María estaba apoyada en el mostrador de la farmacia cuando siente a Jonás tomándola por la cintura, su sobrino la tenía como loca, amaba como la tocaba sin importar que estén en horario de trabajo. Mueve su redondo y voluminoso trasero de tal manera que se frote con la polla de su hombre y nota como poco a poco va tomando mas tamaño y dureza, también advirtió como perdía la cordura, al igual que la paciencia, fue bajando el pantalón de ambos, seguidos de su ropa interior.
Él se arrodilla, quedando enfrentado al enorme culo de su tía, no pierde el tiempo, mete su cabeza entre las carnosas piernas de María. Empieza a lamer todo lo que se encuentra por allí, su coño inundado de jugos producto de la excitación, como su palpitante ano.
Pasaron pocos minutos hasta que Jonás decidió empezar a meter lentamente su polla en el interior de ella. María, sujetada al mueble con ambos antebrazos encima de él, respondía a las embestidas con leves gemidos, no quería causar un alboroto a pesar de que no había nadie en el lugar mas que ellos dos.
Jonás va subiendo la intensidad, toma la cabellera rubia, desordenándola por completo, la domaba como si fuera el jinete como con su yegua, ambos amaban eso. De vez en cuando le daba un fuerte azote. En mas de los cuarenta años de María, nunca nadie la había follado como su joven sobrino veinte años menor. A los minutos, el chico empezó a gemir, anunciado lo que se venía.
– Córrete dentro, cariño – Dijo ella con total normalidad.
Enseguida, Jonás lanza una última estocada hasta el fondo de su tía, liberando un sonoro gemido y unos cuantos chorros de semen mientras le apretaba las tetas, abrazándola por detrás.
Ambos se ponen sus respectivas prendas y siguen la jornada laboral como si nada, pero más relajados.