Trabajo en una fábrica, en expedición, lo que hago es conducir una carretilla y cargar los pallets en los camiones, vienen de toda Andalucía, Extremadura y Portugal, en producción trabajan 24 horas los trescientos sesenta y cinco días del año pero en expedición en el turno de noche y los sábados y domingos sólo hay un retén, un trabajador por turno ya que el flujo de camiones es más reducido.
En la fábrica cargan dos tipos de conductores, los hay que vienen mandados por el cliente y luego están los autónomos que trabajan para nosotros y que dependen de logística, yo tengo, por mi trabajo, mucha relación con todos ellos, en especial con los últimos, y de éstos hay uno, un mariquita encantador con muy poca vergüenza al que llamamos “la Lola” gran amigo mío.
Un día, estaba cargando su camión cuando llegó otro con matrícula portuguesa, de él se bajó el hombre más hermoso que he visto, alto, fornido, moreno, pelo rapado, barba muy negra, un verdadero macho.
– ¡Joder!
– ¿Te gusta? – la Lola conocía mi secreto.
– Es lo más hermoso que he visto en muchísimo tiempo.
– Pues folla que no veas.
– ¿¡Te lo has follado!?
– Bueno, en realidad el a mí, y tiene un pollón que no se yo si tu culo…
– Que maricón eres.
– Ya, me encanta.
– ¿Y crees que si le entro…?
– Sí, le encanta romper culos de tío.
– Pero…
– Siii, es muy discreto, no te preocupes, es casado y tampoco le interesa que se sepa.
El sábado siguiente estaba de retén, aburrido de verdad, era el turno de tarde, tan solo había cargado un camión, era principios de verano, hacía calor y el aire acondicionado no iba bien, me estaba quedando amodorrado, en esas me avisaron de que entraba un cliente, salí del despacho y arranqué la carretilla, el camión estacionó en la zona de carga, tenía matrícula portuguesa, el corazón me dio un vuelco, se bajó el camionero del que la Lola y yo habíamos hablado tres días antes.
– Buena tarde. – hablaba con un fortísimo acento portugués.
– Buenas tardes.
– Vengo cargar para Faro.
– Vamos a comprobarlo, venga conmigo.
Le conduje al despacho del jefe de turno de expedición, él era el que comprobaba la matrícula de los camiones, ordenaba la carga y expedía el albarán, como era festivo, si ese camión tenía carga el albarán estaría impreso y efectivamente, tenía prevista carga, salí, cargué los dieciséis pallets y entré de nuevo.
Durante todo ese tiempo había estado mirando descaradamente a aquel tipo, era tan alto como yo, sobre 1,85, fornido, ojos oscuros, cabeza afeitada, barba espesa, negra y bien cuidada, brazos fuertes, manos grandes, de uñas también muy cuidadas, piel morena, llevaba una camiseta de tirantas y en su pecho, sus hombros, sus brazos, incluso sus manos tenía abundante vello negro, todo un oso aquel señor.
– Este es el albarán de carga – le dije – esta copia se la entrega usted a seguridad al salir.
– Obligado – se dio la vuelta para salir pero se volvió – me han dicho que te gusto mucho.
Me pilló por sorpresa pero me repuse enseguida.
– Jajaja. Voy a matar a ese mariconazo de la Lola, sí que me gustas, eres un tipo muy atractivo, la verdad, no me importaría echar un polvo contigo.
– Tú también me gustas mucho y hace tiempo que no estoy con un hombre pero te lo aviso, soy muy macho, me llamo José.
– Mi nombre es Einar, y yo te aviso que soy muy puta.
– ¿Dónde podemos ir?
Me levanté del sillón, cerré la puerta, bajé las persianas, me desnudé por completo, y me senté en la mesa.
– ¿Aquí? ¿Estás loco?
– De fábrica no va a venir nadie y si entra algún camión me tienen que avisar, nos da tiempo de sobra de vestirnos, no te preocupes, a mí también me interesa la discreción.
Se desnudó ante mí, era imponente, tenía un pecho poderoso, vientre algo prominente, piernas fuertes, completamente cubierto todo de vello negro y una polla que flácida se veía enorme.
– ¡Madre mía! ¿Todo eso es tuyo? – sonrió con esa boca deliciosa de labios gruesos y dientes blancos y perfectos.
– Prepara el culo, vas a gozar.
Se acercó, me abrazó y me besó, me metió la lengua hasta la campanilla y la movió en mi boca, las piernas me temblaban, hacía tiempo que un hombre no me besaba así, con tanta pasión, le agarré por la cintura y le apreté contra mí, nuestras lenguas se entrelazaron, mordió mis labios, nos acariciamos…
– Date la vuelta.
Comenzó a besarme el cuello, me mordisqueo la oreja, sentía su aliento en mi cara mientras me susurraba las cosas que iba a hacerme, acariciaba mi espalda con sus enormes manos, pegaba su cuerpo al mío.
– Me gustas mucho, tienes un culo maravilloso.
Algo crecía rozándome las nalgas.
– ¡Madre de dios!
Al girar la vi, su polla estaba dura, si flácida me había parecido enorme, ahora era un verdadero monstruo, ¡con razón me había dicho que preparara el culo! me había comido alguna polla respetable pero no como aquella, no creía que me cupiera de ninguna manera, me agaché y olí aquella cosa, olía como debía, a polla, a macho, sus huevos eran grandes, peludos y colgones, los agarré con una mano y comencé a masajearlos, abrí la boca e intenté metérmela.
– ¡Cuidado, os dientes! – José se quejó, no me cabía y tuve que desistir, saqué la lengua, golpeé el frenillo, lamí todo el glande y el tronco hasta llegar a los huevos que chupé y me metí en la boca.
– Sabes lo que fazer con la boca, mariconazo, agora es a tua vez.
José me incorporó, me dio la vuelta y me hizo inclinarme apoyándome en la mesa, me hizo abrir las piernas, me abrió las nalgas y pensé “ya está, me va a reventar, me va a partir el culo”
– Ten cuidado José, cuidado con ese monstruo por dios.
– Calma mi niña, sé lo que hago.
Era cierto que sabía lo que hacía, noté la punta de su lengua en mi esfínter, sabía moverla el cabron, me lo folló con ella, me lo llenó de saliva para lubricarme, luego metió uno de sus enormes dedos y lo movió dilatándome el ojete, volvió a usar su lengua y yo sacaba el culo para facilitárselo.
– Te gusta ¿verdad puta?
Ahora eran dos los dedos que estaban haciendo la labor de zapa en mi culo, de vez en cuando José soltaba un cachete haciéndome suspirar.
– Aaah cabron, me tienes cachonda perdida.
Se incorporó, con su mano en la espalda me hizo inclinarme hasta apoyarme en los codos, me abrió los cachetes y puso la punta de su polla en mi ojete, yo sabía que dolería, lo que no sabía es si podría aguantar.
– Despacio José, despacio por dios.
– Relájate mi niña, relájate, sé lo que hago.
Empezó a empujar, despacio, muy poco a poco, comenzó a meter su monstruo en mi culo, el dolor llegó enseguida y cuando el cabezón aquél venció la resistencia de mi esfínter el dolor me hizo doblar las rodillas.
– Ay, ay, ay mi culo cabron, me has roto el culo, ay hijo de puta ayyyy. – había notado como me abría, en ese momento pensé que tal vez me había atrevido con más de lo que podía abarcar.
– Ssshh cállate, ya verás, ya pasa mi niña, ya pasa.
Se estuvo quieto esperando a que mi culo se acomodara al tamaño de su polla, yo mas que gemir sollozaba, pero el dolor iba desapareciendo, José continuó empujando para acabar de meter su verga, ya el placer iba sustituyendo al dolor y cuando noté que sus huevos tocaban mi perineo comprendí que la tenía toda dentro.
– Aaah mi culo, cabron, ay mi culito, mi culito ooohhh, me has reventado el culo.
Comenzó a meterla y sacarla, muy despacio al principio para ir poco a poco incrementando el ritmo, cuando la metía creía que me mataba y cuando la sacaba le pedía que me la volviera a clavar.
– Ay, ay que rico, que rico, cabron, ay, follame, follame cabronazooo.
– ¿Estás viendo, puta?, te dije que era muy macho.
– Ah, ah mi culo cabron, ay mis piernas, ay como me tienes cabron, mis piernaas, no me aguantan cabron, hijo de puta, no me sostienen.
– Aguanta maricón, – paf, un guantazo con aquellas manos que parecían tablas de planchar.
– Ay, hijo de puta, ay
José seguía moviéndose, incansable, metiendo y sacando su polla de mi culo, el corazón me iba a mil, mi cuerpo estaba completamente bañado en sudor, el sonido de su pubis golpeando mis nalgas me hacía suspirar, sus embestidas eran cada vez más fuertes, resoplaba como un semental, el placer era tan intenso que creía que me iba a desmayar.
– Ah, mi culo, mi culo.
– Tú culo es mío puta, mio.
Sus manos agarraban mis caderas, sus dedos se clavaban en mis carnes, su cadencia era rítmica, incansable, notaba sus huevos golpeando mi perineo, ambos estábamos empapados en sudor, el olor a sexo me ponía a mil.
– Ay mi culo, no pares cabron, no pares, mi culo, mi culo.
– Te gusta mi polla ¿verdad golfa? Dímelo, dime que te reviente el culo con mi polla.
– Ay si, siii, adoro tu polla, destrózame cabron.
– Puta puta puta, toma puta.
No sabía cuanto tiempo llevaba así, ese portugués cabron no se cansaba, el culo me ardía, el corazón lo tenía desbocado, de pronto me empezó a temblar todo el cuerpo y me corrí, eyaculé sobre la mesa de mi jefe sin necesidad de tocarme.
– Ah, me he corrido cabron, me has hecho correrme.
– Y ahora voy yo puta, aaah.
– Si cabron córrete, correte, lléname de leche.
Quería sentir su corrida llenándome el culo, quería sentir su leche caliente en mi interior, en esos momentos no me importaba el peligro
– Siii hijo de puta, dame tu leche, dame tu leche.
– Te voy a llenar las entrañas de leche perra, te voy a dejar preñada, te voy a hacer el nudo como la perra que eres.
Me agarró por el interior de los muslos y me metió la polla hasta los huevos, se apretó contra mí y empezó a correrse, apreté lo que quedaba de mi maltrecho esfínter para notar los espasmos de su enorme pene cada vez que eyaculaba.
– Ay si, si, deja preñada a tu puta cabron.
Se dejó caer sobre mí y tuve que soportar su peso durante unos instantes con su polla clavada en el culo.
– Ay José, ay, casi me matas.
– Mi niña, mi putita, que culo tienes. – me susurraba al oído.
Su polla se aflojaba y yo notaba como su lefa comenzaba a salir, me sacó la verga y me di la vuelta, tuve que sentarme en el sillón, las piernas no me sostenían, su semen se salía de mi culo y cayó sobre el sillón de mi jefe, me hizo gracia y me reí.
– ¿Te ríes?
– Por no llorar cabrón, me has roto el culo.
Estaba hermoso, todo empapado en sudor, con la polla flácida ya, olía a macho y a sexo.
– No te lo he roto pero sí que parece un coño todo abierto.
– Cabron…
– Fue ¿como se dice? Ah si, un “polvo” maravilhoso.
– Me has dejado el culo ardiendo cabron, aún no entiendo como me ha cabido “eso”.
– Jajaja, es verdad que no hay muchos culos que aguanten mi polla.
– Me lo creo cabron, me lo creo.
El ojete me estuvo escociendo una semana, cada vez que me sentaba me acordaba de ese portugués cabrón, esa polla había sido toda una experiencia.
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