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Podría ser mi hija (pero por suerte no es) 4
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Tiempo de lectura: 7 minutos

La relación con Julia se prolongó varios años. Tuvo intervalos mientras intentaba con alguna pareja, pero no lograba empalmar del todo. Le duraban meses y se terminaban. En tanto, nosotros nos habíamos convertido en amantes, amigos, confidentes, y compañeros sexuales, sin que la magia se eclipse. Seguíamos teniéndonos las mismas ganas y el mismo cariño del inicio. El sexo era un placer seguro. Ya nos conocíamos, sabíamos que le gustaba al otro y los ritmos para hacerlo. No teníamos los forcejeos de una pareja, ni los conflictos de la convivencia. La relación fluía libre. Para mí, todo era un regalo inesperado y tenerla a Julia en mi vida colmaba todas mis necesidades.

A ella yo le daba el sostén que nunca tuvo, la solidez de tener con quién contar y un sexo pleno, cariñoso y cuidado. Era su oasis en medio de las tormentas. Pero indefectiblemente, se iba a terminar. De pronto, estuvo un mes y medio sin venir. Me llamaba para saludarme pero siempre había una razón que le impedía verme. Hasta que un día me dijo que venía. El primer anuncio del fin fue la cara extasiada de alegría con la que me anunció:

– “¡¡Estoy feliz!! Por primera vez encontré alguien que vale realmente la pena”

Me contó, entusiasmada sobre Pedro, lo lindo, paciente y amable que era, abierto, no controlador, sensato y muy buena onda. Pese a mi esfuerzo, no pude ocultar la tristeza que me dio saber que estaba totalmente enamorada y que ese era el preludio del fin de nuestra relación. Quería que fuera feliz y también no quería, para que se quede conmigo. Se dio cuenta enseguida. Se calló, cambió la cara. Me abrazó y empezó a besarme.

– “No quiero que estés triste. Pero no sé que hacer.”

– “Lo que tenes que hacer está claro, hermosa. Tenes que jugarte con Pedro. Poné todas las fichas en hacer una pareja con él”

– “Pero no quiero perderte. Yo sé que es egoísta de mi parte, pero te quiero mucho”

– “Sí, te creo. Y yo soy egoísta cuando me pongo triste y una partecita de mí quiere que lo dejes a Pedro y te quedes conmigo, aún cuando sé que es imposible. Este final lo sabemos de hace rato”.

– “¿Cómo hago papi?”, dijo acongojada.

– “Eso hacé, transformame en tu papi postizo. Porque va a llegar un momento, pronto o no, en que no vuelvas a coger conmigo. Y todo el tiempo y el esfuerzo van a ser para esta nueva pareja que empezás. Y yo voy a estar alegre de verte ser feliz y conseguir tu propio mundo y un poquito triste”

– “Vos sabés que te voy a seguir queriendo, ¿no?”

– “Sí. Pero va a haber momentos en que mi presencia y aún mi memoria te van a molestar para esta nueva etapa que empezás. No hablemos más ahora, dejame solo disfrutar de estar con vos”.

Pasamos una tarde melancólica y triste a la vez llena de cariño y cuidado de ambos. Incluso el sexo fue distinto. Ella ya no estaba 100 por ciento conmigo y se notaba. Creo que empezaba a sentirse incómoda entre dos pasiones. Se lo dije, le dije que tenía que resolver lo mejor para ella. Seguir así iba a hacernos terminar mal y eso era lo último que quería. Que se tomara dos semanas para pensar bien que quería hacer y después me hablara sinceramente y sin vueltas. Cuando se fue, yo sabía de ante mano la respuesta.

Dos semanas después vino, nos sentamos a charlar y el final que esperaba se produjo. Se desvivió en consuelos y agradecimientos, promesas de cariño y de mantener el contacto que yo estimaba difícil que pudiera hacer. La abracé, la dije que no podía mentirle, que estaba triste por un lado por perderla y alegre por ella.

– “Una sola pregunta y solo si querés y tenés ganas. No para que lo hagas por mi, por favor. Me daría cuenta y me dolería. ¿Querés que pasemos un último día de despedida?”

– “Si, quiero y quiero por mí, no solo por vos. A mi me duele dejarte. Y me duele mucho. No es una despedida fácil. Me encantaría una última vez con vos, si querés”

– “Sí. Pero no hoy. Llamame el día que vos sientas que estás bien para hacerlo. Esa última vez, te quiero toda conmigo.”

– “Si, te entiendo y me gustaría también que así sea. La semana que viene Pedro se va por trabajo a Posadas de lunes a viernes. ¿Querés que el martes venga? Si él no está acá es como que me es más fácil”

– “Si Lucía, quiero. Y ahora dame un beso y andate. El martes te espero, a la hora que quieras. Avisame si venís a comer.”

– “¿Te puedo besar?”

– “Si”, le dije, la traje hacia mí abrazándole la cintura y nos dimos un largo, cálido, cariñoso y profundo beso. Era evidente que el dolor, aunque distinto en cada caso, era mutuo.

El martes me llamó y vino a almorzar. Cuando entró, noté que actuaba como teniendo cuidado, calculando como moverse para no lastimarme. Se lo dije, le dije que por favor saliera al pasillo y volviera a llamar, pero que al abrirle la puerta, entrara mi nena, mi hembrita de estos años, si era posible. Si no, almorzábamos y se iba. Me miró seria, me dio un beso en la mejilla, salió cerrando la puerta tras ella y tardó no menos de quince minutos en volver a llamar. Abrí la puerta y, con una sonrisa me preguntó

– “¿Puede pasar una putita que tiene muchas ganas de su papi?”

La abracé, la besé, la fui desnudando hasta el dormitorio y la acosté boca arriba mientras me desnudaba.

– “Vení papi, tu putita te espera. Cogeme toda”, me dijo mientras abría sus piernas.

Por primera vez entre nosotros, la penetré, la cogí violentamente y acabé en menos de dos minutos, mientras ella me abrazaba, me acariciaba y me alentaba.

– “Así papi, descargate. Acabale a tu nena”

Quedé abrazado a ella sin salir un largo rato. Después la besé y le pedí perdón

– “Un señor que conozco me dijo que nunca le pida perdón por el sexo. Me encantó que te sacaras las ganas. Ahora comamos y después, a la siesta hacemos un segundo round”.

No pude evitar la sonrisa. Le di un beso y nos levantamos a comer. Charlamos como si nada pasara y nuestra relación fuera como siempre era. Después nos acostamos y dormimos una pequeña siesta haciendo cucharita. Me despertó Lucía lamiendo mi pija.

– “Hola papi, estaba adelantando tarea”, me dijo sonriendo.

Nos besamos, lamimos, chupamos, acariciamos y jugueteamos por un larguísimo rato. Con mimos y caricias me indicó que me acostara boca arriba. Fue a la cómoda y volvió. Se sentó a caballito mío, dándome la cola y me alcanzó lo que había ido a buscar a la cómoda, mi celular.

– “Grabame papi. Quiero que tengas un video mío.”

Y empezó a moverse, inclinándose hacia adelante para que su hermosa cola quedara toda expuesta.

– “¿Te gusta así?”

– “Estás preciosa amor. Te voy a dedicar unas cuantas pajas con este video”

– “Esa es exactamente la idea papi. Después me pasas una copia. Yo también quiero tenerte”.

Después de un rato, se puso a caballito, pero mirándome.

– “Grabame así y cada tanto acariciame las tetas y jugame con los pezones que me encanta. Y filmalo todo”.

Al rato me pidió el celular y siguió grabando ella. Después lo cerró, lo dejó al lado en la cama, se inclinó para apoyarse en mí y me pidió:

– “Agarrame de la cola y llevame hasta acabar”.

Tuvo un intenso orgasmo, se quedó acostada sobre mí.

– “ Ahora quiero que me filmes”, me dijo dándome el celular mientras se erguía y quedaba a caballito sobre mí. “¿Ya estás filmando?”

– “Si”

Me dedico un beso, tomó mi miembro, lo sacó de su vagina y lo llevó a su culito.

– “Ahora graba esa cara de putita que me decís que tengo cuando me penetrás la cola”, mientras iba acomodándose y haciendo entrar suavemente mi pija en su colita. Me costó no acabar, viéndola. Cuando estuvo toda dentro de ella, empezó a moverse lentamente de arriba abajo y balanceando su cuerpo adelante y atrás. Con vos cargada de pasión y deseo me dijo

– “Soy la nena de mi papi, soy tu putita y me encanta que me cojas la cola que vos me enseñaste a gozar. Vos terminaste de hacerme mujer y me hiciste putita. Y te agradezco así papi”

Se movió un ratito más y tuvo un orgasmo largo mientras seguía moviéndose, hasta que paró y apoyó sus brazos contra mi pecho, jadeando.

– “Me voy a poner en cuatro patas y quiero que me agarres el culito así para que lo filmes. Quiero verte entrando en mi colita”, dijo, se salió y se puso al lado mío, con todas las almohadas bajo su cintura. Su cola quedaba bien arriba y expuesta. Me acomodé tras ella y fui filmando la penetración mientras se la relataba. “Ahora putita, te estoy poniendo la punta de la pija en tu colita. Empujo suavecito y esa cola hermosa se come la cabeza y de a poco toda mi pija. ¿Sentís?

– “Si papi, se siente muy rico. Vení sobre tu nena”.

Me acosté sobre ella apoyándome en mis codos y le di el celular. Ella lo puso al lado para filmar la cara de los dos mientras le entraba y salía de su culito.

– “Hermosa, estoy disfrutando tu hermoso culito. Me tenés la pija al palo toda dentro tuyo”

– “Mmmm. Si papito. Tu nena la siente y la encanta esa pija grandota que tenes para mí. ¿La vas a coger toda a tu nena?”

– “Si, hasta que muerda la almohada, mirá”

Y me levanté un poco para empezar a darle violentas arremetidas. Ella intentaba filmarse y de vez en cuando enfocarme a mi. Hasta que se olvidó del celular, se abrazó a sábanas y almohada, gimió y acabó mordiendo las sábanas. Cuando hizo esto, la penetré hasta el fondo, me quedé quieto y derrame toda mi leche dentro de ella. Nos costó un largo rato recuperarnos.

– “Papi, vení al baño para ducharnos juntos”

– “Sí preciosa”

Terminamos de ducharnos y volvimos a la cama. Pensaba descansar un rato con ella en mis brazos, pero cuando se acostó, se puso arriba mío, tomo el celular y fue a acomodarse para lamer mi pija. La fue filmando mientras relataba:

– “Esta es la pija de mi papi. Ahora está flojita, pero su nena le va a pasar la lengua, la va a chupar y se va a poner durita”, decía mientras iba lamiendo y chupándome a la par que se filmaba. “Ya está reaccionando. Ahora le voy a pasar el celu a mi papi para que me filme mientras lo chupo, lo masturbo y lo hago acabar en mi boquita”

Así hizo y se acomodó para que la vea chuparme y de vez en cuando me regalaba una mirada cargada de deseo y lujuria sin dejar de masturbarme.

– “Se está poniendo caliente mi pija hermosa. Mi papi está por acabar y le va a dar lechita a su nena ¿no papi? ¿me vas a llenar la boca de lechita?

Entre las caricias y chupadas, la cara de putita y lo que decía, no aguanté más, le puse la mano sobre la cabeza para metérsela toda en la boca y acabé con todo. Ella tomó el celular de mis manos (que no estaban para filmar nada) y se filmó mientras sacaba la boca llena de leche y mostraba como se la comía. Después volvió a lamerme y chuparme hasta que estuvo flácida.

– “Y así es como la nena se alimenta de la lechita del papi”, tiró un beso a la pantalla y cerro el celular.

Vino a mi lado, me besó y se acurrucó entre mis brazos.

– “Es lo mejor que puedo dejarte amorcito. Lo hice con todo mi cariño. No es lo mismo, pero un poco me vas a tener”, dijo mientras me besaba

Nos acariciamos un largo rato, se levantó y se vistió. Me dio un beso y me dijo

– “Adiós papi. Te quiero mucho”

– “Yo también hermosa, que seas feliz. Cuando puedas y no te incomode o ponga molesta, llamame o mandame un wassap y contame como estás. Yo no voy a comunicarme con vos. Espero que alguna vez, bajo otra forma y de otra manera podamos vernos”

Me dio un beso y se fue. No volvió más a mi casa. Me mandó mensajes cada tanto y varios meses después me hizo una cita en un bar. Me dijo que se iba a casar y que, si no me molestaba, le encantaría que fuese a al ceremonia. Le había dicho a Pedro que yo era un amigo de su amigo, pero que la había ayudado mucho con la Facu y cuando estaba sola. Le dije que sí y fui a ver su casamiento. Estaba radiante de alegría y al finalizar, esperé tranquilo mi lugar, saludé a Pedro, la abracé y me dio un cálido beso en la mejilla y me susurró.

– “Gracias. En una parte, esto es gracias a vos”.

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