Aunque los dos fines de semana que había pasado Paula con Félix, el maduro socio de su padre, habían sido de lo más placenteros, ambos sabían que aquella relación era de alto riesgo. Si se llegaba a saber, las consecuencias podían ser devastadoras, especialmente para Félix. Esa es la razón por la cual acordaron terminar con sus apasionados encuentros. Paula era consciente de lo peligroso de aquella relación, pero echaba mucho de menos el sexo que había disfrutado con el experimentado maduro. Su amiga Anna era la única que estaba al tanto de la relación y posterior ruptura. Fue ella la que le propuso a Paula salir de marcha para olvidar a su añorado maduro.
Ya llevaban unos cuantos mojitos tomados y estaban las dos bailando en la pista de la disco, cuando Paula vio a Carlos, su profesor de historia del arte en la universidad, junto a otro hombre, sentados en la barra.
-¿Ves a aquellos dos en la barra? -le dijo al oído a Anna y señalando el sitio donde estaban -pues el más alto es Carlos, el profe del que te he hablado alguna vez. Ah que está bueno!!
-Pues no está nada mal, la verdad, un madurito interesante. Y su amigo tampoco está mal. Vamos a abordarlos!! -le respondió Anna que era la más atrevida de las dos.
-¿Qué dices tía? Que es mi profe. ¿Cómo vamos a ligar con ellos?
-¿Cuántas veces me has dicho que te lo tirarías? ¡Aprovecha la oportunidad! Y así te olvidas de tu amado Félix, jajaja.
-Ufff, no sé tía, me da corte -titubeó Paula, aunque la verdad es que había empezado a notar ese característico cosquilleo en el vientre que sentía cuando se excitaba, señal que su cuerpo le pedía hacer caso a su amiga.
Anna la agarró de la mano y la arrastró hacia la barra hasta que se plantaron delante de los dos hombres.
-Hola! ¿Tú eres Carlos verdad? Yo soy Anna, amiga de Paula. A Paula ya la conoces, ¿no? -les soltó Anna con la más provocativa de sus sonrisas
Los dos hombres las miraron sorprendidos de que aquellas dos bellas jovencitas se les acercaran. No era frecuente que dos chicas de 19 años buscaran rollo con dos cuarentones.
-¡Vaya Carlos! qué escondido te lo tenías. ¡Vaya amigas más guapas que tienes! Yo soy Luis, por cierto, amigo de Carlos -respondió el acompañante del profesor, levantándose para besar en las mejillas a ambas chicas -¡Encantado de conoceros!
-Pa… Paula, claro, de la universidad… ahora caigo -balbuceó Carlos que al principio no acababa de reconocer a su alumna.
La situación de los dos hombres era parecida a la de las amigas. Carlos hacía unos meses que se había separado de su mujer y Luis, el más extrovertido y echado palante de los dos, le había obligado a salir de marcha para olvidar sus penas y a ser posible, ligar. A Paula le dio gracia ver tan indeciso y tímido a su profesor que parecía tan seguro de sí mismo cuando daba clases y eso es lo que la decidió a provocarlo.
-Vamos a bailar, ¿no? -se sorprendió a sí misma con la propuesta
-Si claro, vamos a bailar! -respondieron Luis y Anna casi a la vez
Carlos no tuvo más remedio que seguirlos, aunque no se sentía nada cómodo haciendo el ridículo en la pista. Trataba de seguir los movimientos de Paula, que se contorsionaba provocativa delante de él. A ella le encantaba bailar y aunque al principio se sintió cohibida, cada vez le gustaba más la situación. A menudo había fantaseado ir al despacho de Carlos y provocarlo hasta acabar follando con él sobre su escritorio. Y ahora lo tenía allí delante, tímido e inseguro, aunque por la forma en que la miraba estaba claro que sus provocaciones estaban causando efecto en él. Hacía semana que Félix y Paula habían decidido no seguir con sus encuentros y ella también había dejado a su novio, por lo que andaba sedienta de sexo. Las pajas mirando porno o leyendo relatos eróticos le sabían a poco, y su cuerpo, alentado por el efecto de los mojitos, clamaba por un buen polvo. Así que cuando empezó a sonar un reggaetón, elevó el nivel de provocación pegando su precioso culo al paquete de Carlos y frotándolo al ritmo desenfrenado de la música. Para su satisfacción, pronto notó el bulto endurecido bajo los pantalones del sorprendido profesor, lo cual aumentó aún más la excitación de la chica. Cuando acabó la canción, tomó de la mano a Carlos y lo arrastró hacia los baños. No era la primera vez que iba a follar en ellos, ahí es donde lo hizo por primera vez con su antiguo novio. Anna adivinó las intenciones de su amiga y decidió seguir a la pareja con Luis.
Las dos parejas entraron en el lavabo de mujeres y echaron el pestillo. Carlos la seguía alucinado. Era Paula la que llevaba toda la iniciativa, aunque él no hacía nada para evitar lo que tenía pinta de acabar en una relación nada adecuada entre un profesor y su alumna. Paula se pegó a Carlos, que tras titubear unos segundos, correspondió apasionado al jugoso beso de Paula, mientras colocaba sus manos sobre las respingonas nalgas de la chica y la atraía contra él. Tras el húmedo morreo, Paula volvió a tomar la iniciativa y se arrodilló para desabrochar el pantalón de Carlos y liberar la polla endurecida aprisionada por la ropa. Ella sonrió al ver lo avanzado de la erección y mirándolo a los ojos, la empezó a mamar. Él cerró los suyos para concentrarse en la maravillosa sensación de los labios y la lengua de la chica deslizándose sobre su verga y empapándola con su saliva. Carlos no había tenido suerte en sus relaciones anteriores en lo que respecta al sexo oral, sus primeras novias resultaron torpes en ese aspecto y su exmujer directamente se negaba a ese tipo de práctica. La mamada que le estaba dando Paula era sin duda la más deliciosa hasta la fecha.
Mientras tanto, junto a ellos, Anna le aplicaba el mismo tratamiento a Luis, que aunque acababa de conocer a la chica, estaba encantado con la deliciosa mamada. De hecho, al cabo de un rato de dejarse hacer, agarró entre sus manos la cabeza de Anna y empezó a marcar el ritmo y la profundidad de las chupadas.
Carlos, por su parte, apartó suavemente a Paula cuando sintió que estaba a punto de correrse. Ella se incorporó y volvieron a besarse.
-¡Follamé! -le susurró ella cuando separaron sus bocas.
Apoyando las manos sobre el lavabo, recogió su minifalda hasta la cintura y apartó la tira de su tanga para mostrar su encantador culo alzado y su sexo abierto y brillante de humedad. Carlos comprobó con sus dedos que los labios vaginales de Paula estaban empapados y tras hundirlos dentro y arrancarle gemidos de placer, los sacó para clavarle su verga, durísima y cubierta de saliva. La polla se deslizó suavemente dentro del coño profusamente lubricado. Olvidadas ya todas sus reticencias éticas y morales sobre la conveniencia de relacionarse con una de sus alumnas, Carlos se entregó a la lujuria del momento y empezó a follarla con intensidad creciente, a lo cual Paula respondió con gemidos de placer cada vez más escandalosos. Apenas tardaron un par de minutos en correrse los dos. Paula se limpió con papel higiénico los muslos pringados de flujos y el chochito empapado, se recolocó el tanga y la minifalda. Mientras tanto, Luis seguía follando la boca de Anna y acabó corriéndose en ella. Salieron los 4 del baño sonrientes, observados por las chicas que habían formado cola esperando a poder acceder al servicio, Carlos un poco avergonzado, Anna algo frustrada pues echaba en falta un orgasmo, Paula y Luis los más satisfechos. Tras tomarse una par de copas más y bailar de nuevo, especialmente las dos chicas, acordaron acompañar a los dos hombres al piso de Luis. Ahí siguió la juerga. Volvieron a follar, las dos parejas una junto a la otra, esta vez más cómodos, sentados en el amplio sofá de la sala. Anna cabalgando a Luis, quiso controlar el polvo y consiguió correrse un par de veces antes de que él lo hiciera. Paula y Carlos se lo tomaron con más calma, prodigando los besos y las caricias antes de follar en diferentes posturas sin apremios. Ya estaba amaneciendo cuando las dos amigas abandonaron el piso de Luis para volverse cada una a sus casas paternas.
Ya pasado el fin de semana y de vuelta a las clases en la Universidad, Paula no dejaba de pensar en Carlos. El sexo con él había resultado tan placentero como se lo había imaginado en sus fantasías, pero faltaba un detalle. Siempre había fantaseado que follaría con él en su despacho de la Universidad. Se le antojaba de lo más morboso. Eso es lo que le hizo decidirse a presentarse en el despacho del profesor el miércoles por la mañana, cuando él tenía hora de consulta con los alumnos.
Carlos tampoco podía quitarse de la cabeza la experiencia del fin de semana. Nunca hubiera imaginado que aquella preciosa joven que tenía como alumna pudiera estar interesada en él y menos aún que pudieran acabar follando. Los remordimientos le amargaban, nunca había tenido una relación con una alumna (aunque debía confesar que más de una vez lo había fantaseado) y sabía que si se llegara a saber sería el fin de su carrera docente. Y sin embargo, cada vez que pensaba en el fin de semana, no podía evitar una furiosa erección. En eso estaba cuando vio aparecer a Paula en su despacho.
-Pa… Paula. Tú por aquí, qué sorpresa -es lo único que atinó a balbucear, sonrojándose hasta las orejas. Aquello a Paula le pareció encantador. Le encantaba provocar a su profesor y ver sus reacciones. Sonriendo pícara, cerró la puerta tras entrar en el despacho y echó el pestillo. Luego se acercó al sorprendido profesor que no sabía a qué había venido la chica pero se lo empezaba a imaginar por los movimientos felinos con los que se dirigía hacia él y la sonrisa lujuriosa.
-¿Sabes? No he podido dejar de pensar en nosotros dos el sábado… el polvo salvaje en el lavabo y luego en el piso de Luis. Ufff, me pongo cachonda sólo de pensarlo. ¿Tú no? -le dijo mientras se sentaba frente a él sobre su escritorio y le acercaba los labios entreabiertos, ofrecidos, vulnerables.
-Paula… aquí no, no podemos… -volvió a tartamudear Carlos, sin poder apartar la mirada de los deseables labios que se le acercaban y que le hicieron callar cuando se juntaron con los suyos.
No pudo resistirse a besar aquellos suaves y delicados labios, corresponder a la dulce lengua que se colaba en su boca. Paula interrumpió el beso separándose de Carlos y apoyando las manos sobre el escritorio se inclinó hacia atrás para alzar sus pequeños pero turgentes pechos que se marcaban bajo la ajustada camiseta, mientras separaba sus piernas. La minifalda recogida hacia sus caderas dejó a la vista su entrepierna. La sutil tira del tanga negro que llevaba puesto apenas ocultaba su rajita y dejaba a la vista los oscuros labios vaginales. Cuando separó aún más las piernas y apartó la tira del tanga, la visión que ofreció Paula a Carlos de su chochito hizo que él se estremeciera de deseo. Sin poder resistirse, se inclinó para besar y lamer los ofrecidos labios verticales. Su lengua buscó ansiosa el botón del clítoris que empezaba a abultarse. Pronto el coñito se inundó de flujos que Carlos lamió goloso. Paula sujetó entre sus manos la cabeza del profesor para presionarla contra su ardiente coñito. Él redobló el entusiasmo de sus labios y su lengua hurgando la lubricada cueva de placer, hasta que le provocó el primer orgasmo. Carlos sorbió goloso los abundantes flujos que acompañaron a la corrida.
Lejos de darse por satisfecha tras aquel orgasmo, Paula suplicó con voz lujuriosa al hombre que la follara como a una perrita. Se bajó de la mesa, le dio la espalda y tras quitarse el tanga, se inclinó sobre el escritorio para alzar su culo en pompa y separar las piernas. Carlos también se incorporó, liberó su polla de la opresión de los pantalones y la frotó sobre los labios vaginales empapados para acto seguido penetrar de una estocada el jugoso coñito. La folló con una energía poco habitual en él, casi con brutalidad, que se fue incrementando a medida que los gemidos de placer de la chica subían de tono. Ella se corrió otras dos veces antes de que Carlos descargara dentro de su vagina un portentoso flujo de semen…
Cuando Paula salió del despacho del profesor, se sentía sucia, notaba como el semen se le escurría del coñito y resbalaba por sus muslos. Y sin embargo, le encantaba esa sensación, notarse sucia, como una perrita en celo y sobre todo le encantaba como todo su cuerpo vibraba tras disfrutar de tres orgasmos.
Otra de sus fantasías, follar con su atractivo profesor en su despacho, se había cumplido. Se preguntó qué otras fantasías tenía pendientes y podría cumplir.
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