A partir de entonces, nuestra vida familiar cambió. En casa éramos dos enamorados flotando en el espacio, pero al salir, tratábamos por todos los medios y con todos los sentidos puestos en ello, de comportarnos como siempre, madre e hijo. Pasaron los días y recibimos una llamada telefónica de un abogado, voz respetuosa y gentil, que nos pedía una cita, ya en nuestra casa o en su despacho, a escoger nosotros, para conversar sobre los pasos a seguir. Mamá le solicitó que viniera a nuestra casa al día siguiente, a las 6 de la tarde. Una vez de acuerdo, Marian se moría de ansiedad por la espera para culminar todo el proceso.
Esa noche le di otro masaje recuperador, lo más erótico posible, luego ducha y a continuación, hicimos el amor hasta altas horas de la noche, para después quedarnos dormidos, ya agotados.
En mi corta vida sexual, apenas 7 mujeres antes de ella, había disfrutado de buenas hembras, incluyendo a la loca de Tere, mi última novia. Todas ellas mujeres mayores que yo salvo Tere y acostumbradas al buen sexo. Aprendí mucho de ellas, pero también les había dejado unas buenas sensaciones entre pecho y espalda, como dicen por ahí, o mejor dicho, entre vagina y culo, para ser más exacto. Pero nada que ver con Marian. Ella era otra cosa o de otro planeta, no sabría decirlo. No solamente por el componente amoroso, que unido al sexual hacen del coito algo maravilloso. No, ella era la mujer más sensual, sexy, erótica, deliciosa, hermosa que yo hubiera podido catar. Sencillamente me tenía en el limbo y no lograba aterrizar en ninguna parte.
Pero bien, volviendo a nuestra situación con el divorcio de mis padres, al día siguiente recibimos al abogado, quien resultó una mejor persona que el anterior, aunque socios y nos pudimos entender en términos respetuosos. Finalmente, luego de tres semanas, recibimos las llaves del Pent House y con la promesa de los papeles en regla una vez que salieran del Registro los documentos de los tres apartamentos; asimismo, recibimos las llaves del apartamento de la playa, en Macuto. También una orden de retiro de un Camaro SS color bronce oscuro, automático, para la Agencia General Motors de Altamira y otra para un Fiat 125 S sincrónico, color gris plomo para la agencia Fiat de La Castellana.
Luego fuimos con el abogado al Banco Mercantil Y Agrícola para establecer el fideicomiso acordado y registrar nuestras firmas y al día siguiente al First National Citibank para la apertura de la cuenta con los 10 MM de verdecitos.
Luego de retirar los autos y recibir los documentos que le acreditaban la propiedad a Marian y días después los papeles ya registrados que le acreditaban la del Pent House, de nuestro apartamento y del de Macuto, ya finiquitado todo, llamamos a papá para agradecerle su exquisito trato y darle mi promesa de nunca más pedirle nada. Por mí, se podía ir largo al carajo, pero no el del mástil de un navío, sino al del infierno. Había quedado roto cualquier vínculo posible con ese hombre, al menos de mi parte.
Por lo demás, solo restaba sancionar el divorcio acordado, para que Marian fuese libre.
El viernes después de la llamada a papá, Marian me pidió que la llevara a cenar a un restaurante lujoso que habían inaugurado recientemente en Las Mercedes, para celebrar nuestros logros. Nos vestimos apropiadamente para la ocasión, Marian con un hermoso y algo descotado vestido, ceñido a su escultural cuerpo, hasta la rodilla. Zapatos de tacón alto a juego con su cartera, collar y pendientes también a juego y su cabellera suelta, alborotada. Perfume de marca y una sonrisa espectacular y yo con un traje de blue jeans que me acababan de confeccionar en una sastrería, color gris, camisa blanca vaquera. Salimos en su flamante Camaro y llegamos al restaurante. La señora causó sensación, no más entrar. Estaba radiante y yo no hacía más que pensar que mi padre era un imbécil por dejarse de semejante mujer.
Cenamos agradablemente, en especial con su sonrisa que me iluminaba todo el tiempo. Hacía mucho que no la veía tan feliz. Al terminar el postre, se me ocurrió pedirle que fuésemos a bailar a una discoteca, porque necesitaba presumir de mi bella acompañante.
-Marian, estás tan bella y radiante esta noche que necesito presumirte. Es algo vanidoso de mi parte, lo sé, pero lo necesito. ¿Te gustaría ir a bailar a una discoteca, conmigo, esta noche?
-Amor, me encantaría, nunca he ido a una discoteca, ya sabes, tu padre no era… bueno, no hablemos de él, si, si quiero ir… Pero… ¿Te parece conveniente que nos vean en ese plan, así, como de noviecitos? Porque una cosa es salir a cenar, pero ir a una discoteca con tu mamá, suena a jalado de los cabellos, ¿no te parece?
-Si, tienes razón, lo siento, es que me tienes encandilado, ya ni pienso. Menos mal que tú tienes cordura… jajaja…
-¿Encandilado? Jajaja, se me ocurre una idea, no vayamos a una disco, pero podemos bailar en casa. Ponemos música de nuestro agrado, bajamos las luces y bebemos hasta caernos, encerrados en nuestro hogar, sin miradas de curiosos, ¿qué tal?
-Y después de beber hasta caernos, podemos… hacer cositas… ¿De acuerdo? Entonces vámonos ya, que para luego es tarde…
Llegados a nuestro apartamento, mientras ella ponía la música adecuada, yo servía los tragos, luego ella fue al baño, llamada por su organismo y yo me senté a esperarla. Regresó al rato y nos abrazamos para bailar, ella totalmente recostada de mi pecho y con sus brazos por mi cuello, yo la tomaba por su espalda y cintura. Así bailamos, lentamente durante un buen rato, varias piezas musicales. Me sentía en el aire, estaba enamorado. La besaba en sus labios, luego en su cuello; ella puso un poco de cordura, apenas habíamos empezado y la noche era joven, no teníamos necesidad de apresurar los acontecimientos. Nos sentamos a beber un trago y a conversar, bueno, realmente a mirarnos a los ojos, embelesados. Y otra vez a besarnos, pero controlando la pasión. De esa manera transcurrió la noche, entre bella música, buenos tragos, uno que otro cigarrillo de ella y varios míos, muchas caricias y un excelente ambiente, solos los dos.
Ya pasadas las doce, mis manos ya no se podían contener y empecé a bajarle el cierre del vestido mientras bailábamos, el cual cayó a sus pies y descubrí a esa hermosa mujer totalmente desnuda. No llevaba ropa interior. Yo sabía que no se había puesto sostén porque el vestido no lo permitía, pero la ausencia de pantaleta, eso sí me sorprendió:
-No te asombres, si tenía una tanguita, pero me la quité hace rato, cuando llegamos y fui al baño, buscaba causar esa carita que acabas de poner. Te amo…
No había más nada que decir, la cargué en mis brazos y la llevé a su cama matrimonial, nuestra cama ahora y allí la dejé, mientras me desvestía, para empezar a amarnos. Fue una noche para el recuerdo, especialmente porque por primera vez me permitió algo muy significativo para mí. Me ofrendó su culito. Me dijo que nunca ningún hombre la había penetrado por allí, ni siquiera papá, que consideraba eso algo demasiado íntimo, pero que había decidido obsequiarme con lo único virgen que poseía en su cuerpo. Y yo me quedé absolutamente… embelesado.
No resultó fácil la gestión de su culito. Era estrecho y mis mañas para dilatarlo tardaron bastante en lograrlo. Lo intentamos tres veces y se quejaba de dolor, hasta que lo logramos. La penetré con mucho cuidado, no deseaba lastimarla, hasta que al fin, ya sintiendo que se había dilatado adecuadamente, nos dimos a gozar de semejante postre.
-Papi, lo que pasa es que tu bicho es muy grande y grueso para mi culito y como nunca nada ha entrado por allí, pues…
-No te preocupes, mi amor, que ya lo iremos entrenando; hoy solo será la primera de muchas veces que vamos a disfrutar de tu colita. Te la voy a hacer cada vez que tú quieras.
Cuando acabé de eyacular en su precioso culito, ella cayó en la cama, a mi lado, totalmente agotada. Pero satisfecha. Fue grandioso, me decía, delicioso, rico, muy rico.
Esa noche, como dije antes quedó para el recuerdo como la mejor que habíamos pasado juntos en nuestra nueva aventura. Pero lamentablemente, sirvió como punto de partida para el desastre.
Al día siguiente ella recibió tres llamadas de amigas que se habían enterado de nuestra salida a cenar en ese lujoso restaurante y todas le mencionaron que las malas lenguas decían que estaba acompañada de un joven muy atractivo. ¿Sería un gigoló? ¿Estabas teniendo una aventura, ahora que ya casi eras una mujer divorciada y libre? ¿Quién era ese galán que estaba para comérselo, según las malas lenguas? ¡Dicen que te veías divina, como para arrasar con todo! ¡Que estabas radiante! ¡Que parecía que estabas buscando pelea!
Cuando me lo contó me eché a reír, pero a ella no le causó ni pizca de gracia. Me dijo que se empeñó en explicar que se trataba de su hijo, pero entonces le recordaban que era hijastro; ella insistía en que era una cena entre madre e hijo y entonces le decían que se habían visto veces en que la madre se “cenaba” al hijastro y con mucho gusto. En fin, la cosa la puso incómoda. Y lo peor era que esas “amigas” eran unas chismosas de siete suelas, que por sus bocas habían pasado y caído destrozadas excelentes reputaciones. Lo hacían con tal facilidad que hasta Santa Teresita habría terminado de puta. Eso la preocupó.
No solamente la preocupó, pude notar que la enfrió hasta el punto que solo una semana después, ya cansada de los comentarios, me dijo “tenemos que hablar”. Dios mío, cuando una mujer le suelta esa frase a su pareja, significa que el infierno se abrirá y saldrán los demonios.
Dócilmente me senté frente a ella, en la poltrona reclinable de la sala y me dispuse a escucharla, porque evidentemente se trataría de un monólogo:
-Juan, mi amor, te agradezco que me escuches sin interrumpirme, porque lo que tengo que decirte no me va a resultar fácil. Verás, tú y yo venimos teniendo una relación prohibida, mal vista por la sociedad. Soy, ante todo, tu madre o madrastra, es igual y tu mi hijo. Esa es una realidad y no hay vuelta que darle. Nos amamos, cierto y mucho, pero lo que hacemos es “pecado” y sabes bien que no soy puritana. Pero tenemos que vivir en sociedad a menos que nos convirtamos en ermitaños, cosa que no va a pasar. No me ha resultado gracioso todo lo que he vivido en éstos últimos días, llamadas de amigas que hace tiempo ni se acordaban de que existía y todas, sin excepciones, tocando el mismo tema: que te vieron con un joven muy guapo, que te veías divina, que se notaba que había mucha atracción entre ustedes y pare de contar… -en eso le hice una seña de “time”, una mano horizontal y la otra perpendicular, semejando la letra “T”, para decirle:
-Marian, al grano, no necesito que me dores la píldora, hay suficiente confianza.
-Está bien, cielo, continúo. Por favor, ten paciencia, porque esto no es fácil para mí. Resulta que… me siento muy incómoda con todo esto, me ha hecho pensar y especialmente en el cambio que hubo en las relaciones con tu padre. De repente, tu padre pasó a ser, para ti, de un padre anodino a un delincuente. Has juzgado a tu padre y no lo puedes negar. Te hiciste un juicio de él, de su personalidad, de su integridad como persona, de sus valores y lo sentenciaste. Se lo dijiste en la cara, te enfrentaste a él y lo venciste con tus armas, principios, moralidad, transparencia, comportamiento, valores. Pero nuestra relación es casi que incestuosa, entonces, ¿Dónde y cómo quedan tus principios, tus valores? Lo que es bueno para el pavo, también tiene que ser bueno para la pava. En pocas palabras ¿Criticas a tu padre por su falta de valores, por su hipocresía y sin embargo, mantienes una relación incestuosa con tu madre? Yo estudié en la universidad, sociología, nunca he ejercido mi profesión, pero hay cosas que nunca se olvidan y… -y de repente, se puso a llorar.
-Tranquila, mamá, no te castigues a ti misma, tranquila. Toma mi pañuelo y sécate esas lágrimas, que las señoras bonitas como tú, no deben estar llorando por cualquier cosa.
-Snif… Gracias, mi amor, pero snifff… ¿A ti te parece cualquier cosa lo que te he estado diciendo? snifff…
-No, mami, fue solo un decir para que te tranquilices. Quiero que continúes porque cuando una mujer dice “Tenemos que hablar” los hombres temblamos, porque lo que viene es muy fuerte.
-Bueno, continúo. Entonces… snif… ¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! Bueno, yo he aprendido en la vida la importancia de ser consecuente, de hacer con las manos lo que decimos con la boca y no lo contrario, que es lo que hacen los mentirosos, los falsos, los inmorales, los que no tienen ética. Tú has criticado a tu padre y no puedes ser un pecador, porque eso te igualaría con él. Por lo tanto, creo conveniente que pongamos carácter a esto que sentimos. Debemos acabar con nuestra relación incestuosa. Te parecerá muy dramático de mi parte, pero estoy segura que algún día verás que tengo razón. Por tu bien y el mío propio.
Definitivamente, se abrió el Averno y me tragó. De pronto, yo, que estaba en el cielo, fui empujado a la quinta paila del infierno de Dante. Me había sentido el hombre más feliz de la tierra por tener a Marian para mí solo y de pronto me han dejado sin nada. ¿Y ahora qué? Caramba, cuando una mujer dice “Tenemos que hablar” mejor es desaparecer, rapidito.
No tenía argumentos para rebatirle esa verdad del tamaño de una catedral. Pero eso significaba que la perdía. La miré fijamente a los ojos y me sostuvo la mirada. No había duda, creía en lo que me estaba diciendo. Mamá era una mujer serena, sincera, cuando decía algo, era porque estaba consciente de ello. Esto lo había meditado, seguramente, al calor de tantas llamadas estúpidas de personas que solo viven de las miserias humanas.
-Mamá, tú sabes bien que nos queremos. Que lo que tenemos es bueno, sin maldad, que no le hacemos daño a nadie con nuestro amor, sin embargo, entiendo lo de los principios. Creo que tienes razón, debemos ser consecuentes con lo que realmente somos. Siempre te he respetado y además amado. Si tú quieres dar esto por terminado, sé que nada de lo que yo pueda decir te va a hacer cambiar de opinión, te conozco muy bien. Así que hasta aquí llegamos, entonces. Aunque te digo que salgo de esto destruido. Pero tienes razón y no te voy a causar problemas. Tienes mi palabra. -me levanté y me fui a mi habitación a encerrarme con mi tristeza.
A la hora de cenar, mamá tocó a mi puerta para preguntarme si quería algo de comer. Le dije que no tenía hambre y que me iba a dormir. Le pedí la bendición, me la dio y listo.
Al día siguiente no nos vimos en todo el día, hasta que regresé de noche. La saludé y me preguntó si deseaba cenar y le dije que no. Nuevamente me fui a dormir. Así pasó durante toda la semana, hasta que el viernes en la noche, ya 14 días desde que habíamos salido a cenar, me esperó sentada en la sala, hasta que regresé a casa.
-¬Hola, mi amor, te estaba esperando, tenemos que hablar.
-No, otra vez no, ni de broma, me vuelvo a ir para la calle. No quiero hablar contigo. -abrí la puerta de la casa y me fui, pero ella corrió tras de mí y me rogó que esperara. No pude huir de ella, así que regresé.
-Dime, ya me vas a dar otra mala noticia, ¿cierto?
-No, mi amor, nada de eso, es solo que me tienes muy preocupada. En toda la semana casi no te he visto la cara, no desayunas conmigo, no vienes a almorzar, llegas tarde y te acuestas sin cenar. No puedes seguir así, mi cielo. Me siento muy mal, como si fuera la villana de la película. Por favor, siéntate aquí conmigo y dame un abrazo. -me invitaba desde el sofá donde tantas otras veces ella se sentaba sobre mis piernas y yo la abrazaba.
-Tranquila, no eres la villana de nada, pero es que no me siento bien, mamá. Teníamos algo muy bonito y se esfumó, sin que me diera cuenta. Y no me siento mal por lo que teníamos, jamás pensé que era algo pervertido o depravado, no, para mí era algo muy bonito, lo mejor que me había pasado hasta ese día. Tú lo hacías algo hermoso, bueno, limpio. Era feliz… pero de pronto, todo se acabó. Necesito tiempo para entenderlo. -me levanté para irme a mi habitación, pero ella me retuvo. Me pidió que la escuchara.
-Mamá, ya el otro día tuve suficiente. Si te escucho ahora, creo que voy a salir peor de lo que estoy. Ten misericordia, por favor.
-No puedo. Lo que tengo que decirte ahora quizás te ayude a superarlo.
-Está bien, te escucho… ya sé… sin interrumpirte…
-Una mañana, luego de haber dormido abrazados y tú haberme acariciado, te dije algo así como que… “tampoco soy una monja, ni una santa. Yo he tenido mi recorrido…” ¿Lo recuerdas?
-Si, fue algo que me desconcertó un poco.
-Lo sé, lo vi en tu mirada, pero callé. Lo cierto es que con todo esto que nos ha sucedido últimamente, nuestra relación, el divorcio con tu padre, yo creo que tú me has idealizado un poco, que has pensado que yo soy la mujer ideal, toda una dama, alguien inmaculada… y no es verdad, mi cielo. Necesito abrirte mi corazón, quiero que me conozcas tal como soy. Espero que no me odies, porque no es esa mi intención. Solo quiero que sepas mi verdad.
Mi historia: cuando conocí a tu papá yo era una muchacha un tanto díscola, me gustaban mucho las fiestas y las parrandas de todo tipo… y los hombres. Perdí la virginidad con un hombre de 25 y me gustó tanto que no perdía oportunidad de enredarme con cuanto hombre me llamaba la atención. En esa época tuve tres novios y como unos 10 amantes. Y con todos follaba, alegremente. Hasta era descuidada y un buen día quedé embarazada de uno de mis profesores. Él se encargó y me llevó a hacerme un aborto con un médico que él conocía, que resultó ser su hermano, un recién graduado de Obstetra. El resultado fue que aborté, pero por el procedimiento, algún error, quedé imposibilitada de tener más hijos. El animal ese me dañó mis ovarios o no sé qué fue lo que pasó. Lo cierto es que ya nunca más pude quedar embarazada. Después de eso, cuando conocí a Abelardo, tu padre, me enamoré. Un hombre 10 años mayor que yo, agradable, varonil, un poco hosco, pero con una herramienta que prometía mucho. A la segunda vez que salimos me lo cogí, con desesperación, porque yo intuía lo que ese hombre tenía allí, en la entrepierna. Después él me contó lo de su matrimonio, la traición de su esposa, la humillación a que lo sometió cuando se dejó coger por sus dos “mejores amigos” que luego se lo contaron a todo el mundo. Y el abandono de ella contigo. Te dejó, porque supuestamente ella no estaba preparada para ser madre. Ella solo quería divertirse y tu papá la había preñado sin ella desearlo.
Luego, ante ese cuadro y lo que me gustaba ese hombre, yo le dije que si quería, me casaba con él y le criaba a su bebé. Yo se lo propuse, no él a mí -en este punto ella paró para descansar y tomar un sorbo de la Pepsi que tenía en el vaso frente a ella. Pero en realidad, ese descanso era para observarme, notar mis reacciones.
… y me aceptó como su esposa. Nos casamos y me convertí en tu madrastra. Tenía 20 años. Y me enamoré de ese lindo bebé que la vida me había puesto en el camino. Maravilloso, un hombre que me follaba como a mí me gustaba, duro, fuerte, con un pene de concurso y una resistencia como no había conocido a ningún otro.
Tu papá me apaciguó. Me daba mis raciones completas, un día sí y otro no, a veces todos los días, pero siempre me dejaba satisfecha. No necesitaba a nadie más. Tu padre es todo un varón, como tú…
Pasaron los años y el sexo entre nosotros seguía siendo intenso, pero a veces más distanciado. Luego entendí porque: la reciente sociedad con sus tres amigotes, lo había introducido en un ambiente donde había muchas reuniones, almuerzos, cenas, parrandas, bebidas y mujeres por doquier. Empezó a ponerme los cuernos. Poco a poco se fue depravando, hasta llegar al colmo de follarse a las mujeres de sus socios y a su cuñada. Pero la bomba que a mí me desquició fue cuando supe, por una amiga mutua, que se estaba cogiendo a su exmujer. Coño de su madre. Y se lo montaba con esa puta y con la otra puta de su hermana. Hacían tríos en la casa de la hermana y a veces se metían ellas dos con cuatro o cinco hombres más -nuevamente Marian se detuvo, para medir mi reacción, pero yo seguía inmutable.
… eso me molestó tanto, me pareció tan bajo, que volviera con la mujer que lo había traicionado, humillado públicamente, que decidí vengarme, devolverle sus cuernos. Y lo hice y a mansalva, descaradamente.
La primera vez, llamé a Argenis, su hermano, tu tío, para decirle que necesitaba verlo con carácter de urgencia. Abelardo había salido en un viaje de cinco días, así que lo cité en el apartamento de una amiga, esa tarde y cuando llegó, se lo comenté todo. Al principio él estaba furioso, me decía que iba a matarlos a ambos, su esposa y su hermano, pero yo lo convencí de no hacerlo. Le dije que mejor era devolverles los cuernos y que ellos se enteraran. Nos compramos una cámara Polaroid y nos sacamos fotos desnudos, listos para follar. Otras donde se veía el semen saliendo de mi vagina y así. Hubiera sido fantástico tener a una tercera persona que sirviera de fotógrafo para captarnos en pleno coito. Las limpiamos, eliminando huellas y se las enviamos anónimamente por mensajeros motorizados contratados. A ambos. Y lo disfrutamos. Una vez, Argenis llamó a la hermana de ella, su cuñada, que era una mujer sumamente ardiente con dos divorcios encima y la metió conmigo en la habitación del hotel y nos montamos un trío. Yo no estaba de acuerdo, pero me dejé llevar y al final lo disfruté. La venganza es un plato delicioso. Pero tiene su costo.
Después decidí hacer lo mismo con Pedro Manuel, con José Ignacio y Rodolfo, los socios. A todos y cada uno, los cité al apartamento de mi amiga, me los follé y les dije por qué. A Rodolfo no le importó, me dijo que ellos eran un matrimonio con ideas amplias y ella era libre de follarse a quien quisiera y él también. A Pedro y José Ignacio si les molestó, pero hicimos lo mismo de las fotos. De tal manera que cada uno de los actores masculinos tuvo su ración de cuernos y las mujeres también, las muy putas. A tu mamá nunca he podido hacerle nada, pero no me preocupa. Y a las amigas mías, aún no las he tocado porque me enteré por ti, recientemente.
Pero hubo otros cachos más, no tan vinculados a nosotros pero que me molestaron, por lo que les di su tratamiento. En resumen, me he follado a su hermano, sus tres socios y siete conocidos, para devolverle sus innumerables cuernos. Ahora, cuando pasamos por una puerta, no soy yo la única que se tiene que agachar.
Bueno, mi amor, como verás, no soy la maravillosa mujer que tu imaginabas. Soy una persona de carne y hueso que tiene pasiones como cualquier otra y que siente y padece. No soy perfecta, es más, creo que en algunas oportunidades he sido bastante puta. Soy una mujer ardiente, como tu bien has podido comprobar y el divorcio no me sorprendió. Yo no lo busqué, por mí hubiera seguido con él porque me follaba mejor que nadie que yo hubiera conocido, pero él puso la primera piedra de esa construcción y la verdad, me hubiera gustado ver por el ojo de la cerradura su cara al ver las fotos que le enviábamos. Las mieles de la venganza. Eso tuvo, por supuesto, consecuencias. Gracias a ti y tus habilidades innatas, no quedé fuera del cuadro, porque Abelardo pensaba dejarme el apartamento, el carro viejo y una pensión alimentaria para ti de Bs. 5.000,00 mensuales, quizás hasta que cumplieras 21 años. Después, muérete que no me interesas. Esa es la historia que quería, no, mejor, necesitaba contarte. Tal vez ahora ya no me veas tan encaramada en ese pedestal donde tú me tenías.
¬La verdad, quedé mudo, asombrado de lo que acababa de escuchar. Una confesión que, aunque muy fuerte, me pareció muy humana.
-No sé si lo que tú pretendías al contarme toda esta historia era que yo me desilusionara de ti. Lamento decirte que no, sigo queriéndote tanto como antes. Al contrario, creo que eres muy humana. Reconoces tus bajos sentimientos, como la venganza. No te juzgo, creo que hiciste lo que tenías que hacer. Nunca has traicionado a nadie, no has abandonado a un hijo, no robas ni haces trampas, chanchullos o lo que sea. No creo que seas peor que yo, ni mejor. Eres tú, Marian, una mujer que siente y padece y a la que quiero mucho. Lamento que no puedas verme como yo te veo a ti. Pero seguiremos nuestra vida, madre e hijo, juntos a menos que tú no lo desees. La próxima vez que me digas “Tenemos que Hablar”, me orinaré del susto. Mientras, la vida debe continuar… Me voy a dormir.
Marian se quedó estática, no sabía si yo había recibido su mensaje o si le había creído. Me dio la bendición y se fue a dormir.
Continuará…