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¿Sueño o realidad? Dejando a un lado los prejuicios
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Nuestros besos eran dulces, con amor, en cada uno de ellos entregábamos el alma.  Nuestras caricias se limitaban a acariciar nuestros rostros y tomarnos del cabello, de vez en cuando acomodábamos nuestros rostros de izquierda a derecha.

Deje de besar su boca y me dirijo a su cuello, sentí el aroma de su perfume, mezclado por el hembra excitada. Martha movía su cabeza para dejarme besar todo su cuello. Martha cerraba los ojos para entregarse completamente a la pasión del momento, de vez en cuando nos decidamos cuanto nos amábamos. Ese instante no nos importaba nada, solo estar juntos.

Ella se había recostado hacia el brazo del sillón y yo prácticamente estaba sobre ella, devorando su boca y su cuello, a la vez que acariciaba su rostro y sus brazos, sintiendo su piel aterciopelada, nuestras respiraciones eran muy agitadas, mi miembro estaba que me dolía de lo duro que estaba.

Martha bajó su mano y acarició mi entrepierna por encima del pantalón, mientras yo apretaba y acariciaba sus pechos por encima de su blusa. Nuestros besos cada vez se volvían más apasionados, mordíamos nuestros labios y nuestras lenguas jugaban entre sí una batalla que ninguna ganaría.

Bajé mi mano y acaricié sus piernas por encima de la falda, bajé un poco más y empecé a intentar acariciar sus piernas subiendo su falda, las sentía firmes y calientes, envueltas en esas medias nylon que eran mi fetiche, subí su falda hasta permitirme ver sus muslo regordetes y sabrosos.

Martha empezó a meter su mano por debajo de mi camiseta, y yo hacía lo mismo por debajo de su blusa. Empezó a acariciar con más confianza y fuerza mi miembro por encima de mi pantalón, yo estaba que explotaba, no podía controlarme, ella se dio cuenta de lo excitado que estaba y se aprovechaba de ello, quería ser quien controle la situación.

Empecé a moverme encima de ella frotando mi cuerpo con el suyo, mientras besaba con desesperación sus labios, su cuello y empezaba a morder sus pechos por encima de su blusa. Martha me hizo un ademán de cambiar de posición y ahora ella estaba encima de mí, recostada de lado, mientras me acariciaba mi miembro y no dejaba de besarme, con una sola mano logró zafar mi correa, y desabrochó mi pantalón, metió su mano y acariciaba mi miembro por encima de mis interiores, subía mi excitación aun nivel que no podía describir, y… exploté, entre convulsiones y gemidos… diciendo su nombre… besándola… mientras veía en su rostro una satisfacción de haber logrado hacerme explotar a su antojo.

Nos quedamos recostados en el sillón, Martha sobre mí, su mano acariciando mi miembro por encima de mi interior mojado, mientras yo acariciaba su cabello y con la otra mano la toma del rostro guiando su boca a la mí para darle un beso de amor.

En la misma posición subió su mano y mientras me acariciaba el rostro, me decía cuanto me amaba.

Estuvimos por un momento así, calmamos nuestra respiración, y el color de nuestros cachetes tomaba su color habitual, Martha me sugirió que fuera a dar una ducha para que me calme, pues a pesar de haber explotado recientemente, mi miembro empezaba a ponerse duro nuevamente por ella, total mi hermana Paola estaba pronto por llegar.

Martha se dispondría a preparar la cena, mientras yo me duchaba llego mi hermana y estaba en su habitación, yo bajé cambiado de ropa a la cocina, y la encontré tarareando una canción de moda. Me acerqué por la espalda y mientras restregaba mi miembro que nuevamente se había puesto duro al verla, en su trasero, la tomé de la cintura y le susurré al oído cuanto la amaba.

-Yo también te amo, pero este no es el momento… después conversamos, me dijo, tu hermana podría encontrarnos haciendo algo indebido.

-Está bien, le dije, mientras le daba un beso en la mejilla, la soltaba y le di una palmada en su trasero.

Más de noche, cenamos, y nos fuimos a nuestras habitaciones cada uno, no sin antes Martha darse una ducha antes de dormir, para calmar esa pasión que de seguro la carcomía por dentro.

Esa noche, antes de dormir, me masturbé pensando en Martha, en todo lo que habíamos hecho juntos, cada vez pensaba más que esto era una realidad y no era un sueño.

Ya mañana buscaría la forma de estar a solas con ella nuevamente.

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