Soy un tipo con suerte. Tengo que aceptarlo. Tengo una novia, Katherine, de hace dos años que es un sueño de mujer, al menos para mí. Un tez blanca porcelana, ojos verdes, esbelta, de pequeña estatura. Su pasión por el gym y los aeróbicos le han generado un cuerpo tonificado, unos senos paraditos y un trasero delicioso. Chiquito pero excelentemente formado. Agarrarla del trasero y penetrarla mientras se sujeta de mi cuello sigue siendo el cierre perfecto para una sesión de sexo. Su última costumbre sexual: le gusta es grabarnos mientras follamos e inmediatamente verla de nuevo como si fuera una repetición de su serie favorita!
Sus padres están en casa la mayoría de las veces, pero este fin de semana en particular no estaban. Estamos solos a excepción de la empleada, doméstica o mucama, dependiendo de tu parte del mundo. Os explico un poco, la doméstica es en realidad la hija de la doméstica de hace muchos años de la familia. Los padres de mi novia, a pesar que ya no ocupan una doméstica que duerma en la casa, han aceptado los servicios de la hija para ayudarles económicamente. La doméstica original ahora cuida a la abuela de Katherine en otra casa. Esta nueva doméstica, Mireya, es dos año menor que mi novia, fueron amiga desde niñas pero a medida que crecieron se distanciaron y ahora no puedes encontrar personas más diferentes. Mireya es introvertida, callada, tímida. Físicamente es de tez morena, con unos kilitos de más, una mirada algo triste. Siempre viste de manera muy conservadora. Nunca me había llamado la atención hasta que hace unos meses. Un día de tantos que me quedé a dormir donde mi novia me desperté en horas de la madrugada, fui a la cocina por un vaso de agua y la vi vistiendo una tanga cachetera rosa y un top blanco de tiritas, desgastado por el uso. Sus pompas deliciosas, grandes se agitaban mientras ella se preparaba algo de comer. El cachetero le adornaba de manera perfecta su gran cola, incluso se veía pequeño ante la magnitud de esas nalgotas. Se volvió, me vio ahí de pie como estúpido mirándola, inmediatamente salió huyendo. No me dio tiempo de decir nada pero si me dio tiempo de notar sus pezones a través de su top. Unas oscuras aureolas y unos pezones negros y saltones. Todo o contrario a mi novia y sus deliciosos pezones rosa, su culito contorneado y firme.
Volviendo al fin de semana que les comentaba mi novia gimió como perra toda la follada. Al terminar, brincó de la cama y empezó a reproducir nuestra follada a todo volumen. Yo me levanté, noté que el hielo desapareció dejando una pequeña poza de agua, me puse algo y salí rumbo a la cocina. Apenas abrí la puerta vi a Mireya, semidesnuda en un pequeño a unos tres metros del cuarto donde estábamos. Sus ojos cerrados, un seno descubierto y el otro en camino. Sus enormes pezones parecían que iban a atravesar la delgada fábrica de su top. Una de sus piernas estaba sobre el brazo del sofá para facilitar la masturbación que llevaba a cabo. Una tanga delgada estaba echa a un lado mientras se acariciaba su clítoris. Su mano libre estrujaba su oscuro pezón. El audio del video le hacía creer que seguíamos follando. Cerré la puerta de la habitación, me le acerqué lentamente sin saber qué hacer en cuanto notó mi presencia se congeló. Di tres pasos adelante, saqué mi pene – erecto de nuevo con sed de penetrarla – y se lo puse en la boca. Ella miraba al vacío hasta que sintió mi palpante verga sobre sus labios, me miró y empezó a lamérmela. Tímidamente. Movía su cabeza hacia adelante y su lengua jugaba con mi cabeza. Estiré mi mano para levantar su top y ver esos celestiales senos descubiertos. Los acaricié, prensé un pezón entre mis dedos mientras – con cuidado- le empujaba mi polla en su boca.
Quería llevarla al cuarto y decirle a mi novia que me iba a coger a su amiga frente a ella pero mi mente volvió a la realidad. Solté sus senos y saqué mi pene erecto de su boca. Le dije que se fuera, fui por el hielo y volví a la habitación a follar la boca de mi novia hasta que mi leche se desbordaba.
Desde entonces traté de encontrarme a solas con Mireya pero no era posible, ella me huía. Llegué a la conclusión que fue un error y la chica no quería repetirlo. Hice la paz con la idea.
Todos los sábados voy con mi novia al gym, ella se queda más tiempo haciendo aeróbicos y estirando y yo me voy para mi casa. Este día al terminar nuestras rutinas del gym me dice
– "Puedes ir a sacar a Bruno?". Bruno es el perro de la familia.
– "Si, claro. Tu papá no está?" le pregunté con curiosidad
– "No, mi mamá tampoco. Vuelven mañana, andan en una actividad lejos de la ciudad"
En este momento mi mente explotó
– "Ok, dame las llaves. Tu sabes que Mireya a veces le huye a Bruno"
Con llaves en mano sabía que Katherin tenía que llamar antes de llegar. Sabía que tenía más de una hora con Mireya. Solos en casa. Tomé el carro y llamé a la casa de mi novia. Mireya contesta
– "Residencias Hernandez, en que le puedo servir?"
– "Mireya, soy Pedro, el novio de Katherine. Voy para allá a pasear el perro… Pero si quieres, ponte tu ropita de dormir y espérame en el sillón para terminar lo que empezamos." Colgué el teléfono.
Llegué en menos de 10 minutos. Me dirigí hacia el cuarto de mi novia y antes de llegar la vi, en el mismo sillón con una tanga azul algo descolorida y el mismo top de aquella vez.
-"Hola Mireya… quieres… seguir nuestra reunión pasada?" le pregunté.
– "Lo que Ud. quiera Señor Pedro"
– Inseguro de su actitud le dije "No me tienes que llamar así y si vamos a follar quiero que los dos estemos de acuerdo…"
– "Sr Pedro, yo hago lo que Ud. quiera"
No sabía que pasaba si Mireya era sumisa o estaba abusando de ella pero su siguiente acto aclaró todo: Se levantó su top, acariciando sus senos y me dice "Sr Pedro, podría poner su polla en mi boca de nuevo?" y abrió su boca mirándome a los ojos como si fuera un niña mal portada. Me saqué mi miembro y se lo restregué en su cara antes de posárselo en su lengua. "Mastúrbate" le ordené. Metió la mano bajo su tanga y empezó a tocarse obedientemente. Necesitaba follarla, le ordené que se levantara y se desnudara. Lo hizo sin quitarme la mirada. Le indique que caminara hacia el cuarto de mi novia, se acostara en espalda y abriera sus piernas. Lo hizo de una manera algo incómoda pero no importaba, lo hizo sin decir nada. Aun acostaba se continuaba tocando el clítoris. Me puse encima de ella, la basé mientras acariciaba su cuerpo. Sentí sus pezones duros contra mi pecho. Finalmente pude mamarlos. Eran grandes, de más de 5 centímetros, de esos que te sacan los ojos si no tienes cuidado. Los chupé, los mordí y restregué mi cara contra ellos. Mireya gemía y jadeaba cada vez más y sentía como se masturbaba con creciente intensidad.
Me puse en posición para penetrarla pero antes le pedí que me dijera que quería
– "Quiero que me folle! Que me folle como a la señorita Katherine… acá en su cama"
– "Eres mi puta. Mi zorra, lo sabes?" le dije mientras presiona mi pene contra su húmeda vagina
– "Si señor! Soy su puta"
Finalmente la penetré. Sin piedad. Me reincorporé, la tomé de sus muslos y le abrí las piernas lo más que pude mientras toda la longitud de mi pene entraba y salía de su coño mojado. "Ayy señor… entierremela! Toda! Adentro" Sentía mis bolas golpeando su vagina y veía sus senos batirse al ritmo de mis embestidas
"Ayyy"… "ayyy"… gemía tímidamente. "Gime como perra" le ordené. Y vaya que lo hizo! "Dame verga! Soy su puta! Ayyyy" empezó a gritar mientras se acariciaba los senos y trataba de amortiguar mi peso con una de sus manos pero era inútil, se lo estaba dando con violencia. Su vagina estrecha hace mucho había dejado mi pene lleno de sus jugos y yo no pensaba parar hasta que no pudiera más. Había esperado mucho este momento. Apenas me dio tiempo de sacarla antes de botar mi leche. Acabé sobre su vagina, su pelvis y parte de la cama. La besé de nuevo y le dije que limpiara el desastre.
Había pasado más de una hora. Me limpié y me vestí rápidamente. Aún tenía que sacar a pasear a Bruno.