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Las pajas con mi prima Camila (2)
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Era el día del Carmen. Había fiesta en el pueblo. Desde muy temprano andaba la charanga dando la alborada. Los perros no sabían dónde meterse con el ruido que hacían las bombas. Los hombres, en la taberna, se ponían hasta arriba de aguardiente, coñac, ponche, cada loco con su copa, y en casa, cada loca con su copa, ya que las mujeres le daban bien al Sansón, a la Santa Catalina y al anís las Cadenas o al del Mono. Mis padres y los de Camila compraran un cordero ya sacrificado y lo repartieran a la mitad. Era un día tan especial que hasta el tonto del pueblo estrenaba ropa. Se respiraba aire de fiesta por todas las esquinas.

Me encontré con Camila en el camino. Traía el pelo recogido en una trenza que le caía por el lado izquierdo de su cuerpo. Llevaba puesta una falda verde que le daba por las rodillas y una camiseta blanca. Calzaba unas sandalias blancas de tacón alto. Las medias eran de color carne, de las de liguero y eran nuevas como todo lo que llevaba puesto. En las manos llevaba dos cubos. Me preguntó:

-¿Vas a jugar el partido de solteros contra casados?

-¡Estás guapísima!

-Y buenísima.

-Y buenísima.

-Sí, estoy como un tren, pero no me contestaste. ¿Vas a jugar ese partido de fútbol?

Ella era así. Decía las cosas como las sentía.

-Sí, lo voy a jugar y lo vamos a ganar los solteros.

-No lo juegues.

-¿Por qué? -le pregunté mientras caminaba a su lado, vestido con mis Lois, mi camisa blanca y mis zapatos nuevos.

-Por qué te pueden dar una patada mal dada y se jodería la marrana.

-¿Qué planes tienes?

-Esta noche quiero que nos pajeemos uno frente al otro, que me comas el coño de aquella manera que me dijiste y que me des por culo. Quiero correrme tres veces.

-Algo inventaré para no jugar el partido.

-Estás cojo.

-No te entiendo

-Que te hagas el cojo.

Empecé a cojear al caminar.

-¿Adónde vas?

-A la taberna.

-De eso nada que vas a empalmar una borrachera con otra y después no me vales. ¿Adónde decías que ibas?

-Contigo.

Le cogí los cubos y, cojeando, fui con ella a la fuente.

Eran las once y media pasadas. El vocalista de la orquesta Poceiro, mal cantaba la canción “Delilah”, de Tom Jones. La plaza del pueblo estaba petada. Vinieran de todas partes, pero aun así, los niños corrían entre la gente, más de uno para tocarles el culo a las mujeres. Yo estaba bailando con Camila. Me llegaba su olor a colonia y a desodorante. Sentía sus tetas contra mi cuerpo. Estábamos bailando el agarrado. Haciendo que cojeaba, le iba frotando la polla contra su ombligo.

-Estás muy guapa y hueles muy bien -le dije mirándola a los ojos.

-Tú también. Hueles mejor que el cordero asado. ¿Qué te echaste?

-Varón Dandy.

-Tengo unas ganas locas de comerte la boca -me dijo al oído.

-Y yo a ti.

Camila, ya no aguantaba más.

-Al acabar la canción me voy. Te espero en mi casa. No tardes.

Al acabar la canción, se fue. Un minuto más tarde dejé la fiesta y enfilé el camino a su casa. Vi a un perro temblando con el miedo. Seguían echando bombas. Llegué a la casa de Camila. La puerta estaba abierta. No quise llevar ninguna sorpresa:

-¿Está en casa, tía? -pregunté.

-Pasa y cierra la puerta -reconocí la voz de mi prima.

Entré en casa. Cerré la puerta. Camila estaba sentada a la mesa de la cocina con un parchís delante. ¿Tan pronto le bajara la calentura? ¿Se estaba riendo de mí?

-Siéntate -me dijo.

-¿Crees que nos va a sobrar tiempo para jugar al parchís? – pregunté, extrañado.

Separó la silla de la mesa. Se levantó la camiseta blanca. No llevaba sujetador. Vi sus tetas, con sus areolas marrones y sus grandes pezones. Tenían una redondez casi perfecta.

-Borrachos como están, los oiremos venir a la legua. Si alguien viene nos dará tiempo a sentarnos a la mesa y hacer que jugamos. Ponte enfrente de mí.

Pusimos las sillas frente a frente, a unos dos metros de distancia. Abrió las piernas y levantó la falda. Tenía unas piernas preciosas, moldeadas, ni gordas ni delgadas. Se echó hacia atrás. No llevaba bragas. Vi las ligas negras donde se empezaban a ver sus blancos muslos, una gran mata de pelo negro y la raja de su coño. Camila comenzó a tocarse las tetas. Saqué la polla. Me dijo:

-No te corras antes de que me corra yo.

-Esperaré por ti.

Con la cabeza echada hacia el lado izquierdo, el mismo por el que bajaba su trenza, y mirando para mi polla, acarició las tetas con una mano y metió dos dedos en el coño…. Los metía y los sacaba… Acariciaba con los dedos mojados el clítoris… los volvía a meter en el coño… A veces me miraba a los ojos para saber cómo iba mi paja, me sonreía y volvía a mirar para mi polla, otras cerraba los ojos…. Seis veces tuve que dejar de menearla para no correrme. Me acuerdo que se sentía la canción de Karina: “Romeo y Julieta•” cuando comenzó a gemir.

-Me voy a correr. ¿Estás listo? -me preguntó.

-Cuando quieras nos corremos -le respondí.

Camila se folló el coño con dos dedos a toda pastilla y a toda pastilla frotó el clítoris con los dedos de la otra mano. Cuando quitó los dedos del coño salió de él un squirt que se cruzó en el aire con el chupinazo de leche que había echado mi polla. Camila, encogiéndose, temblando, con sus ojos vidriosos, y gimiendo, miraba como salía la leche de mi polla. Yo, sintiendo un gustazo, veía como Camila dejaba perdida la silla con su jugo.

Aun tirando del aliento, subió la falda y bajó la camiseta. Cogió un trapo y limpió el jugo de la silla y la leche que había caído al piso de cemento de la cocina.

-Hay que borrar las huellas del delito -me dijo.

Mi polla había quedado mirando al piso. Daba pena verla. Mi prima no era tonta, sabía que esto iba a suceder.

-¿Me la comes ahora como me dijiste que me la comías en tus pajas? -me preguntó, de pie, abriendo las piernas.

Me levanté de la silla y le pregunté:

-¿Puedo besarte?

-Ya estoy caliente…

-¿Y las tetas puedo comértelas?

-¡Tú eres tonto, carallo! Me vas a comer el coño y me preguntas si me puedes comer la boca y las tetas.

Empecé a besar a mi prima al tiempo que el vocalista de Poceiro empezaba a cantar la canción de Raphael: “Yo soy aquel”. La besé en el cuello y en la boca. Ella, me acariciaba la polla. Le levanté la camiseta, cogí sus tetas con mis manos y se las magreé. Chupé y lamí una teta y después la otra, muy, muy lentamente, saboreando las tetas y el momento. Al agacharme, mi prima subió la falda. Una gran mata de pelo negro apareció ante mis ojos. Abrí con dos dedos la raja. Al separar los labios vi que de un labio al otro iban docenas de hilillos de jugo. Pasé mi lengua y le limpié el coño de jugo, un jugo pastoso. Me gustó. Más le gustó a Camila que comenzó a gemir. Le eché las manos a las caderas. Mientras el vocalista de Poceiro destrozaba la canción de Elvis Presley: “Suspicious Mind” le lamí y chupé los labios del coño, se lo follé con la lengua y chupé y lamí su clítoris, que cuando se empalmó, como decía ella, era enorme. Al empezar a cantar la canción de Adamo: “Un mechón de tus cabellos”, se dio la vuelta y comencé a jugar con mi lengua y con mis dedos en su culo. Al follarle el culo con la lengua los gemidos de mi prima eran deliciosamente excitantes. Al meterle el dedo me lo folló con su culo como si estuviese follando mi polla. Estaba acabando la canción, se dio la vuelta y me puso el coño en la boca, supongo que con idea de correrse. Se lo volví a lamer. Estaba otra vez empapado. No sé los planes que habría hecho Camila, pero al sonar la canción, “Que será, será”, se olvidó de ellos:

-Levántate -me dijo.

Me levanté. Camila rodeó mi cuello con sus brazos, me besó. y empezó a bailar. Al principio me desconcertó, pero antes de un minuto ya tenía la polla dura como una piedra.

-Siéntame encima de la mesa, primo.

La senté. Luego se echó hacia atrás y se levantó la falda. Se sentó en el borde de la mesa, acto seguido se echó sobre ella. Sus piernas colgaban. Sus tetas pedían ser comidas. Su coño y su culo estaban a la altura de mi polla.

-Métemela -me dijo, casi susurrando

-¿No quieres que te la coma hasta que te corras?-le pregunté.

-Métemela.

Puse mi polla en la entrada de su ojete. Camila la cogió con la mano y la llevó a la entrada de su coño.

-Métemela -me dijo por tercera vez.

Le metí el glande en su coño, despacito, mientras sonaba el “Que será, será”. Era su primera vez. Camila me cogía las manos y me las apretaba a medida que se lo iba metiendo.

-Me gusta que seas el primero -me dijo al tener mi glande llenando su coño.

-Y a mí serlo -le dije, luego se la fui metiendo hasta el fondo y depués la follé despacito.

-¡Qué gusto da sentirla dentro! Jódeme de pie.

La cogí en volandas. Ella rodeó mi cuello con sus brazos y mi culo con sus piernas. Besándonos la fui follando. No sé el tiempo que pasó, sólo sé que se desgañitaba el vocalista de la orquesta Poceiro cantando “El Rey”, cuando su pequeño coño apretó mi polla.

-Me muero de gusto, primo -dijo con voz temblorosa.

Su boca comenzó a chupar mi lengua y se corrió con una fuerza brutal. Su cuerpo se sacudía como si estuviese pegado a un cable de corriente eléctrica. Fue un milagro que aguantara, pero esperé a que acabase de correrse. Le quité la polla, muy despacito. Al tenerla fuera de su coño comenzó a salir cantidad de jugo. Acerqué mi polla empapada a su ojete. Le metí la puntita. Camila, empujó con su culo, y me corrí. Ella, sintiendo mi leche calentita dentro, me comió a besos.

Al acabar de corrernos, Camila, estaba exultante.

-¡¡Que corrida!!

-¿Tan buena fue!

-¡¡Fue la mejor de mi vida!! -me dijo, luego me besó.

Nos arreglamos la ropa. Limpiamos con dos trapos lo que habíamos manchado. Los echamos dentro del fogón de la cocina de hierro, que aún tenía brasas, y quemamos las pruebas del dulce delito. Volvimos a la fiesta. Una fiesta inolvidable.

Se agradecen los comentarios buenos y malos.

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