“Todos nos equivocamos, Pedro. No te preocupes, cariño… no pasa nada. No voy a dejar de quererte. Pero entiendes que todo acto tiene su consecuencia, ¿verdad bonita?”.
Contestaste con un “Sí Ama”. Estabas apesadumbrado. Eras consciente de que tus errores de la semana pasada me habían sacado de mis casillas, y en cierto modo esperabas las consecuencias… pero quizás no esperabas algo así. Quizás no lo esperabas tan pronto.
No voy a entrar en detalles de lo que hizo mi sumiso durante los últimos tres días del crucero que nos llevó por los fiordos noruegos. Simplemente diré que no se comportó como espero de él. Sabe que no es una puta cualquiera. Sabe que es mi puta, y sabe también que quiero a la mejor a mis pies.
Falló al ser engullido por los celos. No pensaba que fuera a pasar, pero supongo que algo hizo click en su interior y cometiste el error de retarme cuando me estaba follando a aquel italiano en nuestro camarote. Tuve que parar, pedirle disculpas y despedirme de él. Discutimos. Somos pareja, y somos Ama y sumiso. Pero te excediste y sobrepasaste todos los límites. Y ahora, pensaba cobrarlo.
Dejadme que os ponga en contexto. Era viernes por la noche y habían pasado más de dos semanas desde que habíamos vuelto a Madrid. Los primeros días estuve muy fría y distante. Sabes que por mucho que te quiera y por mucho que te desee, cuando estoy enfadada, no me sale estar cariñosa. Sabiamente me diste espacio y procuraste mantener un perfil bajo. Pero sabías que cualquier día pagarías tu salida de tiesto. Y tenía decidido que sería mañana.
Estábamos viendo la tele. Yo en el sofá y tú en el suelo, jugando con mis pies. Noté que te excitabas lamiéndolos… y también yo estaba excitándome. Y sé muy bien que cuando estás así de puta, puedo conseguir de ti cualquier cosa, así que comencé a tensar la cuerda.
“Cariño. Mañana he alquilado un Rb&b cerca de la Plaza de Santa Ana para prostituirte. ¿Cuánto crees que deberíamos cobrar para que le hagas una mamada a un desconocido? ¿Y por que te folle el culo? ¿Y un completo?
Mientras lamías mis pies, simplemente con tu collar como toda vestimenta, me dijiste que 50€ por la mamada, 100€ por la follada de culo y 120€ el completo.
“¿Seguro mi amor? ¿Tan poco te valoras?”.
Seguías lamiendo mis pies, y subiste la apuesta:
“60€ la mamada, 120€ la follada de culo y 150€ el completo”, dijiste.
Sonreí y agarré el collar con mi mano izquierda. Cuando acercabas tu cara a mí, pensando que iba a darte un beso, te solté un bofetón con todas mis fuerzas. Me miraste sorprendido. Con tu mirada tensa. Orgullosa. Dolida. Te volví a pegar. Y otra vez. Y otra. Y otra. A cada torta, el color de tu mejilla izquierda se enrojecía más, y yo sentía que me mojaba. Pero había orgullo en tu mirada.
Me calmé para no seguir pegándole y después de beber un poco de vino blanco, te dije:
“Cariño, mañana vas a sufrir el castigo por dejarme mal delante de mi amante italiano en el crucero. No estoy de broma con lo de los precios. Durante estas tres semanas he puesto un anuncio en varias páginas de contacto, y tienes nada más y nada menos que 8 clientes, mi amor”
Inmediatamente tu mirada de orgullo desapareció. Me miraste sin decir nada. Yo sonreía y te dije:
“Dos cosas, puta. La primera, siempre me has dicho que harás todo lo que yo quiera en cualquier momento… así que te jodes y obedeces. La segunda, te he dicho muchas veces que no me gusta que me hagas quedar mal con amigos, amantes, Amas, Amos, sumisas o sumisos. Y lo del crucero ha sido un reto en toda regla. A mi autoridad y a mi persona. Y no te permito ni una ni la otra. ¿Lo entiendes, verdad mi amor?”
Te diste cuenta que iba en serio. Noté cómo te subía una sensación por todo el cuerpo y tu voz se hizo más ronca, para contestar.
“Sí Ama. Me equivoqué y pagaré las consecuencias. Haz conmigo lo que quieras. Siempre que quieras”.
Bajaste la mirada y me di cuenta que estabas apretando la mandíbula, pero estaba decidida a darte una lección.
Nos fuimos a la cama, y esa noche (contrario a lo que hacemos cada día) no te dejé dormir en el colchón. Señálé la pequeña jaula que teníamos en la sala de juegos y de dije:
“No pienso dormir con una puta a la que mañana se van a follar 8 desconocidos. Mete la esterilla en la jaula y avísame cuando estés dentro para cerrarte la puerta”
Contestaste con un “Sí, Ama” y con tu mandíbula apretada te dirigiste al baño y después a la jaula. Cuando estuviste dentro me avisaste. Cerré la puerta, llené el bol con algo de agua y te di las buenas noches con un:
“Más te vale descansar, cariño. Mañana no lo vas a pasar bien. Pero así es la vida”
Me costó dormir. Estaba excitada pero también algo preocupada por cómo reaccionarías al días siguiente. Sé que estás preparado, pero el correctivo sería de los que no olvidarías fácilmente. Decidí masturbarme para relajarme y caí rendida.
A la mañana siguiente, me levanté a las 10.45. Enseguida fui consciente de que tú estarías despierto desde las 7 u 8 de la mañana. No duermes mucho más ni aunque nos acostemos tarde, así que salí de la cama después de remolonear otros 10 minutos y encendí la luz del salón de juegos.
“Buenos días, cariño. ¿Qué tal has dormido? ¿Estás preparado para un sábado diferente?”
Dijiste que habías dormido poco y mal. Que te dolía la espalda y me preguntaste si querías que me preparases el desayuno, pero enseguida repliqué:
“Claro que me prepararás el desayuno, bonita… pero te he hecho una pregunta que es importante para mí. ¿Estás listo para lo que te espera?”
Mirando al suelo contestaste que sí lo estabas. Que te habías comportado como un imbécil y que aceptarías las consecuencias.
“Ja ja ja… ¡cómo si tuvieras alternativa, zorra! Venga, prepárame el desayuno, que no vamos muy sobrados de tiempo”.
Mientras me preparabas el desayuno, me senté en el sofá del salón con el portátil entre las piernas. Quería asegurar que no había habido ninguna baja de última hora, y también que no había nuevos candidatos dispuestos a usarte a su antojo. También estuve chateando con Olibert y con Javier, que me habían confirmado que estarían allí con nosotros, para asegurar que no ocurría nada raro.
Me llamaste cuando estuvo todo listo y me senté en la mesa de la cocina con el portátil, sin apenas prestarte atención. Habías colocado intencionadamente dos platos con tostadas con tomate y aceite, y dos cafés con leche. Obviamente me estabas sugiriendo sutilmente desayunar juntos en la mesa, pero sin apenas darte tiempo, arrojé tu café en el bol de la bebida y después tiré las tostadas al suelo. Até tus manos a la espalda y te dije que sabías cuál era el sitio en el que desayunan las perras. Sin rechistar, comenzaste a arrastrar tu cara contra el suelo y a beber el café a lametazos, mientras con mi pie empujaba tu cara, que salía empapada en café… goteando por tu barbilla, lo que te humillaba y me excitaba a partes iguales.
Te escuchaba sorber el café, y también cómo hacías ruiditos con cada cambio de movimiento, pero yo seguía concentrada en el portátil. Como había previsto tenía un mensaje de un tal Eduardo diciéndome que no podría acudir a follarte, y por otro lado tenía dos nuevos mensajes solicitando información. Les agregué a Skype para hablar con ellos y concertar los detalles, como había hecho con los otros 8 candidatos para follarse a mi sumiso.
Tenía un mensaje que repetía como un loro a cada persona que quería usarte. Estaríamos todos en el piso alquilado desde las 12 de la mañana. Cada candidato tenía una cita a una hora exacta. Llamaría al timbre, subiría al piso. Les recibirían Olibert o Javi (o ambos). Les pagarían la cantidad acordada en función de lo que quisieran hacer con mi puta. Acompañarían al candidato a la habitación en la que estaría mi sumiso, el cuál estaría desnudo, con el collar que le distingue como mí propiedad y una máscara de látex. Les dejé claro a todos que las puertas estarían abiertas y que lo más posible es que yo estuviera mientras te usaban, igual que estarían Olibert y Javi.
Siempre con condón. No podían tocarte la polla. Sólo follarte el culo o que les hicieras una mamada. Ante el mínimo intento de saltarse las reglas de cualquiera, Javi y Olibert entrarían en escena para asegurar que todo se cumplía según mis instrucciones.
Conseguí otros dos clientes, con lo que finalmente serían 9 los que abusarían de ti a su antojo. Abrí el excel que había estado haciendo, y te dije:
“Cariño, esta tarde voy a conseguir 1.300 euros prostituyéndote. ¿Estás contenta, bonita? Me voy a comprar muchas cositas con lo que vamos a conseguir hoy”
Me miraste desde el suelo, con el café derramándose por tu cara, y la nariz llena de tomate. Contestaste con un escueto “Sí, Ama… estoy contento”.
Después de unos segundos de silencio, continuaste:
“Ama, ¿puedo saber cuántos van a follarme el culo hoy y cuántas pollas voy a tener que comerme?”.
Te miré y sonreí. Y entonces, sin prestarte mucha atención, contesté con desgana:
“Las que haga falta, cariño. Las que yo quiera”.
Te duchaste y te pusiste la ropa que te dejé encima de la cama. Unos boxer grises, unos vaqueros azules y una camiseta negra. Tus tenis negros Nike y unos calcetines negros con cangrejos rojos.
Me duché y cogí una bolsa en la que había metido algunas cosas. Cuerdas, bridas, plugs, mi strapon, velas, el altavoz portátil para poner algo de música, tu máscara de látex negra, un par de máscaras más para los juguetes, ropa para mí, tu collar morado, el vibrador que me regalaste y que había cargado durante toda la noche, varias cajas de condones y algunas cositas más. No quería echar nada de menos una vez estuviéramos instalados allí.
Llegamos puntuales al centro de Madrid, y recogimos las llaves de la propietaria. Subimos al piso y le echamos un vistazo. Se te notaba nervioso. Te acercaste a mí con cara de perrito pochón, y no pude evitar darte un abrazo. Nos besamos suave y te dije:
“Pedro, voy a estar todo el rato a tu lado. Voy a cuidar de ti y siempre te voy a querer. No lo olvides ni un segundo, cariño. Si necesitas parar, sabes cuál es la palabra de seguridad. Olibert y Javier también estarán cerca para asegurarse que todo va bien. Hoy vas a sufrir la mayor humillación de tu vida, pero me excita mucho. Lo harás por mí, verdad, preciosa?”
Mirando al suelo me dijiste que sí. Que ya sabía que te obedecería siempre, y en todo. Te dije que estaba muy orgullosa de ti, y que sabía que no me harías quedar mal con nuestros clientes. Y entonces sentí cómo apretabas la mandíbula y bajabas la mirada al suelo.
Yo iba vestida con unos leggings de latex negros, unos zapatos de tacón alto y un corsé rojo que me habías regalado y que aún no había podido estrenar. Tenía los labios y las uñas de manos y pies pintadas de rojo, tu color favorito. Me miraste y me dijiste que estaba increíble. Entonces me acerqué a ti y te pinté los labios de rojo y te puse la máscara. Te ordené desnudarte, y te coloqué el collar de cuero que habían personalizado para nosotros en E&LWhipmakers. Entonces me di cuenta que estabas mojado y, sonriendo, te llamé puta.
Quedaba media hora cuando sonó el timbre. Me miraste con cara de terror y te tranquilicé diciéndote que Olibert y Javier habían llegado puntuales. Les abrí la puerta y te ordené ponerte de rodillas detrás de mí, con la correa sujeta a mi muñeca. Entraron los dos y les di dos sonoros besos a cada uno. Me miraron y cuando vieron que estaba con la máscara y de rodillas, no supieron si darme la mano o qué hacer.
“¿Cómo saludan las perras, cariño?”
Sabías bien lo qué tenías que hacer, así que levantaste una patita como si fueras un perrete bien educado, y Olibert y Javier no pudieron evitar soltar una sonora carcajada. Pasamos todos al salón y me senté en el sofá. Javier y Olibert se sentaron cada uno a mi lado y repasamos todas las instrucciones para que tuviéramos un día tranquilo y seguro. Tu te quedaste en el suelo, a mis pies, escuchando atentamente y visiblemente nervioso.
Quedaban menos de cinco minutos para nuestro primer cliente, y le pedí a Olibert y a Javi que, por privacidad, se pusieran una máscara cada uno.
“No quiero que quitéis los ojos de Pedro en ningún momento. ¿Queda claro? No os queda permitido interactuar aunque os lo pidan los clientes. Vuestra única misión es cobrarles al entrar y velar por nuestra seguridad. Pero por encima de todo, la de Pedro. Si hacéis bien vuestro trabajo, os tengo preparada una sorpresa para el final… pero para eso quedan unas horas y varios clientes, así que portaros bien los dos y no nos pongáis en riesgo a ninguno, ¿vale?”
Los dos contestaron con un “Sí Señora” casi a la vez, y me gustó sentir su obediencia y lealtad. Habíamos jugado con los dos una decena de veces, siempre por separado, pero me sentía tranquila y a gusto con ellos en casa, y sentía que tú también lo estabas.
A la una de la tarde, la hora prevista, sonó el timbre del portal. Era el primer cliente. Según mis notas, se llamaba Adrián, era de Alcobendas y pagaría 150€ por una mamada y por follarte el culo. Según la ficha que había rellenado después de cambiar varios emails con él, se consideraba bisexual, aunque al verle entrar por la puerta y observar sus movimientos, me di cuenta que más bien debería catalogarse como homosexual. Pero eso me daba igual. El proceso sería el mismo.
Olibert y Javier le abrieron la puerta a Adrián, que se quedó sorprendido al ver a dos hombres con máscara, así que inmediatamente me acerqué y me presenté. Pagó y le conté lo que ya sabía, a modo de recordatorio. Con ese dinero, tenía derecho a que mi sumiso le comiera la polla, y después podía follárselo. El tiempo máximo era una hora de tiempo, y tanto Olibert como Javi estarían en la habitación. Yo estaría entrando y saliendo. No podía tocar a mi sumiso, ni interactuar conmigo o con nadie más. El acuerdo era muy claro. Confirmó que lo tenía claro y que no buscaba problemas… pero que tenía muchas ganas de follarse el culo de mí sumiso.
Haciendo una seña hacia el salón le comenté:
“Ahí lo tienes. Me ha dicho que tiene muchas ganas de que le folles, así que… es todo tuyo”
Adrián sonrió y cogiendo el extremo de la correa que puse en su mano, tiró de ella hasta llevarte a la habitación principal. Inmediatamente después pasaron Olibert y Javier, que vieron cómo Adrián decía lo bien que te quedaba la máscara, y el morbo que le daba follarse a un desconocido que además estaba allí obedeciendo órdenes de su Ama.
Me acerqué a la puerta para observar sin llegar a entrar. Vi como Adrián se quitaba la ropa y con cierta torpeza se ponía un condón mientras decía:
“Llevo toda la semana pensando en lo morboso de este momento, y ahora no se me pone lo dura que me gustaría. ¿Vienes aquí y me comes la polla, sumiso?”
Se tumbó en el borde de la cama, y vi cómo te acercaste despacio y comenzabas a pajear su polla fácida. Sé perfectamente lo poco que te gusta ese momento, y no pude sino sonreír y notar que estaba muy mojada. Mordiéndome los labios comprobé como la polla de Adrián comenzaba a adquirir la forma precisa, y entonces, con la destreza de una auténtica puta, le pusiste el condón con la boca.
No pude evitarlo y comenté:
“Muy bien, zorra. Hazle una mamada como tú sabes. Haz que tu Ama esté orgullosa de ti”
Sentí cómo me mirabas de reojo, e inmediatamente empezaste a comerle la polla. Al principio despacio, pero poco a poco fuiste aumentando el ritmo y la profundidad de tu mamada. Adrián cogió tu cabeza con ambas manos y se aseguraba que su polla te llegara hasta el fondo de tu garganta, provocándote no pocas arcadas.
En un momento dado giraste el cuello hacia mí, justo en el momento en el que Adrián, sujetándote la cabeza muy dentro, movía sus caderas, para follarte la boca con su gran polla. Era muy ancha y te provocó una arcada bastante fuerte. En ese momento, con tus ojos llorosos, me miraste… y con esos ojos de puta orgullosa que tanto me gustan, te giraste, colocaste tu frente en el suelo, y te ofreciste para que te follara, con ambas manos abriendo tu culito tragón.
Adrián debió mostrarse satisfecho con tu actitud, porque dijo:
“Menudo putón de sumiso que tienes, DominAma. Le pienso abrir el culo sin piedad”
A lo que yo, sonriendo, y completamente excitada, contesté:
“Ese culo es mío, pero has pagado para disfrutarlo, así que… todo tuyo”
Y sin más dilación, y sin ninguna delicadeza, pude ver cómo Adrián clavaba su polla centímetro a centímetro hasta perderse completamente dentro de ti. Se quedó un buen rato con sus huevos pegados a tu culo, y sin avisar empezó a bombear violentamente. La sacaba entera y la volvía a meter. Cada vez más rápido. Cada vez más fuerte… y entonces me di cuenta que mi puta estaba en ese momento de entrega y sumisión del que tanto disfruto.
Tus gemidos ya no eran de dolor, sino que gemías como lo que eras. Una auténtica puta. Mi puta. Adrián seguía empujando fuerte contra ti. Sentía que con cada embestida, se movía todo tu cuerpo… y no puede hacer otra cosa que quitarme los leggings, sentarme en una silla a escasos centímetros de tu cara, y masturbarme mientras Adrián te follaba ese culo que es y será mío para siempre.
Creo que cuando me vio masturbarme, su ritmo se incrementó todavía más… hasta que se corrió dentro de ti, con unos gritos bastante poco oportunos para encontrarnos en un piso. Cuando terminó, se quedó con su tripa apoyada en tu espalda… repitiendo una y otra vez:
“Joder, menuda zorra que es tu sumiso. Menudo culo tragón. Qué perra!”.
Yo sonreí y cuando Adrián se separó de ti y me miraste a los ojos, me corrí a escasos centímetros de tu cara, diciéndote:
“Ohhh…. siii. Qué puta eres, mi amor. Me ha encantado ver cómo te entregas para mí. Ahora acércate y aprovechemos los 5 minutos libres que te quedan hasta el siguiente invitado y limpia mi orgasmo hasta que no quede ni una gota”.
“Olibert, vete a por mi vibrador rosa. En cuanto entré el siguiente cliente de Pedro, pienso correrme varias veces mientras veo como se lo folla”.
Vi como te levantaste del suelo con expresión apagada y te dirigiste al baño a limpiarte, pero no habías vuelto, cuando escuché el timbre. Era Osvaldo, tu siguiente cliente. Si no recordaba mal, se trataba de un chaval colombiano que vivía en Logroño, y que había venido a pasar el fin de semana en Madrid. Me había dicho que le ponía mucho llegar, pagar y, sin mediar palabra, follarse un culito que lo estaba esperando.
Al llamar a la puerta de casa, fue Javier quién se acercó a la puerta. Recogió los 100€ que le daban a Osvaldo el derecho a follarle el culo a Pedro, y le acompañó a la habitación. Allí se encontró con mi zorra a cuatro patas, completamente entregado para lo que Osvaldo quisiera hacer con él. Sin tardar ni dos minutos, se quitó el pantalón, y simplemente bajando sus boxer, se puso el condón y enseguida entró en ti.
Obviamente estabas dilatado. Apenas hacía 15 minutos que Adrián te había follado el culo, así que Osvaldo no tuvo que esforzarse para entrar en ti, a pesar del buen tamaño de su polla. Tu cliente tuvo la delicadeza de preguntarte si estabas bien, a lo que contestaste con un:
“Muy bien gracias”
Te miré. Sabía que estabas humillado. Que tu excitación hacía tiempo que había desaparecido. Justo el tiempo que había pasado desde que terminaste de limpiar mi anterior orgasmo… y eso me excitó aún más. Abrí mis piernas y volví a masturbarme con “el bicho”. Ese vibrador maravilloso que me regalaste hace unos meses, mientras Osvaldo entraba y salía de ti con fuertes y profundas embestidas.
En un momento dado, me di cuenta de que Osvaldo llevaba más de 15 minutos sin dejar de bombear, y sentía tu mirada de hartazgo. Querías terminar, e incluso sentí como empujabas con tu culo contra su polla. Pero nuestro amigo Osvaldo seguía empujando fuerte, sin parecer que fuera a correrse nunca.
Olibert y Javier observaban la situación desde la puerta. Cambiaban la mirada de mí a tu culo constantemente. Sentía sus erecciones a flor de piel, pero no pensaba hacerles entrar en juego hasta que todo hubiera terminado. No podía arriesgarme a bajar la guardia y que pudiera pasar algo, así que, concentrándome en tu cara de dolor y en la cara de placer de Osvaldo al correrse, me corrí de una forma muy intensa.
Después de que se fuera Osvaldo y de que le acompañáramos a la puerta, pedimos sushi para comer. Apenas descansamos media hora en el sofá (tú te quedaste dormido en el suelo), cuando, pasadas las 4 de la tarde, sonó el timbre del portal otra vez. Así pasamos la tarde hasta que a las 9 de la noche se marchó tu último cliente.
Yo había perdido la cuenta de mis orgasmos, y también de las veces que te habían follado ese culo tragón del que tanto disfruto. Abrimos una botella de vino, y contamos el dinero. Efectivamente 1.300€ con los que te humillé un poco más, entre risas e insultos. Estabas tocado. Lo notaba en tu mirada, pero entonces me acerqué a ti y te besé. Un beso reparador. Largo, caliente y con mucho sentimiento.
Te abracé. Nos abrazamos un buen rato, pero estabas físicamente y psicológicamente destrozado. Me pediste irte a dormir a otra habitación. No querías dormir en el mismo sitio en el que 9 desconocidos se habían aprovechado de ti, pero la noche no había terminado. Te dije que no. Que las putas duermen en el mismo colchón en el que han sido folladas, y que ni siquiera tenías permiso para ducharte, así que sin ni siquiera quitarte la máscara de látex, te tumbaste en el colchón y te quedaste dormido.
Yo me quedé un rato en el salón charlando con Olibert y con Javier. Les agradecí su ayuda y escuché sus comentarios. Ambos creían que había sido un castigo con mayúsculas, y trataban de entender qué habías hecho para merecer tal humillación, cuando les dije:
“Esto no lo hago simplemente por humillar o degradar a Pedro. No os equivoquéis. Lo hago porque me pertenece, y puedo hacer con él cualquier cosa que quiera. Vuestra posición es muy cómoda, pero ninguno de vosotros tiene el valor ni la hombría de entregarse a mí como lo hace Pedro. Vosotros venís, disfrutráis de mi cuerpo, os doy cuatro órdenes y os marcháis a casa a dormir. Pedro es la puta más perfecta que jamás tuve ni tendré a mis pies. Su entrega es verdadera y absoluta. Lo habéis visto hoy. No ha rechistado. Ha apretado la mandíbula. Ha bajado la mirada y ha hecho lo que yo quería que hiciera”.
Estuvimos un buen rato charlando de BDSM, de lo divino y de lo humano. Ambos esperaban ansiosos el premio que les había prometido, aunque yo no tenía muchas ganas de jugar mientras estabas durmiendo en la habitación de al lado, así que busqué una solución que nos satisfaciera a los cuatro.
“Chicos, vamos a la habitación en la que está durmiendo Pedro. Quiero que entréis desnudos. Vamos. Quitaros la ropa y vamos al dormitorio principal. No quiero que le despertéis. No al menos con palabras”
Nos echamos a reír, y entramos en el dormitorio. No sé lo que esperaban, pero se sorprendieron cuando les dije que quería que se hicieran un 69. Se miraron entre ellos. Sabían que si querían follarme, tendrían que obedecer, así que después de discutir quién se ponía arriba y quién debajo… se tumbaron en la cama, al lado de ti, y comenzaron sus jueguecitos. Mientras Javier y Olibert se comían las pollas, yo me coloqué encima de ti. Al principio me senté sobre tu cara, impidiéndote respirar como te gustaría, pero sabiendo que disfrutabas mucho de esos segundos sin respiración.
Después de frotarme contra tu cara un buen rato sentí que empezabas a despertarte. No lo noté por los movimientos de tu cuerpo… sino porque noté cómo tu pequeña polla se ponía dura casi por primera vez en toda la tarde. Me encantó sentirlo, así que apreté más las piernas y decidí privarte de tu respiración durante un buen rato… hasta que pataleaste, momento en el que te dejé respirar de nuevo.
Me estaba excitando muchísimo ver tus ansiosos movimientos en búsqueda de algo de oxígeno. Me excitaba tanto saber que incluso tu respiración estaba en mis manos… Y también me excitó mirar al otro lado de la cama y ver cómo Olibert y Javier se comían la polla uno a otro tan solo porque yo se lo había ordenado.
Cambié de postura y me senté en tu polla. Quería tenerla dentro. Necesitaba sentirla dentro de mi coño. Apreté con fuerza mientras te cabalgaba muy despacio, disfrutando de tus escasos 12cm entrando y saliendo de mi, mientras te daba la espalda y podía observar a mis dos juguetes completamente entregados a mis deseos.
No tardaste mucho en correrte, y yo me corrí contigo. Un orgasmo pausado, suave… especial. Te había llevado muy abajo, pero ahora te estaba dando el privilegio de disfrutar de mi placer. Enseguida te moviste, limpiaste mi coño, mis piernas y mi culo y me pediste permiso para dormir. Estabas realmente muerto de cansancio… pero yo tenía una deuda que saldar. Y siempre cumplo mis promesas, así que les dije a los dos juguetes que, con los condones puestos, se tumbaran boca arriba, hombro con hombro.
Empecé a follarme a Olibert y a Javier. Me subía sobre uno y otro indistintamente. Me encantaba la polla de Javier, y fue al primero que quise premiar con mi orgasmo. Le concedí permiso para correrse a la vez o después que yo. Nunca antes… y aceleré el ritmo salvajemente. Gemía, gritaba… estaba poseída. Completamente excitada por una tarde tan diferente… y de pronto, estallé. Me corrí de una forma increíble sobre esa polla gigante, y cuando Javier se corrió, le pedí que le hiciera un nudo al condón.
Volví a despertarte para decirte que me acababa de correr follándome a Javier, y aún medio dormido, no dudaste en meter tu lengua en mi coño. En el mismo coño en el que otra polla había entrado hacía escasos segundos. Fui consciente de que sentías el sabor del condón, así que, cuando me limpiaste correctamente, metí el condón atado de Javier en tu boca para que no te quedases dormido mientras me follaba a Olibert.
Y eso es lo que hice. Mientras Javier se daba una ducha y tú observabas la escena, me follé a Olibert. Lo hice mirándote a los ojos. Diciéndote que te quiero. Sintiéndome orgullosa de ti. De tu entrega y sumisión. Entonces, me sorprendió ver que te incorporabas y, sin sacar el condón atado de tu boca, me besaste, y con un susurro, me dijiste:
“Te quiero mi amor. Córrete sobre Olibert, princesa. Adoro sentir tu placer”
Y eso hizo que un escalofrío recorriera mi espalda. Y me corrí mientras cabalgaba a Olibert. Me corrí entregándome tu placer. Mirándote a los ojos. Diciéndote “Te quiero”.
Al rato le susurré algo a Olibert y me tumbé a tu lado. Ambos juguetes se ducharon, se vistieron y se fueron, dejándonos solos. Quedamos los dos y nuestras vivencias. Nuestro amor. Nuestro BDSM. El amor de nuestra vida.