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Mi tío Julio
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Tiempo de lectura: 6 minutos

La década de los 80 en España supuso el despertar de un larguísimo letargo. Como siempre se dice, pasamos del blanco&negro al color. La juventud rompió con todos los cánones establecidos hasta ese momento y una explosión socio-cultural lo inundó todo. Los que vivimos aquellos años, aún hoy sentimos nostalgia de aquellos tiempos y podemos asegurar que la mentalidad era mucha más abierta que la actual. Pero bueno, eso sería abrir un debate que no nos ocupa en esta historia.

Pertenezco a la generación del "baby-boom" surgido en los años 70. Lo que hoy ha dado en llamarse "boomer" en ese afán por americanizarlo todo. Soy el hijo mayor de mi madre. El único hombre, quizá por eso puedo considerarme su ojito derecho. Ella fue una mujer de su época una abnegada madre de familia numerosa que desde su maternidad a los 22 años no ha hecho otra cosa que vivir por y para sus descendientes. En el otro lado estaba su hermano, mi tío Julio (todo un personaje).

Diez años menor que mi madre, Julio siempre vivió la vida a tope. Juerguista, popular y mujeriego, tenía un carisma especial. Era capaz de sacar una sonrisa de su hermana en medio de una de sus incontables riñas. Ella siempre dijo que era madre de 5 hijos y un hermano. Y no le faltaba razón. La diferencia de edad unida al carácter protector de mi madre hacía que asumiera más responsabilidades como educadora que las propias de una hermana.

Julio vivió la noche muy intensamente desde que en el año 78 cumpliese la mayoría de edad. En una ciudad costera y en pleno auge turístico como era Málaga en ese momento era casi inevitable. Mi tío consumió todo tipo de sustancias, bebió todo el alcohol que había en los bares y se folló a cuántas mujeres se le pusieron a tiro. Hay que tener muy claro el contexto, España primeros años de democracia y la jet set aterrizando en la Costa del Sol.

Todo esto hizo que yo idolatrase al hermano de mi madre. Era una especie de ídolo para un niño como yo. Un tipo un tirón popular innegable que muchas veces me adoptaba como su "mascota". En más de una ocasión le serví como imán para alguna chica que se acercaba a él con la excusa de hacerme algunas carantoñas. A medida que fui creciendo fui tomando conciencia del carácter mujeriego de mi tío Julio. En plena adolescencia le conocí una relación con una casada mayor que él que desembocó en una gran bronca con mi madre.

La mujer estaba dispuesta a dejar a su familia (marido e hijos) por irse con mi tío. Mi madre tuvo que intervenir para evitar que la mujer cometiera semejante locura. Incluso convenció a su hermano Julio para que metiera tierra de por medio y durante un año se largó a vivir a Asturias. A su vuelta, la historia con la casada se había difuminado en el tiempo y las aguas volvían a su cauce.

Julio abrió un bar de copas en el año 86. Junto a un amigo pusieron a rodar un negocio de ocio nocturno que, como todo lo que tocaba mi tío, se convirtió en referente. Un garito con buena música en directo y una clientela con sed suficiente como para llenar los bolsillos de los dueños. Yo seguía adentrándome en la adolescencia con mi tío Julio cómo espejo donde mirarme.

Así llegamos al año 89, el momento clave de esta historia. A mis 18 años hacia pocos meses que había perdido la virginidad pero poco más. Alguna mamada esporádica, un polvo furtivo pero lejos de los registros de mi ídolo. Él, mi tío Julio, el hermano de mi madre, a sus 29 años seguía con su exitoso bar de copas. En aquellos tiempos llevaba medio año saliendo con una chica cinco años menor. Una madrileña, estudiante de arquitectura, que se había quedado enganchada del ambiente de la ciudad y de Julio.

Astrid era una morenaza de 24 años que formaba con mi tío una pareja de anuncio. Con sus ojazos negros, labios carnosos, pómulos prominentes, unas tetas de escándalo y su pensado a lo Cleopatra, era el morbo personificado. Yo, como todos, estábamos "enamorados" de aquel bellezón de mujer. A todo eso se le unía una leyenda que decía que Astrid era una fiera sexual. Julio ni confirmaba ni desmentía. Se limitaba a sonreír cuando me armaba de valor y le preguntaba por aquellos comentarios. Lo que provocaba que mi libido se disparase y me matará a pajas pensando en la novia de mi tío. Para colmo, ella se mostraba extremadamente cariñosa conmigo. Yo suponía que mi tío le hablaba de mis dudas sobre ella y Astrid se reía de mi actuando como una calienta pollas.

Durante el mes de agosto de ese año 89 actuó Radio Futura en el campo de fútbol de Torremolinos, a media hora de la capital de la Costa del Sol. Astrid había comprado entradas para ver al grupo de Santiago Auseron para ir con Julio y su socio en el bar con su pareja. Pero todo se torció para los hombres cuando el exceso de trabajo en el garito les obligó a quedarse en Málaga. Sus parejas no está aún dispuestas a perderse el convierto, así que no se les ocurrió mejor idea que invitarnos a mi amigo Carlos y a mi. No nos lo podíamos creer, dos adolescentes de 18 años acompañados a dos pibones de 24 a un concierto de Radio Futura.

Natalia, la amiga de Astrid, condujo el VW Golf GTi de su novio y en 30 minutos llegamos al campo de fútbol. La verdad es que mi amigo y yo estábamos un poco descolocados. Fueron las chicas las que nos marcaron el ritmo. Nos acercamos a una de las improvisadas barras a pedir unas "macetas" de cerveza con las que combatir el calor. Ellas se liaron un porro que nos fuimos pasando. En medio de aquel ambiente de libertad adulta fuimos entrando en ambiente.

Después de unos teloneros locales aparecieron en el escenario Radio Futura en medio de una ovación. Para entonces nosotros estábamos totalmente animados. El alcohol y el hachís había diluido cualquier atisbo de pudor y los roces entre los cuatros eran menos inocentes de lo que debieran ser. Durante la segunda parte del concierto Astrid, totalmente desinhibida, me pidió que la acompañara a mear (los servicios estaban desbordados). Me llevó de la mano hasta un lugar oculto a la vista del resto y ante mis atónitos ojos, se levantó la minifalda vaquera y se bajó las bragas, dejándome ver un precioso coño con una franja de pelo negro (según la moda de esos años).

Mientras vacía a su vejiga, la novia de mi tío emitía un sonido gutural a medio camino entre la satisfacción y el placer muy parecido a un gemido. Lo hacía mirándome a los ojos con una media sonrisa pícara que hizo que me empalmar de inmediato:

-¿Te gusta mi coño? -dijo Astrid con la cadencia propia de la mezcla de sustancia que llevaba en sangre.

-…Si… -Dije titubeando.

-Tu tío dice que has oído leyendas sobre mí.

Me ruboricé mientras mi polla seguía creciendo dentro de mi pantalón vaquero. En ese momento, Astrid se levantó, se subió las bragas y se recompuso la mini falda. Sin darme tiempo a reaccionar se lanzó contra mi boca y me metió la lengua.

-Pues ahora lo vas a comprobar.

Sin ser consciente de lo que se me venía encima, me agarro de la mano y me llevo donde estaban nuestros amigos. Le pidió las llaves del coche a Natalia y me dirigió al aparcamiento. Recorrimos la distancia deprisa y en silencio. Cuando me quise dar cuenta estaba en el asiento trasero del Golf GTi del socio de mi tío, con su novia a horcajadas comiéndome la boca. Las manos de Astrid me agarraban por la nuca al tiempo que las mías iban desde sus tetas hasta sus piernas.

En un momento dado, la mujer se separó de mi y se desabrochó la camisa de gasa negra semitransparente dejando a la vista un sujetador de encajes que difícilmente contenían sus impresionantes tetas. Torpemente lleve mis dedos a su espalda para desabrochar la prenda. Desafiando la gravedad, ante mi aparecieron dos extraordinarias tetas de piel más clara que el resto del cuerpo propia del efecto del bikini en la playa, con una aureola de color marrón oscuro y un pezón gordo y erecto que apuntaba hacia arriba.

Me quedé sin reacción. A pesar de no ser virgen mi inexperiencia era evidente. Fue ella quién agarró mi mano y la posó sobre su teta. Poco a poco me fui soltando cuando ella me volvió a comer la boca. Comencé a acariciar las tetas y pellizcar los pezones, sorprendido por la dureza. Ella se movía sobre mi paquete. Restregando sus bragas, a estas alturas empapadas de flujo, contra mi pantalón:

-¿A ver qué tenemos aquí? -Dijo la novia de mi tío haciendo hueco entre nuestros cuerpos.

Con asombrosa habilidad, Astrid, abrió mi pantalón y libero mi polla totalmente erecta. Comenzó a masturbarme lentamente al tiempo que acercaba sus tetas a mi boca. Temí por un momento correrme demasiado pronto. De repente la novia de mi primo se detuvo. Se acomodó, se levantó la falda vaquera y se retiró las bragas a un lado. Poco a poco comenzó a descender sobre mi polla.

Pude sentir como sus labios vaginales se iban abriendo a medida que el capullo se introducía. Ella acompañaba la penetración con un sonoro suspiro de satisfacción que se transformó en un gemido de placer al sentirse empalada por mi polla. Yo sentía que me derretía con la polla dentro de la ardiente raja de Astrid. Más aún cuando la novia de mi tío Julio comenzó una cabalgada, lenta al principio para ir acelerando hasta convertirse en frenética. Su culo topaba contra mis muslos produciendo un sensual sonido. Agarrada a mis hombros, la mujer gemía, gritaba y suspiraba a medida que sus terribles sentadas llevaban mi polla muy dentro de su vagina. Sentado en el asiento trasero del VW Golf GTi del socio de mi tío, su novia me cabalgaba como una auténtica fiera sexual. Sus tetas botaban de manera morbosa justo delante de mí cara. Mi polla se clavaba en lo más profundo de su coño con cada sentada de ella. De repente comenzó a masajear su clítoris con los dedos sin dejar de cabalgarme. Yo la agarraba por las nalgas:

-Sí, joder, si… -Ella gritaba en estado éxtasis.

-Me voy a correr…

-Hazlo dentro que tomo la píldora… No me la saques ahora joder…

No pude aguantar más y con un grito alcancé un maravilloso orgasmo eyaculando dentro del coño de Astrid. Ella no tardó en llegar con otro desgarrador grito, después de morder mi hombro, y echando la cabeza hacia atrás. Durante unos segundos quedamos rendidos. Ella sobre mí hasta que logramos reponernos. Yo no me podía creer lo que acababa de vivir en ese coche. Con cara de bobo observaba como Astrid se recomponía y encendía un porro que tenía preparado en su bolso. Después de una larga calada me lo pasó antes de salir del coche y dirigirnos de nuevo al concierto con nuestros amigos.

Cuando llegamos Carlos y Natalia estaban cogidos por la cintura. Nos sonrieron y la chica le pidió las llaves del coche a su amiga. Era el turno de ellos. Mi amigo y yo nunca podíamos imaginar que aquella noche pudiera cambiar de esa manera. Éramos dos adolescentes acompañando a dos tías mayores que nosotros y con novios. En mi caso, podía llegar a convertirse en tía política, como finalmente sucedió.

A día de hoy, Astrid tiene 57 años y sigue casada con mi tío Julio de 62, además de ser la madre de mis dos primos menores. Yo, a mis 50 estoy casado y tengo tres hijas. Nunca hemos vuelto a hablar de lo que ocurrió aquella noche en el asiento trasero de un coche durante un concierto de Radio Futura.

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