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Sugar baby (Parte 1)
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Tiempo de lectura: 12 minutos

Era ya septiembre y Lorena estaba angustiada por su futuro. El año anterior había podido cursar el primer año de universidad gracias a una beca obtenida tras sus excelentes resultados en bachillerato y la selectividad. Unos padres muy controladores en una ciudad provinciana habían ayudado a mantenerla centrada en sus estudios a pesar de su predisposición a la juerga y la diversión y su especial interés en el sexo. Pero cuando se mudó a la capital para empezar sus estudios universitarios, se le abrió un mundo de libertad que no supo manejar con mesura. Por imposición de sus padres fue a vivir a una residencia de estudiantes en vez de un piso compartido, como ella quería. Lo que sí pudo controlar fue la elección del colegio mayor. Eligió el más barato y que además era mixto (ese detalle lo obvió a sus progenitores).

Entre los comentarios que encontró en la web sobre la residencia de estudiantes encontró que la apodaban “sodoma y gomorra”. Al poco de instalarse ahí supo la razón. El ambiente en la residencia era de total desinhibición y libertinaje. Cada noche se montaban quedadas en alguna habitación, donde el alcohol, la marihuana y los psicotrópicos caldeaban el ambiente para que las fiestas acabaran en orgías. A ella el sexo siempre le había atraido, aunque el ambiente opresor en su hogar familiar no le había permitido practicarlo todo lo que le hubiera gustado. Perdió la virginidad con un chico de 20 y salvo algún escarceo con chicos de su edad, hasta los 18 años había follado con otros 4 hombres de más edad que ella, entre los 20 y los 30. Fueron ligues de una noche aprovechando las pocas ocasiones en que pudo escapar del control de sus padres, en las verbenas de las fiestas veraniegas o con la excusa de pasar una noche en casa de una amiga. Ahora, lejos del control paterno, se convirtió en una de las chicas más activas de la residencia en cuanto a relaciones sexuales. Se apuntaba a todas las “fiestas privadas” que se montaban en las habitaciones y casi siempre acababa follando con uno o varios compañeros y compañeras también. Le gustaba el sexo y quería experimentar, y ese primer año de universidad pudo practicar todo lo que deseó. El problema es que sus estudios se resintieron y las mediocres notas que obtuvo no le permitieron conseguir la beca para el siguiente año. La situación económica de sus padres no les permitía costearle los estudios. En todo caso no se atrevió a confesarles que había perdido la beca. Y así es como en septiembre, tres semanas antes de empezar el curso, se encontraba en casa de sus padres sin tener ni idea de cómo se las arreglaría para pagar la matrícula y sus gastos. Había pensado en buscar algún trabajo a tiempo parcial, pero no tenía claro que eso le bastara. Buscando por la web ofertas de trabajo y páginas con consejos para costearse los estudios se encontró con una que le llamó la atención. La web ofrecía poner en contacto chicas universitarias con hombres maduros que, a cambio de su compañía, las apoyaban económicamente. Una forma más de prostitución, pensó ella de entrada, aunque siguió leyendo la página donde planteaban la relación como un intercambio de intereses totalmente consensuado y sin entrar especificamente en el terreno sexual, aunque sin descartarlo. Se imaginó a ella misma con un hombre maduro y no le desagradó la idea. De hecho siempre había preferido el sexo con hombres mayores que ella, aunque hasta ahora los más viejos con los que había estado eran treintañeros. Sin pensar demasiado en lo que hacía y si realmente deseaba ser una “sugar baby”, como lo llamaban en la página, se inscribió. Respondió a un extenso cuestionario donde dio detalles de su edad, estudios, necesidades económicas, aspecto físico, aficiones e incluso orientación y preferencias sexuales. Dudó un rato cuando le solicitó fotos, indicando que cuanto más se mostrara, más posibilidades había de encontrar a un “sugar daddy”. Fotos no le faltaban. La verdad es que se sentía muy a gusto con su cuerpo y no le faltaban razones para sentirse así. Morena, de ojos verdes, tenía una hermosa mirada que cautivaba a los hombres, al igual que sus preciosos pechos, no muy grandes pero perfectamente moldeados, turgentes y con unas oscuras aureolas que culminaban con unos pezones con una extraordinaria tendencia a endurecerse. Las curvas de su cadera y sus nalgas eran igualmente armoniosas y provocativas. Ella era consciente de su atractivo y a menudo se hacía fotos en ropa interior o desnuda del todo. Finalmente se decidió a incluir una selección de las que ella consideró más representativas de sus atractivos. Ese mismo día empezó a recibir correos de candidatos a “sugar daddy”. Uno se mostró especialmente interesado e incluso se ofreció en quedar con Lorena en su ciudad natal. Quedaron en un discreto restaurante de la ciudad.

Para causar buena impresión, Lorena se vistió con un provocativo vestido ajustado que resaltaba sus curvas. Cuando entró en el restaurante, enseguida reconoció a Luis, que la esperaba ya sentado en una mesa. Era un atractivo maduro, de unos 45 años, pelo canoso pero físico bien conservado. Se notaba que hacía ejercicio regularmente. Sonrió afable al ver a Lorena acercarse y se levantó para besar sus mejillas y ofrecerle asiento.

– Encantado de conocerte, Lorena. Si te parece, elegimos primero el menú y luego hablamos de nosotros. – le dijo Luis mientras se sentaban

– Si claro, como quieras – respondió Lorena sonriendo algo insegura.

Aquella situación le resultaba muy confusa. Por una parte, al mirar a aquel hombre maduro sentado frente a ella, se sentía como si estuviera en un restaurante con su padre. Y sin embargo al mismo tiempo notaba ese agradable cosquilleo en el vientre que notaba cuando un hombre o una mujer la atraían. Desde el principio de la cita Lorena se dejó llevar. Luis decidió el menú de ambos y seleccionó un excelente Ribera del Duero de la carta de vinos. Era un hombre atento y culto, que enseguida supo captar los intereses de Lorena y explayarse en ellos, pero que también era resolutivo y con dotes de mando.

– Bien Lorena, ahora que nos conocemos mejor – le dijo a la chica después de un rato en que ambos estuvieron hablando de sus gustos y aficiones – podemos concretar nuestro acuerdo. La verdad es que me pareces la candidata perfecta para lo que yo busco. Mi oferta es la siguiente: te pagaré la matrícula de la universidad, un piso cerca de la facultad, que compartiremos y una asignación mensual de 2000 euros para tus gastos. Yo trabajo en la ciudad de lunes a viernes, los fines de semana generalmente estaré en la casa de la sierra con mi familia, debes saber que estoy casado y tengo un hijo algo mayor que tú. Entre semana y algún fin de semana que me quede, viviré contigo en el piso. Generalmente de día estaré fuera trabajando y tú podrás dedicarte a tus estudios. Es frecuente que tenga comidas y cenas de trabajo con mis socios y clientes y me gustaría que cuando te lo pida nos acompañes.

Lorena asentía alucinada a las propuestas de Luis. Le parecía todo más que aceptable.

– En cuanto al sexo… – concluyó Luis sonriente – bueno, como puedes suponer debe ser un componente importante en nuestra relación. Soy muy abierto en este aspecto y espero que tú también lo seas y podamos ir consensuando las experiencias. Como se trata de un tema muy importante para mi, te propongo que te vengas conmigo al hotel esta tarde y comprobemos si somos…”sexualmente compatibles”. Para que veas que mis intenciones son honestas, te adelantaré la matrícula de la universidad ahora mismo, tanto si al final acordamos seguir juntos como si no. ¿Qué te parece?

Lorena se quedó boquiabierta un buen rato. No esperaba que todo fuera tan rápido. Las condiciones que le proponía Luis eran inmejorables, mucho más de lo que ella se había imaginado. Pero lo que realmente no se esperaba es que le pidiera follar ya, en su ciudad natal y tan cerca de casa de sus padres. ¿Y si algún conocido la veía entrar en el hotel acompañada de aquel señor? La bronca en casa podía ser tremenda. Sin embargo, no quería desaprovechar la oportunidad que le brindaba y aunque luego la relación no prosperara, ya tendría para pagar la matrícula. Pensó que valía la pena arriesgarse. y además, tenía que confesar que todo aquello la había puesto cachonda y realmente le apetecía mucho un buen polvo con ese señor, pero no acababa de decidirse.

– Uffff Luis. La verdad es que me encanta todo lo que me has propuesto y creo que podemos encajar el uno con el otro perfectamente. Pero quedar ahora…no sé…me parece un poco precipitado y aquí, tan cerca de casa de mis padres… – balbuceó Lorena insegura

– A ver Lorena, como entenderás no eres la única candidata que estoy considerando. También creo que encajaremos perfectamente, lo único que quiero es comprobarlo y me interesa hacerlo hoy mismo… Si lo que te preocupa es que nos vean juntos, podemos quedar en el hotel en media hora, te esperaré en la habitación 303. – le respondió Luis con su tono afable pero seguro de sí mismo y en el fondo autoritario.

– Bueno… de acuerdo… habitación 303 en media hora – fue lo único que Lorena fue capaz de contestar.

Cuando Lorena llamó a la puerta de la habitación 303, 20 minutos más tarde, sentía que su corazón palpitaba desbocado y sus piernas flojeaban. Se sentía como si fuera la primera vez que fuera a tener sexo con un hombre, confundida por las dudas pero al mismo tiempo muy excitada. Luis le abrió la puerta sonriente y la invitó a entrar. Tras cerrar la puerta rodeó su cintura con el brazo y la besó dulcemente. Lorena correspondió al beso, primero tímidamente pero de forma cada vez más apasionada a medida que notaba la dulzura con la que sus bocas se fundían. Como ocurriría a menudo a partir de ese día, Lorena se dejó llevar. Tras el intenso morreo, fue Luis quien la guio suavemente hasta la gran cama que presidía la suite, quien la hizo tenderse, quien la desnudó sin dejar de acariciar y besar todo su cuerpo. Lorena gimió de placer cuando Luis chupó y mordió sus pezones ya erectos de excitación. Mientras Luis seguía acariciando los pechos de Lorena, duros de deseo, sus labios se deslizaron por su vientre hasta el pubis totalmente depilado. Con la lengua frotó el clítoris ya henchido de la chica y lo atrapó entre sus labios. Lorena gimió y se retorció de placer y su ya mojada vagina se inundó de flujos. Luis empezó a comerle el coño a Lorena como nunca se lo habían hecho, combinando lengua, labios y dedos. Estimulando los puntos más sensibles de su coño, como si los conociera de antemano. No paró hasta que Lorena se corrió intensamente, soltando chorros de flujo que fueron a parar a la boca de Luis. Cuando Lorena dejó de convulsionarse, él se deslizó sobre ella para morrearla de nuevo y darle a probar el sabor de su propia corrida. Lorena acababa de correrse pero ese beso la puso de nuevo a mil. Desabotonó la camisa de Luis, se la quitó, acarició su velludo pecho, deslizó su mano hacia abajo hasta rodear con los dedos el duro bulto que crecía bajo el pantalón. Con mirada pícara se deslizó hasta colocarse entre las piernas de Luis, desabrochó sus pantalones y bajó su boxer. De ahí emergió una hermosa polla que no tenía nada que envidiar a las que ya había visto y probado. Sin dejar de mirar a los ojos al hombre, empezó a mamar la preciosa verga. Puso todo su esmero en la mamada. Experiencia no le faltaba, pero quería que su felación resultara para Luis tan placentera como el cunnilingus que ella acababa de disfrutar. Luis acariciaba el pelo de Lorena y gruñía de placer. Dejó que la chica demostrara toda su maestría sin imponer él el ritmo ni la profundidad de las chupadas, como le pedía su naturaleza dominante. Ella echó mano de todos sus trucos a la hora de dar placer con su boca a una polla erecta y palpitante. Combinó su lengua y sus labios para deslizarlos por todo lo largo de la verga. Se la tragó hasta clavársela en la garganta y ahogarse en arcadas, chupó golosa el glande mientras pajeaba el tronco para luego comerle los huevos sin dejar de acariciar la polla con los dedos.

– Quiero follar – le dijo Lorena a Luis con voz lujuriosa.

– Fóllame, yo me dejo – respondió Luis sonriente.

Lorena se colocó de horcajadas sobre la cintura de Luis y frotó los labios empapados de su coño sobre la polla dura como una piedra y pegada al vientre de él. A continuación, con una mano sujetó la polla para mantenerla en vertical y colocó sus labios vaginales sobre el glande. Gimió de placer cuando dejó caer sus caderas y el glande separó los labios y penetró en el chorreante nido de amor de ella. Con las manos apoyadas sobre el pecho de él, Lorena empezó a agitar su culo arriba y abajo, follándose con la dura y venosa verga de Luis, que la contemplaba extasiado por la belleza de aquella muchacha, sus hermosos pechos respingones agitándose al ritmo del vaivén de sus caderas. Lorena gemía de placer cada vez que se dejaba caer, sus pubis se juntaban y la polla la penetraba hasta lo más hondo de su vagina. Pronto Lorena volvió a correrse. Cabalgar a aquel hombre maduro la había puesto cachondísima de nuevo. Entonces, sin sacar la polla del coño aún palpitante, él la rodeó con sus brazos e hizo que se tumbara sobre la cama para intercambiar posiciones. Lorena separó del todo las piernas y las recogió para facilitar la penetración. Estaba muy relajada tras aquel segundo orgasmo. Su vagina, dilatada y profusamente lubricada con los fluidos de sus dos corridas envolvía con deliciosa calidez la verga inflamada de Luis. A medida que él empezó a follarla lenta pero contundentemente, ella notó que su vientre vibraba de placer de nuevo y que su vagina se contraía cada vez que la polla penetraba en ella hasta tocar su cérvix. El ritmo de la follada se fue acelerando y Lorena se corrió por tercera vez cuando notó que la polla de Luis palpitaba dentro de ella y llenaba su coño con cálidos y cremosos chorros de semen. Luis cayó a un lado de Lorena, aun jadeando:

– Bufff, vaya polvo! De verdad que me ha encantado Lorena. Eres una diosa.

– Y tú un semental. Joder, no recuerdo haberme corrido nunca tres veces seguidas. – le susurró ella acariciando los rizos que cubrían su pecho. – Entonces, ¿tenemos un acuerdo?

– Por mi parte, por descontado que sí. Ahora mismo te haré la transferencia para pagar tu matrícula más dos mil euros para tus gastos de este mes, aunque aún te quedes por aquí. Te haré llegar una copia de las llaves del piso.

Lorena volvió a la capital dos semanas antes del inicio de las clases, con la excusa de que debía matricularse y que un curso de inglés al que se había apuntado a última hora empezaba antes que la universidad. La verdad es que estaba impaciente por conocer el piso donde viviría el próximo año y también por reencontrarse con Luis y follar de nuevo con él. Sólo con recordar la tarde que había pasado con él en el hotel, notaba que su coño se mojaba y la semana que siguió en casa de sus padres antes de irse, se masturbó varias veces cada día rememorando los orgasmos que disfrutó ese día.

Cargada con sus maletas de estudiante, en la estación de tren tomó un taxi para que la llevara a la dirección que le dio Luis. Se encontró frente a un bloque de pisos de lujo en la zona más exclusiva de la ciudad, a apenas 10 minutos de la facultad caminando. Un portero muy atento le ayudó a subir las maletas al piso. Cuando entró no se lo podía creer. Aquel piso era más grande que el piso de sus padres donde vivía la pareja, Lorena y sus dos hermanos pequeños. Decorado con muebles funcionales y modernos, la decoración era totalmente opuesta al gusto recargado y algo kitsch del piso de sus padres. Dio una vuelta de reconocimiento del piso, donde identificó dos amplios dormitorios con cama doble, escritorio y sillón y baño propio, uno equipado con jacuzzi el otro sólo bañera. La sala era enorme, con amplias cristaleras que ofrecían una espectacular vista del parque situado justo frente al bloque de pisos. Como no sabía muy bien en qué habitación instalarse, se puso cómoda (aún era verano y hacía calor, por lo que se puso unos pantaloncitos encima del tanga y una camiseta de tirantes, sin suje) y se puso a mirar una serie en la enorme televisión de la sala, esperando a que Luis llegara.

Cuando oyó que la puerta del piso se abría, se incorporó y corrió a dar la bienvenida a su protector.

– Hola Luis! Me encanta el piso, es increíble! – dijo abrazándolo por el cuello y pegándose a él.

– Me alegra que te guste. Es práctico y funcional y queda muy cerca de la universidad. Estás preciosa! – dijo Luis separándose un poco de ella para contemplar sus pechos perfectamente moldeados bajo la camiseta y los pezones endurecidos que se marcaban provocativos bajo la tela.

Luis entonces la besó, un cálido, húmedo y apasionado morreo que sin solución de continuidad acabó sobre la cama del dormitorio principal, sus cuerpos entrelazados, desnudándose mutuamente con cierto apremio, ansiosos por volver a compartir su deseo y sus fluidos, a poseerse mutuamente. Aquel fue un polvo intenso aunque breve. Ambos habían pasado la semana deseando reencontrarse y el deseo se desbocó en cuanto sus cuerpos se juntaron.

Cumplido el trámite ineludible de complacer la lujuria que embargaba a ambos, Luis le explicó a Lorena los detalles de su recién estrenado hogar común. La habitación principal era la de él, la otra la de Lorena. “Follar, podemos follar en cualquiera de las dos, jeje, pero creo que es mejor que cada uno tenga la suya. Tu podrás estudiar a solas y yo trabajar sin molestarnos. Como te dije, en general los fines de semana no estaré. No voy a controlar con quien sales y qué relaciones tienes, pero prefiero que no traigas a nadie a este piso.”

Las siguientes semanas Lorena se acostumbró a su nueva vida. De día Luis estaba fuera del piso trabajando, ella acudía a la universidad o estaba en el piso estudiando. Al anochecer coincidían en el piso, pedían algo de cenar a un catering o a veces Luis cocinaba, una habilidad de la que Lorena carecía. Casi cada día follaban, parecía increíble el vigor sexual del aquel hombre maduro, sólo explicable por el incentivo que le suponía el lozano y provocativo cuerpo de Lorena. Generalmente Luis se tomaba su tiempo al hacerle el amor, procurando estimular todas las zonas erógenas de su joven diosa y provocarle varios orgasmos antes de poseerla. Pero había otros días en los que Luis llegaba al piso serio y ofuscado por los problemas del trabajo. En estos casos era Lorena quien a pesar del mal humor de su mentor, buscaba igualmente el intercambio sexual y en estas ocasiones la conducta de Luis era más brusca. Exigía a Lorena que le diera placer con su boca, o más bien usaba la boca y la garganta de la chica para obtenerlo, para luego follarla a cuatro con brutales embestidas. Aunque la primera vez que Luis la folló de aquella manera se asustó también se sorprendió de que su cuerpo reaccionara de la misma forma que cuando se tomaba su tiempo en estimularla. Su vagina se inundó mientras le follaba la boca sin piedad y se corrió varias veces mientras la usaba como a una perra. En una de estas ocasiones, mientras ella arrodillada a 4 patas mantenía su culo alzado para que él le follara el coño, Luis colocó su dedo gordo sobre el ojete de la chica y lo acarició. Eso le gusto mucho a ella que meneo las caderas excitada. “¿quieres que te folle el culo, putita?” le susurró Luis al oído.

Lorena le suplicó entonces que no lo hiciera, que le gustaba que se lo tocara pero que no quería sexo anal. El año anterior, en la residencia de estudiantes, en una de las múltiples noches alocadas, había acabado en la habitación de uno de los estudiantes más veteranos. Los dos estaban muy borrachos y empezaron a follar en plan salvaje. En un momento dado él sacó su polla del coño de ella y sin pedir permiso empezó a empujarla sobre el ojete de Lorena. Ella protestó y trató de zafarse, pero él la sujetó y siguió presionando hasta que entre alaridos de dolor de Lorena consiguió penetrar su ano y no paró hasta correrse en su culo. Fue una violación en toda regla que Lorena nunca le perdonó. No quería volver a pasar por aquella experiencia y desde entonces siempre se había negado a practicar el sexo anal.

Luis la tranquilizó. “El que una vez hayas tenido una mala experiencia no quiere decir que siempre tenga que ser así. El sexo anal puede ser muy placentero si se hace bien. Tú déjame hacer y si te duele y no puedes soportarlo, simplemente dilo y pararé”, le susurró al oído mientras le acariciaba suavemente el ojete con un dedo. Como era habitual en estos casos, Luis le hablaba con un tono afable pero que no daba opción a rebatir. Además seguía notando su delicioso falo erecto llenando su vagina lubricada y el dedo que acariciaba su ojete la ponía aún más cachonda. Se dejó hacer. Luis mojó sus dedos indice y medio con los abundantes flujos que goteaban de los labios vaginales de ella y volvió a acariciar su ojete con ellos mientras la follaba suavemente. Lorena gimoteó de placer mientras los dedos de Luis relajaban el esfínter y poco a poco se habrían paso a través del oscuro agujerito. Derribada esa primera barrera, Luis sacó su polla totalmente empapada con los fluidos del encharcado coño de Lorena y colocó el glande sobre el dilatado agujero posterior. Ella gimoteó dolorida cuando el grueso glande empezó a forzar el esfínter. Luis se detuvo un momento esperando a que ella se acostumbrara a la presión y mientras empezó a estimular su clítoris que se mantenía erecto. El placer que emanaba de su vagina se confundió con el dolor que le causaba la penetración anal. Luis continuó entonces penetrando lenta y suavemente, a medida que el culito de Lorena se adaptaba a la gruesa verga. Aunque la penetración resultaba dolorosa, no se trataba del hiriente dolor que sufrió en su primera experiencia de sexo anal y de hecho la combinación de ese dolor con los estímulos que Luis no paraba de inducir en su clítoris provocaba en Lorena una sensación de lo más placentera. Al oir los gemidos de placer de ella, empezó a entrar y salir del ano ya totalmente dilatado y amoldado a la inflamada polla mientras sus dedos no dejaban de masturbar el coño cada vez más encharcado. La sodomización de la chica fue incrementado su intensidad hasta que ambos se corrieron al unísono derramando un manantial de fluidos que se escurrieron por los muslos de Lorena y dentro de sus tripas.

Continuará.

Os agradecería comentarios y sugerencias de cómo continuar el relato de las experiencias de Lorena. Podéis dejarlos aquí o enviarlos a mi correo electrónico ([email protected]).

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