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Repartidora de pizzas
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Llegué tarde del trabajo, cansada y desde luego no me apetecía cocinar. Hacía mucho calor esa tarde, así que me deshice de todo la ropa sudada que había llevado por la calle. Me quedé solo con el tanga mas pequeño que tenía y un fino y pequeño kimono de satén por encima. Así que para no cocinar pedí comida a domicilio por teléfono.

El repartidor aparcó el viejo ciclomotor tras la verja del jardín, vino hasta la casa sacándose el casco. El polo de la marca de pizzas le quedaba justo y cuando me fijé un poco mas me di cuenta de sus pechos pequeños, duros y muy firmes. Era delgada y su cuerpo fibroso. Su melena suelta al quitarse la protección enmarcaba su bonita cara de rasgos finos y definidos.

Estaba trabajando así que le echaba unos diez y nueve o veinte años muy bien aprovechados. Llevaba la caja y la bolsa con los refrescos en sus manos pequeñas y bonitas, con las uñas pintadas de un rojo vivo. Un auténtico bocadito con el que acompañar mi cena.

– Traigo las pizzas.

Me dijo con una sonrisa.

– Genial, tengo mucha hambre.

Le contesté con mi expresión más lasciva a ver si ella pillaba el doble sentido. Con la impresión que ella me había causado intentaba provocarla.

Al darle la espalda para buscar la cartera en mi bolso me incliné un poco mas de la cuenta. Sin doblar las rodillas y su vista se clavó en mis nalgas desnudas y puede que en la fina tira de tela que las separaba. Luego de frente para pagar, el escote abierto hasta el ombligo, le mostraba mis pechos casi hasta el pezón.

Siguiendo su mirada incliné la cabeza y me di cuenta de que ella los había visto perfectamente. Yo a mi vez miraba sus pezones duros marcados en la tela fina de la camiseta, justo al lado del logo de la marca. No parecía que llevara sujetador y ese par de tetitas duras no debía necesitarlo.

Se la notaba excitada, la respiración mas rápida, la piel enrojecida. Un rubor cubría sus finas mejillas al cruzar su mirada con la mía. No se atrevía a decir nada.

En un gesto descuidado solté el cinturón de seda que cerraba el kimono dejándole ver casi todo mi cuerpo desnudo. El poco encaje rojo que apenas cubría mi depilado pubis a donde fueron casi de inmediato sus ojos. Mientras yo le pregunté:

– ¿Te queda mucho para terminar?

Por suerte me dijo que mi tardía entrega era la última.

– Con esta pensaba irme a casa y relajarme.

Así que le ofrecí compartir la comida que me había traído. Visto el interés que había demostrado en mi anatomía no esperaba que rechazara una invitación.

– Para mi sola es demasiada cantidad. Podías ayudarme a consumirla, así que te invito a cenar.

Cerré la puerta a sus espaldas con la frase:

– ¡Ponte cómoda!

Todo un cliché, pero efectivo para saber si de verdad ella se encontraba a gusto.

Yo andaba descalza y ella empezó por ahí dejando junto a la puerta de entrada sus playeras y sus calcetines. Sus pies lucían cuidados con las uñas pintadas de un suave tono rosa más ligero que el de sus manos. Aunque debían estar sudados me encantó verlos, finos, bonitos y cuidados.

Todo ello sin cerrar la prenda que apenas me cubría. Me fijé en que seguía mi cuerpo con la mirada y la conduje al salón. Empecé a colocar la comida en bandejas, platos y sacar vasos para los refrescos. Dejé la comida en la mesita frente al sofá y me libré del kimono dejándolo caer al suelo.

-¿No tienes calor?

Le dije mirándola de frente sin ningún pudor en mi desnudez casi completa. Sin más empezó a abrirse los vaqueros, despacio y sensual. Se fueron deslizando por su cadera dejándome ver su tanguita algo mas serio que el mío y de color crema. Con una sospechosa mancha de humedad donde el algodón cubría los labios de la vulva.

Se sentó a mi lado rozando nuestras desnudas piernas. Al principio inicié una charla insustancial para no asustarla demasiado. Intenté alagarla, sonsacarla algo mas de su vida, de su tenia novio, o novia. Me confesó que tenía alguna experiencia con amigas sobre todo para experimentar y ninguna relación estable. Pronto empezó a animarse y también me preguntaba a mí.

Animada así deslicé una mano suavemente por su pierna subiéndola despacio desde la rodilla. Noté su piel erizada y no rechazó la caricia. Sujeté el borde del polo y mirándole a los ojos comencé a subirlo descubriendo más de su suave piel. Como suponía no llevaba sujetador. Sus duros pechos que no lo necesitaban para nada lucían bronceados de top less.

Levantó los brazos para que pudiera terminar de sacarle la prenda y le sujeté las muñecas con ella para poder besarla por primera vez. Separó los labios de inmediato para recibir entre ellos mi lengua y me apoyé en ella. Sobre ella.

Mis voluptuosos pechos frotándose con los suyos. Mis piernas enredándose con las suyas. Solté sus manos que fueron derechas a agarrar mis nalgas. Al notar la fuerza con la que me amasaba el culo clavé la lengua mas dentro de su boca.

Mis manos bajaron por su cuerpo acariciando sus tetitas firmes, retorciendo sus pezones duros, sus marcadas costillas, hasta la cadera. Pero aún no quería llevar mis dedos bajo su tanga, así que bajé por los muslos. Ella también recorría mi espalda con sus manitas hasta mi nuca.

La cena se estaba quedando fría olvidada sobre la mesa. Mientras yo bajaba besando su cuello, las axilas sudadas, mi lengua buscaba sus pezones erizados, la piel bajo sus pechos, su vientre plano deteniéndose lamiendo el ombligo.

– Eres preciosa.

Su sabor salado, a sudor, sus feromonas, después de su jornada de trabajo excitaba más mis fosas nasales. Volví a asaltar su pubis lamiendo las piernas, la parte de atrás de la rodillas, las pantorrillas hasta sus bonitos pies. Me los pasé por las tetas apoyando en ellas las plantas y dejando que ella acariciara mis pezones con los pulgares, antes de llevarme uno de esos a la boca. No me importaba su sudor.

Lamía el pulgar de su pie como si fuera una pequeña polla. Usando la lengua y mojándolo de saliva, bajando a la planta donde su sonrisa me decía que le hacia cosquillas. Pero forzándose a si misma a no apartarlo debido al placer que yo le daba. Luego subía al empeine sin dejar de besar y pasar la lengua por su suave piel.

Esta vez seguí subiendo por la pantorrilla bronceada, el muslo torneado y el encharcado coño. Ahora sí que hice a un lado la lycra del tanga y clavé allí la sin hueso para devorarla. Ella tampoco había parado, su otro pie había seguido acariciando mis pechos, mi vientre y ahora gracias a mi postura alcanzaba sin problemas los labios de mi vulva. Aún por encima del encaje podría notar mi humedad y los gemidos que de vez en cuando me hacían separar un poquito mi boca de su piel.

Alcancé su clítoris que se me ofrecía sólo entre sus labios hinchados. Noté su mano acariciando mi melena mientras oía sus suspiros y gritos, según iba tocando sus puntos sensibles. Pasando la lengua por los labios, por la vulva recogiendo sus jugos. Por el clítoris acariciándolo con la sin hueso. Tras su primer orgasmo que me llenó la boca de su humedad separé y levanté sus muslos haciéndole arquear la espalda.

Cuando se dio cuenta de mis intenciones hizo un solo intento de evitarlo cerrando los muslos. Pero una suave palmada en la nalga consiguió que me permitiera continuar. Supongo que pensaría que estaba sucia. Pero el olor que emanaba de su culo era casi solo a sudor y yo deseaba lamer todo su cuerpo. Rindiéndose a lo inevitable se giró en el sofá y a cuatro patas sobre el mueble. Ella misma se abrió las nalgas y se las agarró con las manos ofreciéndome las bellas posaderas a mis dientes.

Aproveché para darle mordisquitos antes de llevar la lengua a la sudada raja. Harta de su tanga la liberé de él de un tirón, diciéndole que le regalaría el que quisiera de los míos. Fue entonces cuando clavé la lengua en su ano, apenas mas oscuro que el resto de su piel y sin vello. Notaba como se retorcía de gusto entre mis manos.

Separando aún más el apoyo de sus rodillas conseguía alcanzar con mi lengua culo y coño y penetrar los dos orificios todo lo que podía con ella.

Sabia que se estaba corriendo. Lo notaba en los estremecimientos de su cuerpo, en los espasmos de su coño cuando la penetraba con un par de mis dedos, buscando el punto g.

Hasta ahora prácticamente se había dejado hacer, pero se dejó caer en los cojines girándose boca arriba. Llamándome con la sonrisa lasciva de alguien que estaba disfrutando. Durante unos momentos apoyé mi vulva en la suya intercalando las piernas para que no estorbaran y aprovechamos para frotarlas.

Pero ella quería probarme, tiró de mi cuerpo y me comió las voluptuosas tetas mamando con fuerza de mis pezones, lamiendo mis axilas también bastante sudadas. Yo había conseguido librarme del tanga mientras lamía su culito.

Ella seguía subiéndome hasta sentarme sobre su cara. Con una rodilla entre su cabeza y el respaldo y el otro pie en el suelo mi cadera fue bajando despacio sobre su cara hasta notar el electrizante contacto de su lengua en mi xoxito. De inmediato me la clavó lo mas profundo que pudo provocando el primer orgasmo que ella me daba de forma intencionada. Ya antes había tenido alguno casi sin tocarme por la excitación de habérmela ligado.

Sujetando mis nalgas con sus fuertes manos curtidas por el trabajo me llevaba donde ella quería, adelante y atrás tocando mis labios, el clítoris, el perineo y el culo que tampoco le dio ningún reparo lamer. Estaba chorreando sobre su cara pellizcando mis propios pezones. Llegué a notar su naricilla respingona penetrando mi vulva mientras respirando por la boca me echaba el aliento en el perineo.

Me arrancó tres orgasmos antes de que me tumbara a su lado a comerle la boca con el sabor de mi coño en ella. Con la mitad de mi cuerpo sobre el suyo cruzábamos las lenguas mientras mis dedos volvían a acariciar su coño tiernamente.

Deberíamos darnos una ducha y seguro que lo hacíamos juntas pero en ningún momento nos había importado a ninguna de las dos el olor corporal de la otra. Acariciarnos con el agua y el gel resbalando por nuestras pieles.

Pensaba saciarme de su cuerpo, llevarla a dormir a mi cama. No dejarla salir hasta el día siguiente y conseguir que volvieramos a darnos placer la una a la otra. El ciclomotor aparcado en mi puerta estaría bien allí toda la noche.

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