavarme el asunto. Perdóneme y ahora mismo me lo lavo en el bidé.
La miré con cara de salido y me lancé a pegarle una chupada de aspiradora mientras le decía:
– Veras que limpia te la dejo!- exclamé. Su clítoris estaba hinchado y su chocho no dejaba de soltar calientes caldos que se unían a los restos de lefa del negrata. Me comí aquella sopa sin hacer ascos, es más mi picha parecía a punto de estallar. Mi boca era ahora un puré de flujos vaginales y saliva que ya empezaba a invadir parte de mi barbilla.
Mis caricias hicieron que todo su cuerpo temblara de placer y sus negros melones se agitaran hasta que se corrió entre sollozos:
– Venga chupa, chupa. Comete la pepitilla. Ahhh, que gusto, pero que gustazo en el chumino. Mi cosa, cómeme el chichi, mátame de gusto cabrón, que ya no aguanto más Ahhh, asiiii, que gusto, me voy, me corro en tu cara… Ahhh. Ya, ya… ¡No puedo más! ¡Yo me voy… ¡Sigue… Sigue! ¡Me corro… Ya… Me corro… por el chochooo!
Se quedó derrengada en el sofá hasta que al rato y por mis acometidas recuperó los sentidos. Entonces comenzó a aplicarme un tratamiento especial a toda mi virilidad. Sus negras manos acariciaron mi herramienta produciéndome una sensación maravillosa. El suave masaje recorría toda su longitud y se paraba breves momentos en mis testículos consiguiendo que por mi espalda recorrieran pequeños espasmos eléctricos. Al cabo de unos momentos de este suave vaivén se inclinó sobre mi picha a punto de reventar y aplicando sus labios sobre ella empezó una suave mamada. Notaba como su lengua recorría mi cipote mientras sus manos masajeaban mis cojones. El efecto fue instantáneo pues mi verga se hincho hasta límites insospechados y las sensaciones recorrían mi cuerpo, notando como espasmos de placer empezaban en mi nuca y después de recorrer mi espalda llegaban hasta el pene que no paraba de ser atendido por los solícitos labios de ella. Al cabo de unos instantes la carga de esperma pugnaba por salir y avisando de la circunstancia asistí con estupor y placer a una, si cabe todavía, más excitante succión que denotaba las ganas que tenía de beber mis jugos.
No pude más y explote en su boca. La leche rebosaba por sus labios mientras se afanaba en evitar que no se escapara ninguna gota que con avidez relamía. Después de limpiar con la lengua toda la longitud de mi mango y dejarlo reluciente se recostó en el sofá y reclamo mi atención que inmediatamente fue solícitamente puesta en práctica. Volví a incrustarme en su almeja chorreante, los jugos se escapaban de su interior y dejaban sus labios brillantes. Los separé con mi lengua hasta dejar al descubierto el pequeño botón de su clítoris que se estremecía de placer en cada uno de mis lengüetazos. Mis caricias se prolongaron a lo largo de unos momentos, desplazándome de su suave chocho hasta su ano en el cuál estuve entretenido un tiempo, los suaves gemidos se convirtieron en poco rato en grititos que intentaba ahogar mordiéndose el labio inferior, sin embargo mi trabajo obtuvo su premio y al cabo de unos instantes explotaba en un largo orgasmo que hizo que todo su cuerpo se arqueara sobre mi, después de unas contracciones se relajó y me abrazó fuerte susurrándome en la oreja mientras me besaba suavemente que quería ser penetrada:
– Metemela! no aguanto más! -gritó casi histérica.
Sin hacer ninguna objeción agarre su suave culo y levantándola en vilo coloque mi falo en su entrada y la embestí de una sola estacada, note como todos los músculos de su cuerpo se ponían en tensión y proseguí las salvajes embestidas mientras ella se agarraba a mi espalda y me arañaba salvajemente demostrándome así el placer que sentía. Cuando note que estaba a punto de llegar al clímax me retire y la tumbe sobre el sofá, dejando todo su culo a mi vista, ella intuyendo mis intenciones se puso de rodillas y se acomodó para recibir mi virilidad por su negro orificio, suavemente fui entrando todos mis centímetros en su interior mientras ella susurraba palabras ininteligibles para mi, cuando logré establecer en su interior mi verga comencé un lento vaivén que nos llevó a los dos hasta límites insospechados de placer, finalmente descargué mi lefa en su culo y quedamos los dos tendidos uno encima de otro agotados por la experiencia. Poco a poco se fue recuperando y después de unos momentos me la volvió a chupar y me metió la lengua el culo, cosa que me puso a cien.
– ¿Qué es lo que más le gusta a mi señorito? -dijo sacando su carita de mis glúteos.
Yo la susurré bajito y un poco cortado que me chupara allí, ella entonces me dijo más fuerte:
– Así que al señorito le gusta que le chupen el ojete, sinvergüenza. Voy a mamar suavecito tu pozo chocolatero y luego te voy a follar el trasero con mis dedos hasta que me llenes la boquita con toda tu leche…
Dicho y hecho. Me siguió lamiendo la polla y follándome el ojete con los dedos hasta que de pronto se paró y me dijo que me tenía guardado un regalo especial. Yo estaba fuera de mí cuando ella me miró con cara de guarrilla y sacó del cajón de su mesilla unas esposas de policía, y me dijo que si quería seguir jugando seria bajo sus reglas. Yo ciego perdido de deseo y de vicio me tiré al ruedo y dije que de acuerdo.
Ella cogió las esposas y pasándolas por uno de los barrotes de la cama me ato. Entonces cuando yo creía que iba a llegar el cielo, llegó el infierno. Se bajó de la cama y se fue de allí. Al momento se abrió la puerta y allí estaban mi mujer y el negrata.
Yo no sabía que decir, salvo que comprendí que aquello era una encerrona. El negro se desnudó y dejó al descubierto un rabo descomunal, que le llegaba hasta casi la rodilla. Parecía la manguera de un bombero, pero negra y llena de nervios y venas.
Mi mujer y la negrita se amorraron a ella y la besaron y adoraron como si fuera un dios fálico, y aquel monstruo descomunal todavía creció más y mas. Después le untaron el rabo de crema y mientras mi mujer cogía una cámara de vídeo, el negro y la negrita me ataron los pies a la cama quedando boca abajo con las piernas abiertas.
Yo suplicaba a mi mujercita desconsolado, sobre todo cuando los negros me varios cojines debajo para que se me levantara el culo y mi ojete quedara indefenso ante lo que intuí que se avecinaba de manera ineludible.
La intuición se convirtió en certeza absoluta cuando ellas a dúo comenzaron a ponerme crema en el ano, metiendo salvajemente los dedos en él. Después mi mujer sacó un consolador del cajón y me dijo que era para que fuera haciendo boca, y mientras la negrita seguía con el vídeo, se puso a metérmelo por el ojete mientras decía:
– Llama ahora a esa guarra de Puri.
Me estaba devolviendo mi primer polvo bestial con ella. Entonces cuando ella consideró que mi culo estaba bastante dilatado se fue con la negrita que había colocado la cámara de vídeo sobre un trípode, y le comió el coño lleno de sus caldos y de su marido y mío, mientras el negro que estaba a cien por la chupada de antes, mas por el espectáculo que aquellas zorras le estaban dando, pasó a la acción, es decir empezó a meterse en mi culo.
– Hay que abrir ese agujero como si fuera un pozo… no sabes lo que se valora una buena enculada… así que… dale duro!!!… sin compasión!!!… hasta que grite como un maricón – le dijo a mi nuevo enculador…
Sentí un dolor desgarrador, casi me desmaye de dolor, pero al mismo tiempo algo empezaba a surgir en mi interior y mi polla empezaba a ponerse dura, y mas dura sin podérmela tocar, quizás por lo extraño de la situación, y mientras tanto el martillo pilón de Clot seguía subiendo y bajando en mi culo, y la dichosa cámara grabando mi denigración total. Al mismo tiempo cada vez la tenía mas dura hasta que llegó el momento en que Clot se quedó parado un momento, una décima de segundo justo antes de meterme el envite mas fuerte junto a una descarga de semen tan grande que después de llenarme todo el culo como una lavativa, rebosó por los laterales calmando el dolor de mis entrañas.
Para colmo me corrí, pero de una forma dolorosa, era un placer tan grande que quede medio desmayado, culo en pompa con un agujero tan dilatado que cabría por allí una mano. Clot sin apenas inmutarse.
Se pasó a la cama de al lado y se montó a Dolores mi mujer por delante con ese trozo de carne que no solo no había perdido ni un centímetro sino que parecía la trompa de un elefante. En pocas emboladas mi mujer se corrió pegando unos gritos casi cómicos. Después le tocó el turno a Laura su mujer, a la que cogió y le pego unos envites que pensé que la partía por el medio, pero ella le pedía mas y mas.
Cuando estuvo de nuevo a punto de correrse vino hasta mi y para colmo de mi humillación me la metió en la boca y se corrió adentro. Yo no podía tragar aquel río de esperma y me chorreaba por la comisura de los labios, después se tumbó a mi lado, me soltaron las manos y me dormí abrazado a él.
A la mañana siguiente Dolores me aclaro el tema, ella se había enterado de todas mis aventuras y me las había permitido, porque desde el día que le desflore brutalmente el culo, había encontrado su camino. Iba a ser mi Ama y estaba dispuesta a mandar en casa, así que a partir de ahora, yo haría lo que ella quisiera en todos los aspectos o mis amigos recibirían una copia de la cinta. A cambio podría gozar de ella y de Laura siempre que quisiera.