Creo que el país que más he visitado es la ciudad de Cali Colombia. Aquí me he encontrado con muchas chicas hermosas que bien podría escribir 160 relatos más solo de estas visitas. Hoy intentaré abreviar de la manera que conocí a Paulina y todo ese tiempo que invertí para convencerla y tener unos ricos momentos tiempo después junto a ella.
Era mi primera visita a Cali e iba invitado por una de mis grandes amigas con la tengo una relación muy especial, pues ella es una chica casada. Obviamente esos 10 días que visité Cali, era el acompañante en todos los sentidos para Diana y aunque ella es bastante liberal, tampoco iba a intentar ligarme o coquetear con alguien más frente a ella, aunque debo decir, que Diana es cómplice en algunas de mis aventuras con otras chicas. Una tarde fuimos a un restaurante muy bonito y es donde por primera vez miré a Paulina, a quien la mayoría solo la llama como Pao.
No era la mesera quien servía nuestra mesa, pero si a las otras paralelas a la nuestra. Todas las meseras estaban sensualmente vestidas y no creo que alguna pasara de los 30 años cuanto mucho. Pao en esa ocasión vestía un pantalón vaquero bien ceñido a su hermoso cuerpo, una camisa corta con el logo del restaurante que estaba por debajo de sus dos hermosos pechos, pero sin cubrir el ombligo. El pantalón se podía ver que le quedaba un tanto suelto, aunque tenía un cinturón, pero las curvas de sus caderas de esta niña son proporcional y sensualmente anchas que le hacen proyectar una cintura que es un poema. Un abdomen plano y delgado, pero con un trasero redondo de avispa que definitivamente hizo que mi vista de vez en cuando vacilara buscando apreciar tan rico monumento. En un momento se agachó a recoger algo que se cayó de la mesa que atendía y pude ver ese hilo dental que usaba de color rojo.
Si su cuerpo era tan sensual y llamativo que a cualquiera hace fantasear, también lo era su lindo juvenil y angelical rostro. Realmente parecía menor de edad, con un rostro alargado y un cabello rizado que se le esponjaba al punto de parecer afro y que lo llevaba corto al cuello. Piel de tez clara y su cabello era de color castaño. Tiene unos ojos redondos color miel y unas pestañas largas y onduladas que al principio pensamos que eran postizas. A mi amiga Diana también le llamó la atención, pues ella es una lesbiana pasiva y no dudó en preguntarle. Eran naturales y en esa inspección curiosa de mi amiga hacía a Pao, mirándola de perfil divisé una pequeña nariz con simetría en su rostro y una bonita y pequeña boca de labios gruesos pintados de rojo que invitan a besarlos. Debo agregar que le calculé un 1:65 metros de altura, de algunas 130 libras de peso máximo que se concentraban en sus dos melones y suculento trasero, pero no podía conciliar su edad, pues su rostro era una mezcla de una infantil confundida en la pubertad.
Tuve que regresar a solas al restaurante y aunque ese día tampoco atendía mi mesa, ahí estaba ahora vistiendo una especie de pantalón corto cachetero, que en las dos cervezas que me tomé con unos aperitivos, pasé con la verga parada a reventar a pesar de que Diana me tenía servido, pues aprovechando esa libertad lejos de su esposo, regularmente cogíamos tres veces por las mañanas. Ese día me presenté con ella y la invité a salir, algo que obviamente ella se negó diciendo: – ¡Disculpe… no salgo con desconocidos! – Ese día supe su nombre completo y la mesera que me atendía, con la promesa de una buena propina me proveyó los detalles para encontrarla por FB.
FB fue mi enlace directo con Pao, pues ella aceptó mi petición de amistad semanas después sin recordar que era el mismo que la había invitado a salir. Regularmente le enviaba saludos sin recibir respuesta alguna y pensé que le incomodaba el hecho que le hacía saber todo el tiempo lo hermosa que era. Un día le envié un ramo de rosas al restaurante con una nota que llevaba mi nombre y una frase que decía: Tu amigo de FB, tu más ferviente admirador. – Esa noche recibí una nota dándome las gracias y ese día me cuestionó si yo era el mismo que semanas antes la había invitado a salir en el restaurante. Desde ese día nos volvimos más cercanos y comenzamos a chatear de vez en cuando. Creo que se sintió confortable al saber que no vivía en Cali y que estaba a millas de distancia.
Es como supe que acababa de cumplir 18 años y me aclaraba que no miraba inconveniente en tener un amigo de 46 años, pues era la edad que tenía, aunque según el recuerdo de Pao y como me miraba en la foto de perfil de FB, ella pensó que era más joven. Pasamos con esa comunicación por varios meses y siempre le decía que el día que decidiera salir conmigo, yo iría hasta Cali sin pensarlo. Un día mi insinuación fue más directa en una plática y ese día ella me dijo lo siguiente: – Si lo que usted busca es sexo, en el club que está en frente del restaurante, ahí usted se puede conseguir a alguna chica hermosa por algunos cuantos dólares.
No parecía molesta con mi insistencia y a donde quería llevar todo esto y más bien parecía más suelta y como que le encantaba sentirse deseada. Me dedicaba varias horas a la semana y desarrollamos tanta confianza que un día hasta me le ofrecí como su “sugar daddy”. Por esos días lo único que aceptó y que miré como que estaba accediendo fue que le envíe $100.00 dólares para pagar los datos de su celular, pues creo su servicio era limitado y también intuia que esa acción ratificaba que lo que le ofrecía realmente era serio. Un día ella me preguntó:
– En un caso hipotético… ¿Usted se molestaría si yo tuviese un novio y usted fuera mi “sugar daddy”?
– No me lo tienes que decir… no tendría que saberlo. Solo iría a verte unos cinco días al mes y en todo caso, eres tú la que te verías con la situación de que tu novio no se entere de mí.
– ¿No eres celoso?
– Pao… lo tengo claro. Tú eres una chica joven que tiene que vivir y yo alguien a quien le gustas y estoy dispuesto a hacer algunas cosas para tenerte, aunque sea una sola vez en la vida.
Un día me fui a Cali con la idea que estando allá y con la confianza que había obtenido podría convencerla, pero no se dio nada y terminé tomando la palabra de Pao, que en el club de enfrente podría conseguir lo que yo quería por algunos cuantos dólares y tenía razón… allí fui a encontrar el desahogué que acumulaba viendo ese hermoso culo y bello rostro de Paulina. Esa semana creo que me llevé a tres chicas muy hermosas al hotel, pero mi obsesión seguía siendo Paulina.
El último día que la vi de esa semana, pues llegaba al restaurante y ella me atendía, en un pequeño sobre le dejé $500.00 con una nota que decía: -Cómprate lo que quieras o por lo menos te dejo algo para pagar los datos de tu celular, pues me gustaría seguir chateando contigo. – Cuando aterricé y encendí mi celular tenía varias notificaciones de ella. En unas me daba las gracias en otras que no podía aceptarlo y cosas así. En fin, seguimos chateando por varias semanas y siempre me preguntaba que cuándo iba a regresar y mi respuesta era siempre la misma: ¡Cuando tú te decidas!
Por esas semanas sus pláticas se tornaron más íntimas queriendo averiguar acerca de mi sexualidad, eran pláticas candentes y creo que le encendía cuando le daba detalles de las cosas que me gustaría hacerle. Yo terminaba con los calzoncillos mojados e imagino que también Paulina humedecía sus bragas. Llegó el punto que un día se lo pregunté:
– ¿Te ha calentado la plática?
– Si… sí.
– ¿Se te ha mojado tu calzoncito?
– ¿Usted qué cree?
Creo que para Paulina se le volvió una conversación adictiva como aquellos que llaman a esas líneas eróticas que no dudaría en que ella se masturbaba en el momento o pensando en el momento. Por esos días me había dicho que nunca lo había hecho y no sabía si creerle o no, pero la verdad que sus preguntas eran esas, como esa chica queriendo descubrir lo que era el sexo. Para este punto era ella quien me llamaba regularmente por las noches y un día de la nada me sorprendió con su propuesta:
– Tony, quería proponerle algo, pero no quiero que sea mi “sugar daddy”. Si hay algo que realmente quisiera me regale un día si es que usted puede, es una computadora. Mire… no sé que le vaya a parecer, pero lo más que le puedo ofrecer es un oral… una mamadita… pues.
– Estoy de acuerdo, siempre y cuando yo pueda hacer lo mismo contigo.
– ¡Está bien! ¿Cuándo podría usted venir?
– ¡Podría estar allí este viernes!
– No… este viernes no puede ser… es que apenas me llegó mi regla. ¿Cree que puede venir el miércoles de la próxima semana? Yo el jueves estaré en mi día de descanso.
– ¡No hay problema! Estaré en Cali la próxima semana.
Realmente fue algo que nunca esperé, que nunca se iba a dar y la verdad que seguí con los chats, pues Paulina realmente era una chica muy hermosa. Tenía de ella fotos en todas las poses, vestida y semi desnuda, pues un día me envió una foto solo vistiendo una tanga blanca, donde podía apreciar ese hermoso y perfecto trasero, aunque no podía ver su rostro. Un día me hizo un video donde se comenzó a desnudar, pero nunca se quitó la tanga y solo se quitó el brasier cuando me daba la espalda. La verdad que como ella se había hecho adicta a esas platicas eróticas, yo también estaba ya adicto a desear su cuerpo.
Un martes por la mañana aterrizo en Cali. Le llevaba una computadora que mi hijo me había regalado, de esas que el deshecha a cada dos años, pero que son de las mejores en el mercado, pues yo todavía tengo una que me dio hace ocho años y es funcional, es la misma con la que hoy escribo este relato. Llegué al restaurante y le di la sorpresa que estaba un día antes. La esperé hasta el final de su turno y la fui a dejar a un apartamento que compartía con tres amigas. Estaba feliz con su computadora y quedamos que el jueves pasaría por ella desde las ocho de la mañana y tomarnos el tiempo para desayunar.
Verdaderamente estaba ansioso y creo que por primera vez entendía el poder del sexo. Colombia por años desarrolló la mala fama por la violencia que provocaban las drogas, pero la droga más exquisita y adictiva que encontré en esa tierra fueron sus hermosas mujeres. Yo había sacudido mar y tierra por quererme coger a esta linda chica y lo único blanco que quería absorber era el olor de esa tanga que esta chica un día vestía en ese video que me había enviado.
Llegó el día… y fui por ella a ese departamento. Llevaba unos pantalones deportivos y luego después descubri que llevaba una tanga, pues esta se le marcaba en la parte superior de su trasero. Fuimos a un restaurante donde esta vieja me dio una mirada inquisitiva donde leí en sus ojos… sí esta era la niña de mis ojos o mi hija… o simplemente era un viejo rabo verde. En ese momento Paulina se comportaba de una manera neutral sin dar a conocer ni el uno ni el otro.
Sabía que estaba muy nerviosa… lo intuí por su comportamiento desde que se subió al taxi. Salimos de ese restaurante y ella me dijo que nos fuéramos al hotel, pues no quería que nadie más nos viera. Yo no estaba perezoso en complacerla, pues quería llegar ahí inmediatamente y ver si en realidad se iba a dar todo esto. Obviamente ni ella ni yo sabíamos cómo empezar, pero intuyendo que ella no estaba ahí para dirigir, yo siendo el alfa empujé todas mis energías a lo que íbamos hacer. Quise quitarle su pequeña blusa, pero ella me puso un alto diciendo: – No es necesario… usted y yo sabemos lo único que vamos hacer. Me recordó que solo me haría un oral y que yo podría hacerle lo mismo.
Es un tanto difícil creer que uno puede detener… ponerle alto al placer sexual después de sentir ese contacto oral y en mi caso no lo podía concebir, pero todos somos diferentes y cada uno tiene sus propias barreras. Paulina me hablaba de que era virgen y que no era hasta que salió de su pueblo natal hacia Cali que tuvo su primer novio a sus 17 años, pero que le había decepcionado pues en la primera oportunidad este chico le quiso meter mano. En sus pláticas me había hecho la pregunta hipotética de las muchas que solía hacer: – En el caso que lo hiciéramos y saliera embarazada ¿usted se haría cargo de un culicagado (niño) o me dejaría abandonada? – Creo que ese era uno de sus temores y aquel día que nos encontramos en este hotel me había preparado con algunos condones porque según mi experiencia muy pocos o ninguno da paso atrás cuando se está en esa cúspide sexual y al borde de caer en la magia de un orgasmo. Obviamente no era un chiquillo desesperado y me concentré en darle el mejor oral, pues me ponía claro que no quería que le despojara de su blusa, mucho menos pensar en quitarle el brassier.
Estaba sentada en un sillón pequeño en la habitación de hotel y la tomé de la mano para levantarla y llevarla a la cama. Respiré su perfume y olor dulce del químico de la laca que usaba en su cabello. Paulina estaba nerviosa y sentí sus manos frías y con cierto temblor y fue cuando le dije:
– Si tú no estás segura de esto, no lo tienes que hacer. Podemos esperar otro día u otra ocasión. No quiero que te sientas obligada.
– ¡No es eso! La verdad que estoy nerviosa… nunca he hecho algo parecido. ¿Usted lo quiere hacer?
– ¡Tú sabes que sí!
– Entonces… hágale pues.
Aquella expresión de “hágale”, al principio me desconcertaba, pues me parecía ambigua, pero entendía que me decía que prosiguiera. Recuerdo que no me despegaba su mirada mientras se sentaba a la orilla de la cama donde empecé por removerle su zapatos de tacón. Su pantalón era uno de esos deportivos con líneas blancas a los costados y este se ceñía perfectamente a su cuerpo haciendo realzar ese exquisito trasero de esta niña. Era fácil de remover, pues era elástico. Ella me asistió apoyándose con su brazos para levantar su trasero y yo poder remover sus pantalones. Al bajarlos, descubrí que su tanga era color rojo, como la de la primera vez en el restaurante que, al agacharse, tuve la dicha de ver cómo estas se hundían en esa parte posterior de sus adorables glúteos. Sus piernas estaban sedosas y se le miraban alargadas y con esa curva de su trasero y su abdomen plano con ese ombligo tan sensual, ver a esta niña con solo esa tanga realmente era un poema. Iba directo a besar sus entrepiernas y Paulina me preguntó: ¿Usted no se va a quitar la ropa?
Ella solo me miraba cuando me quité la camisa, me bajé los pantalones y me quedaba solo en calzoncillos. En esa ocasión llevaba unos estilo bóxer, pero más pegados al cuerpo, así que se me notaba el paquete comprimido como también la mancha húmeda de lo excitado que estaba. Paulina me miraba el paquete cubierto por esta tela de color azul y luego ella me volvía a decir a forma de sugerencia:
– Ahora enséñeme a hacérselo.
– ¿Realmente nunca has hecho esto? ¿No has visto alguna vez alguna película pornográfica?
– Si… eso sí, pero de hacerlo… nunca.
– Mira… puedes comenzar besando la punta, besar alrededor del tronco, poco a poco metértelo en la boca.
– ¿Es cómo a usted le gusta? Bueno… usted me va diciendo.
Era divino sentir y ver como Pao me besaba el glande suavemente. No podía creer que después de tantos meses y desde esa primera vez que la vi estuviéramos en una habitación de hotel. Sus pequeñas manos me tomaron el tronco mientras abría su linda boca de labios gruesos y rojizos y mi glande entraba y salía. Sabía que era lo más que se iba a tragar. Ella me volvía a preguntar: ¿Está bien así? – Yo lo estaba disfrutando, aunque a veces con sus incisivos superiores sentía que me hacía daño, pero lo toleraba y le decía que no tenía que apretar el falo con los dientes, especialmente la punta que era más sensitiva aun y en todo caso que sí deseaba apretarme la verga, que lo hiciera con los labios.
Era lindo ver a esta chica aprendiendo a chupar verga y desde esa sugerencia el oral mejoro mucho. Comenzó a producir mucha saliva y al igual yo emanaba de ese liquido preseminal. Yo había dejado una toalla en el gabinete frente a la cama y se lo alcancé para que se limpiara. Estuvo en ese accionar por unos diez minutos y me preguntó: ¿Le gusta? ¿Le falta mucho para que se venga? – Quizá era una de las mamadas más torpes y simples, pero me excitaba por el hecho de ver esa carita tan juvenil que tal parecía hasta infantil y que por primera vez probaba mamando una verga. Hice una pausa para darle una explicación y preguntarle:
– Paulina, me encanta en como me la estás mamando y estoy a punto de acabar, pero no sé si deseas que me corra adentro de tu boca, pues si me voy afuera te puedo salpicar tu camisa y era por eso por lo que al principio te la quería remover.
– Ah… entiendo.
Ella misma se quitó su camisa y quedó con un brasier rojo y como se miraban esas tetas comprimidas. Yo le asistí en desabrocharlo y Paulina quedaba casi desnuda con solo su tanga roja. Eran unos melones redondos de una copa que se acercaba a la medida D. Sus pezones eran cafesosos y redondos también de buen tamaño y su areola la magnificaban las puntas de sus tetas. Realmente daban ganas de chuparlas, pero luego recordé el trato de solo hacer sexo oral, aunque en mi mente ya se las estaba mamando e imaginado que me hiciera una rusa.
En esa pausa me he hincado a la orilla de la cama entre medio de las hermosas piernas de esta chica. Le dije que había llegado mi turno de probar su conchita y que luego ella continuaría mamando y hacerme tocar el cielo. Nuevamente ella se apoyó con sus brazos y levantó el trasero para remover esa pequeña tanga. Estaba mojada y cuando se la despegué de su concha, un hilo incoloro de sus jugos vaginales se alargó y ella solo me dijo:
– ¡Me tiene bien caliente!
– ¡Y tú a mí!
– Espere, me voy a limpiar con la toalla.
– No… no te preocupes. La idea es probar como sabes, saborearte.
– ¿De veras le gusta como huele eso?
– ¡Me encanta como huele y de seguro me encantará a como sabe!
– Ustedes los hombres son muy raros.
La verdad que de su sexo emanaba ese olor a feromonas juveniles muy penetrante y cuando probé esos jugos son los típicos gruesos y muy lubricantes con todos los ingredientes para dar vida a la semilla que sostiene nuestra especie. No sé si alguien puede corroborar con un comentario, pero la vagina joven de una chica de esta edad sabe y huele diferente a la de una mujer madura. Y no digo que sabe mejor o peor, pero yo en mi experiencia he encontrado una enorme diferencia. Quizá porque una chica de experiencia comienza ha hacerse duchas y eso como que le quita el sabor y olor natural de esa conchita. Y no es que me queje del sabor y olor de una conchita perfumada, pero el sabor y olor natural de una chica joven es algo que disfruto a lo máximo.
Vi esa conchita húmeda y brillosa de labios gruesos y un clítoris brillante que pulsaba por la idea que estaba a segundos de sentir un toque diferente y quizá prohibido. No parecía que estaba depilada, más bien parecía que los únicos vellos en ella apenas estaban apareciendo en esa zona. Paulina debería estar tan caliente como ella lo decía pues sus jugos bajaban por su perineo donde alcancé a ver un pequeño ojete también con unos cuantos vellos. Primero besé su entrepierna y sus poros respondieron al contacto, su piel se erizaba y con mi lengua masajeé sus entrepiernas amenazando llegar a su conchita. Pao no decía nada y sus gemidos en ese momento eran callados y tímidos. Poco a poco me acerqué a su conchita y en una de esas le deslicé suavemente mi lengua en su rajadura de abajo hacia arriba hasta llegar a su clítoris. Me detuve por un minuto y solo le tocaba su clítoris con la punta de mi lengua que apenas podía sentir su roce. En esta ocasión Paulina levantó su pelvis como queriendo alcanzar y tocar con su clítoris mi lengua. Sabía que estaba excitada, la sola idea de hacer esto la tenía ya excitada y luego sentir por primera vez esa sensación, creo que para todos es inolvidable. Me acomodé mejor y mientras lo hacía le dije de una manera erótica pues sé que también las palabras excitan y te pueden poner a mil: -Quiero que sepas, que si tú lo deseas tengo condones por si quieres sentir mi verga adentro de ti.
Continué con mi masaje oral y paseaba mi lengua por encima de sus labios casi sin tocarlos y literalmente miraba como Paulina contraía su conchita y sube su pelvis con la desesperación de sentir mi lengua a pleno. Dos o tres pasos así y literalmente se estaba corriendo en seco y no pudo mas y elevó su pelvis con desesperación, como pidiendo sentir mi lengua y sus jadeos se elevaron y su piel en todo su cuerpo se erizó. Quedé empapado de sus jugos, los cuales limpié con la toalla que teníamos a mano. Fue un potente orgasmo y solo miraba esa carita juvenil con los efectos de esa sensación de relajación. Le pregunté:
– ¿Te gustó?
– ¿Usted que cree?
– Por lo que he visto, creo que sí.
– ¿Quiere que se la siga mamando?
– Si quiero, pero me gustaría seguir haciéndotelo yo… apenas comenzaba y te has corrido.
– La verdad que me tenía muy excitada y no aguante más. Tenía razón mi amiga de los hombres mayores.
– ¿Qué hay con tu amiga?
– Bueno, es que le conté que tenía un pretendiente mucho mayor que yo y ella me dijo que hacerlo con un hombre de experiencia podría ser satisfactorio, pues saben lo que hacen.
– ¿Crees que sabemos lo que hacemos?
– ¡Pues creo que sí! Esto no me lo esperaba así.
Acordamos que le seguiría dando placer oral, pero esta vez el contacto era mas fuerte al punto que le hundía la lengua en su hueco. Le hice un masaje con la lengua en el perineo mientras con uno de mis dedos delicadamente le tocaba el clítoris. Vi literalmente caer un chorro de jugo vaginal que comenzó a mojar la sabana de la cama y para que esto no fuera incómodo posteriormente pusimos la toalla bajo sus nalgas. seguí con la invasión de mi lengua en su conchita y para esto había tomado uno de sus pezones con mis dedos y al ver que no se opuso, con la otra mano tomé el otro. Paulina no decía nada, pero podía escuchar su respiración como cuando alguien se queja de dolor y nuevamente su pelvis hacia ese vaivén gozando con la invasión de mi lengua. Cuando no pudo más, se llevó una de sus manos hacia su boca, mientras la otra me la ponía en la cabeza y le sacudí la lengua de arriba hacia abajo y podía sentir cómo emanaban eso juguitos saladitos de su vagina. Creo que este segundo orgasmo era más fuerte. Le volví a preguntar:
– ¿Te gustó?
– No creo que me haya corrido dos veces en un día y tan seguidas. Si… este segundo lo senti más rico. Venga, se la quiero mamar.
– En que quedamos… ¿Me corro adentro de tu boca?
– Uh… como usted quiera.
Verdaderamente me tenía muy excitado. Escuchar y ver a una chica que se corre es lo más erótico de la vida y me tenía prendido. Me tomó con su boca el glande, que es lo que más podía entrar y luego le hice ese vaivén con el cálculo de no incomodar a Paulina y ella instintivamente solo recibía mi envestida que le perforaba su linda boca y de recordar ese jadeo y ver esa linda carita no aguanté ni cinco minutos y parte de mi corrida se fue en su boca y la otra en esos dos espectaculares melones. Me la pajeé ante ella para expulsar todo lo acumulado y nuevamente se la metí a la boca para que siguiera mamando. Mientras nos limpiábamos le preguntaba:
– ¿Qué te pareció?
– ¡Tiene un sabor raro!
– ¿Rico, feo, dulce, salado?
– No sé cómo decirle… algo dulzón y salado.
Yo me bañé y luego Paulina decidió hacer lo mismo, aunque ella se cubría la cintura con una toalla, pues parecía no se sentía cómoda estando desnuda. Yo me puse un bóxer limpio y ella se quedaba con una toalla en la cintura y otra cubriéndose los pechos. Sabía que este era el momento para convencerla y que me diera su conchita y fui directo al tema:
– ¿No se te antoja sentir esa verga que hoy has mamado adentro de ti?
– No le voy a decir que no… pero es que me da miedo.
– ¿Por qué te da miedo?
– Mis amigas me han contado que duele mucho la primera vez… y su cosa como que es bastante grande y gruesa.
– ¿O sea que ya has visto otras?
– Ya le dije, en películas porno. La suya es la primera que veo en mi vida en la realidad.
– Mira Paulina, la verdad que con quien sea que lo hagas te sabrá incómodo, pero quizá será mucho más incómodo si lo haces con alguien que llegue desesperado y quiera hacértelo a las ligeras. Lo que yo te prometo es que iré despacio y con tacto, así como lo hice anteriormente haciéndote el masaje oral. En el primero creo que apenas sentías mi lengua y ya el segundo fue diferente.
– La verdad que no sé… Déjeme decirle que, si quiero y sé que usted tiene experiencia en esto, pero me da miedo salir embarazada.
– Te dije que tengo condones.
– Si, pero he escuchado que estos se pueden romper.
– Puede suceder, pero estos son de buena calidad e incluso estos que compré son de los más caros.
Hicimos plática por alrededor de unos diez minutos y finalmente se decidió a intentarlo. Llevaba unos condones que son de piel de cordero, cuya publicidad los vende con la idea de que es como hacerlo al natural. Ya los había usado antes y la verdad que son delgados y casi no se sienten cuando los he usado. Con la decisión tomada me pongo el condón frente a Paulina que se que nuevamente esta nerviosa. Le pido que se ponga en cuatro pues le doy el cuento que por mi experiencia uno tiene mas control en la penetración, pero la verdad quiero verle ese culo tan hermoso que tiene y comérmelo con la intensión de hacer camino y ver si luego se decide a dármelo también. Se pone en la orilla y con sus brazos se apoya y sus dos ricas tetas posan por sobre la cama. ¡Qué espectáculo es este… qué poema de culo tiene esta niña! Pienso que es fácil llegar al orgasmo solo deslizando la verga entre sus nalgas donde cualquier verga de tamaño promedio se pierde fácilmente en ese camino.
Creo que pensó iba directo a la penetración, pero se sorprende sentir mi lengua en su cuquita, como me dijo que ellos le llamaban a la conchita en su tierra. Juego con su concha y luego llego a su culo con mi lengua y esto la hace reaccionar: ¿Qué haces? ¡Ahí no! – Creo que se sorprendió, pero también sintió un placer diferente que terminó cediendo y entregándome ese culo que me lo he comido como yo he querido y abrirlo con mi lengua. Esta mujer vertía jugo vaginal de lo excitada que estaba. Luego le anuncié que vendría la penetración. Le puse el glande y me pidió que me cerciorara que tenía puesto el condón. De hecho, ella me tocó la verga. El glande estaba en la entrada, pero por el ángulo pensé que le dolería, así que le dije que, por el ángulo y mi altura, era mejor hacerlo en posición del misionero.
Ella cambió de posición y me acomodo hincado frente a su conchita y se la comienzo a pasear entre la rajadura. Ella solo me observaba sin decir nada y yo pensaba sí en realidad esta linda niña todavía era virgen. Mi verga estaba llena de sus jugos vaginales y le hice presión en el hueco. Yo como para que ella se hiciera una idea pues estoy consciente que mi verga es más grande que el promedio le dije:
– Mira… vas a sentir como un pinchón como cuando te ponen una inyección… te va doler un poco y luego pasa el dolor del pinchón.
– La única diferencia es que esa aguja no se compara a lo que usted tiene. Solo hágale despacito.
La verdad que se la empujaba y se sentía apretada, pero siempre una chica petit se siente apretada. Se la empujé con cuidado y literalmente sentí que la abrí y creo haber sentido como se rompió el himen. Dio un grito chillón, que hasta intentó alejarse por un movimiento instintivo. Le mantuve la cabeza de mi verga adentro y ella solo me decía: -Si me duele y me arde mucho! – No me moví más, pero no se la saqué y así estuvimos por un par de minutos y ella me observaba y yo hacía lo mismo pensando que me estaba follando a tan linda niña. Se la empuje más y volvió a gemir del dolor y realmente se sentía muy apretada. Creo que he sentido vaginas reducidas, pero esta me apretaba desde la entrada y se sentía más que reducida. Vi que le salió una lágrima y hacía esos gestos como si fuese a llorar. Se contuvo y luego me dijo: ¡Ya está a gusto… ya me desvirgó!
Continuamos así hasta que su ardor desaparecia por la excitación. Y Paulina movía su pelvis con ese vaivén del deseo y literalmente mis 21 centímetros gozaban del calor hirviente de una vagina deseosa de ser penetrada y yo correspondía a ese danzar de su pelvis aun sorprendido por lo que vivía. Paulina no decía mucho, no tenía que decir nada… su cuerpo lo decía todo, sus ojos color miel divagando en las mieles del deseo y comenzó a tomarme de las nalgas mientras ese terremoto subía a una escala que le dejaría exhausta en el cansancio, vi como sus labios se fruncieron y me abrazó como si estuviera asustada. Podía sentir su aliento con olor a sexo, sus muslos temblando de una manera instintiva e incontrolable… había tenido hasta el momento tres orgasmos en su primera cita sexual con un hombre y había alcanzado un orgasmo al haber perdido su virginidad. Yo no me pude contener de vivir el orgasmo de Paulina y me corrí por segunda vez llenado el profiláctico con mi corrida.
Paulina no había mentido, el condón tenía la evidencia de su sangre y la toalla debajo de sus nalgas estaba húmeda de sus jugos vaginales y también se divisaba la evidencia de su sangrado. ¡Qué rico es desvirgar a una chica! Especialmente una chica tan bella y hermosa como lo es Paulina y no me lo podía creer que vivía este momento a mis 46 años.
Naturalmente seguimos cogiendo todo aquel día y practicamos diferentes posiciones y desde ese día comencé a conquistar ese culito que eventualmente me entregaría como despedida de ese viaje cuatro días después. El sexo es la más fuerte droga y Paulina vivía esa adicción y experimentamos todo lo imaginable con esta linda chica. Estuve viajando a cada dos meses y me la estuve cogiendo por un buen tiempo hasta el día que ella misma le puso un paro a todo diciendo que, intentaría tener una relación seria con alguien y nos alejamos amigablemente. Si gustas que te relate como me follé ese tremendo culo, házmelo saber.