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Unas vacaciones con mi madre (P.1): Llegada a la playa
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Tiempo de lectura: 13 minutos

Elena hacia seis meses que se había separado después de veinte años de casada. Poseía una tienda de ropa que le proporcionaba buenos ingresos y una vida desahogada. Luis, su hijo de diecinueve años, se había quedado con ella. Había comenzado el segundo año de informática en la universidad y sentía que tenía que cuidar de su madre después de la separación. Elena, a sus cuarenta y cinco años seguía siendo una mujer atractiva. Tenía buen tipo y su pelo castaño ondulado la favorecía notablemente. Le gustaba ponerse ropa ceñida para marcar más las bonitas curvas que mantenía su cuerpo. Un metro sesenta y cinco, que con tacones llegaba a uno setenta, hacia que muchos hombres la miraran a su paso. Su hijo era más alto, casi un metro ochenta, de complexión bastante atlética, más moreno que ella, con ojos oscuros e incisivos, y sobre todo una gran mata de pelo negro, eso y lo cariñoso que era, hacían las delicias de su madre.

Desde la separación se preocupaba más de ella y había decidido que se fueran los dos juntos de vacaciones en julio.

-Ya están las maletas en el coche mamá!

-Estás seguro que quieres ir conmigo de vacaciones? Preguntó Elena.

-Pues claro mamá! Estoy deseando disfrutar contigo en la playa!

-No sé, lo mismo te aburres!

-No creo, además, donde vamos hay bastante ambiente por la noche! Lo pasaremos bien, de día y de noche! Dijo Luis con entusiasmo.

Llegaron a una urbanización situada a pie de playa. Eran chalets independientes con un jardín y una pequeña piscina cada uno de ellos. Por una puerta del jardín se accedía a la arena de playa, y el agua estaba a unos cien metros más.

-Que bonito que es! Y tiene una situación privilegiada. Dijo Elena al salir al jardín.

-Lo vi a través de internet y me pareció ideal! Dijo el muchacho.

-Que te parece si nos damos un baño antes de que se ponga el sol?

-Vale, vale! Accedió Elena al ver el entusiasmo de su hijo.

Entraron a la casa y se pusieron a deshacer las maletas. Colgaron la ropa y Elena comenzó a mirar los bikinis que había traído.

-Que te parece, Luis. Cuál te gusta más? Llevaba seis bikinis, la mitad normales y la otra mitad tipo tanga. Siempre hacia lo mismo, llevaba mitad y mitad, pero no se atrevía a ponerse los tanga. Luis los miró y cogió los que eran normales.

-Olvídate de éstos! Dijo guardándolos en un cajón.

-Pero estos… quizás son demasiado atrevidos!

-Para nada mamá. Te sentarán de maravilla y necesitas… airearte un poco, por decirlo de alguna manera! Dijo el sonriendo.

Cogió uno de los cuatro que quedaban, color rojo pálido.

– Este te irá muy bien con la puesta de sol!

Se lo dio en la mano y un beso en la mejilla como para darle confianza. Ella se fue a una de las tres habitaciones que tenía la casa y se lo puso. Se miró al espejo de cuerpo entero que había en la puerta del armario de corredera, y a pesar de verse estupenda, se escandalizó un poco. Nunca había sido tan atrevida, aunque en el fondo le gustaba, incluso llegó a pensar que lo deseaba. Ahora la podían mirar los hombres sin el problema de llevar a su marido al lado, el cual le había amargado durante los últimos años. Y además tenía a su hijo, que era estupendo y la animaba a este tipo de cosas, como el decía, tenía que airear un poco su cuerpo. Salió de la habitación.

-Que te parece? Le dijo a Luis girando sobre sí misma. Luis entre abrió la boca.

-Estás estupenda mamá! Le dijo con cierto asombro no fingido. La miró con detenimiento, deleitando su vista en cada una de las sensuales curvas que se apreciaban. Un culo elevado y muy bien redondeado, al que solo tapaba una fina tira de tela, las caderas amplias sin ser exageradas, seguidas por unos muslos estilizados rellenos de carne dura y piel tersa, y adornados en su centro con el pequeño triángulo del tanga. Las tetas, apenas tapadas con la fina tela de rojo pálido, le parecieron perfectas, sobre todo por los grandes pezones que se marcaban notoriamente.

– No crees que es algo descocado? Preguntó ella con sonrisa de niña tímida.

– Que va! Te queda muy bien! Venga, vamos al agua!

Dijo cogiéndola de la mano mientras sostenía dos grandes toallas en uno de sus hombros. El se había puesto un bañador tipo bóxer y Elena lo miraba con satisfacción orgullosa de su hijo. Tendieron las toallas en la orilla. El sol estaba ya cerca del horizonte marino pero la temperatura era estupenda. Apenas quedaba gente, al ser una zona de chalets no había aglomeraciones, más bien bastante espacio entre los bañistas. Entraron al agua hasta la zona donde les cubría por el pecho. Luis cogió a su madre por las manos y comenzaron a saltar las pequeñas olas que se formaban. Los dos reían y chapoteaban disfrutando de ese primer baño.

El sol iba desapareciendo por el horizonte de un color rojo ardiente y Luis sugirió a su madre.

– Túmbate boca arriba y yo te llevo con mis manos. Así podrás disfrutar mirando la puesta de sol.

Ella accedió sin ningún problema y se tumbó mirando hacia la puesta de sol. Notó las manos de Luis sujetando su espalda y parte de su culo, pero no le dio importancia. El la balanceaba y la elevaba cuando llegaba alguna ola, y Elena estaba disfrutando como una niña pequeña.

– Te gusta? Le dijo el mientras movía las manos bajo el agua tocándola la espalda y el culo.

– Si, si! Dijo ella con entusiasmo.

– Pero no dejes que me hunda, jajaja! Rió con ganas.

Sentía una de las manos de su hijo manoseaba bajo su culo, pero siguió sin atreverse a decirle nada, se sentía bien y no quería reconocer que en el fondo le estaba gustando ese pequeño sobo. Podía ver por el rabillo del ojo, mientras miraba la puesta de sol, como Luis miraba sus hermosas tetas, y su mirada le inquietaba y a la vez le gustaba. Que un chico joven, aunque fuera su hijo, admirara sus tetas la reconfortaba, la hacía sentirse sexy, atractiva, incluso llegó a pensar que también deseada. Pero borró rápido esos pensamientos. “ Una madre no puede pensar así de su hijo “. Se dijo así misma.

El sol se escondía poco a poco y la vista seguía siendo preciosa. Luis soltó a su madre para cogerla por debajo de las axilas.

– Ahora te subiré cuando vengan las olas! Le dijo con dulzura.

Ella sintió las dos fuertes manos bajo sus brazos y como los dedos llegaban a tocar la piel mojada de sus tetas “ Bueno, estamos jugando! “ pensó mientras se dejaba llevar. El la levantaba con facilidad cada vez que llegaban las continuas olas y ella reía a cada impulso sintiendo como rompían suavemente contra su cuerpo. Las manos de Luis cada vez avanzaban más y podía sentir como ya abrazaba sus tetas. “ Era su hijo. Que le iba a decir! Estaba jugando con ella y los dos se divertían! “ Se decía a si misma intentando negar que le estaba gustando más de lo que hubiese esperado. El sol se puso por completo dejando una estampa de fondo ardiente.

– Vámonos ya! Dijo Elena.

– Tenemos que secarnos y vestirnos para cenar!

Luis volvió a coger a su madre de la mano y los dos salieron juntos del agua. Ya por la arena, Luis dejó a su madre que fuera delante, quería verla por detrás moviendo su delicioso culo. Notaba que cada vez se sentía más atraído por ella, pero no se lo podía confesar. Su mente le decía que era demasiado fuerte decirle algo así. Meditó unos segundos en la frase que habría utilizado en sus pensamientos. “ Que deliciosa estás mamá!“. Se dio cuenta que era una frase para salir del paso, realmente lo que sentía era deseo, pero no se atrevía ni a pronunciarlo. “ Qué pensaría su madre si le decía que la deseaba! “ Ahora sus pensamientos iban siendo más claros al quitarles los remilgos. El movimiento del culo de Elena le pareció tremendamente sexy al verla subir los tres escalones del jardín hasta la puerta de la casa. Sacudió la cabeza e intentó dejar de mirar.

Se ducharon y se pusieron ropa veraniega para salir a cenar. El una camiseta y unas bermudas, y ella un vestido de licra negro con algunos brillos. Le llegaba hasta la mitad de los muslos y el escote era bastante generoso.

– Voy así bien? Le preguntó a Luis. El la miró y volvió a sentir ese deseo que intentaba borrar de su mente.

– Esplendida! Dijo intentando no pensar. – He reservado una mesa en un sitio que tiene una amplia terraza y hay una actuación durante la cena y después una banda toca para quien quiera bailar! Comentó Luis.

– Veo que has pensado en todo! Me parece estupendo, pero ya sabes que yo eso del baile suelto…

-Tranquila, tocan de todo, suelto y también lento. Es un sitio tranquilo y romántico.

Llegaron andando pues estaba cerca. La entrada era amplia, flanqueada con un par de robustas columnas a los lados. El metre les condujo por un amplio pasillo hasta llegar a un gran jardín. Bajaron varios escalones y pisaron el césped donde estaban las mesas. Se veían bastantes, y cada una de ella alumbrada por una vela en el centro, protegida dentro de una lámpara. Algunas de ellas ya estaban ocupadas por los comensales. En un lateral se veían los instrumentos donde tocarían posteriormente los músicos. Llegaron a la que les habían reservado y el metre les hizo una seña amable para que tomaran asiento. Luis no pudo evitar mirar a una de las mesas de al lado en la que había sentada una chica de unos veinte años con una gran melena rubia bastante despampanante. Un pequeño top y una falda corta dejaban ver sus sensuales curvas, sobre todo sus tetas de un tamaño considerable. Le acompañaban una pareja, que por la edad, podrían ser sus padres. Elena se dio cuenta de cómo la miraba su hijo y sonrió discretamente.

– Es un sitio precioso! Comentó Elena.

– La verdad es que sí! Lo vi en las fotos y pensé que te gustaría!

– Pues si, me gusta mucho! Aunque… no crees que es demasiado romántico? Le susurró ella acercándose para que no la oyeran el resto de comensales.

– Bueno, estaré… algo romántico! Jajaja! Rió el desenfadadamente y añadió. – No puedo ser romántico con mi madre?

Elena vio como brillaban los ojos de su hijo a la suave luz de las velas, y no sabía que contestar. No quería pensar que su hijo la estaba seduciendo, pero le parecía demasiado evidente. Bueno, estaban de vacaciones y pasándolo bien, se dejaría llevar sin darle más vueltas.

– Todo lo romántico que te apetezca! Se atrevió a decir dándole un beso en la mejilla.

Llegó el camarero con lo que habían pedido y se pusieron a cenar. Al instante comenzó a sonar una música suave que les acompaño durante toda la cena. Hablaron, rieron, cuchichearon mientras comían, sintiéndose los dos muy a gusto. Luis había aprovechado a mirar a la chica rubia de la mesa de al lado en varias ocasiones, y en alguna de ellas habían coincidido lanzándose alguna sonrisa. No habían acabado de cenar cuando vieron salir algunas parejas al centro del jardín donde había una pista que parecía de mármol finamente tallado.

Pidieron unas copas mientras veían bailar a la gente, unos sueltos, otros agarrados, la música permitía los dos estilos. Una columna alta en el centro de la pista sostenía unas luces enfocadas hacia abajo que hacían que la zona de la pista cambiará de colores. La luz era suave y la pista no se iluminaba por completo dejando entre sombras a la gente que bailaba, en el fondo era para darles algo de intimidad. Después de un par de tragos Luis agarró la mano de su madre.

– Venga, vamos a bailar!

– Noo, ya sabes que no se me da muy bien y me da algo de vergüenza!

– A casi nadie se le da bien! No ves que lo que hace la gente es divertirse. Lo de menos es bailar bien!

– Valeee! Aceptó finalmente ella.

Salieron y de camino a la pista y Elena vio como los miraba la chica rubia. Se pusieron a bailar agarrados de una mano dando pasos sueltos. Al momento comenzaron a reírse de su propio baile, pero la música cambió y una canción lenta y romántica comenzó a sonar. Luis agarró a su madre por la cintura, sin darle opciones, invitando a que ella pusiera las suyas sobre sus hombros. Comenzaron a moverse lentamente entre las sombras, las luces había disminuido y ahora se veía menos. Las zonas de las mesas estaban más iluminadas que la pista. Elena noto como las manos de Luis abrazaban su cintura y pegaba su pelvis a la de ella. Su hijo la tenía entre sus brazos y sus manos recorrían lentamente su espalda. Podía notar las yemas de los dedos rozar su piel a través de la fina tela de licra, y sentía como metía la pierna entre sus muslos en cada giro. No sabía si decirle algo o tan solo dejarle seguir.

– Me gusta bailar contigo, mamá! El susurro de Luis en la oreja la sacó de sus pensamientos.

– A mi también me gusta, aunque no se me de muy bien!

Luis entendió la respuesta como un asentimiento. Y la apretó más contra él, a la vez que una de sus manos bajaba hasta la mitad del culo y lo sobaba con suavidad. Elena comenzó a ponerse nerviosa, miró a la mesa de la chica rubia y vio que intentaba verlos entre las sombras.

– Esa chica no deja de mirarnos! Dijo Elena.

– Le gustará como bailamos! Contestó Luis para salir del paso.

– Creo que sería mejor que fueras a invitarla a bailar! Dijo Elena soltándose de el y tirando de su mano para ir hacia la mesa.

– Bueeeno! Contestó con algo de decepción.

Elena se sentó y Luis se acercó hasta la mesa y muy educadamente.

– Disculpen que les interrumpa! Dijo mirando a los tres, después dirigió la mirada a la chica.

– Me llamo Luis. Te apetece bailar?

– Yo Estela, y sí, me apetece!

Dijo con una amplia sonrisa a la vez que se levantaba. Cuando llegaron a la pista, el le puso las manos en la cintura y ella se agarró a su cuello pegándose al cuerpo con descaro.

– Son tus padres? Preguntó Luis.

– Si, claro!

– Lo digo por si se molestan porque nos peguemos demasiado!

Le susurró Luis con una sonrisa cínica mientras sentía las grandes tetas pegadas a su pecho.

– Tranquilo, son bastante liberales y yo ya soy mayorcita. A veces voy con ellos de vacaciones porque son divertidos… y también pagan ellos, jejeje! Sonrió al final de la frase.

Estela era algo más baja que su madre, pero sus dimensiones eran exuberantes, unas tetas grandes y compactas que podía sentir contra su pecho y un culo grande y robusto seguido de dos potentes muslos. Notaba la piel caliente y suave de la mejilla pegada parcialmente a la suya y Luis sintió que se excitaba levemente. El padre de la chica le hizo señas a Elena para que le atendiera.

– Ven, siéntate con nosotros mientras bailan los chicos! Le dijo el con una sonrisa encantadora.

– No, da igual!

– Venga, ven aquí y charlamos un rato! Insistió el.

Finalmente, Elena se levantó y se sentó con ellos.

– Me llamo Carlos, y ella es mi mujer, Amanda!

– Encantada! Yo me llamo Elena y soy la madre de Luis! Sonrió Elena dándoles la mano.

Estela se apretaba más a cada momento y Luis no podía evitar que su miembro comenzará a endurecerse. Luis se sentía algo incómodo por la situación.

– Como de liberales? Estela despegó su mejilla para mirarle a los ojos.

– Más de lo que te puedas imaginar!

Le dijo poniendo sensualidad en cada palabra. Cuando acabó la frase dejo los gruesos labios a pocos centímetros de los de Luis. El entendió que se los estaba ofreciendo y los beso con suavidad. Los despegó y ahora fue ella la que acercó los suyos abriendo la boca para buscar su lengua. Luis sabía que desde la mesa era difícil distinguirlos y decidió corresponder a la boca de Estela con un beso largo y profundo. A la vez bajo sus manos para agarrar y apretar el hermoso y sensual culo de la chica. Eso provocó que ella se apretara aún más contra él.

– Me gusta como besas! Susurró ella cuando despegaron los labios.

– Seguro que esto no les molesta? Insistió el.

– Seguro! Repitió ella. – Además, han invitado a tu madre a que se siente con ellos y se les ve entretenidos, porque supongo… que es tu madre!

– Si, así es. Se ha separado de mi padre hace unos seis meses y he decidido pasar con ella estás primeras vacaciones.

– Es guapa. Y tiene buen tipo! Dijo Estela mirando hacia la mesa.

– Pues si! Asintió orgulloso Luis.

– Y además, es estupenda!

Estela le acariciaba el cuello mientras se mantenía pegada a él.

– Os he visto bailando y … se nota que os queréis!

Luis se puso algo tenso al pensar si podría haber visto que le tocaba el culo a su madre, pero Estela no le dejo pensar demasiado. Volvió a besarle, pero ahora de una forma más húmeda y lasciva mientras movía la pelvis contra la de él para notar su miembro. Luis ya clavaba los dedos en su culo sobándolo en toda su amplitud. Aquella chica sensual le estaba excitando a gran velocidad.

– Vamos a buscar un sitio con más intimidad! Que te parece?

Era una pregunta tras una afirmación que dejó a Luis algo perplejo. Finalmente reaccionó.

– He venido con mi madre y no pienso dejarla aquí colgada!

– Solo será unos minutos. Podemos decir que vamos a tomar algo al otro jardín!

– Hay otro jardín?

– Si, con música algo más movida que esta, pero solo es una escusa.

– Y dices que… unos minutos? Preguntó Luis algo incrédulo.

– Creo que hoy… con unos minutos será suficiente!

Sonrió ella con picardía a la vez que le pasaba la mano sobre el pantalón con disimulo.

– Parece que esto ya está a punto!

Volvió a sonreír a la vez que le daba un beso rápido sobre los labios y tiraba de él agarrándole la mano.

– Que tal chicos? Lo estáis pasando bien? Preguntó Carlos al verles llegar.

– Si papá. Nos vamos un rato al otro jardín a tomar algo. Hay música más movida! Contestó Estela.

– Pero no tardéis mucho! Añadió Elena. – Tranquila mamá! Solo será una copa!

Y casi antes de acabar la frase, Estela tiro de Luis. Le condujo por el ancho pasillo hasta salir a la calle. Algunas farolas iluminaban parcialmente y Estela le llevó a lo largo de la valla del restaurante hasta llegar al final. La luz de la luna iluminaba una zona sin construir a la que daba la valla del restaurante, siguieron la valla hasta llegar a la parte trasera. Se oía la música en la semioscuridad en la que estaban, mezclada con el leve rugido de las olas ar romper en la orilla. Estela puso su espalda contra la valla y tiro de Luis hacia ella hasta sentirle totalmente pegado a su cuerpo. Se abrazó a su cuello y lo beso ardientemente, la lascivia parecía manar por los poros de su piel. Luis bajo sus manos y las metió bajo la corta falda sintiendo la dura carne del gran culo de Estela. Lo apretó con ganas mientras sentía la lengua de la muchacha lamiendo el interior de su boca. Ella no tardó en bajar una de sus manos y empezar a sobar la bragueta de las bermudas que llevaba Luis. El dejo de besarla para bajar con su boca hasta el cuello, lo lamió como si fuera un perro sediento, pero la chica, impaciente, le dirigió hasta sus grandes tetas. Se bajó el top con facilidad y los grandes pezones afloraron erectos y amenazantes. Luis los palpó con sus labios, después los lamió con deseo hasta mojarlos de saliva caliente.

– Chúpame los pezones! Dijo ella impaciente mientras desabrochaba los bermudas a gran velocidad. Sacó el miembro, ya muy duro y tieso, y lo palpó con sus delicadas manos.

– Ufff, no está nada mal! Dijo con agradable sorpresa.

Estaba muy excitada e impaciente, parecía quererlo todo ya.

-Te gustan mis tetas? Preguntó mientras sobaba el miembro con cierta ansiedad. Luis asintió mientras succionaba uno de los grandes pezones.

– Chúpamelos más fuerte! Dijo con excitación.

Luis le hizo caso y succionó con ganas, como si quisiera sacar leche de esas grandes tetas.

– Así, asiiii! Estela parecía no poder dejar de hablar.

– Que polla más dura tienes, diossss! Como me gusta tocártela, joder! Que guarra me estás poniendo! La de mi padre es más grande, pero la tuya no está nada mal!

Luis dejó de chuparle los pezones y levantó la cabeza.

– Que has dicho?

– Nada, nada! Es una larga historia. Ya te la contaré en otro momento!

Contestó ella y se agachó con rapidez. A Luis no le dio tiempo a pensar más, al momento se le nublo la mente sintiendo las chupadas que Estela había comenzado a dar a su polla. Los grandes labios, carnosos y sensuales, succionaban la polla con ansia, y Luis comenzó a jadear con las manos sobre la cabeza de la chica. Fue un largo y delicioso minuto, pero Estela paró de chupar antes de que se corriera. Se levantó y agarró de nuevo el miembro con su mano.

– Vamos, métemela! Métemela!

Jadeó a la vez que ponía el miembro empapado en saliva entre sus robustos muslos. Luis la seguía como un autómata y lo único que tuvo que hacer fue empujar. Ella sujetaba el miembro entre los abultados labios de su coño, y el duro capullo penetró con facilidad. Estela abrió más las piernas, que sujetaba haciendo equilibrios sobre los altos tacones, y la dura polla penetró aún más. Se había agarrado al culo desnudo de Luis, con los bermudas medio bajados, y lo apretaba con intensidad clavándole los dedos a la vez que lo intentaba mover adelante y atrás.

– Vamos! Vamos! Aprieta! Dame fuerte! Joder, que caliente estoy! Diossss, como me has puesto!

Luis movía sus caderas entre excitado y asombrado, decía que la había puesto caliente, pero el apenas había hecho nada. Estela acabo contagiándole su excitación y su deseo, y Luis comenzó a embestir con más ganas. El culo de Estela se aplastaba contra la pared en cada empujón, y su boca jadeaba sonora e impulsivamente sobre su oreja.

– Muérdeme los pezones!! Casi le gritó entre gemidos y jadeos.

Luis, como anteriormente, no dudó en hacer lo que le pedía, además, esos duros y gordos pezones eran muy apetecibles. Comenzó a succionarlos y morderlos sin dejar de embestir con todo su cuerpo, sentía su polla penetrar profundamente entre la carne suave y jugosa de la vagina, y eso le provocaba el deseo de devorar con más fiereza los duros y gordos pezones.

– Sigue, sigue! Me voy a correr! Diossss, no pares! Lléname el coño de leche! Más fuerte!

-Ahhhg! Ahhhg! Ahhhg! Estela, prácticamente rebuzno mientras se corría y la polla de Luis reventaba en ese momento soltando un gran chorro de leche. – Ahggg! Ahggg! Jadeó él al sentir salir los chorros calientes y espesos. Dejo de chupar los pezones para respirar mientras ambas bocas emanaban jadeos a escasos centímetros. Los labios se acabaron juntado según se relajaban sus cuerpos. Se fundieron en un largo y profundo beso mientras los fluidos rebosaban entre los poderosos muslos de Estela. Se separaron todavía con cierta excitación y Estela sacó unos pañuelos del bolso que llevaba colgado y se limpió entre las piernas.

– Uffff, vaya corrida chico! Parece que tenías mucha leche acumulada! Dijo graciosamente.

Cuando acabó de limpiarse, se colocó la ropa y le volvió a besar.

– Ha estado genial! Te gustaría repetir otro día? Le preguntó sin darle opción a decir su opinión.

– Ufff, si que ha estado bien! Dijo el antes de responder a la pregunta. – Me encantará repetir! Dijo después de unos segundos en los que ella esperaba ansiosa su respuesta.

– Pero… quizás en otro sitio más cómodo, y con más tiempo! Dijo finalmente.

– Por supuesto! Dijo ella con la felicidad de una niña que acaba de recibir un regalo.

Comenzaron a caminar de vuelta al restaurante.

– Oye, que has dicho sobre la polla de tu padre y la mía? Preguntó Luis de sopetón al acordarse de la frase que ella había soltado en plena euforia.

– Pues eso, que mi padre la tiene algo más grande, pero la tuya se pone muy dura!

– Se la has visto a tu padre dura? Preguntó Luis cada vez más asombrado. Estela sonrió con cierta malicia.

– Algo más que… vérsela! Respondió con naturalidad. Luis ya no sabía si seguir preguntando, pero la curiosidad le corría. – Puedes explicarme qué es ese… “algo más”!

-Bueno, de una forma sencilla te puedo decir, que en mi casa nos gusta disfrutar del sexo, y el parentesco no es un impedimento!

Volvió a responder con la misma naturalidad. Luis ya no dijo nada hasta llegar a la mesa donde estaban los respectivos padres.

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