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Mi harem familiar (13)
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Tiempo de lectura: 11 minutos

El asunto Ana Marisax presagiaba complicaciones. Nuestra relación era esporádica. Ella me requería cada tanto, a veces cada 15 días, otras a un mes de distancia. Alguna vez nos fuimos de viaje a Margarita, por trabajo y fueron 5 días seguidos, otra vez a Valencia por otros 5 días, pero en una oportunidad nos tocó 4 días en Barquisimeto y ni la vi de noche, porque decidió tirarse al gerente cliente nuestro, que según ella estaba buenísimo. Yo, mientras, desde la segunda noche, aproveché a la secretaria del susodicho, quien, para mi ¿¿¿sorpresa??? era la supuesta marinovia del tipo. Era una chica aventajada, sexualmente hablando. Tenía un físico destacable, pero para mi gusto, tirando a putica. Unas tetas que ella, a base de sostenes especiales, les dicen pullshop o algo así, las hacía apuntar al cielo.

Particularmente, a mí no me gusta atentar contra la gravedad. Lo que debe estar para abajo, pues para abajo, salvo mi paloma, que me encanta verla para arriba. De resto, esas tetas que apuntan al cielo y las nalgas también, siempre resultan en una estafa, porque cuando desnudas a la dueña, las aguas vuelven a su cauce, las tetas para abajo y las nalgas caídas. Es lo natural. Diferente las anatomías de mis chicas, las maduras y las jóvenes. Jamás presumen de algo que no existe, que no tienen. Si se les nota que tienen tetas, las tienen y de verdad. Y cuando notas que tienen tremendas nalgas, las tienen. Sin necesidad de ayudas.

Volviendo a la marinovia del gerente, aparentaba un culazo de concurso y unas tetas altas. Cuando la desnudé, esa noche, las tetas se le fueron a la barriga, que tenía un poquito y las nalgas bajaron unos cuantos centímetros. Usaba unos pantalones de una fibra parecida a las de las fajas, que subían cualquier culo caído. Y el sostén de donde salieron sus enormes tetas, parecía reforzado. Pero no importa, la niña, que tendría unos 30, follaba como una loca, gritaba de placer y quedó prendada de la anaconda. Del tiro, a la siguiente noche, se presentó con una cámara Polaroid y le sacó una foto de arriba y una de perfil, porque supuestamente, sus amigas no iban a creer lo que se había tragado. Y la condenada puso al lado de mi pene una cajetilla de cigarrillos Astor rojo, para contextualizar dimensiones. Toda una experta.

El gerente tuvo tres noches con Ana y yo solo dos con su ¿mujer?, pero valió la pena. En el viaje de regreso, por tierra, Ana me interrogó:

– ¿Y hablando de todo un poco, tengo entendido que te escapaste con la secretaria de Alonso? ¿Cierto? ¿Qué tal?

– Bueno, la verdad es que el segundo día ya me iba para el hotel, cuando ella pasó en su carro y me preguntó si me podía llevar. Encantado de la vida, acepté. Y me llevó a su apartamento. Directo, sin pasar por HOME ni cobrar 200. Yo solo dormí en el hotel la primera noche.

– ¿Y qué tal la chica? Tiene una perolera que espanta. Esa mujer tiene más carnes que la carnicería de cerca de mi casa.

– Si, bastante magra, por cierto. Claro, usa algunos trucos para ofertar la mercancía, pantalones que le suben el culo unos cuantos grados y unos sostenes de lona reforzada con cabillas que le ponen las tetas mirando para el cielo. Cuando la desnudas, todo cae, pero sigue siendo apetitosa. No es una belleza como tú, pero es muy cogible y es una demonia en la cama.

– ¿Más que yo?

– No, eso es imposible. Tú eres la fiera que comanda a todas las fieras… jajaja…

– Desgraciado, bastante que me gozas cuando te atreves… jajaja…

– Si, claro, porque tú no gozas para nada, lo tuyo es pura sumisión. Solo das, nada que recibes ¿Cierto?

– Bue… la verdad que contigo, todo es dar y recibir. No eres para nada mezquino, me haces gozar de lo lindo. Por eso sigues conmigo, porque si no…

– Claro, mi trabajo no sirve para nada, yo solo sirvo para follarte.

– No te pongas así conmigo, claro que tu trabajo sirve y no solo eso, tu amistad para mi vale mucho pero lo que te digo es que yo, a los hombres, me los pongo y luego los desecho, con una sola excepción: tú. Si no tuvieras esa capacidad que tienes, ya te habría desechado, porque siempre quiero carne fresca. Pero tú eres otra cosa. Y ya he dicho más de lo que acostumbro, así que fin de esta conversación.

– De acuerdo. Por cierto ¿Este fin de semana vas a estar ocupada? Porque me gustaría que bajáramos a la playa, solos tú y yo, para divertirnos un poco, ya sin viajes ni trabajo.

– De acuerdo, salimos de la oficina para allá, directo, sin perder tiempo. Vamos a cenar y luego a bailar a la discoteca nueva de Caraballeda y después… de modo que el viernes sales de tu casa con tu maletín.

– De acuerdo, gracias.

El viernes nos fuimos de la oficina a su casa, ella dejó su carro y subió al mío y partimos. Una hora después llegamos al apartamento y nos cambiamos, luego de media hora estábamos cenando en Las Quince Letras, como dos amigos, sin vinculaciones laborales y al terminar nos fuimos a Caraballeda, a la Smouths. Nos dieron una mesa al final, a la izquierda, en el rincón. Fantástica para meter mano sin vergüenzas. Conversamos, bailamos música variada, luego lenta, nos besamos y acariciamos con ganas, sin restricciones. Pasada la medianoche nos fuimos al apartamento, para degustarnos. Nuestra sesión de sexo salvaje terminó a eso de las 5 am, cuando caímos derrotados. Nos dimos con todo y con ganas, como si el mundo se estuviera acabando y esa fuese la última oportunidad de coger, de follar, de fornicar. ¡Qué mujer, carajo! Con sus 35 años a cuestas, follaba como una carajita de 18, pero con la experiencia de una puta de 45.

Por la mañana, salimos a desayunar algo y regresamos a la piscina. Allí me encontré con mi querida Simona, quien hizo gala de su ya conocida discreción. Nos saludamos y ni siquiera las presenté. Pasé de largo. En la piscina estuvimos tonteando un poco, agarraditas discretas por aquí, uno que otro besito por allá, hasta que decidimos subir a darle inicio a la velada de matiné, antes de salir a almorzar. Una enculada de feria, con esa ricura. Chilló como una bestia, mientras le hacía la colita con toda la furia de que era capaz. Nada del otro mundo, solo era lo que a ella le gustaba. Verga y de la dura, mientras más, mejor.

Creo sinceramente que si les diera así de duro a mis chicas de casa, me abandonarían. Se sentirían violadas por mí. Pero Ana Marisax era inagotable, sin límites. Ese tipo de mujeres que asustan a los hombres normales y corrientes. Yo reconozco que follar con ella era agotador y me mantenía en vilo, porque temía que si algún día la dejaba insatisfecha, me podría hasta despedir del trabajo que tanto me gustaba. Era comprometedora. Y ella no se amilanaba, siempre quería más. Por eso no había hombre que la soportara por mucho tiempo. Yo calculaba por cosas que ella me contaba y por chismes de la oficina que esa mujer se habría cepillado, fácilmente, a unos 100 hombres diferentes, yo incluido. Hasta se sospechaba que había un conocido maricón del ambiente de nuestro trabajo, un hombre muy amanerado, de unos 50 años, al que Ana supuestamente habría violado.

Por la noche, cena y discoteca, luego, más de lo mismo, mucho sexo fuerte, duro.

Pero en la mañana sucedió algo que me dejó asombrado. Después de un polvo mañanero, salimos a desayunar, después a caminar por el boulevard y llegamos a la plazoleta del final del mismo. Nos sentamos en el mismo banco donde el año pasado me sentara con mi mami y comenzara todo y me tomó de la mano, se la apretó al pecho y me dijo:

– Tito, mi amor, yo estoy consciente que soy una mujer dura, competitiva, que en el sexo soy una devoradora de hombres, sé que hay muchos comentarios sobre mí, no solo en la oficina, sino en todo el edificio donde está nuestro Gabinete. Se dice que yo no tengo alma o corazón, que solo me gozo a un hombre, lo boto y busco al siguiente. Que en el área de nuestro trabajo, soy un tiburón asesino, hambriento. Pero quiero que sepas que yo no era así. Cuando estaba entrando a la universidad, era una persona tranquila, muy crítica en algunos aspectos, pero apacible como mujer. Me enamoré de Javier, pero no era para mí, porque era de mi amiga. Luego, lo que te conté, ella lo vejaba, él se enteró y no por mí, te lo juro y la dejó. Luego nos encontramos y él me enamoró. Me pintó un cuadro tan hermoso que dejé a un lado mis costumbres conservadoras, por instancias de él y nos fuimos a vivir juntos. Yo estaba en la gloria. Amaba a ese hombre. Vivimos un idilio de un poco más de 3 años, hasta que la desgraciada de Celeste, su ex novia, mi amiga de bachillerato y de la universidad, le metió aquel strike. Eso me mató, ver al hombre que yo amaba convertido en un pelele. Lo hizo casarse con ella y darle su apellido a un bastardito, a un hijo de un vivo que la preñó y escurrió el bulto. Mira, si Javier hubiera estado consciente que aquello era como en realidad era y sin embargo él, por amor, la hubiera desposado y le hubiera aceptado a su hijo, yo lo hubiera aceptado. Bien, si ella es mejor que yo, que sean felices. Pero no, lo engañó como a un niño. ¿Sabes de algún bebé ochomesino? Bueno, el “hijo” de Javier. Si, eso me desencantó tanto, que para mí los hombres se convirtieron en dos grupos claramente diferenciados. Uno, los vivitos que son capaces de preñar a cualquier mujer y sin ningún vestigio de principios o de moral, decirle que se vaya a la mierda con su bastardo y dos, los imbéciles como Javier, que son susceptibles de ser manipulados por las Celestes del mundo y criarles a sus bastardos, sin jamás darse cuenta que los engañaron. Estoy que me muero, Tito, porque lo peor es que creo que sigo enamorada de ese idiota. Tú, afortunadamente, no entras en ninguno de esos dos grupos. Ni creo que seas como el primero ni mucho menos como Javier. Tú eres un hombre diferente. Macho, varonil, con una buena verga, buenísima, honrado, honesto, inteligente, incapaz de mentir, lo sé, me consta. Familiar, sé que tienes a cuatro mujeres maravillosas en tu vida y te desvives por ellas, tu madre, tus hermanas y tu tía y las respetas y las amas. Por eso sigo follando contigo, porque tú eres la revancha para ese desprecio que siento por la mayoría de los hombres. Ojalá nunca cambies para peor. Cuando te gradúes, tendrás tu lugar a mi lado en la empresa. Ya lo he conversado con Herman, nuestro protector y mentor. Serás mi asistente formal. Y espero que sigas siendo mi amante, porque la verdad es que verga como la que tú me das, nadie más me ha dado. Y mira que soy exigente y que me he follado a unos cuantos.

– Te agradezco tus comentarios, haberme abierto tu alma. Eso significa mucho para mí. Te aprecio y te respeto como profesional y como persona, incluso como hembra. Nunca he conocido a una mujer tan directa como tú. ¿Sabes que metes miedo? Jajaja. En la oficina casi todos te temen. ¿Y sabes que nunca me había tropezado con una hembra tan exigente como tú? Me dejas exhausto cada vez que nos encontramos. Te soporto porque tengo juventud, pero me imagino a un hombre de más de 40 contigo, le podría dar un infarto. Jajaja.

– Lo dirás en broma, pero ya me pasó. Un amigo de 38, conocido de muchos años, un hombre sano. Empezamos a follar un viernes por la noche, en su apartamento y el domingo en la mañana le dio el infarto. Tuve que llamar a los bomberos de Chacao, llegó la ambulancia y se lo llevaron. Se salvó de vaina, pero desde entonces me cogió miedo… y yo a él.

– ¿Y a cuantos, si no es excesiva mi curiosidad?

– ¿A cuántos qué?

– A cuántos te has tirado, me acabas de decir que a unos cuantos.

– Ahhhh, como a… más de 50, creo, no los cuento. ¿Y tú?

– Quizás unas 20, no más. Tampoco las cuento, pero yo casi no hecho polvos aislados, “de aquí te pillo, aquí te mato”, como dicen los españoles. No, a mí me gusta conquistar, seducir, saber a quién me voy a coger. La seducción es un deporte para mí y me gusta practicarlo. Especialmente con mujeres maduras, por las razones que ya una vez te comenté. Con un pene como el mío, la seducción de mujeres jóvenes resulta un fracaso o quizás requeriría de un esfuerzo descomunal, nada equiparado a resultados posibles. No, prefiero las mujeres maduras, la experiencia. Después de todo, ¿a quién le va a gustar desflorar a una carajita virgen con aquel miedo, aquellos lamentos, cuando te puedes disfrutar a una hembra como cierta mujer que yo conozco, que te hará gozar como un macaco? Te advierto, estoy suponiendo cosas, porque nunca me he tirado un virguito, pero si he estado a punto y la verdad es que no tiene nada de gozoso. No al menos para mí.

– Jajajaja, eres un coñoemadre completo, con todo y ropa. Vámonos para el apartamento, que necesito que me rompas el culo, como dicen los españoles.

Llegados al apartamento, Ana se desnudó y me dijo al oído, como si fuese necesario para que nadie la oyera:

– Allá te dije para que me rompieras el culo, pero era un decir. ¿Sabes que quiero realmente? Que te imagines por un momento que soy una chica que te gusta mucho, que estás enamorado de mí, alguien que te mueve el piso, me seduzcas y me hagas el amor. Todo diferente a lo que solemos hacer. Quiero que me hagas sentir que soy una mujer decente y buena a la que vale la pena conquistar y amar en consecuencia. ¿Serás capaz?

– Cambio de roles, de gozones a enamorados. Pan comido, pero no respondo si no quedas satisfecha.

– No te preocupes, será mi responsabilidad, no tuya.

Empecé por pedirle que se volviera a poner el bikini y el pareo. Luego salimos a la terraza a sentarnos al fresco y empezamos a besarnos dulcemente, suavemente, sin prisas. Saqué todo mi repertorio de cursilerías, ya sabes, las que siempre le aplico a mami y que tanto beneficio me han traído y empecé a decirle lo bella que era, que no era falso, lo dulce que era, tremenda mentira y así sucesivamente. Algunas cosas le cuadraban, otras era obvio que por allí no fumeaba. Poco a poco aquella mujer fue dejando caer su coraza al piso y logré que abriera un poco su corazón, que suponía que mantenía oculto allá, en el fondo de su pecho. Empecé a ensalzar sus atributos físicos, que tenía y muchos, hasta sus deditos de los pies, que estaban para chupárselos y alguna vez había pensado en hacerlo pero nunca me atreví. Vamos, que con ella todo era fuerte, duro, salvaje. Pero ahora el reto era hacer lo contrario. Una hora después la había dejado tan azucarada que las hormigas se la iban a comer si no me adelantaba, así que empecé a subir de nivel mis caricias y mis palabras al oído. Finalmente, antes de irnos a la habitación para cogerla como se debe coger a una dama, le fui quitando sus escasas prendas. Primero, el top del bikini. Me engolosiné con sus bellas tetas, de cierto volumen, quizás como las de Ana y Andrea. Regulares areolas y pezones más bien pequeños pero suculentos. Y a ella le gustaba que se los mordiera, pero no, solo mordisquitos suaves esta vez. Besaba sus volúmenes por todos lados, especialmente por debajo, donde la piel de la teta contacta la piel de la panza. Esa zona era divina. Luego bajé a su lindo ombligo, algo que cuando es bonito me gusta mucho, pero que pocas mujeres lo tienen como las mías. Le metí la lengua, como tratando de abrirlo. De seguidas, le bajé lentamente el tanga, hasta sacarlo por los pies y me lo llevé a la nariz y aspiré su aroma de mujer ardiente. Estaba muy mojado.

En ese momento, la levanté en brazos para llevarla a la habitación y la dejé sobre la cama, suavemente. Por el camino, venía besándola con cariño, sin ese ardor que acostumbrábamos.

Acostada ya, le comencé un cunnilingus como los que le hago a Sugey, para lo cual me concentré en pensar que era a ella, mi mami, a la que se lo hacía. Me esmeré y valió la pena. Al poco rato, estaba chillando bajito y se mandó un orgasmo espectacular, largo y poderoso. Su cuchara no era ni remotamente tan bonita ni deliciosa como la de Sugey, ni como las de ninguna de mis chicas, pero me salió bien. El poder de la mente. A esas alturas del partido, decidí que un 69 vendría bien, la monté sobre mí, siempre con movimientos exentos de violencia o apuros. Le pedí gentilmente que me diera placer mientras yo hacía lo propio. La coñoemadre se afincó y me dio una mamada de las más poderosas que ella me hubiera dado jamás y me hizo acabar. Pero ella también lo logró. Íbamos bien, aunque ella jugaba sucio.

Me acosté para aplicarle mi tratamiento post coito, caricias, palabras dulces, vaya, darle atención verdadera, que no sienta que ya me la tiré, ya le doy la espalda y me duermo.

Cuando mi mejor amigo regresó de la mamada y se mostró suficientemente erguido, la preparé para penetrarla en Misionero. Lo hice lentamente, tratando que sintiera en las entretelas de su vagina el paso firme y sereno de mi arma, hasta que topé a fondo. Por cierto, a ella no le entraba todo mi pene. Quedaban fuera unos dos o tres centímetros. Ella lo sentía en la cérvix. Algo así como tocando a las puertas de su útero. Tum, Tum, ábrase la puerta que aquí vengo yo. Sus gemidos eran fuertes y agradables. Música para mi ego.

Empecé el mete y saca de rigor, suavemente al principio, aumentando la regularidad, variándola de pronto, sin aviso, sacando la casi totalidad del pene y penetrándola enseguida, tan profundo como fuese posible y otra y otra vez. Así logró su primer orgasmo de esa cópula. Seguidamente la puse en cuatro patas, Perrito y la penetré rápidamente, pero con cuidado. Entró suave hasta el fondo y sus gemidos me informaban que todo iba bien. Una vez que acabó, ruidosamente, cual puta de película porno –ella seguía jugando sucio– me salí, me acosté en su lugar y suavemente la invité a cabalgarme. Ella se posicionó sobre mí y se lo clavó totalmente, hasta donde le cabía. Entonces yo empecé un mete y saca desde abajo y ella su cabalgata infernal. Momento para pedirle mesura:

– Mi cielo, en vez de brincar y botar como una jinete, mueve tus caderas adelante y atrás, a un lado y al otro, arriba y abajo, pero sin brincar. Trata de darme placer a mí y obtendrás el tuyo.

– De acuerdo, es que se me sale la puta loca.

Así hizo, tal cual como le pedí y comenzamos un ejercicio que nos resultó delicioso. Cuando finalmente notábamos que llegábamos a nuestras cimas del placer, ella apretó sus músculos vaginales y yo le apreté las nalgas. Ella primero y yo enseguida, explotamos. Cuando ella se medio recuperaba, se recostó de mi pecho, con mi miembro dentro de ella aún, para descansar un poco. Allí yo retomé mi técnica del post coito, caricias, palabras dulces al oído, abrazos y besos suaves, sin pasión, pero con cariño.

Cuando ya estábamos listos, satisfechos y ya higienizados adecuadamente, comentamos:

– ¿Qué tal, te pareció bien o fue demasiado zanahoria para tu gusto?

– Excelente, mi amor, no recuerdo la última vez que alguien me haya hecho el amor. Lo mío siempre, después de Javier, ha sido fornicar. Eres un hombre muy dulce, gentil y lo que me hiciste lo hiciste con maestría. Si yo no fuera la mujer que desgraciadamente soy, me enamoraría de ti. Me encantó, tanto que de ahora en adelante tenemos que hacerlo así, para que me hagas sentir que todavía queda algo bueno dentro de mí. Eres un artista, un romántico. De esos ya no quedan mucho. Hasta estaba pensando en lo que me gustaría que tú me preñaras. Si algún día decidiera tener un hijo, me gustaría contigo. Eres muy lindo, me harías un bebé precioso… y si fuese varón, hasta saldría bien dotado… – me soltó esa, muy divertida ella.

– Por favor, mucho cuidado con eso, nunca me engañes. Yo follo a pelo contigo porque confío en ti, plenamente. Solo contigo lo hago, de resto, siempre con condón. Pero no me falles. Tener un hijo no es un juego. Debe ser algo de acuerdo entre dos y pienso que con amor en el medio. Estoy hablando muy en serio, Ana Marisax. – le dije con voz, cara y gestos de suma seriedad.

– No te molestes, mi amor, jamás te engañaría. Yo nunca me he planteado tener hijos, pero la estaba pasando tan deliciosamente contigo que hasta me pasó la idea de que me preñaras. Sería hermoso tener un hijo tuyo, pero fue solo una idea, si algún día lo decidiera, te lo diría sin engaños. Si aceptaras, bien y si no, nada. Tito, confía en mi como yo en ti, por favor.

Continuará…

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