Locktober
Estuve a punto de correrme con todo y la jaula y sin ninguna estimulación a mi verga más que sus ruidos y gestos, sus gemidos eran sublimes. La manera en que disfruto fue tan placentera que me llevó al éxtasis…
La tarde era calurosa, era un domingo atípico por lo regular a estas alturas del año ya se sentía el aire frío, mi señora y yo habíamos salido de casa luego de una pequeña siesta (ella en cama y yo a sus pies en el suelo) después de comer.
Decidió que caminaríamos. Cualquier persona solo podría observar a una pareja cerca de los 40 años caminando por la calle. Ella, una sutil pelirroja de 1.65 metros vestida de forma discreta, pero coqueta: un escote que dejaba a la imaginación su generoso busto y un pantalón que se ajustaba a su trasero como guante. Yo, un hombre de 1.80 de complexión media vestido con ropa negra del cuello a los pies.
Eran las 6:15 de la tarde cuando llegamos a pie al centro histórico de la ciudad, caminamos directo a la nevera y esperamos nuestro turno detrás de una pareja con seis niños pequeños incontrolables mi señora los fulmino con la mirada. Cuando llegó nuestro turno pedimos un par de nieves de yogurt con chocolate y coco tostado y nos fuimos a buscar un lugar tranquilo donde comer nuestros respectivos helados.
El templo estaba lleno pues había misa de 6 así que nos acomodamos en una de las bancas laterales, entre la casa de la cultura, el edificio del ayuntamiento y las casas viejas del municipio.
Yo iba vestido como un caballero, pero por debajo de la ropa usaba bragas de dama y el candado de castidad que tenían bien sujetas mi polla y testículos, estaba sumamente excitado, por una parte ya tenía quince días en castidad y con la jaula puesta, nunca antes la había llevado tanto tiempo seguido, pero es octubre y este es el primer año que participamos del locktober un mes donde los sumisos permanecemos en castidad, así que el morbo es tremendo y mis ansias de libertad son enormes, pero lo mejor de todo es tener a mi señora que es toda una diosa junto a mí con su olor embriagador.
La promesa de tal vez un poco de humillarme ahí en la plaza principal cosa que antes no hemos hecho y la posibilidad de poder lamer la suela de sus zapatos ya en la privacidad de nuestro hogar.
Estamos conversando como una pareja normal, planeando actividades para semana, el pago de los servicios de casa, algún susurro ocasional de ella sobre cómo podría humillarme en pleno centro histórico.
Una pareja joven llegando a los 20 años se plantó en una de las bancas frente a nosotros, la chica venía por la calle desde la presidencia y el chico desde el punto contrario. El encuentro fue intenso besos y abrazos apasionados, de inmediato atrajeron las miradas de más de una persona de las que estábamos por la zona, pero a ellos no les importó, se sentaron en una banca frente a nosotros y comenzaron su romántica velada en medio de todos, no hacían falta las palabras entre ellos.
Besos y caricias por doquier.
Algunos parroquianos se fueron asustados de la zona, pero mi señora me ordenó no perder detalle.
—Disfruta el show mira cómo él puede gozar de una hembra mientras que tú solo sueñas con eso.
Casi creo que si ella lo hubiera planeado no le habría salido tan bien.
La chica que iba de falda abría y cerraba sus piernas a causa de la excitación sin ningún pudor y dejándome ver cada vez que las abria su sexo totalmente depilado y expuesto, o le mostraba su escote y él metía mano por debajo de su blusa como si nadie los mirara.
Mi cuerpo reaccionó ante los estímulos visuales y la mano que mi señora tenía en mi muslo cerca de mi polla, enseguida note como el metal limitaba mi erección causando un dolor placentero en mis ya llenos testículos.
Las caricias y besos fueron insuficientes luego de unos minutos por lo que la chica se sentó encima de él, acomodó su falda tratando de ocultar lo que ahí pasaba. Rítmicamente subía y bajaba por la polla del chico mientras ella se aferraba al cuello de él, dos minutos después él se aferró a la cintura de su amada y echó la cabeza atrás, luego la calma los alcanzó y se quedaron quietos en un abrazo brutal mientras la gente que estaba en el templo comenzaba a salir a la calle justo a un lado de ellos.
El helado ya era historia y tanto mi señora como yo queríamos ir a casa y dar rienda suelta a nuestras perversiones así que ante una orden con su mirada me puse de pie y le ofrecí la mano para ayudarla a levantarse.
Mi señora también estaba excitada con el show que habíamos presenciado. Algo rápido, improvisado y crudo pero al fin y al cabo sin querer fuimos testigos de una función de sexo en vivo.
Así que caminamos a paso rápido, lo más rápido que el candado me permitía mover los pies sin causar un dolor por la erección continua y los testículos apretados. Mi señora se divertía tratando de llevarme a prisa y la forma en que yo tenía que caminar cuando mis bolas quedaban muy justas al metal obligándome a dar pasos cortos como si estuviera recién parido.
No era ni el día ni el momento de hablarle a Braulio el bull con el cual por lo regular mi esposa y señora se quita las ganas.
Él los domingos simplemente no está disponible, por eso el domingo es mi día favorito de la semana ella es solo para mí, así que tenía muchas posibilidades de que si quería Laura jugar me dejara tocarla, aunque también había la posibilidad de que ella sola se diera placer y me dejara solo ver como ella se desahoga dejándome de nuevo con las ganas de deslechar.
Apenas entramos en la casa me ordenó desnudarme así que en un dos por tres quedé ante ella solo con la jaula puesta.
Me mostró la llave que lleva en una pulsera y con una sonrisa sádica me dijo:
—Apuesto el resto de los días que te quedan en castidad a que deseas que te quite esa jaula en este instante.
Pues claro que lo deseaba, aunque ya era mucho el tiempo que yo no podía penetrarla si me dejaba desahogarme una o dos veces por semana. Incluso ella lo hacía por mí y me regala orgasmos Intensos y espectaculares solo con su mano y la forma en que se mete en mi mente.
Fuimos hasta la habitación. Se desnudo ante mí y se recostó en la cama.
Yo permanecí de rodillas frente a ella observando como la ropa desaparecía y su hermoso cuerpo quedaba al natural frente a mi vista.
Su piel blanca
Su pelo contrastando con la piel
Su sonrisa traviesa
Su cuello suave
Ese par de tetas hermosas y sus pezones rosados
Su abdomen bien conservado
La curva de sus caderas
La delicia de su sexo
Sus piernas
Y esos pies que tanto adoro.
—Abre la boca.
La obedecí sin pensarlo, escupió en mi boca y luego dejó sus bragas impregnadas de su olor y humedad como una mordaza.
—Hoy estás de suerte perro. Te voy a dejar tocarme con los dedos hasta llegar al orgasmo, luego vas a usar el micrófono negro hasta que me dejes completamente satisfecha.
Moví la cabeza de forma afirmativa mientras un sí ahogado por sus bragas intentaba salir de mi boca.
—Jajaja eres patético.
Se recostó, encogió sus piernas y las abrazo con sus manos, bien abiertas la vista desde mi ángulo fue espectacular, su vulva expuesta, sus piernas levantadas y ofreciendo placer, el deseo escapando entre sus pliegues.
Me indicó subir a la cama junto a ella y me regaló el permiso de comenzar a tocarla. Lo hice suave al principio gozando cada pliegue de su vagina, disfrutando tocarla, sentirla olerla, mi mano derecha fue a sus senos los reconocí una vez más la suavidad de la piel junto a los pezones contrastando contra la dureza de ellos, la otra entre sus piernas mojados, resbaladizos palpando cada palmo de su sexo subiendo y bajando por la hendidura sin poder entrar en ella pero sintiendo el calor que sale, poco a poco la intensidad fue en aumento, una mano tocando y acariciando sus pezones duros y la otra resbalando en la humedad de su vulva y clítoris.
Su orgasmo fue intenso al igual que sus gemidos. Mi verga estaba que reventaba, el goteo que salía por ella se había transformado en un hilo permanente de mi excitación.
—Mete tus dedos y siente.
Su sexo estaba caliente, mojado y palpitante, ese orgasmo solo era el comienzo ahora ella quería más, mucho más. Sentí las enormes ganas de poseerla otra vez. Quería comerle el coño, penetrarla con furia hasta que gritara mi nombre como tantas veces lo había hecho, pero ahora yo solo soy su juguete y eso es casi imposible.
Con una orden de ella me levanté y fui por el juguete que me había pedido.
Encendí el juguete mientras mi verga renegaba dentro de la jaula, goteaba, no eso ya no era un goteo mi deseo había formado un enorme hilo transparente que salía de mi verga y ahora llegaba al suelo.
Lubrique un poco el juguete con mis residuos y los de ella, luego cerró los ojos y se dejó llevar al cielo por las vibraciones de ese potente dildo en forma de micrófono.
Estuve a punto de correrme con todo y la jaula y sin ninguna estimulación a mi verga más que sus ruidos y gestos, sus gemidos eran sublimes. La manera en que disfruto fue tan placentera que me llevó al éxtasis.
Mi señora estaba tan caliente que después que me pidiera parar con el juguete se levantó dejándome en cama, fue por el arnés y me lo dio para que lo ajustará a mi cintura y luego me ordenó follarla con el.
Ahí estaba yo, de nuevo penetrandola ahora con una verga de plástico mientras la verdadera sufría dentro de la jaula, pero gozando de placer por verla disfrutar.
Me detuve cansado y jadeante cuando ella estuvo satisfecha. Nos recostamos uno junto al otro en silencio, ella estaba complacida, pero yo aún quería eyacular y ella lo noto.
Me pidió que me quitara el arnés y me sentará en el borde de la cama. Cuando estuve en posición comenzó a acercar sus nalgas, se sentó encima de mí y frotó su culo contra la jaula, podía sentir sus jugos vaginales y el calor que emanaba, apenas estaba descansando del castigo cuando la erección volvió a surgir.
—Sabes, leí que hay una forma de ordeñar a un sumiso sin tocar su polla.
¿Quieres probar?
—Sí
Conteste muy rápido y ella se río de la urgencia que corría por mi cuerpo.
—Perfecto.
Tenía una sonrisa sádica mientras se ajustaba a la cintura el arnés que unos minutos antes dejé sobre el colchón.
—Abre la boca.
La obedecí, subió una pierna a mi rodilla y llevó el dildo directo a mi boca sentí el olor de sus orgasmos aún frescos en su entrepierna.
—Chupa y déjalo bien lubricado porque lo vas a necesitar.
Me asfixió un poco y jugó unos minutos metiendo y sacándolo de mi boca antes de ir por lubricante.
Después pasó algo que nunca habíamos hecho, me ordenó ponerme en pie, le cedí mi lugar en el colchón. Se sentó y abrió las piernas mostrándome el falo, lo agarró entre sus preciosas manos y con la polla postiza bien sujeta me ordenó sentarme sobre ella.
Abrí los ojos ante su petición pero me arrimé a ella de espaldas y medí el dildo. Pronto la cabeza hacia presión sobre mi ano, estaba bien lubricado, yo muy caliente y ella empujaba sus caderas hacia arriba, la gravedad hizo el resto…
Abrí aún más los ojos cuando empezó a entrar, sentí el desgarre y cómo ardía un dolor humillantemente placentero, poco a poco me fui sentando sobre ella hasta sentirme totalmente dilatado, invadido y lleno. Mis nalgas chocaron en sus caderas y me quedé un poco quieto un poco de tiempo, estaba entre asustado y sorprendido de haberme tragado los 20 centímetros del juguete tan pronto.
—Muévete puta busca tu placer.
No sabía muy bien que hacer pero comencé a imitar a la chica que por la tarde nos dio show. Subía y bajaba rítmicamente sobre la polla de plástico de mi señora.
No dije nada, solo me deje llevar, entraba y salía de mí y tuve que cerrar los ojos y tomar aire, pero luego disfruté como una puta mientras ella me pedía que aumentará la velocidad y profundidad.
Luego de unos minutos así me ordenó parar y ponerme en 4 sobre la cama, me levanté poco a poco dejando una rara sensación en mi cuerpo, algo faltaba ya no estaba lleno ni completo, un vacío invadía el espacio. Cambiamos de posición y ella estaba detrás de mí. De nuevo sentí la presión del dildo contra mi culo, pero esta vez fue más fácil y pronto sentí sus caderas chocando contra mi culo, una y otra vez el dolor inicial se había ido por completo ahora el placer ocupaba su lugar, desde lo más profundo de mis entrañas se comenzó a gestar algo y pronto estaba ahí.
Mi orgasmo fue brutal, sentí que se me iba la vida mientras los chorros blancos escapaban de mi cuerpo mojando mis piernas, sus piernas, las sábanas y el suelo.
Nos quedamos quietos, sorprendidos y felices. Me tumbé boca abajo sobre el colchón mientras sentía ese pequeño ardor regresar.
Mi señora se tumbó sobre mi espalda y me dijo muy contenta
"Te cogí"
Sonreímos y nos quedamos así por mucho, mucho rato.